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viernes, 23 de febrero de 2024

El buen Abad


—¿Por qué andas tan enfadado con la vida, muchacho? ¿Qué es lo que pone esa cara de odio en tu rostro?

Y el muchacho contestó: la muerte, señor... es la muerte la que no me llega, llevo toda la vida esperándola y no viene por mí, quiero volver a casa y no puedo, eso me frustra, eso me molesta.

Ya veo —dijo el Abad—, no veo razón para que siendo tan joven y bello busques la aniquilación del ser. —Come, pequeño, come y dadle satisfacción a tu estómago —agregó mientras le arrimaba un plato rebosante de comida, había lentejas, buena carne, aros de cebolla crujiente, algo de arroz y mucho más que se antojaba un manjar.

Y el jovenzuelo se agarró del plato con la voracidad del naufragó, comió y comió como si la vida se le fuese en ello. Entre las pocas cosas de las que gustaba, alimentarse era de sus preferidas. A medida que se llenaba, su miseria se opacaba, se olvidaba del mundo, se olvidaba de sí mismo.

El abad lo contemplaba apacible, no era odio lo que refulgía a través de sus ojos, solo hambre, se dijo para sí mismo y sonrió.

El pequeño sonrió igual, estaba satisfecho y su corazón se había puesto contento. Pero bien en su interior sabía que llegaría el día en que el vacío sería tan grande que no habría alimento suficiente para llenarlo y su mirada entristeció.

El Abad, viejo en los embates de la vida, percibió el asunto con la claridad del agua del manantial. Le ofreció un jugo de mango que el chico no rehusó. Bebió todo, le agradeció y se sintió somnoliento, el abad le ofreció un lecho confortable y el chico se dejó vencer, cerró sus ojos y una ligera sonrisa se dibujó en su rostro.

Nunca más se supo del chiquillo, no volvió a despertar y el Abad se dijo que ya había hecho su tarea, el resto ya Dios verá cómo le hacía... no era justo traer al mundo seres sin amor por la vida.

viernes, 19 de enero de 2024

Sabueso


Siento un extraño dolor en la caja torácica. Va y viene; hay algo que está mal. Es intenso, me duele mucho, no sé, seguramente voy a morir pronto, ojalá...

Me pregunto qué razones me sostienen aún respirando, cuando hace mucho que debí dejar de hacerlo. Para tan avanzada edad sigo cometiendo errores de principiante.

La inteligencia sigue escapando y yo voy tras su rastro como un sabueso, cuando estoy a punto de atraparla, salta un par de metros más allá. Pero en ese salto deja caer un libro, siempre deja un libro, y yo, tonto como soy, me entretengo a leerlo en vez de avanzar y así, cada vez más siento como la ignorancia que viene detrás, me alcanza y me pone un brazo encima. Para cuando me doy cuenta, la inteligencia lleva más de un kilómetro por delante y debo volver a empezar, con más fuerza, con más ganas pensando que esta vez sí lo lograré, pero cuando estoy cerca, vuelve a saltar y el ciclo se repite.

Hay veces en las que me canso y quiero dejarme ahogar en algún profundo charco del camino, total, para qué seguir si no podré lograrlo. Pero supongo que no hay de otra, a falta de amigos y de amor siempre tendré las palabras, aunque muchas veces no las entienda. Y de todas formas hay quienes me siguen en el recorrido, a veces son un par, otras veces son más de diez, pero siempre me acompañan en el camino, de vez en cuando ladran, sino, solo lo hacen en silencio, y a la hora de dormir les cuento lo que he aprendido en los libros, me miran con la cabeza ladeada, dudo que me entiendan, solo se acuestan a mi lado y nos abrigamos entre todos.

En el fondo, supongo que soy como ellos, un simple animal que busca afecto, estar junto a quienes lo aceptan como es y, en lo posible, jugar, comer y dormir sin más preocupaciones.


Yerbita

lunes, 25 de diciembre de 2023

Tormenta y vendaval



Es curioso cómo el estado de ánimo puede cambiar tan fácilmente cuando te dicen cosas importantes sobre la realidad que intentas construir.

Todo este año estuvo simple, sin sabor, calmo, y de repente aparece sin pensarlo una chiquilla de esas que son jodidas y pierdes la cabeza inevitablemente. Luego un día se enoja y con la cabeza perdida ya poco hay que hacer. Escribes por inercia, porque era la costumbre, porque el sentimiento está caliente y debes sacarlo de adentro o te quemará...Y lo sacas y el miedo por lo que pueda desatar desaparece, porque eres un escritor, ¡maldita sea!, ¡eres un jodido escritor de esos que nacen cada mil años!, y necesitas experiencias para poder plasmarla en páginas y páginas que solo las personas indicadas leerán, porque las palabras correctas solo se mostrarán a los ojos dispuestos a ver.

Entonces las discusiones y problemas deben ocurrir para probar de qué estamos hechos los hombres buenos; por desgracia no tenemos mayor resistencia, somos frágiles seres como un niño que ha perdido a su madre en el tumulto y a pesar que llora nadie lo socorre.

El niño se cría solo en medio del barullo odiando al mundo, y deseando la destrucción total para mañana mismo ojalá, pero mañana el mundo seguirá girando, al amanecer el sol volverá a salir y las estrellas volverán a brillar tras el atardecer.

Y el niño que ya no es niño se da cuenta de que solo es un pobre diablo entre tantos más, que nada en él hay de especial y que solo se engañó a sí mismo cada anochecer, soñando que había un lugar para él en el mundo donde aceptaran su fracturado corazón, pero al despertar el sol vuelve a brillar, le ciega la mirada, y le quema la carne. Entonces se oculta del mundo y se refugia en la más eterna oscuridad.

Ahí se siente tranquilo; en medio de la penumbra los seres que han sido condenados lo acompañan en silencio, nunca dañándolo, pero siempre demostrando que están ahí para él, porque es uno de ellos y tarde o temprano deberá marchar a su lado.

Mas contra todo pronóstico el niño que ya no es niño, se sienta en la cima de una montaña a meditar y el recuerdo llega a su mente: tenía algo dentro de su pecho, una llama verde como los campos más cuidados por la mano de Dios, y esa llama le dijo durante bastante tiempo que aguantara, no importase lo que ocurriera, aguantara, que ningún dolor es eterno, que mejores días vendrán.

Pero el niño que era de por sí demasiado estúpido y lento para comprender las cosas importantes, solo obraba con lo que sentía en fuero interno, atacaba y devoraba las palabras, exprimía las ideas de su mente y las obligaba a salir en escritos vulgares y poco inteligentes, pero las escribía en hojas de hierba que el viento las hacía volar lejos, tan lejos qué un día lograrían llegar al lugar indicado donde le devolverían la señal. Un día ocurrió, duró poco y la señal se perdió en la inmensidad, en un precioso y claro cielo de octubre.

Pero ahora aquella señal ha vuelto a aparecer en forma de tormenta, trayendo todo un caos consigo, dejando desastres a su paso, pero inolvidables; ha llegado en un momento inesperado y esta vez no la piensa dejar marchar, desea poder impregnarse del aroma que desprenden sus acaramelados rizos.
Sentir el tacto de su piel.
Ver su alma reflejada en sus ojos de cristal...No, no va a permitir que se vaya, no sin antes entregarle todo el amor del que es dueño.

Ha recogido trocitos en el camino y con ellos ha formado una rosa, solo una, pero tan pura y tan olorosa, que ni en el jardín del Edén podría existir. La meta: ponerla de adorno en su cabellera, mientras la abraza como se abraza lo más preciado, la mira como se mira la más absoluta belleza y de su boca sale el más sincero: te amo, mi amor, y terminar besándola como nunca la han besado.


