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viernes, 1 de diciembre de 2023

Del susto


No soy de contar intimidades de quien se dispone a ocupar el título de «la mujer de mi vida», pero al lector es necesario referirle acontecimientos tan importantes e informativos como el que narraré a continuación, por si al igual que yo se ve enfrentado a situación parecida y estas palabras le tengan a bien prevenirlo para no llevarse algún susto.

Procedo sin más dilaciones a referir el asunto:

Estábamos ya en el acto que los jóvenes y la sociedad tienden a llamar vulgarmente, el delicioso, aunque no exista palabra más exacta para describirlo. La faena se pronosticaba exitosa en toda regla porque como bien he mencionado, la chica en cuestión que no es sino una hembra de esas que no se olvidan aunque la vida se extinga, y no por ser sino otra cosa que una mujer especial como lo es la antimateria para los físicos, el éter para los filósofos, el alma para los religiosos, el alimento para los hambrientos... es decir, ella es mi amor, nombre con el que la reconozco desde hace un tiempo.

La calentura del momento se dio como bien es sabido —de la nada— así como cuando las cosas salen tan buenas que mejor es imposible, sin comerlo ni beberlo. Estábamos pues hablando de todo y de nada, política, hospital, seguridad, limosnas, en fin, esas cosas que se comentan cuando se pretende adquirir más experiencia en el campo del conocimiento. Y estábamos ahí, yo cuidándola porque había salido del proceso de un control de salud, por un ligero quebranto que la había aquejado hace poco.

Entonces así como cuando las cosas tiene que ocurrir, miró a mis ojos con los suyos propios, esos bellísimos luceros que tanto iluminan mi alma, y en ellos descubrí que mi princesa quería un poco de placer, y no faltaba sino una señal como bien convenido lo tenemos, que cuando hay hambre, el otro debe estar presto para ser devorado.
Generalmente el contagio es ineludible, y así los dos terminamos más calientes que las puertas del averno.

Ya se había desvanecido en un primer orgasmo inyectado con tanto amor, que le sobró para tener el segundo sin mayor demora, y pese a que las ganas ya satisfechas estaban, llegó un tercero que nunca cae mal, pero he aquí la desventura, pues este, aún más placentero y armonioso que los anteriores, fue más catastrófico para su joven corazoncito.

Apenas acabado de correrme en ella y ella feliz de recibirme derramose conmigo, su semblante se puso tenso y el llanto asomó en sus ojos por el miedo de sentirse morir.
No tan veloz como el sentimiento de angustia que comenzaba a consumir a mi amada al ver tal cambio, inquirí el motivo del particular y he aquí que me refirió que su pecho dolía, que algo dentro quería detenerse.

Apresuré los cuidados en el acto, y un instante después ya estaba a su lado hablando con tacto y guiándola por el mejor método de conservar la calma, el poder de la respiración. 

Así pues, con inhalaciones y exhalaciones profundas, hube de guiarla a recuperar la tranquilidad de lo que anteriormente harto disfrutamos.
Poco a poco se fue recomponiendo, bebió un trago de agua para enfriar los nervios y luego ya serena se recostó en mi pecho. La abracé y la acaricié como se abraza y se acaricia a quien se ama con el mayor de los afectos. Volvió entonces el apaciguamiento a nuestros corazones, que el mío —hay que decirlo— quiso descomponerse al saber que el de mi doncella se rehusaba a seguir con su labor.

Por fortuna todo terminó bien, pero bien cierto que la recomendación que deben seguir el lector es: que no se deje llevar por las voluptuosas pasiones cuando alguno de los dos ha tenido un día largo y el médico ha decretado guardar reposo, pues obedecerle a quien sabe más, es de gentes responsables y obrar cuando la mejoría sea completa, es de sabios.

Es posible que por el desequilibrio de la presión arterial, hubiese existido cierta descompensación en el lugar importante del motor humano y esto haya hecho peligrar nocivamente su salud.

Para decir más, señorita sepa que la amo como solo un buen hombre honrado y de principios como yo puede hacerlo, mas sé que al sus ojos leer esto, se pondrá molesta por compartir con las buenas gentes nuestra deliciosa aventurilla, pero tenga bien en cuenta que no lo he hecho con mayor propósito que el de fines educativos, quizá no me dirija usted la palabra el resto del día, pero no se olvide, que yo a usted mucho la amo.

Malaya



martes, 12 de octubre de 2021

DEL COMENTARIO

Y como te decía,
lo peor de todo es que no falta el hijueputa que arruina el chiste:
Aaayyyyy que eso es actuado,
aaaaayyyy que cómo no se van a dar cuenta,
aaaayyy que miren bien donde sale esto y lo otro,
y se atreven a explicar... explicar... ¿me están jodiendo?...
Me cago en la puta... ¡¡¡ME CAAAAAAAGOOO EN LAAA PUUUUTAAAAA!!!!
Así no se puede... así no se puede.
Uno riendo con inmensas ganas y tiene que llegar el ¡maldito comentario del imbécil!, arruinando el gozo, quitándole lo bueno al humor.
No entiendo esas ganas de morir a machetazos, porque os juro que si los tuviera cerca, cuchillo al cuello hijuepuuuta, ¡cuchiiiiiillo al cueeeello hijuepuuuuuutaaaa!

