lunes, 26 de junio de 2023

DE LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRÍA

El estrambótico sonido de la música impactó de lleno mis sentidos, miré al dj, a la gente bailando sobre la grama, 
luego alcé la vista al cielo, y lancé un susurro al viento, esperando encontrar una respuesta.

Luego un tiempo que parecía ser eterno, y más allá del trance del que era presa, me encontraba recostado sobre un auto, fuera del alcance del sonido directo. Entonces noté la presencia. 

—¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?

Fue simple y llanamente hermoso oír su voz tras el manto de la sombras.
Tan dulce,
tan sensual, 
tan femenina, ¡joder!, era como oír la voz de la princesa que habita el horizonte donde se confabula la realidad con la magia. Y me estaba cuidando, a mí; cuando era yo quien se suponía debía cuidarla, no al revés. 

Pero ahí estaba, proclamando cuanta cosa se le cruzara por la mente con tal de decir algo, y me encantaba. Me deleitaba.
Bueno, cierto es, que realmente solo quería echarme a dormir porque el sueño era demasiado fuerte. Meditar e ir durmiendo lentamente era lo que quería. Cerrar mis ojos mientras miraba las estrellas. Era consciente de todo cuanto ocurría y me sentía fenomenal, pero era muy posible que ella me hubiese visto medio ido, aparentemente, 
medio mal, seguramente.
Pero lo más lógico es que hubiera confundido mi gozo con la inquietud que le producía la oscuridad de la que harto habíamos filosofado, por eso me hablaba con las mismas palabras que yo le había transmitido poco antes. Me quería reír, pero no me atreví. Me gustaba oírla y que me dijera lo obvio. Simplemente era feliz teniéndola ahí, a mi lado, bajo un cielo que a cada minuto se tornaba más nublado.

Pero fue demasiado insistente y me sacó de mi ensimismamiento. Me llevó al baño cual desvalido y me obligó a refrescar la cara; yo me dejaba llevar como a un niño pequeño. Se sentía tan bien tener a alguien a mi lado en un momento tan extraño. No se lo dije, pero era evidente que en ese momento la quería más que nada en el mundo. Espero la próxima vez, ir más descansado, que el no dormir lo suficiente y consumir más de lo necesario, siempre tiene su consecuencia.

Malaya

miércoles, 14 de junio de 2023

DE LA AUSENCIA DE LA INTELIGENCIA

Mi existencia se resume a un simple meme, solo tenía que hacer una cosa... y la hice mal. Lo peor de todo es que ni se cómo debo sentirme, porque en el fondo me vale verga. ¿Debería renunciar a ser parte de la sociedad productiva y retirarme a la montaña a vivir entre las pocas bestias que todavía quedan y morir en el momento preciso, o simplemente seguir intentando y sacar un título que a fin de cuentas no me veo usándolo?

Qué pensáis vosotros si al final no «quiero ser alguien», como cuando de niño se nos pregunta, ¿qué quieres ser cuando seas grande? Y la respuesta típica que las pocas neuronas que teníamos desarrolladas para pensar solo nos hacían responder, «quiero ser alguien en la vida», dando a entender que ser alguien, era ser una persona adulta grandiosa dejando su huella por donde camine.

¿Qué pasa si cometí el error de apuntar hacia allá, cuando mi corazón decía que solo quería ser un vagabundo? ¿Aún hay tiempo de cambiar? ¿Puedo lograr el sueño de no soñar con la grandeza, sino moverme entre los desdichados, los inadaptados y los desvalidos, con la mente perdida y el alma atormentada, bailando con los monstruos que llevo dentro?

Al final, a quién le importa lo que haga el otro. Al final, terminar la partida es fácil. Salir del juego es sencillo, si se aburre uno de la vida.
Pero por qué siento que voy a arrepentirme si me rindo, como si desde el fondo, algo me dijera, «cabrón de mierda, no vengas con esas tonterías, apagar el brillo antes de alumbrar lo máximo no es lo correcto. Poné la cara dura y apretad el culo, que todavía falta mucho por hacer»...


Yerba

domingo, 11 de junio de 2023

UN CASO FORTUITO

—¿Por qué lo hice? Hummm, por gusto, ja, ja, ja. ¿Qué otra opción quedaba? Me iba a arruinar la vida por algo que no había hecho. Para eso, mejor hacer justo por lo que se me estaba acusando e irme sabiendo que ahora sí había razón, ¿no?

—Y entonces le tocó las nalgas a mi clienta.

—Y le metí este dedo en el culo —dice levantando el dedo corazón.

Se oyen murmullos de odio y repulsión por parte de unas féminas y risas contenidas por parte de unos cuantos degenerados.

—No hay más preguntas, señor juez.

—Tampoco hay más razón para avanzar el caso —dice el juez, tras deliberar unos instantes, o lo que le dura el suspiro—. El acusado queda libre. ¡Caso cerrado! —añade.