«Sí, ella es una tormenta y yo un pequeño vendaval... ahí ya nada hay que hacer».


Malayerba

jueves, 9 de noviembre de 2023

La última prueba: El granero



Ahí estaba el gato lunar, observando todo 
desde las vigas que sostenían el techo del inmenso granero.

La prueba consistía en no tocar el piso, ni dejarse agarrar por un demonio, que era grande y feo como suelen ser los demonios mal alimentados y sufridos, pero tenía restricciones, puesto que era la parte final de la prueba: no podía saltar ni ponerse delante de la puerta para que no sea atravesada.

Así estábamos: Ya varios habían pasado y me tocaba a mí que era el penúltimo, detrás estaba Alicia. Los dos hicimos equipo desde el inicio de la competencia y ya nos faltaba poco. Sucedió entonces, ella se adelantó y se metió antes de que pudiese yo reaccionar. 

El granero no era realmente enorme, pero podría decir que era de piedra y argamasa, de unos diez metros de ancho por unos veinticinco de largo, y unos seis a ocho metros de alto. Estaba vacío para ser honestos, solo algunas cajas de madera en un rincón. 

Había una entrada y una salida. La entrada era una ventana a la mitad de la altura total en un extremo, y la salida estaba en la misma pared, pero al final, justo en la esquina donde había una puerta de madera tallada en forma de árboles. Habían unas ventanas pequeñísimas en fila por la parte de arriba por donde ingresaba la luz, como de una cuarta por cada lado, serían unas cinco o seis de aquél lado, ya no lo recuerdo. Y el techo constaba de vigas enormes cruzadas de lado a lado que sostenían toda la estructura de tejas de barro que cubrían el edificio.

Así pues, el ejercicio era sencillo, entrar, atravesar el granero y salir, pero claro, el pequeño detalle, ese diablo de cuatro metros de alto, dos de ancho, sus filosas garras, sus colmillos cual tigre dientes de sable, la agilidad, su fuerza y sobre todo, suelto.

Los que cruzaron antes dejaron trazado el camino, solo era irse por un lado, sujetándose de los salientes y brincar cuando había la oportunidad de hacerlo, aterrizar cerca a la puerta y correr a la salida. A todos se nos daba un cuchillo de carnicero por si hacía falta combatir, pero lo ideal era esquivar y salir lo más rápido del salón. 

Era sencillo y el demonio ya estaba cansado. Pero entonces Alicia cometió una ligera falla, adelantarse. Su emoción era mayor, se arrojó por la ventana y de un salto estuvo agarrada a una viga mientras pisaba una saliente. El demonio se percató y arremetió contra ella con las garras en alto. Ella siguió su camino con rapidez, pero cerca de llegar al final del trayecto no alcanzó a cogerse bien y cayó. Entonces tuvo que enfrentar al demonio que ya estaba encima, sacó su cuchillo y se desató una batalla que no duró más de diez segundos, porque bastó una manotada de aquél diablo para mandarla a volar, por fortuna apuntó a un lado de la puerta, a donde no podía llegar él con su apetito. 

Los demás hacían bulla asomados detrás de la puerta. No perdí el tiempo y aproveché la distracción para atravesar el granero. Rápidamente lo hice y llegué hasta el final, entonces me iba a soltar, cuando miré a Alicia saltando muy alto con el cuchillo en su mano y directo a mi entrepierna, por lo que en un reflejo automático me volví a colgar de una viga. Todos nos quedamos perplejos al verla, yo aún más, no recuerdo qué le grité, pero bien cierto fue que sus ojos no eran ya suyos, eran gatunos y pálidos, y de su boca salían unos pequeños colmillos. 

Ella había sido contagiada por el demonio del granero y ahora eran dos contra mí. Siendo que ahora era una prueba con un plus añadido que no pasa casi nunca, tuve que enfrentar a aquella chica con la que tanto había compartido antes. No hubo mucho qué pensar, la noche se estaba acercando y el tiempo se estaba agotando. Tuve que sacar mi cuchillo y atacarla. Pese a que se estaba transformando, era más débil.

Salté directo hacia ella, pero una mano intentó agarrarme, la apuñalé, me deslicé por su brazo y escapé del demonio, luego con mi cuerpo cargué contra Alicia mientras le enterraba el cuchillo en el vientre, a penas si alcancé a llegar a la puerta empujado por un rayón que me propinó el arma de Alicia. 

Me jalaron desde el otro lado y los pocos que seguían ahí se alegraron por mi victoria, pero entristecieron al ver a la chiquilla como se iba convirtiendo en demonio poco a poco.

Pronto serían los dos los encargados de hacer la prueba del granero más difícil para los que llegasen el siguiente año.


Mayawell




miércoles, 8 de noviembre de 2023

Amparo

En momentos de crisis es cuando mejor escribo, porque pese a ir a la deriva, prefiero perderme entre letras vagas antes que enderezar el rumbo.

De ingenieros y abogados se llena el mundo. Los primeros para construir, los segundos para defender lo construido esté bien o mal hecho...por lo general es malo, por eso siempre buscan tener la razón aunque no siempre les sea beneficioso.

Esta mañana he soñado que lanzaban bombas de racimo sobre mi techo y los del resto de habitantes. Todos huían cubriéndose la cúpula cerebral como si eso los pudiese salvar. Pero es interesante como la confianza se incrementa cuando nos cubrimos la cabeza. No obstante, en el momento final, una bomba en forma de dardo engordado vino en dirección a mi humanidad y he aquí el milagro de la física colegial: no interrumpir el trayecto ni servir de muro, no. Deslicé la bomba entre mis manos y la direccioné 45° hacia arriba sin desperdiciar su impulso. La bomba, en efecto, se desvío y fue a dar unos cuantos metros más allá, mas la explosión me mandó a volar y perdí el conocimiento.

Despierto ya, busqué el amparo en la desolación, pero nadie llegó. Tuve que depender de mí como siempre lo he hecho. Luego, sobrevivir en una ciudad a medio destruir porque aniquilarla era un desperdicio de recursos. Ni siquiera para eso éramos valiosos. No servíamos ni para generar lástima en los corazones de los despreciables humanos que gustaban de causar dolor...


Malayerba







martes, 17 de octubre de 2023

Estaba rica

Entonces ya venía de regreso cuando los miré al otro lado de la vía, saliendo de una droguería, no sé quienes serían, tampoco importó, pero el grito fue claro, ¡AAGRHH! Gritó aquél cuando su novia, supongo, le metió el dedo en el culo por encima de la sudadera, luego le dijo algo y se besaron intensamente, se subieron a la moto y arrancaron.

Yo no detuve mi caminar, pero en mi mente empecé a dilucidar lentamente, ¿me gustaría que mi pareja me ande metiendo el dedo en público? No lo sé, lo del público me es indiferente, pero dejarme meter en dedo así seco, me causa cierta desconfianza, aunque lo primero sería conseguir pareja, creo. 

En fin, que seguí caminando y pensando y, entre tanto, alcancé a ver de reojo unas papas bien rellenas asomando en una vitrina. Me detuve de golpe, porque no es posible avanzar si se ha visto papas rellenas en una vitrina echando humo con olor a gloria, no obstante, no se puede uno confiar por la apariencia, así que le inquirí a la señora la pregunta clave que dudo alguien se la haya hecho antes, porque puso cara de ¿cómo así? ¿Qué pregunta es esa? Cuando le cuestioné, pero qué, ¿si están ricas? Dudó un instante antes de responder, no creo que haya sido porque no creyera en su culinaria arte, sino porque la pregunta quizá estaba demás, pero aún así respondió, sí, sí, claro. Y yo, bueno, a ver, deme una a ver cicierto.