—¡Te puedes callar, idiota! —me interrumpió ella—. No me había percatado que llevaba un rato en silencio y lo peor, que estaba con los ojos llorosos.
—...
—¿Ya?, me dejas dormir —me dijo con una mirada iracunda.
La verdad me había olvidado del problema que tenía, que había tenido que alejarse de un ser querido, hace unos días y lo echaba de menos. Me había parecido algo sin importancia.

En fin, me acosté a un lado de la cama, ella me dio la espalda. Pero a eso de las dos de la mañana, sentí un manoseo por mi vientre, una mano que se deslizaba buscándome la verga. Yo como buen hombre, me dejé acariciar, y ella se apegó más y empezó a besarme la espalda, —Raúl, enserio te extrañé, no tienes idea, no sabes cuánto te amo —empezó a hablar.
—Pero, coño, aamm, bueno, seré tu Raúl —me dije.

Me giré y la besé, ella me besó con impaciencia, como si fuese a morir pronto, y entonces mis manos inquietas hicieron lo suyo y la acariciaron por todo lugar donde una caricia es posible.
A las dos y media ya nos habíamos acoplado. A las dos y cuarenta, producto de una penetración brusca se le salió un grito, y abrió los ojos, la besé, pero ella se apartó, y prendió la lámpara.
Los ojos como platos se le pusieron, —¿qué?, ay no, hijo de puta, hijo de puta, hijo de puta, ¡¡¡HIJO DE PUUUTAAA!!!!, y de un par de patadas me tumbó de la cama.

Se suponía que solo estábamos compartiendo la habitación para ahorrar el presupuesto durante el viaje a Río de la plata, pero jamás me vio como un hombre para amar, solo como ese amigo que la salvará de la muerte si es necesario, pero joder, eres buen hombre, pero no me nace amarte. Típico.

Al otro día no se levantó de la cama hasta las tres. Cuando la fui a ver, no fue capaz de darme la cara. Estaba enojada, y sabía que podía putearme cuanto quisiera, eso me divierte, pero ella, joder, siempre fiel, solo entregada al desgraciado de Raúl que es un idiota, coño, estaba emputada con ella misma, ja, ja, ja.

Bueno, creo que hoy será un día complicado, espero que este mate le traiga la calma, la quiero mucho, a decir verdad, y quiero seguírmela cogiendo, seguro que esta noche vuelve a necesitar a Raúl, je, je.


Mayawell




sábado, 31 de octubre de 2020

POETA DEL CHIQUERO CAP IX: Un tiempo de felicidad

Siempre supe que la estatuilla guardaba un secreto, no por nada la dueña quería librarse de ella, pero tampoco estaba entre sus planes regalarla, así que a cambio de ayudarle a cultivar su jardín, la anciana aceptó dármela. 

Sucedió un día cualquiera, 
era un martes de octubre;
esa noche el sueño había escapado de mí.
Me había quedado mirando la pared detenidamente al punto de dormitar, incluso roncar levemente,
y entonces, a través de la luz que emanaba la lámpara, la mujersita que pintaba un lienzo, se movió. 
Me percaté que la sombra se agitó y abrí los ojos perplejo; 
miré como la diminuta mujer del vestido corto y el sombrero de paja,
movía sus manos como guiando una orquesta, como poseída por una melodía tranquila.

Yo estaba en proceso de dormir, pero no lo hacía, por tanto, aún no podía achacarlo a un sueño.
Giré la cabeza hacia la mesita de noche y la estatuilla se quedó quieta.
—De todas formas ya te vi —le dije.

Entonces la muñequita de madera hizo un gesto de sonrisa mientras me volteaba a a ver.
Luego lanzó una carcajada. 
Y al instante, por obra y gracia de lo que nosotros llamamos: milagro, 
magia, 
el khe berga, 
el qué putas, 
el ¡¡GUATAFAC!! (wtf)..
La pequeña estatuilla cobró forma humana y rasgos humanos. 
Resta decir que la impacto fue grande.
y un infarto asomó a la vuelta de mí corazón. 
Ni siquiera alcancé a cubrirme con las sábanas para evitar el espanto tan repentino, 
no obstante, todo aquello fue pasajero, 
porque la maravillosidad me eclipsó de manera irremediable;
y es que tenía frente a mí a una hembra, qué digo hembra, ¡hembrota!, qué digo hembrota, ¡hembrísima!, un mujeronón, ¡¡¡no, no, no!!! ¡¡¡Qué cosota por Dios santo!!!

Se sentó en la orilla de mi cama y mirándome fijamente me sonrió de manera tan pícara que entendí todo y nada a la vez. 
Cerré entonces la mente para dejar de pensar, 
y cedí el control al resto de mi cuerpo para que se encargase de lo demás. 