Todos se quedan expectantes, impresionados, asombrados. El acusado estaba libre. El mismo que días antes había agarrado a esa mujer por un costado, le apretó fuertemente las manos con su mano cual tenaza, le levantó la falda, le acarició con lascivia sus nalgas, le metió la mano entre las bragas e introdujo su grueso y tosco dedo en el agujero anal de la dama, que, gritando, no tanto por el placer que sentía al ser penetrada, o por el dolor al entrar sin lubricante, sino por la vergüenza de estar siendo ultrajada y grabada en directo en medio de la plaza para todo el mundo que se hallaba conectado.

Estaba libre ese perverso, ese degenerado, ese enfermo hijo de puta, había sido absuelto en contra de todo pronóstico, y se atrevía a sonreír humildemente orgulloso sabiendo que la justicia existía y era él el beneficiario. Nadie lo podía creer. Es más, ni él mismo en el fondo podía entender qué coño significaba aquello, la buena suerte nunca se había puesto de su lado, y en su fuero interno, sabía que algo más grande estaba ocurriendo sin notarlo.

Lo que sí es cierto, es que nadie cuenta que antes de todo el asunto del manoseo, ella lo había acusado de haber sido manoseada por él, cuando él solo recogía el excremento de su mascota y al levantar la vista miró unas piernas muy hermosas y no pudo mostrar su máxima cara de adoración a la belleza. A lo que ella, al verlo feo, pero con una expresión que solo el gozo otorga, en un ataque de histeria por ser observada con ganas por parte de un ser inferior, decidió armar polémica y acusar al inocente de pervertido y asumiendo que el mundo estaba a favor de las quejonas como ella, tenía todas las de ganar. Claro, la gente lo rodeó y empezaron a gritar, tirarle cosas, escupirle, incluso alguien alcanzó a golpear a su compañía de cuatro patas, logrando que reventara en el acto, empezando por la culpable (como ya se ha narrado), y luego, por el que, creyéndose invisible y traspasable, cayó en la cuenta de que eso solo sucedía en la fantasía que produce la mente, porque no pudo evitar que su nariz se partiera en tres pedazos y su ojo empezara a ver rojo, producto de su misma sangre cuando el acusado arremetía cual bestia salvaje protegiendo a su cría.

Con todo ello, nadie se percató de que el juez se encontraba en sus días de penurias y bebía un trago de vodka en una banca, y desde allí, había sido testigo directo desde que la mascota olfateó en busca de la mejor postura para cagar y de ahí en adelante, todo el show subsiguiente.

Nadie sabía tampoco que en su sino, el juez era uno de los hombres más perversos de su tiempo, y dedicar sus acciones a su dios era su razón de vivir. Claro que esto no era algo reconocido, ni mucho menos comentado. En casa prodigaba una religiosidad absoluta para con la fe de los que se creen bondadosos por estar en la manada de los seguidores bíblicos. Y su mujer con sus hijos eran los más fervientes adoradores de un marido y un padre, a todas luces, más que ejemplar.

Hay que añadir también que nadie sabía que la joven dama, coprotagonista de la situación descontrolada, había matado a una criatura hace tiempo, aunque quizá no era una criatura aún, pues tenía apenas tres meses, pero el padre era un pobre diablo y ella no estaba para cargar con esa vergüenza.

En conclusión, para ahorrarle el sobre pensamiento, mi estimado lector, debe comprender que nadie más que el amable caballero que perdió los estribos por culpa de la incomprensión y las acusaciones infundadas por fuentes injustas, tenía una razón más que válida para su obrar: «Si te joden por algo que no has hecho, dales razones para que lo hagan».

jueves, 8 de junio de 2023

LUCIÉRNAGAS

De vez en cuando, retomo este vicio, porque morir pronto es la meta, y nada mejor que el amor para acelerar el proceso, cuando ya no está.
Destrózame, mujer.
Hazme pedazos, que hace mucho no sufro de verdad.

La noche me recuerda que con el tiempo se le coge cariño a la oscuridad, tanto que la ventana de mi habitáculo no se ha abierto en más de un año, y una cortina opaca la cubre, para recordarme que en la soledad y en la negrura del alma se encuentra la comodidad del perverso.

Levanto la mirada y, ¡bendita mierda!, qué cielo tan malparidamente hermoso el que me acompaña esta noche.

¿Cómo poder transmitir esa sensación de gozo que me suscita cuando, llegados al punto final, encuentro con que las estrellas se han bajado de la gran cúpula y titilan infinitamente por el amplio campo que se ha despejado?
Mas aún quedan muchas en el cielo y las que me rodean se han convertido en diminutas luciérnagas de intenso fulgor.

He visto una estrella fugaz y mi deseo ha sido tenerte aquí, a mi lado, para disfrutar de la belleza del cosmos desde una posición cómoda para todos.
Nosotros, expectantes, humildes espectadores de la magia,
y ellos, los astros, siendo las maravillas que deleitan nuestros ojos y el alma.

El deseo es pedirte a ti,
pedirte completa,
sin repuestos,
que el desgaste sea natural y a la hora de partir nos vayamos de la mano para iniciar con buena compañía la otra vida.


Malayerba