Procedí a echarle muela, un poco de picante y algo de salsa de ajo para sazonar... En efecto, la señora no mentía, estaba rica.


Yerba

lunes, 4 de septiembre de 2023

El Musguito


Él también ayuda a espantar las malas energías. La primera vez que se dejó ver, anduvo con su garrote de chocolate moviéndolo ora un lado, ora el otro. Tenía como dos metros y era tan gordo como Fêtard Loulou, el toro francés ganador en la competencia mundial del más pesado. Ostentaba una cabellera larga desde la
 mitad de la calva hasta poco más abajo de la espalda  y una barba espesa que le llegaba a la barriga. Todo él cubierto de musgo y una que otra flor. Era un gigante enternecedor cuando lo conocí por vez primera, y todavía lo sigue siendo muchos años después, aunque para él no hayan sido más que un par de días. Me pregunto desde hace cuánto está aquí, pero nunca me ha dado respuesta, aunque bien cierto es que, tampoco le he inquirido lo suficiente, porque ya la sé y solo quiero corroborarla.

Entonces en la meditación sale corriendo de entre los árboles como lo hacen los enanos, con el garrote en alto y gruñendo fuerte. Lo hace una sola vez por sesión y a veces dos, cuando alguna cargada presencia asoma para contagiarme con su gozo, tan delicioso que es, pero bien peligroso también. Pero cuando ya va a llegar a la entidad, esta huye rápidamente antes de dejarse dar alcance... Entonces él se detiene, se pone las manos en la cintura y espera un momento antes de regresar con paso tranquilo. Señal de que ya todo acabó y ha cumplido con su deber, mientras su voluntad de poder se mantiene intacta.

El guardián del caminante natural, me dijo que era, o eso me llegó por un susurro en el viento, luego de tanto insistirle. De ahí nunca más volvió a hablar, pero de vez en cuando lo veo cuando la meditación es muy fecunda y el viaje no debe ser alterado, como ahora.

Entonces primero son mis perras, que bajo el cielo nocturno, un par de veces durante el trance se levantan y arrancan a ladrar con ferocidad contra la presencia no bienvenida, hasta conseguir que prosiga su camino. Son el primer y único anillo de seguridad en el que confío siempre. Son la guardia real. La protección privada del señor imperial. Son guardianes natos.

Y luego está él, que ahora mismo acaba de irse hacia el bosque con paso tántrico de su segunda venida. Me vuelvo a preguntar desde hace cuántos milenios anda acá. Los grillos me contaron que hubo un tiempo donde le apodaban, el Musguito, porque 
cuando lo depositaron en el jardín del juego, era pura inocencia y solo espantaba las más simples energías, no las más pesadas. De ahí hasta esta noche han debido de nacer algunos planetas en la siguiente calle de la vía láctea. Mucho tiempo seguramente. 

Así que eso. Tengo buena protección cuando la necesidad lo amerita. Acabo de recordar que fue hace un par de años ya cuando lo vi por vez última, y ahora donde estaba la flor morada en su hombro que tanto me había encantado cuando se agitaba por el movimiento y dejaba un rastro hecho de un polvillo brillante, hay un pequeño arbusto donde unos traviesos pajarillos han cimentado su nido de finas telarañas.


Yerbita

domingo, 13 de agosto de 2023

Del sabor de la piedad

En la plaza Madrid la agarró como si no hubiese mañana y, en efecto, no hubo, al menos no para ella. Cinco como menos, fue el reporte oficial, y un par más de rasguños, por la cara. La una llegó poco más allá del corazón; al alma.

Lo miró y se percató de que había pasado algo horriblemente cruel. Sus ojos destellaban una rabia que a los números les fue imposible calcular. Sus dientes se rozaban los unos con otros demostrando el dolor de la fuerza aplicada en su pecho. En el de ambos, mejor dicho, él por el dolor tan horrendo y, a veces, tan mortífero que deja del amor cuando se va del corazón por la puerta de atrás. Ella, por la presión inexistente y la voluntad de poder de la hoja de metal que entraba con fiereza separando la carne, atravesando el pecho, y buscando decirle al alma, es hora de volver a casa.

La quinta puñalada, la más dolorosa. Él, tan desesperado para no ver más salidas menos extremas, que no pensó que sería esa, la última vez que la tendría antes sus ojos dentro mucho tiempo, aunque cuántas veces deseó que así fuera. Ella, sintiendo el arrepentimiento atroz de haberlo abandonado, no importando cuántas veces él le implorase que se quedara. El arrepentimiento de no haber escuchado las palabras más honestas del amor verdadero cuando le decía: cualquiera, cualquiera menos él, por favor, no con él... No te vayas, te lo pido...no soy el mejor de los hombres, pero ningún hombre te va a amar más que yo...ningún otro te va a dar, todo lo que te mereces. Palabras tan trilladas que no merecían ni una pizca de compasión, sin embargo, con una verdad más que certera: golpes, malos tratos, tristezas y una vez al mes una sonrisa antes de una buena noche de placer era el regalo que cubría el engaño por el que cambiaba a un buen hombre. El arrepentimiento de no haberle hecho caso, siguiendo ciegamente a las estúpidas decisiones de las pasiones desenfrenadas.

La quinta puñalada, la más dolorosa, pero menos sorpresiva que la primera; esa cuando la agarró del saco y tiró de él, cuando ella vio a su alrededor y no había nadie más que él, cuando le brilló el cuchillo con un destello tanto o más destructivo que el que irradiaban sus ojos, cuando miró que el aura oscura que le rodeaba, y su mirada perdida en la tristeza, venían por ella, buscando llenar el vacío que se anida en el pecho sin importar el costo... Cuando vio a Caronte remando apaciblemente en su dirección, por el mar que conecta este mundo y los otros.

La primera, la más impactante al ver en qué se había convertido el amor de su vida. La quinta, la definitiva al darse cuenta que no alcanzaría a decirle: lo siento.

El charco que se secó y dejó marcas imborrables en aquél lugar de la plaza, no fue el de la sangre, sino el de las lagrimas que se juntaron de sus rostros: ella diciendo en silencio, lo siento; él le respondiendo, por qué con ese.

Pero ya estaba decretado que «ese» sería la siguiente víctima para eliminar el mal de raíz, y matarle ya hacía parte de un plan diseñado en el infierno presto a ser ejecutado con sus gruesas manos, y el acompañamiento del Diablo.

PdC, cap 25 1ra parte.


Malayerba



miércoles, 12 de julio de 2023

DEL PASEO DE MIÉRCOLES

Siento que debo escribir esto, porque de alguna forma me veo obligado a demostrar una vez más, que cuando la intuición te habla, debes escucharla. 

Así pues, llegué del trabajo. Anochecía y un manto blanco se deslizaba por las montañas, era un fuerte aguacero lo que asomaba. Me dolía la cabeza, y decidí que no saldríamos y así se los dije: No, niñas, hoy no salimos porque va a llover. Ellas solo me miraron tristes y al rato, una se puso a llorar.

Salí de ducharme y me encontré con que el agua celestial había desaparecido y, si no es porque era ya de noche, el sol habría asomado por completo. Así que, arreglado el clima, no hubo más remedio que retractar mis palabras y salir a dar el paseo, a lo cual, ellas cambiaron de energía y a la hiperactividad dieron salida. 