La tumbé de espaldas en la cama.
El sombrero voló hasta el rincón.
Le desabroché la blusa.
Le arranqué el pantalón. (No, mentira, tenía falda, pero es que pantalón rima, jeje). 

Huelga decir que todo iba entremezclado en besos, caricias y un aroma que no tenía igual.
Deduje entonces que todo aquello no podría ser real. 
Que en efecto, dejé de dormitar y me había dormido, 
y en la dormidera aquel sueño precioso afloró.
Por obvias razones no iba a desaprovechar la oportunidad, y antes de despertar, me propuse sacarle todo el jugo al asunto. 
Me dispuse a recorrer con la lengua su cuerpo de porcelana y morderlo suavemente, siendo esto una cosa gustosamente divina.
Esos enormes pechos eran la más hermosa beldad que al ser amasados por mis manos, estas parecían perderse en su inmensidad.

Recorrer el camino de su ombligo en dirección al sur, era una bomba de tiempo que cuando llegué, ¡joder!
Sus gemidos angelicales escaparon por la habitación hasta posarse en las nubes;
y mucho más arriba fue el placer que experimentó, al son de los malabares que mi boca concebía en su apetitoso coño. 
Se revolcaba extraviada en un éxtasis sin igual.

Levanté sus contoneadas piernas y sus dos hoyitos se dispusieron a mi placer. 
Ese agujero rosadito me pedía a gritos ser devorado. 
Mordisqueando sus piernas, bajando por sus muslos llegué hasta él.
No había visto un ojete más espectacular, más puro, más limpio que aquél.
Con mi lengua, y dibujando círculos concéntricos asomé suavemente, 
era una tortura para sus enormes ganas,
—¡¡¡yaaaaa, hazlo!!! —me gritó, mientas mordía sus labios y gruñía excitada—.
Sonreí y procedí a devorar ese culo de magnífico aroma. 
(Y para el que haga asco al asunto, déjeme aclararle que hombre que no mama un culo, no merece tener el título de varón). 
Por otro lado, parecía que por ese hoyito, jamás había pasado algo de mierda, pues era tan puro, tan único... simplemente era una ensoñación. 
Me prendí a devorar con toda la experiencia de mis años,
y ella explotaba a cada segundo en abismos de placer.
Mis  dedos jugando con su clítoris, 
otros hurgando en su interior y mi lengua en su ano, era algo que no podía contenerse a la felicidad de saberse complacida.
Gemía, 
gritaba, 
se apretujaba las tetas, 
se desvanecía entre mis manos.

Pero no aguanté mucho más, 
también yo tenía un límite. 
Y sin más, sobre ella cabalgué, 
entre sus tetas mi falo hacia jugarretas, 
que en conjunto con su boca recibía extasiada mi miembro. 

Paso seguido, la segunda parte prometía ser mejor.
Con un movimiento rápido se posó sobre mí.
Me besó con intensidad.
Sentía como me recorría a besos el cuerpo.
Y al final se introdujo mi polla en su boca un rato más, 
consecuentemente se sentó sobre ella, y fui recibido en su estrechez.
Sentí que entraba en otra dimensión, en otro cielo.
En un paraíso al cual jamás me había acercado siquiera ni con las mejores mujeres con las que había estado. 

Esta vez era diferente;
era como si follara con alguna diosa;
con alguna ninfa, 
con alguna ángel, 
con alguna criatura que no podría existir en este plano. 

Y fue ahí cuando lo vi, 
ese fulgor en sus ojos resplandeció por un segundo, pero lo vi. 
Esa mirada tan perversa.
Esos ojos tan malévolos.
Esa sonrisa tan tétricamente perfecta.
Todo en ella era una mezcla de maldad pura recubierta con mantos de divinidad. 
Me levanté hasta abrazarla y embeber con mis labios su pechos, mordisquear sus pezones.
Ella aferrada a mí, cabalgaba y me hacía perder en un limbo de paz y felicidad absoluta.

Habría de ser la una de la mañana cuando comenzó todo, 
y ya una endeble luz despuntaba en  la lejanía cuando me desvanecía en el cuarto orgasmo que conseguíamos en conjunto esa noche. 

Perdí la consciencia.
Me quedé desmayado.
Era como si toda mi energía se hubiese apartado de mí. 
Pero no me importaba.
Deseaba morir porque entendí que solo así podría conocer placeres comparables a este en el otro lado, en el otro mundo. 

Mientras me iba quedando inconsciente, su voz me susurraba al oído:
—No recuerdo haber sido tan feliz, tendré que gozar contigo mucho más, aún no te llevaré conmigo. 

Hubo de transcurrir algún tiempo considerable para comprender que en efecto me estaba muriendo, 
que me estaba desvaneciendo en carne y hueso.
Había enflaquecido, mis ojeras eran notorias;
pero conservaba una sonrisa, que aunque parecía de muerto, era sonrisa de felicidad por haber sido la víctima de tan esplendorosa súcubo. 

