viernes, 29 de mayo de 2020

POETA DEL CHIQUERO cap lll: Planes post-cuarentena

Una vez finalice el encierro,
todos habrán de salir corriendo a ver a sus alejados, 
a ponerlos cerca.
Muchos tantos a culiar, 
a culiar como hijueputa;
a pelo,
pelados,
con granos,
con sida,
sin sida,
da igual.
Vergas torcidas habrán de toparse con coños cerrados esperando con ansias, ser abiertos.
Otros habrán de buscar a su pareja y hacer el amor con ella hasta el salga el sol y continúe en lo alto durante un buen rato. 
Sexo, bebida, drogas y placer, 
mucho placer. 
Aunque todo esto será luego suplir lo prioritario,
como calmar el hambre y dejar contenta la panza, 
claro está. 

—Y los que no tenemos novia, o una chica guapa, ¿qué hacemos?
—Loco, ¿acaso crees que una gripe va a extinguir a las putas?
—Pero, ¿y si de verdad salimos y no hay? 
—Mano a la verga, harta mano jalando la tripa; y para ellas, buenos palos de plástico motorizados.
—Wow. Que se acabe rápido esta mierda. Quiero meterle un palo de esos a una zorra, jeje.
—Ja,ja,ja, sorete.

Y Armando salió venturoso el día de la liberación.
Ansioso de sentir un par de buenas nalgas sobre sus muslos,
de ser amamantado con unos grandes pezones.
Había hecho una lista de sueños a cumplir,
más de treinta objetivos que alcanzar antes de terminar aquél año.
En el primer número se encontraba Vanesa, esa perra, como la sabía llamar,
porque estaba demasiado buena, y ya todos sus conocidos habían gozado con la chica,
y él no se quería quedar atrás,
fuera como sea, tenía que follar ese maldito trasero.

La fortuna le sonrió a la cara cuando ingresando a la tienda por un par de cervezas y unos cigarros, la vio.
Estaba con una ligera pijama,
y una cara de aburrimiento que la dominaba.
Armando sin perder más tiempo le cayó cual hambriento frente a un buen plato, 
la respuesta fue obvia: gritos de la chica exclamando auxilio por culpa de un pervertido.
Armando reconoció su error, y despavorido salió corriendo.
—Maldita puta, me las vas a pagar —iba susurrando en su mente—.

Primer objetivo fallido —se sintió miserable una vez estuvo en casa.
Los otros eran por mucho más complicados.
—¿Qué estaba pensando cuando escribí esto? se preguntaba confundido—.
Se bebió todas las cervezas de golpe.
Ya estaba oscureciendo cuando se sintió ebrio,
pero ahora estaba contento.
Se asomó al balcón y encendió un cigarrillo,
iba por el tercero cuando la miró.
—Hija de puta, esta vez no te me escapas —musitó en tono glorioso—.
Entre sus drogas vencidas encontró un poco de cloroformo y sonrió.

Salió a la calle, 
había gente por todo lado, felices de poder andar en libertad,
y al rato la encontró,
siguió sigiloso a la chica.
Sabía ya por dónde vivía y le faltaban algunas cuadras para llegar.
Cruzó por un parque al que le fallaban algunas luces y el sitio no pudo ser más perfecto,
Armando con la velocidad de un rayo y una mente embriagada por el deseo más que por el alcohol y alguna droga, no reparó en ser tosco y agarrar a la chica por la fuerza,
le tapó la boca con su pañuelo y a los pocos minutos de forcejeo se dejó de mover.

No había gente al rededor,
era curioso ese hecho,
habían luces prendidas en las casas aledañas,
pero nadie se asomaba siquiera a las ventanas.
No lo pensó dos veces,
la arrastró bajo el árbol,
y de una manotada le arrancó las prendas a la dama.
El short que llevaba no dejaba apreciar esas buenas nalgas,
pero sin él, se podía observar con la poca luz del lugar,
que eso hace rato no era manoseado.
Aprovechó sin más reparo y se sacó la verga,
la azotó contra el trasero de la niña muerta,
o inconsciente, daba igual.
Y folló alegremente ese coño sonriente,
era un maldito depravado sacándole el jugo a la primera noche de septiembre.
Estuvo un buen rato dándole como mejor podía,
boca arriba, y abajo,
arrimada al árbol y en el negro suelo.
Al final no se aguantó más, le abrió la boca y le llenó de esperma la garganta. 
Pero la polla le seguía dura, y quería continuar.

En cuatro con algo de dificultad la ubicó,
y un par de escupitajos al centro de su ojete le zampó.
La verga tiesa como si fuera una astilla de madera rústica, fue penetrando forzosamente ese ano cerrado.
Sintió algo chorreando, claro, el hijoperra la había desgarrado.
Le pareció curioso el hecho pues sabía que más de uno le había dado por el culo,
pero se sintió arriba por creer que tenía la verga tan gruesa como para agrandar más el orificio.
Así transcurrieron otros minutos más hasta que ya no pudo más y se corrió de buena gana dentro de la chiquilla.

De repente escuchó voces y aterrizó de golpe, sintió un escalofrío por todo su cuerpo,
y se asustó.
Se subió el pantalón, le tiró las prendas encima a la niña y salió sigiloso como el viento.

Al otro día estaba soñando que tenía sexo con Vanesa en una nube cuando un estruendo derribó la puerta y seis agentes entraron al lugar.
Sin mediar palabras y sin que le diera tiempo de acabar de despertar,
lo esposaron y lo sacaron a rastras,
algo recordaba de la noche,
mejor dicho recordaba bien haberse follado a esa puta,
y sonrió para sí.
Al salir a la calle un grupo de gente se abalanzó contra él,
y un hombre enojado le partió la cara de un puñetazo,
—¡MALDITO ASESINO! ¡MALDITO VIOLADOR HIJO DE PUTA! ¡TE VOY A MATAR! —le gritó repetidas veces, antes de que más polis intervinieran—.
Armando aturdido y en peligro de que el tumulto se le fuera encima entró en el carro con la protección de los agentes.

Pero la masa de gente no andaba con ganas de seguir permitiendo atropellos,
y de un golpe rompieron el cristal, y sacaron al jovenzuelo del vehículo;
los polis no pudieron detenerlos,
Armando fue amarrado a una camioneta y arrastrado por la plazoleta;
pero antes de que aumentara la velocidad del carro, alcanzó a ver a Vanesa que bebía una gaseosa por el calor,
y estaba tan buena como siempre,
pero estaba de pie y sonriente.
—Entonces... —pensó confundido y recordó al hombre que le golpeó la cara—. Era don Jeremías, pero por qué fue lo último que pensó antes de que el pavimento le reventara la cabeza—.

Apéndice: Sarita tenía quince años, era virgen aún; le gustaba cantar para los niños en el parque. La noche anterior había salido de urgencia por unos medicamentos para su madre, pero no se percató de que al regreso, un enfermo la venía acechando.


Malayerba

https://youtu.be/TvC-fsRVjbM

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