Todo normal, hasta que diez minutos después, Perla se apartó y corrió en dirección equivocada y por más que la llamé, no volvió y quise enfurecerme, pero mejor no, así que proseguí el camino con Sasha. Momentos después, Perla nos alcanzó. Y un minuto después, el agua comenzó a caer, levemente, suavemente, una ligera llovizna, de esas que te acarician la piel.

Llegados al punto de regreso, y como si algo me dijera que hoy vayamos más allá, decidí obedecer a la intuición  y alargué el paseo un poco más, y claro, era por eso.

Pues llegué a una cancha de futbol, y permítame, amigo lector,  detallarle el lugar, para que se haga a la idea de lo que hizo que me sintiera como me sentí. Hay una cancha enorme de futbol a lado izquierdo en una hondonada, una calle pavimentada de unos quince o veinte metros de ancho, cruza por el lado de arriba. Y del lado derecho hay unos lotes de terreno, y para ser precisos, un árbol enorme y algo de maleza en lo que dura la manzana. Hay que añadir que no hay luz en ese tramo por la ausencia de viviendas y una lampara se separa de la otra por la manzana misma.

¿Qué ocurrió? Pues que iba yo tranquilo por la calle solitaria y de pronto, ¡guau! ¡Guau!, y yo, shht, y ella, ¡guau! y yo, shht, y luego las dos ¡guau, guau! y yo, yaaaa, yaaa, ¿qué fue?, ¿qué pasó? y me fui acercando al árbol donde ellas ladraban, y alcancé a vislumbrar un bulto de basura, pero para asegurarme, encendí la linterna del cel y hablando a la más bulliciosa me fui acercando, mientras le decía: Qué fue, no hay naaaadaa, vaaam... ¡UPS! ¡JAJAJAJAJA!

Una vez estuve lo suficientemente cerca para ver qué hijo de puta fue capaz de tirar una bolsa de basura habiendo sitio donde depositarla, lo que vi, fueron cuatro piececitos temblando, bien recogidos, doblados en busca de una posición fetal, y más arriba una chica abrazando a su chico que también la abrazaba y con unas ramitas cubriéndose la cara para no ser reconocidos. Pero como tenía dolor de cabeza, no dejaba de ver basura, así que me acerqué más y mi perra ladrando fuerte opacaba los quejidos de susto de la muchacha, y fue ahí cuando miré una cicla adornando el lugar. Y reparé en que no era basura sino una parejita dándose amor del bueno a la orilla de la vía... donde transitan vehículos... motos... personas... al pie de un árbol, pero más allá, donde unas plantas hacían de cama... ¡Joder! ¿Es posible ser tan urgidos? Lo gracioso al final fue que no fue la presencia de las perras, si no la mía la que terminó por avergonzar a la pareja. ¿Y qué más podía hacer? Reír es cosa natural en mí, jajaja. A mí no me habría gustado ser interrumpido así, pero bueno, hay que avisar pa la próxima, jajaja. El dolor de cabeza desapareció un poco.

Luego, llegados al parque, por la llovizna estaba prácticamente vacío, pero no en el centro de una cancha interdisciplinaria, porque ahí terminó de irse mi dolor cuando vi a dos chicas rondando los dieciséis, solitas, con un parlante a todo volumen y una parada mirando a la otra que, con licra negra y camisa, movía el culo de la manera más sabrosona posible, de pie lo meneaba, ora a un lado, ora al otro, y de pronto, al piso, y ese trasero se repartía entre el suelo y el cielo, y yo, yo no podía hacer más que disfrutarlo, porque, qué más. 

Todo apuntaba a que cuando tienes cierta sensación de ir por aquí o por allí, o de hacer esto, debes hacerlo. Sí, hoy no pensaba salir por la lluvia, pero, al final, cuando debe alegrarse mi corazón al ser testigo de hechos singulares, no puedo negar que es el destino el que está llamando, y hay que obedecerlo. Lo seguiré obedeciendo más seguido, a ver qué me encuentro, jaja.

sábado, 5 de marzo de 2022

LLANTA

Veo una manada de infantes y recuerdo mi lejano pasado como si fuese ayer.

Seis mocosos mi juegan con mi perra.
A una de ellas le falta una pierna, tendrá unos cinco años.
Otro camina extraño, tendrá seis. El mayor tendrá unos nueve; otra, siete, y un bebé, un bebé de unos tres meses que lo tienen gateando por la plaza,
Un grupo singular.
Percibo a la niña sin pata fungiendo de madura, parece un alma vieja.

Un grupo de seis jóvenes desfilan por el fondo y se plantan a unos treinta metros de mí.
Contrasto lo que veo y noto como la vida transcurre rápida y a la vez lenta. ¡Oh, joder!, ¿qué pasa? ¿Cómo así? Y ahora un grupo de seis, ¿pero de viejos? No mamen, el número de la bestia esta noche me enseña que la vida es corta.
Tres edades en menos de diez minutos dan testimonio de que valemos mucha verga si no le sacamos provecho a nuestros días.

Llega el blanquecino pitbull y los niños se quedan sin juguete viviente. Entre perros saben que jugar a lo bruto es lo suyo pues los humanos son frágiles seres.

¡Ooooh! ja, ja, ese hpta mocoso subido en la barra de la cicla,  de pie cerca a la dirección me refiero y las manos en el manubrio, capaz que se cae; y casi, pero no.
La diversión finaliza cuando llegan en manada a mostrarme con la cara triste y ganas de llorar de la rabia de que al dueño de la cicla que es uno de seis, el mayor, derrapando le ha pinchado la llanta trasera. Hay un hueco donde alcanzan dos dedos, ja, ja, ja, qué cabrón.

Le digo que solo hay que cambiar la llanta y el tubo, no es más. Se tranquiliza, pero se va y los demás lo siguen, yo hago lo propio y me retiro con la tranquilidad que ofrece la noche. 

Nada de especial hay aquí, salvo entender que el tiempo transcurre a toda prisa, pero nada que un porrito de marihuana no ralentice. 

Malaya



domingo, 6 de febrero de 2022

DE LAS CROCS

17% de carga en el móvil es más que suficiente para referirle, amigo lector, este pequeño hecho, un tanto insólito, curioso, divertido y hasta peligroso, si lo vemos con los ojos de quien fuese su intérprete.

Fíjese usted, amigo mío, cómo ha ocurrido el acontecimiento.
Bajaba yo por esa bajada (obvio, no se puede bajar pa arriba), con más de cien metros de longitud, y llegando ya a los últimos metros antes de coger las curvas (que en este caso, subían), una familia de tres que iba caminando por el lado derecho, y yo por el izquierdo, hemos sido testigos de un chirrido que atrajo nuestra atención, he girado mi cabeza y, ah caray; una chica con una bebé en su cargadera hacia el frente iba bajando en una ochenta (de esas motos de antaño), pero he aquí lo curioso, ¡iba arrastrando los pies!, pero no con botas especiales, no, ¡con unas crocs!, ¡unas jodas crocs, y gastadas las hptas!, ja, ja, ja. Qué risa, parce.

El buen lector habrá intuido al igual que yo, que la chica andaba frenando el vehículo, ¿pero frenando y acelerando a la vez? Hummm, no sé, me ha causado gracia, y los tres que iban al otro lado, igual. Quedaron extrañados mientras sonreían, y extrañado yo también, me he visto con la necesidad de compartiros esta brevísima anécdota, curiosa claro, puesto que jamás había visto tal cosa.