No obstante, como es típico contrariarme,
en aquel entonces creía que tenía una vida por delante, 
que había que hacer algo para parar la dicha nocturna que me gobernaba.
Sin embargo, algo en mí al perder mis fuerzas para luchar, me obligó a tenerme en pie y acabé decidiendo renunciar al placer
y haciendo lo conveniente, opté por deshacerme de la estatuilla.
El fuego no le afectaba.
Romperla me fue imposible, pues era en extremo, resistente. 
Fabriqué entonces un pequeño baúl y envuelta en seda la guardé allí;
aproveché uno de mis viajes y la arrojé al mar. 

Pasaron algunos años de eso y tras recuperarme, 
me di cuenta que habría sido preferible morir en sus manos, 
siendo absorbido por completo, 
que llegar a ser en lo que me he convertido hoy:
un tipo sin mayor valor, en un mundo repleto de cenutrios...


Malayerba

jueves, 2 de julio de 2020

FIESTA DE LA Y (+16)

Hay tres protagonistas para esta obra:
Yesika, Yino y mucha yerba.

Fumando un porro a las doce de la noche,
y a las dos de la mañana tras coger un buen rato entre primos,
derraman sus orgasmos en la madre tierra. 
Ellos son un par de amantes que se follan, cuando dormimos, al planeta.

Yesika, Yino y mucha yerba el domingo de ramos, 
en la azotea que da vista al pueblo, 
provocan una humareda que sale de un bong,
y entonces la niña y el niño entran en contacto con Dios. 

Algunos años antes:
—¿Qué es esto primito? 
—No sé, ¿tú tienes? 
—No, mira, tengo un hueco ahí. 

Quince años después:
—Mételo todo, ¡oh sí!, no te atrevas a parar, ¡hijo de puta!
—¡Puta zorra!, ¡sí!, ¡te voy a reventar ese  maldito culo!...

Yesika, Yino y mucha yerba bajo el sol de junio, se frotan los labios entre sí;
ella se retuerce de placer blanqueando los ojos, pues Yino aprendió de la mejor maestra a mamar un coño y sabe bien como le gusta que hagan sentir a su amada. 

En la montaña desde donde se divisa la ciudad, Yesika encendió el fuego entre unas piedras, 
y Yino puso a hervir hongos de buena pinta;
un caldo primigenio afloró en la olla;
una bebida y a volar, para celebrar el año nuevo como es debido. 

Yesika, Yino y mucha yerba tienen historias que se salen de control, 
el milagro de poder disfrutar de lo que brinda la tierra, no tiene igual. 
La fumada antes del llegar al centro comercial en la zona de salsas. 
El brownie de marihuana antes de meterse a la piscina de niños. 
El bong con los compas el miércoles de ceniza, y la treceava corrida de siete vergas en la garganta de Yesika. 
Y el tercer caldo de hongos, la octava fumada juntos y la llegada de sus padres después de la misa de domingo, día que se enteraron de lo que sus hijitos hacían, esas y más historias peculiares constituyen la vida de estos dos personajes y un poco de cannabis. 

Continuará... 


Mayawell

sábado, 6 de junio de 2020

POETA DEL CHIQUERO CAP. IV: Camila

A punto de abandonarlo todo y lanzarme por la borda,
recapitulé el último día en el que saboreé un culo.
Sabía a mierda de hecho, pero en el momento mis organismo no estaba enfocado en otra cosa más que en brindar placer.
Ver cómo se retorcía por el gozo, era algo espectacular,
pero manosearle la verga mientras lo hacía, uff era aún más fenomenal.
Ok no, lo último es joda, ah, pero te has quedado con cara de WTF, ¿no? Con el qué putas,  ¿no cabrón? Ja, ja, ja.

En todo caso, era una menor de edad, aunque ya mucho sabía de lo que hace la gente mayor,
creo que incluso más que yo.
Tenía unas preciosas nalgas blancas y un agradable bosque lleno de bellos que adornaban su exquisita entrepierna.
Recuerdo entonces aquel momento, y me doy cuenta de aquello es un placer por el que vale la pena seguir vivo.
Follar un coño joven es delicioso, pese a que es un placer mundano y demasiado común. 
No obstante, hay quienes aún no lo han experimentado, siendo la cosa aquella una de las simples de lograr en esta vida. 

Fumar marihuana y encantarse al ver el cielo estrellado, es otra de las cosas por las que merecen la pena mantener la vigencia. 
Son estas las libertades sencillas y pasajeras que enriquecen el espíritu de verdad.

Acto seguido enciendo otro cigarro aun cuando prometí dejarlo. 
Pero las promesas son como cuerdas que te atan, y ¿qué haces cuando estás atado?, pues lo normal, tratar de zafarte, pues una promesa a una muerta ya no tiene validez. 
Que fácil es romper la atadura después de todo, ¿no? 

Un par de billetes y tengo a una puta encima moviéndome las nalgas. 
Fue así ocurrió mi segunda vez.
Yo todavía inexperto en el acto, no sabía cómo manejarme, 
por lo que sin mayor esfuerzo llegué tan rápido al orgasmo que sentí la humillación y la vergüenza de saberme tan poco hombre en el lecho de una dama. 
Pero me recompensó con un lindo beso, la negra, y me hizo entender que solo me hacía falta experiencia, igual que todo en la vida. 

Loco, y las apariencias engañan demasiado. 
Ves una chica guapa por ahí y pareciera que todo en ella es magia, tanto que al meterle la mano, te saldrían los dedos empapados de una viscosidad arco iris y polvos mágicos;
pero ves a la misma chica un lunes por la mañana y te das cuenta de que entre tú y ella no hay mayor diferencia, en cuestión de fealdad, 
así que no pongas en un pedestal cualquier culo.

La noche de un viernes, y el desenfreno de un sábado son buenos momentos para ver el lado rebelde de la sociedad;
como el sábado en el que andaba rodando por la ciudad y en un rato de cansancio, me eché a dormir en un callejón abrigado por unas bolsas.
Me desperté recuerdo a qué hora,
pero la luna ya estaba en lo alto justo arriba de mí,
y los sonidos de un par de azotes y unos ahogados gemidos, fueron la causa de haberme hecho perder el sueño.

Moví la cabeza y vi como una niña unos quince quizá estaba en el suelo con sus prendas echa añicos,
y dos tipos agotados, bebían unas cervezas más allá,
le tiraron unos billetes y se fueron caminando.
Me quedé observando, pero la nena no se movía,
así que me levanté y me percaté de que estaba inconsciente.
Estos  papayasos como le dicen en mi país no se pueden desaprovechar.
Eran a penas cinco dólares, pero igual los guardé,
me percaté de que la niña estaba con el culo levantado aún y no podía dejar eso quieto,
me saqué la verga y con un poco de esfuerzo, porque la tengo algo gruesa, se la fui hundiendo hasta el fondo.
Estaba con algo de prisa, así que fue rápida la cogida.

Luego la acomodé entre las bolsas,  la cubrí y me fui a dormir a donde estaba.

Un perro me orinó en la frente y aunque estaba soñando que estaba lloviendo caliente, me desperté,
pero era el hijoperra burlándose de mí.

Me levanté y seguí mi camino, 
pero al niña aún no despertaba, estaría muerta, fue lo que pensé.
De pronto movió la cabeza,
y abrió los ojos,
me miró y me dijo:
—Llévame a casa.
—¿Dónde vives?
—En la octava luna, cruzando el río.
Sí, conocía el lugar, pero  qué putas hacía ella por estos lugares.
La levanté,
le presté mi chaqueta para cubrirse del frío,
y la llevé a la espalda.

—Oye, espera.
—¿Qué?
—Vamos para allá.
—Pero eso es el despeñadero.
—Lo sé, vamos.
Y la llevé hasta ahí.

Saqué un cigarro y lo encendí. Ella miraba el paisaje.
—Dame un poco.
Le pasé el tabaco y lo fumó con suma soltura, sintiendo el fluir del humo por todo su cuerpo.
—¿Quieres cogerme?
—Pues, bueno.
Y la agarré sin más en ese áspero lugar,
tenía las tetas muy suaves y firmes,
sus pezones era de un rosa perfecto.
Su belleza era maravillosa.
Pero no pregunté quién era ni qué hacía por ahí.
Sólo me enfoqué en llenar de espesa esperma su juvenil coño.

—¿Satisfecho o quieres más?
—Aproveché ayer, no te preocupes.
—Ah, vale. Gracias por todo.
—No he hecho nada.
—Toma —me dijo mientras se sacaba un piercing de oro de su lengua y me lo extendía—. Gracias por traerme —añadió—.

Se lo recibí y la miré extrañado.
Luego dio un par de saltos, corrió dos pasos y se arrojó hacia el fondo del barranco.
—Vaya mierda —pensé mientras daba otra calada—.
Me asomé y en el fondo, las rocas se habían pintado de un rojo brillante que relucía con el sol.

En el camino de regreso me tope con un trozo de periódico donde se ponía la foto de una niña desaparecida desde hace una semana,
era hija de un matrimonio conocido en el otro lado de la ciudad.
«Camila de catorce años había huido de su casa porque sus padres se la pasaban peleando, y ella siempre estaba sola,
había empezado a consumir drogas a los doce y se convirtió en un problema a los trece, empeoró a los catorce, y el 22 de junio cumpliría sus quince.»

Veintidós era ese día, 
asumo que tenía planeado su muerte de alguna forma en esa fecha,
y bueno, en ese momento solo pude decir que,
saboreé Camila antes de que sea tarde, ja, ja, ja.

—¿Y qué con eso?
—Ah pues nada, que conseguir sexo es fácil.
—Pero esa mierda fue muy extraña.
—Ja, ja, sí, supongo, pero hay que disfrutarlas mientras se pueda, ¿no?
—Pues que hijo de puta eres.
—¿De verdad?
—Pues sí.
—Pregúntame cuanto me importa.