En fin, he seguido caminando a ver si algo más extraño ocurriese, y en efecto, lo hubo, pese que había perdido la esperanza. Anocheciendo me he sentado en un banquillo de concreto, y el sol en conjunto con las nubes dibujaban una silueta. Una forma que no podría pasar desapercibida.
Su rostro, el rostro de mi amada Cielo desde el cielo mismo hacia su aparición. 
Una señal, la que buscaba, la que necesitaba.
Ahí estaba.
Y mi corazón no pudo ponerse más contento por tal evento.
En mi fuero interior hay una voz que me dice que no todo está perdido... que todavía hay una tenue luz en medio de tanta oscuridad, pero me exige que debo poner de parte, a ver si la hacemos alumbrar de verdad.


Malayerba


sábado, 24 de julio de 2021

SOL DE MEDIA NOCHE

Un hombre como yo no debería llorar,
pero heme aquí, sollozando en silencio. 
Mirando como de a poco se desmoronan mis sueños. 
Mirando como mi vida se apaga sin remedio. 
¿Por qué no he nacido inteligente, dime?
¿Por que nunca me he dado cuenta de lo que ocurre hasta cuando todo es tarde ya? 
Siempre tenías una respuesta para todo, 
y ahora necesito una respuesta, o al menos una señal, 
aunque sea un suspiro en el viento. 
Ojalá fuese un abrazo tierno. 

Ah, joder, qué soledad la que siento. 
Qué feo, joder, odio este sentimiento. 
Cielo, temo que no me alcance la vida para repetir hasta que me perdones, lo mucho que lo siento.

Te he fallado nuevamente, otra falta a mi favor. 
Tal vez nunca lograste saberlo y yo tenía demasiado miedo de que miraras lo que era en realidad. 
Tenía miedo de que te dieses cuenta de que mi existencia era solo otro triste fracaso. 
No merecía tanto, no podía merecerte a ti. 
Solo era un soñador. 
Dime, ¿QUÉ COÑO PODRÍA LOGRAR? 

:(

Malayerba 

miércoles, 14 de julio de 2021

PARA MI AMOR

Y cómo vuela un corazón,
cómo nace una canción,
si el sabor amargo que la soledad no deseada brinda, solo envenena el alma;
cómo prosperar en esta gran masa de tierra donde la empatía se disipa,
y la normalizada indiferencia domina.

Cómo lograr que uno y uno sean dos y no se puedan dividir,
cómo hacer que este ser vuelva a nacer sin antes tener que morir,
a quién echamos la culpa si no hay nadie más aquí que este viejo espejo roto que refleja el dolor de quién se ve completamente ajeno al amor. 
Qué hacer para sentirse bien, 
no saber si matar... no saber si morir.

Así me encontraba yo, perdido en el mar a donde va a parar todas las palabras, 
navegaba a la deriva y de vez en cuando pisaba islas donde reinaba la ironía, 
o archipiélagos donde el sarcasmo era el jefe mayor;
a veces me encontraba en continentes llenos de tristeza, 
otras veces solo pasaba siglos entre la espesa bruma de una fiera soledad. 

Hasta que un día la encontré, 
ocurrió cuando la esperanza se había extinguido ya, 
brillaba tenuemente a unos centímetros bajo mis pies,
me zambullí rápidamente,
y sin perder el tiempo la atrapé;
estaba frágil como debía esperarse,
era tan débil como cuando se ha perdido el cobijo,
era tan solo una tinta que se desteñía en el inmenso océano.
La abracé con todas mis fuerzas y a mi bote la llevé;
mojados y bajo una noche que duró eones la mantuve dándole calor.
Un día amaneció, 
la tormenta había cesado al fin,
en mi corazón se prendía una llama...
mi corazón volvía a latir.

Tenía una razón ahora,
había un motivo por el cual vivir,
tenía que encontrar a su dueña,
tenía que hacerla feliz.

Volví a navegar y esta vez con más empeño,
volví a cruzar el mar, y esta vez hacia el lugar más incierto,
me salieron a encontrar monstruos disfrazados de demonios,
me salieron a recibir demonios que ya no tenían poder sobre mí.

Me dejé arrastrar por las corrientes,
y terminé chocando contras las rocas de un lugar enteramente desconocido.
Desperté en un playa árida de arena negra con inmensas montañas de peñascos detrás,
no había tiempo que perder,
tenía que seguir derecho,
la intuición me guiaba,
el corazón me obligaba a hacerlo.

Anduve largas jornadas caminando sin descanso;
pese a la destrucción, mis pies se resistían al cansancio,
mi alma volaba a pocos metros delante de mí,
y mi corazón más se agitaba a cada paso que daba;
no me daba cuenta que mi vida se acababa.

Y entonces desde el cerro más alto, caí,
era el final, la parte última y no vi nada,
solo enormes rocas gigantescas y un mar de palabras a lo lejos con unas nubes que presagiaban la tempestad más dura.
Caí desde lo alto, fatigado y desdichado,
decepcionado por haber viajado tanto para llegar a nada,
caí y rodé sintiendo como mi cuerpo se desgarraba, 
como mis partes se desmembraban,
con cada golpe mi mente se opacaba,
la oscuridad volvía a invadir mi alma.

Recuerdo verme desde arriba tirado en el fondo del abismo;
irreconocible, deformado, pero con los brazos rodeando y con el corazón apretado entre mis manos.
Recuerdo haber sentido el aroma de una dulce flor,
recuerdo como unas manos acogieron mi corazón y recibieron de este la palabra mayor,
recuerdo unas lágrimas lavando mi dolor,
recuerdo un llanto tranquilo que significaba salvación, y entonces todo se oscureció.

Desperté y ya no había dolor,
desperté y ya no era yo,
había muerto, 
había vuelto a nacer,
había llegado, al final la había encontrado.

Te había encontrado a ti, 
entre un mar de gente,
oculta entre tantas caras.
Sabía que en algún lugar tenías que estar esperando,
aunque no bastaba con hallar la palabra,
tenía que demostrar que merecía cargarla,
que era digno de llevarla hasta tus manos.

Mi corazón es chico, pero el amor que guarda es tan grande como el mismo universo,
todo el amor que tengo,
te lo entrego a ti,
mi hermosa flor,
mi hermosa doncella,
mi bella princesa,
mi adorada reina...
mi alma gemela.

Te amo.

Malayerba

jueves, 3 de junio de 2021

POETA DEL CHIQUERO Cap XIV: Vaya dato perturbador V (final)

Salió de la nave y se dirigió hacia donde el sol apuntaba, luego de caminar por varios días, en algún pueblo de los años 2100 encontró brillando clavado en un poste un machete que tenía las letras grabadas en su hoja: Colima de Incolma (publicidad no pagada, pero esos hptas machetes lo que son es finura), —Joder, esto tiene que ser obra del mismo universo que me quiere ver bailar —se dijo, y recogiendo el machete, se lo echó a la espalda y se dirigió hacia aquella ciudad que se veía a lo lejos donde un letrero decía: Nueva Francia —veeeerrrrgaaaaa, aquí empezará la matanza, ja, ja, ja —pensó y se dispuso a practicar blandiendo la herramienta.

Para llegar a aquél lugar había que cruzar una enorme grieta de candente magma que algún volcán había abierto hace tiempo, Miguel no se quiso arriesgar saltando y dado que afán no tenía, decidió rodearla.
Entre más se alejaba, más parecía ensancharse, como si hubiese elegido el camino equivocado. Anduvo caminando por algunos días hasta que al fin encontró un estrecho de unos treinta y cinco metros que podía saltar, lo hizo y prosiguió sin dificultad. Retornó a su camino y luego de otro par de días al fin pudo divisar en la lejanía, una ciudad, seguro de que era la Nueva Francia. 

De repente salió corriendo atravesando el paso, un animal que se arrastraba torpemente, y de pronto salió otro y de un salto le alcanzó la cabeza con un pico de hierro. Cuando hubo de cerciorarse mejor, notó que no eran animales, sino humanos, pero de apariencia salvaje, como si hubiesen vivido en los bosques todo el tiempo.