Malayerba

viernes, 29 de mayo de 2020

POETA DEL CHIQUERO cap lll: Planes post-cuarentena

Una vez finalice el encierro,
todos habrán de salir corriendo a ver a sus alejados, 
a ponerlos cerca.
Muchos tantos a culiar, 
a culiar como hijueputa;
a pelo,
pelados,
con granos,
con sida,
sin sida,
da igual.
Vergas torcidas habrán de toparse con coños cerrados esperando con ansias, ser abiertos.
Otros habrán de buscar a su pareja y hacer el amor con ella hasta el salga el sol y continúe en lo alto durante un buen rato. 
Sexo, bebida, drogas y placer, 
mucho placer. 
Aunque todo esto será luego suplir lo prioritario,
como calmar el hambre y dejar contenta la panza, 
claro está. 

—Y los que no tenemos novia, o una chica guapa, ¿qué hacemos?
—Loco, ¿acaso crees que una gripe va a extinguir a las putas?
—Pero, ¿y si de verdad salimos y no hay? 
—Mano a la verga, harta mano jalando la tripa; y para ellas, buenos palos de plástico motorizados.
—Wow. Que se acabe rápido esta mierda. Quiero meterle un palo de esos a una zorra, jeje.
—Ja,ja,ja, sorete.

Y Armando salió venturoso el día de la liberación.
Ansioso de sentir un par de buenas nalgas sobre sus muslos,
de ser amamantado con unos grandes pezones.
Había hecho una lista de sueños a cumplir,
más de treinta objetivos que alcanzar antes de terminar aquél año.
En el primer número se encontraba Vanesa, esa perra, como la sabía llamar,
porque estaba demasiado buena, y ya todos sus conocidos habían gozado con la chica,
y él no se quería quedar atrás,
fuera como sea, tenía que follar ese maldito trasero.

La fortuna le sonrió a la cara cuando ingresando a la tienda por un par de cervezas y unos cigarros, la vio.
Estaba con una ligera pijama,
y una cara de aburrimiento que la dominaba.
Armando sin perder más tiempo le cayó cual hambriento frente a un buen plato, 
la respuesta fue obvia: gritos de la chica exclamando auxilio por culpa de un pervertido.
Armando reconoció su error, y despavorido salió corriendo.
—Maldita puta, me las vas a pagar —iba susurrando en su mente—.

Primer objetivo fallido —se sintió miserable una vez estuvo en casa.
Los otros eran por mucho más complicados.
—¿Qué estaba pensando cuando escribí esto? se preguntaba confundido—.
Se bebió todas las cervezas de golpe.
Ya estaba oscureciendo cuando se sintió ebrio,
pero ahora estaba contento.
Se asomó al balcón y encendió un cigarrillo,
iba por el tercero cuando la miró.
—Hija de puta, esta vez no te me escapas —musitó en tono glorioso—.
Entre sus drogas vencidas encontró un poco de cloroformo y sonrió.

Salió a la calle, 
había gente por todo lado, felices de poder andar en libertad,
y al rato la encontró,
siguió sigiloso a la chica.
Sabía ya por dónde vivía y le faltaban algunas cuadras para llegar.
Cruzó por un parque al que le fallaban algunas luces y el sitio no pudo ser más perfecto,
Armando con la velocidad de un rayo y una mente embriagada por el deseo más que por el alcohol y alguna droga, no reparó en ser tosco y agarrar a la chica por la fuerza,
le tapó la boca con su pañuelo y a los pocos minutos de forcejeo se dejó de mover.

No había gente al rededor,
era curioso ese hecho,
habían luces prendidas en las casas aledañas,
pero nadie se asomaba siquiera a las ventanas.
No lo pensó dos veces,
la arrastró bajo el árbol,
y de una manotada le arrancó las prendas a la dama.
El short que llevaba no dejaba apreciar esas buenas nalgas,
pero sin él, se podía observar con la poca luz del lugar,
que eso hace rato no era manoseado.
Aprovechó sin más reparo y se sacó la verga,
la azotó contra el trasero de la niña muerta,
o inconsciente, daba igual.
Y folló alegremente ese coño sonriente,
era un maldito depravado sacándole el jugo a la primera noche de septiembre.
Estuvo un buen rato dándole como mejor podía,
boca arriba, y abajo,
arrimada al árbol y en el negro suelo.
Al final no se aguantó más, le abrió la boca y le llenó de esperma la garganta. 
Pero la polla le seguía dura, y quería continuar.

En cuatro con algo de dificultad la ubicó,
y un par de escupitajos al centro de su ojete le zampó.
La verga tiesa como si fuera una astilla de madera rústica, fue penetrando forzosamente ese ano cerrado.
Sintió algo chorreando, claro, el hijoperra la había desgarrado.
Le pareció curioso el hecho pues sabía que más de uno le había dado por el culo,
pero se sintió arriba por creer que tenía la verga tan gruesa como para agrandar más el orificio.
Así transcurrieron otros minutos más hasta que ya no pudo más y se corrió de buena gana dentro de la chiquilla.