El agresor echó la mirada a Miguel y en un solo movimiento saltó y atacó apuntando a su cabeza, pero este lo esquivó, con una mano agarró el cuello del vil cazador y lo apretó hasta que sus dedos volvieran a sentir la palma de su mano derecha. En ese momento salieron otros más y lo rodearon, lo miraron extrañados y preguntaron:

—¿Quién eres?
—¿Quiénes son ustedes? —respondió Miguel.
—Preguntamos primero —dijo uno de ellos.
Miguel agarró al que tenía más cerca y con una sola mano aplastó el cráneo haciendo que el cuerpo convulsionara en el acto y se los arrojó al resto.
—¿Quiénes son ustedes? —volvió a repetir.
Los tipos comprendiendo el asunto, resumieron que eran «humanos exteriores», que de alguna forma había salido de las murallas y vivían como animales en los bosques.
Alguno dijo que había sido hijo de un político exiliado, otro de un militar, otro que su familia había decidido salir entre los primeros; los presentes explicaron que fue hace apenas unos treinta años que prohibieron tajantemente la salida de la gente, que algunos lograron escapar, pero murió la mayoría y ahora solo había pequeños grupos de nómadas por ahí buscando sobrevivir.
Miguel los observó detenidamente, sus largas melenas, sus barbas enredadas, poca ropa, algunos sin calzoncillos mostrando penes súper peludos y culos súper pelados. Armados con lanzas, espadas, hachas y alguna que otra herramienta de corte, andaban alertas.
 
Poco después y luego de quedarse con ellos, Miguel comprendió la necesidad de andar con la verga suelta, y es que las mujeres escaseaban y si llegaban a encontrar alguna, la violaban sin misericordia hasta matarla, aunque esto último no fuera su intención sino el resultado del desahogo de más de veinte salvajes en el coño de una hembra.
Y cuando esto ocurría y quedaban con ganas de más, follaban entre ellos. De ahí la razón de tener poco pelo en el trasero.

Miguel rio alegremente cuando fue conociendo esto y otras cosas más. Luego los salvajes lo llevaron a su cambuche y lo presentaron como un espécimen de increíble poder. Miguel notó que en realidad no eran estúpidos, solo habían optado por vivir de la manera más simple, sin inquietarse por el futuro, por la vida, por el arte, sin molestarse de si estaban haciendo bien o no. Se habían fusionado de alguna forma a la naturaleza que los rodeaba.

Una vez en el cambuche, los ancianos que nunca pierden su puesto en cuestión de sabiduría dialogaron con el visitante, y este pudo entender que en algún tiempo atrás, los exiliados querían volver, pero les fue imposible. No tenían manera, sin embargo, ahora con él había una posibilidad de retornar para sus hijos, Miguel que por entonces ya les había agarrado cariño decidió llevarlos con él a la primera ciudad que encontrara, y así lo hizo.

Les tomó otros dos días llegar a las puertas de San Ignacio, entrada de la muralla. Una vez allí se repitió el proceso con luces paralizadoras, Miguel se dejó llevar y una vez adentro y desmantelado, desnudo en una capsula de cristal, luego de haber tomado un descanso apropiado, se despertó, analizó el ambiente y pudo notar que el centro de mando de la seguridad de la muralla, estaba solo a unos doscientos metros del lugar.
No perdió tiempo y con la velocidad del sonido escapó de su celda, aterrizó en el puesto de control y destruyó lo que consideraba peligroso.
En el proceso los cráneos de los soldados se escurrían entre sus dedos.
De los cientos de rayos láseres que le lanzaron, solo uno le rozó en un brazo.

Siguió destruyendo los sistemas y a cuanto soldado encontrara, no era difícil ahora, ahora contaba con el poder de una bestia.
Robots automatizados hicieron lo propio e intentaron capturarlo, pero fue en vano. Miguel estaba ya en otro nivel. 
Una vez se hubo percatado de haber sometido a los que mandaban en el lugar, cosa que le tomó tan solo el resto del día, liberó a quienes habían llegado con él.

Las alarmas habían sonado, y solo era cuestión de tiempo para que llegaran refuerzos de otras bases y eliminaran a los vándalos. No lo pensó dos veces y se apresuró a organizar la bienvenida. Habían personas instruidas en el grupo de salvajes, sacó de la bolsa que llevaba consigo una especie de inyección y otras cosas que el pequeño alien le había facilitado y procedió a aplicarla en los neardentales modernos. Rápidamente hizo efecto y cada uno pasó a usar su capacidad cerebral al cien por ciento. Y se pusieron a trabajar. 

Eran más de cincuenta los que con él habían viajado, solo unos cinco habían ingresado junto con Miguel, los demás esperaban en las afueras. Tomando el control de la base todo era más fácil. Los cuarenta y cinco restantes ingresaron y fueron inyectados con el suero extraterrestre. Había un pequeño ejército ahora, el grupo estaba listo para abordar la ciudad. 
Cabe resaltar que tan solo se adueñaron de la base que era el punto de control de la ciudad, y ahora irían por ella.
Se mandaron diez personas para enviar la noticia a los grupos nómadas de salvajes y con el suero para que las cosas avanzaran en el menor tiempo. Los cuarenta restantes equipados con armas de largo alcance, drones, bombas, y un sinnúmero de artefactos de guerra a las cuatro de la mañana de algún día del año 2310 guiados por Miguel Ángel de la Ascensión, irrumpieron en la ciudad. 

No fue difícil, la mayoría del ejército había sido masacrado horas antes, los que quedaban de la fuerza pública no suponían mayor reto. Lo complicado era encontrarlos en la enorme ciudad. 
Pero fue saneado el asunto rápidamente, ya un par de salvajes habían accedido a los sistemas y en cuestión de minutos habrían tener toda la información de cada habitante de la Nueva Francia, ubicación actual y demás. 

Con esos datos en mano, Miguel se adelantó y dejó lo demás en manos de los neandertales que ahora eran genios. Miguel contó cerca de mil doscientos pendejos que debía aniquilar, eran pocos teniendo en cuenta que la ciudad albergaba siquiera a unos cinco millones de habitantes, y aunque bajo una dictadura, había una especie de paz, falsa, pero se respiraba tranquilidad.

Instantes antes de llegar al primer objetivo que se hallaba a diez kilómetros, los sistemas ya habían sido apagados, depurados y configurados a servicio de los «liberadores del sueño» como se hicieron llamar desde entonces. Miguel llegó como si nada, se acercó al tipo que bebía un café junto con una pequeña en una mesa de algún restaurante de esquina y vestía un uniforme en realidad, bonito, y sin dar chance a nada, sacó su machete y le rajó la cabeza en dos; lo que correspondía a media nariz hacia arriba cayó al suelo. La niña miró dos segundos sin entender y al tercero gritó tan fuerte y tan alto que quienes estaban cerca gritaron también. 

Miguel sonrió —¡hijos de puta, ahora todos son míos! —exclamó fuertemente y de otro tajo partió a la niña en dos por toda la mitad del ombligo—. La gente al ruedo se enloqueció y salió corriendo pidiendo socorro. Llegaron cuatro agentes, y luego seis más. Miguel se bebió el café que estaba intacto, y esperó, los «agentes del orden» que se así se habían denominado sacaron armas extrañas y apuntaron a Miguel, este solo levantó su machete, pisó fuerte y de un salto estuvo detrás de un agente y le atravesó el filoso artefacto por las costillas y siguió hacia arriba abriendo al que se moría. Y antes de que se dieran cuenta, ya cuatro habían sido cortados cual si fuera un parpadeo. 