De repente escuchó voces y aterrizó de golpe, sintió un escalofrío por todo su cuerpo,
y se asustó.
Se subió el pantalón, le tiró las prendas encima a la niña y salió sigiloso como el viento.

Al otro día estaba soñando que tenía sexo con Vanesa en una nube cuando un estruendo derribó la puerta y seis agentes entraron al lugar.
Sin mediar palabras y sin que le diera tiempo de acabar de despertar,
lo esposaron y lo sacaron a rastras,
algo recordaba de la noche,
mejor dicho recordaba bien haberse follado a esa puta,
y sonrió para sí.
Al salir a la calle un grupo de gente se abalanzó contra él,
y un hombre enojado le partió la cara de un puñetazo,
—¡MALDITO ASESINO! ¡MALDITO VIOLADOR HIJO DE PUTA! ¡TE VOY A MATAR! —le gritó repetidas veces, antes de que más polis intervinieran—.
Armando aturdido y en peligro de que el tumulto se le fuera encima entró en el carro con la protección de los agentes.

Pero la masa de gente no andaba con ganas de seguir permitiendo atropellos,
y de un golpe rompieron el cristal, y sacaron al jovenzuelo del vehículo;
los polis no pudieron detenerlos,
Armando fue amarrado a una camioneta y arrastrado por la plazoleta;
pero antes de que aumentara la velocidad del carro, alcanzó a ver a Vanesa que bebía una gaseosa por el calor,
y estaba tan buena como siempre,
pero estaba de pie y sonriente.
—Entonces... —pensó confundido y recordó al hombre que le golpeó la cara—. Era don Jeremías, pero por qué fue lo último que pensó antes de que el pavimento le reventara la cabeza—.

Apéndice: Sarita tenía quince años, era virgen aún; le gustaba cantar para los niños en el parque. La noche anterior había salido de urgencia por unos medicamentos para su madre, pero no se percató de que al regreso, un enfermo la venía acechando.


Malayerba

https://youtu.be/TvC-fsRVjbM

martes, 26 de mayo de 2020

ERÓTICA TOXICIDAD (+18)

—«No llores frente a mí, porque harás que me excite. 
Y sé bien que cuando se siente la necesidad, el alma debe desahogarse en llanto.
Pero si soy yo quien te ve,
no voy a consolarte como si fuese una amiga,
porque lo único que provocarías en mí es que te folle sin piedad» —fue lo que le dije un día—.
Y creí haberlo dejado claro,
o eso pensé,
pero al parecer no lo comprendió del todo,
y entonces ese miércoles sucedió.

Era su cumpleaños y todo iba bien;
de pronto 
por azares del destino o de la vida que desea joder el idilio,
asuntos de otras épocas salieron a relucir en aquella fecha,
y sin que me enterara del caso en primera instancia,
todo fue reclamos,
llanto y malos tratos.
Lloraba desconsolada,
me miraba con odio y rencor,
pero quién era yo, si no un maldito ser que harto cansado de estupideces andaba.
—¡¿Por qué no te largas a joder a otro lado hijo de puta? —me gritó—.
Yo la miraba sereno, y en mi mente un efluvio de emociones y perversiones asomaron de golpe.
Una sonrisa se me formó sin que me diese cuenta, y por tanto su reacción fue peor.
—¡MALDITO HIJO DE TU REPUTÍSIMA MADRE!, ¡¿cómo te atreves a burlarte de mí?! —me gritó, mientras se dirigía con golpes a mi rostro—.
Los detuve sin mayor problema, y podía haber esclarecido la situación y demostrar mi inocencia,
pero ella no estaba para dialogar,
para entrar en razón;
en esos momentos de euforia, solo una cosa podía calmar a semejante fiera.

Abracé su cuerpo,
le di media vuelta y la arrimé mi pecho.
Me acerqué a su cuello,
sujeté sus manos con mi mano izquierda y con la derecha agarré su cabello y lo eché hacia atrás;
su pálido cuello era un torbellino de emociones;
lo besé intensamente buscando impregnarme con su aroma de mujer.
Ella estaba irritada,
enfurecida,
pero no oponía resistencia,
y resistencia es justo lo que iba yo a necesitar y toda la que existiera cuando despertara al diablo que ella llevaba dentro.

En todo caso no fue fácil dominarla, pese a la primera impresión que me había dado.
Llevándola a rastras de su larga cabellera, 
un paseo por el suelo alfombrado dimos.
En el camino, su negro vestido fue perdiendo su forma,
y la tanga había resbalado a las pantorrillas cuando me detuve.
Entre gritos, insultos y majaderías,
anduve llevándola cual esclava rebelde por toda la habitación hasta que suplicara compasión, 
mas no lo hizo, y eso acaparó mi atención;
sus ojos irradiaban odio, 
pero un destello en ellos pedía más dolor.

Entre rápidos movimientos,
amarré sus manos hacia atrás,
y una correa usada como látigo, fue la herramienta de que me permitiera abusar de quien fuera mi dulce novia.
Uno, dos, tres azotes a su redondo trasero fueron suficientes para enrojecer semejante voluptuosidad,
se quiso incorporar, pero no había manera.
Le azoté un par de veces más para que educar a la perra;
gritos, gemidos y llanto cruzado eran sus respuestas,
pero de mí, la razón ya había escapado,
y ahora solo quería sentir el placer que su dolor me causaba.

A su espalda un par de azotes más fueron a parar,
una obra de arte se dibujó en su cuerpo,
un rojo pasión marcaba el lienzo de su blanquecino cuerpo,
y encendieron en mí el encanto de saberme su dueño.
Mi cuerpo ardía al igual que el suyo, sin necesidad ser golpeado,
y mi entrepierna pedía a gritos entrar en acción.
¡Oh, mierda!, ya no podía parar,
no pude continuar con mi propósito, necesitaba desfogar.
Me desnudé en el acto,
levanté su adorable boca,
y la enganché a mi verga,
la mamaba con dulzura, cerré los ojos y me dejé llevar.

De repente un grito eché al cielo,
la desgraciada la había mordido,
y eso significaba un exceso de mala educación que necesitaba ser corregido;
abofetee su linda carita hasta enrojecer sus mejillas,
y le introduje mi polla hasta que sintiera el ahogamiento,
y de esta forma a succionar un falo, fue aprendiendo.

Me levanté y me dirigí a donde se erguían sus nalgas,
y ¡oh sorpresa!, la mía, 
la humedad había empapado la alfombra,
se había corrido un par de veces y no me había percatado de ello;
qué poco detallista me sentí.

Amasé su blanco trasero y como buen sirviente, 
agradecí a los dioses por ponerme tanta lubricidad en mi camino;
me dispuse a saborear ese coño que se hallaba hinchado,
y pedía a gritos ser complacido;
y no habían pasado más que un par de luces por la ventana,
cuando sentí en mi boca la saladez de su alma;
se desbordaron en mi boca sus jugos benditos,
y mi erección se reafirmó con tal dureza 
que entre una barra acero y mi verga no había diferencia.

Proseguí a resbalar en su entrada mi polla,
y notaba como la quería toda adentro y sin demora,
pero yo no estaba para complacer,
sino para ponerla a ansiosa hasta que exigiera con el alma.
No transcurrió más de un minuto antes de que me pidiera a gritos que se la hundiera,
y para ser sincero, yo tampoco aguantaba más.

Arremetí contra aquellos labios lubricados con el mayor deleite,
sin perder el ritmo,
sin cesar un instante.
La noche avanzaba lenta y yo me perdía en los encantos de mi amada.
Al ver ese ojete dando brincos a mis muslos,
no pude contener las ganas y suavemente fui metiendo un dedo en aquel hoyo deleitoso.
Pude notar como trató de impedirlo,
era virgen y al parecer aún no le apetecía ser enculada.
Pero yo no estaba para conceder piedad,
así que a fuerza y halando su espesa cabellera con una mano,
y con la verga dentro de sí,
mis dedos ansiosos hurgaron en su cavidad anal con el mayor cuidado, pero sin misericordia.
Sus gritos, lisuras e improperios fueron la música de la habitación.

Aunque lubricado su ano, mi verga hacia un esfuerzo enorme por entrar,
pero al final ella debió entender que no había escapatoria,
así que, siguiendo mis instrucciones,
pujó a la vez que yo penetraba, facilitando así la tarea.
Una vez sucedido lo peor,
lo mejor se dejó sentir;
tras largos gemidos, eyaculé ríos de esperma en su adorable agujero,
y ella se desvanecía en el suelo,
yo quedé rendido a su espalda,
adormilado de placer.
Luego de notar como se retorcía y gemía tras su noveno orgasmo, perdí la cuenta de los subsiguientes.
Se habría corrido una diez veces por cada una de las mías,
y yo esa noche, no llegué a más de tres.

Me levanté, bebí la cerveza que había dejado en la mesita de noche, y la observé.
Un cuadro perfecto en el suelo se dibujaba,
mi adorada novia fenecía entre el dolor y el deleite.
Le solté las manos, 
le besé la nuca y me quedé dormido profundamente a su lado,
mientras escuchaba como los latidos de mi corazón y el suyo entonaban una misma melodía.

Al despertar al otro día,
vi mi reflejo en el techo,
a mi lado,
y en el fondo,
había espejos en toda la habitación.
Quise sobarme la cara,
pero no pude,
mis manos estaban atadas,
mis pies de igual manera,
y Bibiana apareció en la puerta;
vestía de cuero,
con un antifaz de zorra,
y una sonrisa...
esa sonrisa que hasta el sol de hoy me causa escalofrío,
era el día de su venganza,
desquitarse conmigo y de todas las formas, era su plan,
podía notarlo en sus ojos;
y amigo lector,
no tiene idea de lo que me hizo la condenada,
sin embargo, ya lo habré de hacer partícipe en el siguiente relato, para que sea testigo de tanta guarrada.


Malayerba & Bibi

https://youtu.be/FJT81L2Ol5A