Los oficiales entraron en pánico, era un demonio lo que tenían al frente, pidieron ayuda, pero no funcionó, no había comunicaciones.
Miguel emocionado ya, no dejó a ninguno con vida y se apresuró a ubicar a los demás objetivos.
La gente le importaba menos, no había razón para preocuparse por ellos, habían sido domesticados a tal punto de obedecer a quien demostrara superioridad. Esto lo comprobó, cuando de camino a su siguiente objetivo que era en realidad la estación de policía y seguridad nacional, agarró a una chiquilla de unos veinticinco años, la arrimó a la pared y frente a su novio que nada hizo, le reventó el culo a más no poder. Llevaba siglos sin haber penetrado un buen ojete y aquella muchacha fue quien le permitió tal goce. Como ya he mencionado, el novio, presa de un miedo, simplemente no se atrevió, y la gente de alrededor simplemente miró. Miguel entonces se dio cuenta de lo bajo que había llegado la sociedad, a ser unos simples pusilánimes incapaces de hacer frente al miedo, quien sea que los hubiese amaestrado de tal forma, lo había hecho sencillo para Miguel.  

Después de la tremenda cogida que le dio a la chica y luego de desmembrar al tipo frente a una masa de unos veinte espectadores que por alguna razón no pudieron huir, se dirigió a paso rápido a la estación.
Llegó en menos de cinco minutos, no dio chance a nada, entró por una ventana, arremetió contra cinco de un solo golpe, y a los tres restantes les quebró la columna de una sola patada. La bulla atrajo la atención, llegaron en fila unos cincuenta uniformados y a Miguel le prendieron fuego, ondas, rayos, burbujas, y todo un arsenal para capturar revoltosos, claramente ningún sistema hizo efecto puesto que Miguel había roto la pared y se había escabullido por un lado, y así lo creyeron cuando por el otro salió disparada la cabeza de un oficial, y luego siguió otra, y otra; Miguel con sus manos limpias separaba las cabezas de su cuerpo y las arrojaba a ciento setenta kilómetros por hora; no tardó más de una hora en vaciar aquel edificio, setecientos oficiales fueron abatidos, desmembrados, aniquilados por una fuerza imparable de un monstruo disfrazado de humano, ja, ja, ja.

Los liberadores del sueño, por otro lado, usando la maquinaria de la misma ciudad, drones sofisticados y equipo de avanzada aniquilaron a otros mil combatientes, sin contar a la gente que se atravesaba en el camino.
Fue un día agitado para aquella ciudad que era todo lo que quedaba de una de las grandes naciones que un día dominaron el mundo. 

Entrando ya la tarde, solo unos setenta hombres y mujeres que juraron proteger a la ciudad de los enemigos, estaban respirando aún. Pero a cada minuto que pasaba uno descendía uno a los suelos, generalmente destripado, apuñaleado, reventado, pero siempre, violado. Con el culo en punta quedaban. Los neardentales modernos no perdonaban una, Miguel Ángel mucho menos.

Bastó solo un día para tomar la ciudad, para acorralar a la población, para captar la atención. 

Las otras ciudades del mundo, comandadas por un Alemania promiscua recibieron una señal de ayuda de parte de Francia y estaban ya en camino, pero por las distancias, tardarían al menos unas dos horas más en llegar, pero Miguel no necesitaba más que unos minutos para hacer su movimiento. 
Contactó con el pequeño alien, le dio las buenas nuevas, y en menos de lo que canta un gallo, una pequeña nave interplanetaria apareció encima de un lado de la ciudad, y aterrizó pulverizando lo que tenía debajo. 

Se reunieron y se pusieron a trabajar según las órdenes del alien, y en menos de media hora ya había conectado diversos sistemas de energía y campos electromagnéticos de alta capacidad cubrieron la ciudad formando un escudo terriblemente protector. Con esto, encerraron a la población y para cuando llegaron los ejércitos de las demás ciudades, ya no había forma de entrar.

El jolgorio entonces empezó. Miguel se metio en una casa y sacó a una chiquilla de unos diecisiete años, buenota la hpta, más allá en el camino agarró a una de treinta y más allá, una de diez. 
En el edificio más alto se instaló, y ahí en la terraza habiendo sometido a las tres mujeres, las violó maliciosamente y tanto que, sin querer, las chicas consiguieron orgasmos tan potentes que se rindieron a sus pies. La verga mejorada de Miguel era una puta maravilla. Luego de eso el alien se las llevó, usó sus cuerpos para depositar adn extraterrestre y empezó a experimentar con ellas. Los liberadores del sueño, entre tanto, habían acorralado un edificio de estudiantes y habían empezado a hacer fiesta con quienes allí se encontraban. Gritos desgarradores, llantos amargos, palizas y un sinnúmero de cosas se escuchaban desde la calle. 
Nadie podía hacer nada. Empezaba a implantarse la liberación de un sueño bonito, liberación hacia una pesadilla sabrosona.

Las milicias estaban afuera de la ciudad desde hace tres días ideando un plan para romper la barrera, pero nada daba resultado. Solo podían observar cómo la gente buscaba formas de protegerse, pero todos los sistemas estaban en su contra. Robots recogían a la gente en carros y se los llevaban a un edificio donde el alien modificando adn había generado mutaciones con las personas y las tenía como ayudantes obedientes. 
Los hombres y mujeres más lindos eran violentados en cuerpo y alma por los neardentales modernos, los feos que en realidad eran pocos en aquella sociedad, eran simplemente usados como conejillos de indias. No obstante, hubo casos de alguno que despertaron y se unieron a la nueva reforma que se implantaba, y ayudaron a masacrar a la gente. 
Faltaba poco, el alien había simplemente esperado material para poner en funcionamiento sus experimentos y ahora tenía materia prima de sobra.

A las dos semanas de haber empezado la revuelta, y con cientos de máquinas, soldados, y gente de altos cargos a las afueras de la ciudad, el alien sonrió, o eso parecía lo que reflejaba su rostro. Había dado con un tipo material genético mezclando diversas especies donde Miguel fue clave el éxito debido a sus mejoras y logró conseguir un espécimen que podía multiplicar en poco tiempo. Había logrado crear monstruos que estarían listos en menos de un mes para ir a sacar a los invasores de su planeta. 

Y así fue, de los siete punto ochenta y cinco (7.85) millones de personas que vivían en Nueva Francia, en solo un mes fueron reducidas a tres y medio. El gobierno central no pudo tolerar más la situación y dio vía libre a la detonación de bombas de neutrinos, puesto que nucleares eran simplemente obsoletas para aquel escudo. Miguel por otro lado se había proclamado amo y señor de esas gentes y todos los días tenía a su disposición por lo menos una virgen para el desayuno, que luego de follarla deliciosamente, le enterraba los dedos en el pecho y la abría lentamente mientras bebía su sangre y le arrancaba el corazón para comerlo de manera fresca, ah, era un hijo puta, pero eso bien lo sabe ya el amigo lector.

En todo caso, habiendo transcurrido dos semanas del siguiente mes, el gobierno lanzó sus misiles, y minutos antes, el alien se preparaba para despegar en su nave con mil monstruos listos para el combate y millones más que saldrían en pocos días antes de llegar a su planeta. Miguel había presentido cosas y se había puesto a jugar con algunos artefactos.  

La nave salió y la bomba cayó, en cuestión de segundos todo se hizo polvo, cabe resaltar que el escudo lo generaba la nave interplanetaria por lo que, sin esta, ya no habría protección. 
La explosión alcanzó parte de la nave, pero no le causó daños graves y huyó de la tierra hacia su hogar. 
Migue Ángel de la Ascensión Hidalgo Cortés, sentado en una silla en el jardín y dio la última calada al último cigarro, apretó la cabeza de una chica que le estaba dando una mamada espléndida y se corrió abundantemente, y lo hizo tan duro que esta murió asfixiada segundos antes de que la bomba les cayera encima y destruyera todo lo que con la vista se podía ver. 

Quedó solo un desierto radioactivo en aquella zona del planeta, por no decir un cráter que con el tiempo habría de ser el desencadenante para que el planeta se revelara y fuertes terremotos pusieran a bailar a la tierra matando a todo ser viviente antes de que estallara y se convirtiera en polvo estelar.

Tres mil doscientos veintiocho años después de la gran explosión del planeta, en la lejanía de una estrella menor, en una lámina de una aleación extraña de metal que flotaba por el espacio estelar, se alcanzaba a vislumbrar la imagen de un hombre fornido, de espaldas, con un machete en la mano y una frase que rezaba: «¡la cagué, pero aprendí un chingo!».

Fin.


Para no alargar más esto que leía y mientras sucedían los acontecimientos que estaba viviendo por mi cuenta junto a Gervacio y Nataniel que he venido contando al final, lo recapitularé en el proxima entrega: Luz Andrea y la mala fortuna de mis compañeros.


Malayerba

domingo, 6 de diciembre de 2020

EL AMOR EXISTE

«Hay gente que ha perdido la fe en el amor,
ya no creen en él, porque se lo han pintado con pintura barata;
quién les ha hecho el daño fue tacaño y no les pasó unos toques de vinilo.

—Es acrílico, pendejo, el vinilo es la pintura barata.
—¿Qué?...aaaahh... ciieeerto, je, je.
—¿Cuánto más debo esperar?
—Sólo un poco más.
—¿Seguro?
—Sí, confía en mí».
Y al parecer lo hizo, porque se quedó en silencio un buen rato,
y cuando menos me di cuenta, ya estaba tirando al suelo la última prenda.

El fuego iluminaba el lugar.
Ella empezó a danzar;
en círculos bailó al rededor;
sonreía y tarareaba una canción.

Yo me percaté, y sonreí gozoso;
la empecé a detallar,
la empecé a asimilar.
¿De dónde habrá salido esta chiquilla? Recuerdo haberme preguntado.
¿Dónde anduvo todo ese tiempo? Recuerdo haberme cuestionado.
Nunca lo llegué a saber,
pero qué importaba ya.
Estaba frente a mí, bailando suavemente,
tarareando una canción del cielo y mirándome lascivamente.
Al poco rato me llamó extendiendo sus manos para que la acompañara a bailar también. 

Me levanté y lentamente me fui acercando,
me agarró de las manos y comenzamos a mover los pies. 
Yo a veces no sentía ya el suelo, 
estaba flotando por las copas de los árboles;
las estrellas pasaban por mis hombros en picada.
Mi compañera cabalgando la luna entonaba una canción que se perdía en el infinito,
donde aquél que la hubiese oído,
habría por fuerza mayor, abierto su corazón, y entonado también una melodía al amor.

La cuenta del tiempo se perdió.
Las gotas de lluvia intervinieron en la ocasión.
Me quité la ropa.
Me quiete las botas.
Y como Adán a lado de su Eva,
desnudos bajo los ojos de las estrellas,
corrimos por el bosque, 
y nos revolcamos en el lodo.

Cubiertos de hierbas y hojas,
anduvimos otro tanto de la noche.
Nos tiramos a la orilla del riachuelo,
el agua estaba helada,
y tanto, que al entrar en contacto con nuestros cuerpos,
ondas de blanco vapor salieron disparadas.

¿Era yo el sol, o era ella la osa mayor?
tampoco lo sabré,
pero el fuego que se hallaba en nuestro interior,
ardió con rotundo fulgor.

Mi compañera al rato propuso ir a la carpa,
para secarnos la piel, para evitar un resfrío;
la acompañé yo decidido a hacer de ese bendito culo, algo mío.

Entramos y nos secamos lo mejor posible,
y en la colcha nos tiramos a brindarnos calor;
ella dándome la espalda,
yo dándole espaldas al suelo.

Pero aguanté no más de tres minutos,
por lo que empecé a acariciarla suavemente,
a encajar mi figura con la suya.
Mas estaba frígida la inmunda, 
no se movía;
asumí que estaría ya dormida,
así que la enderecé boca arriba.
Le acaricié sus lindas tetillas,
no más grandes que naranjas,
no más pequeñas que limones.

Nada hacia la muerta,
me obligó a hacerlo todo yo,
así que no reparé más en el hecho,
y llevé mis manos a su interior.

Y como no queriendo la cosa y a la vez deseándolo con ardor,
dio vía libre a mis manos que manosearon profusamente sus labios,
los lubricaron,
y a posteriori, penetraron. 
Seguido, repetí el proceso con mi gruesa verga que se levantaba ansiosa;
me extravié en la humedad de su entrepierna;
y a eso de las dos de la madrugada,
ya estábamos acoplados y danzando con las caderas.

Ella a un lado, 
ora al otro, 
ora arriba,
boca abajo;
haciendo el sesenta y nueve, ora el setenta y dos,
(el setenta y dos para los que no sepan, ese el mismo sesenta y nueve, pero con tres dedos por atrás).

Copulando y gozando de diversas formas lo pasamos hasta que el sol de la mañana nos alumbró la cara;
rendidos, agotados, habiendo sucumbido ante el placer, 
dormimos profusamente hasta el medio día de ese ayer. 

Bajamos más tarde al poblado, 
ella para su casa, yo a la mía. 

—Maldita morena mía, ¿no que jamás me lo ibas a soltar? Ja, ja, ja —le escribí en el chat.
Luego de una rato me habló: vete a la mierda mejor.
Me reí y le inquirí para cuándo otra tomada, 
de esas buenas hierbas, de esa buena crema de hongos... alucinantes (porque si digo alucinógenos, saltará el imbécil que a toda hierba bendita le llama droga)
—Quizá para el otro fin de semana, o quizá nunca en tu vida, fracasado —respondió y se rió. 

Aaaahh, querido lector, fue en aquella vez, cuando supe que la había conseguido, 
que valió la pena el tiempo y esfuerzo invertido.
Fue en aquellos tiempos que ella estaba en el borde de la cuerda, 
y sólo necesitaba un ligero empujón para caer;
fui yo quien sopló a las nubes, 
y las nubes me devolvieron un ventarrón.

La gentil muchacha de la cuerda que la amarraba a un pasado de dolor, se desprendió,
y en mi apachurrado corazón, de costilla cayó.
Una colcha suave,
una colcha amena:
mi corazón entero estaba a sus pies.
Fue el mejor regalo de la vida, haberla hecho mi mujer. 

No voy a negar que la vida se quiso portar mal,
Que hubieron de transcurrir miles de lunas antes de que pudiera amaestrarla,
para que al fin se entere de quién es el que manda,
y a quién es que debe obedecer cada palabra.

El amor existe no hay duda.
El amor es real, tanto, que se lo puede tocar;
tan sincero, que se lo puede escuchar,
y tan verdadero que se lo puede abrazar, 

Tocar, cuando me suelta un beso.
Escuchar cuando me suelta un te quiero.
Y abrazar cuando la agarro del pelo, 
le beso el cuello,
me derrito en su boca, 
y en un abrazo profundo, 
mirando a sus ojos de caramelo color,
le digo te amo mi reina... 
le digo te amo: mi amor. 


Mayawell