lunes, 21 de junio de 2021

PA ELLA

Con ella no hay caminos sin salida,
con ella todo tiene solución, incluso la muerte,
porque estando a su lado, la muerte deja de existir.
Con ella mi vida retoma su curso,
y para ella me convierto en poeta

La felicidad vuelve a mí y se renueva a cada instante con su presencia. 
Que hay que decirle no a la dependencia,
pero si ella es feliz, yo lo soy también,
y si ella está mal, yo lo sufriré igual,
no porque me sienta su dolor,
es porque me importa en demasía. 

Prometí también no volver a fumar,
pero esta vez lo merecía. 
El cigarro de la gloria,
Es el cigarrillo de la victoria,
Aaaah, joder, cuan feliz soy;
cuan contento estoy.
Y mi perra lo nota y se pone más alegre aún.

La mujer de mi vida ha vuelto,
mucho más puerca, 
más sucia, 
más cerda, como tanto me gusta. 
Ha vuelto siendo más mía,
siendo más para mí.
Joder, qué feliz me siento.
Creo que la amo y el corazón me obliga a dictar sentencia,
si empezar a sacarlo,
empezar a limpiarlo,
empezar a darlo,
a regalarle a esa niña que me tenía preocupado, 
todo este amor que lo traigo bien guardado. 

La inspiración me vuelve,
esta pereza de la inopia se disuelve. 
Estas ganas de escribir me dominan, 
el descanso de este vago hoy termina. 

Continuar con mi obra es la ley de las estrellas,
Ser grande por mí y para ella es la siguiente meta.
—¿y la última?
—¿La última, dices? Joder, la última siempre será morir, morir en sus regazo. 
Expirar como un tierno bebé aferrado a sus brazos.

Joder me hallo contento... creo que la amo. 


Malayerba

jueves, 3 de junio de 2021

POETA DEL CHIQUERO Cap XIV: Vaya dato perturbador V (final)

Salió de la nave y se dirigió hacia donde el sol apuntaba, luego de caminar por varios días, en algún pueblo de los años 2100 encontró brillando clavado en un poste un machete que tenía las letras grabadas en su hoja: Colima de Incolma (publicidad no pagada, pero esos hptas machetes lo que son es finura), —Joder, esto tiene que ser obra del mismo universo que me quiere ver bailar —se dijo, y recogiendo el machete, se lo echó a la espalda y se dirigió hacia aquella ciudad que se veía a lo lejos donde un letrero decía: Nueva Francia —veeeerrrrgaaaaa, aquí empezará la matanza, ja, ja, ja —pensó y se dispuso a practicar blandiendo la herramienta.

Para llegar a aquél lugar había que cruzar una enorme grieta de candente magma que algún volcán había abierto hace tiempo, Miguel no se quiso arriesgar saltando y dado que afán no tenía, decidió rodearla.
Entre más se alejaba, más parecía ensancharse, como si hubiese elegido el camino equivocado. Anduvo caminando por algunos días hasta que al fin encontró un estrecho de unos treinta y cinco metros que podía saltar, lo hizo y prosiguió sin dificultad. Retornó a su camino y luego de otro par de días al fin pudo divisar en la lejanía, una ciudad, seguro de que era la Nueva Francia. 

De repente salió corriendo atravesando el paso, un animal que se arrastraba torpemente, y de pronto salió otro y de un salto le alcanzó la cabeza con un pico de hierro. Cuando hubo de cerciorarse mejor, notó que no eran animales, sino humanos, pero de apariencia salvaje, como si hubiesen vivido en los bosques todo el tiempo.

El agresor echó la mirada a Miguel y en un solo movimiento saltó y atacó apuntando a su cabeza, pero este lo esquivó, con una mano agarró el cuello del vil cazador y lo apretó hasta que sus dedos volvieran a sentir la palma de su mano derecha. En ese momento salieron otros más y lo rodearon, lo miraron extrañados y preguntaron:

—¿Quién eres?
—¿Quiénes son ustedes? —respondió Miguel.
—Preguntamos primero —dijo uno de ellos.
Miguel agarró al que tenía más cerca y con una sola mano aplastó el cráneo haciendo que el cuerpo convulsionara en el acto y se los arrojó al resto.
—¿Quiénes son ustedes? —volvió a repetir.
Los tipos comprendiendo el asunto, resumieron que eran «humanos exteriores», que de alguna forma había salido de las murallas y vivían como animales en los bosques.
Alguno dijo que había sido hijo de un político exiliado, otro de un militar, otro que su familia había decidido salir entre los primeros; los presentes explicaron que fue hace apenas unos treinta años que prohibieron tajantemente la salida de la gente, que algunos lograron escapar, pero murió la mayoría y ahora solo había pequeños grupos de nómadas por ahí buscando sobrevivir.
Miguel los observó detenidamente, sus largas melenas, sus barbas enredadas, poca ropa, algunos sin calzoncillos mostrando penes súper peludos y culos súper pelados. Armados con lanzas, espadas, hachas y alguna que otra herramienta de corte, andaban alertas.
 
Poco después y luego de quedarse con ellos, Miguel comprendió la necesidad de andar con la verga suelta, y es que las mujeres escaseaban y si llegaban a encontrar alguna, la violaban sin misericordia hasta matarla, aunque esto último no fuera su intención sino el resultado del desahogo de más de veinte salvajes en el coño de una hembra.
Y cuando esto ocurría y quedaban con ganas de más, follaban entre ellos. De ahí la razón de tener poco pelo en el trasero.

Miguel rio alegremente cuando fue conociendo esto y otras cosas más. Luego los salvajes lo llevaron a su cambuche y lo presentaron como un espécimen de increíble poder. Miguel notó que en realidad no eran estúpidos, solo habían optado por vivir de la manera más simple, sin inquietarse por el futuro, por la vida, por el arte, sin molestarse de si estaban haciendo bien o no. Se habían fusionado de alguna forma a la naturaleza que los rodeaba.

Una vez en el cambuche, los ancianos que nunca pierden su puesto en cuestión de sabiduría dialogaron con el visitante, y este pudo entender que en algún tiempo atrás, los exiliados querían volver, pero les fue imposible. No tenían manera, sin embargo, ahora con él había una posibilidad de retornar para sus hijos, Miguel que por entonces ya les había agarrado cariño decidió llevarlos con él a la primera ciudad que encontrara, y así lo hizo.

Les tomó otros dos días llegar a las puertas de San Ignacio, entrada de la muralla. Una vez allí se repitió el proceso con luces paralizadoras, Miguel se dejó llevar y una vez adentro y desmantelado, desnudo en una capsula de cristal, luego de haber tomado un descanso apropiado, se despertó, analizó el ambiente y pudo notar que el centro de mando de la seguridad de la muralla, estaba solo a unos doscientos metros del lugar.
No perdió tiempo y con la velocidad del sonido escapó de su celda, aterrizó en el puesto de control y destruyó lo que consideraba peligroso.
En el proceso los cráneos de los soldados se escurrían entre sus dedos.
De los cientos de rayos láseres que le lanzaron, solo uno le rozó en un brazo.

Siguió destruyendo los sistemas y a cuanto soldado encontrara, no era difícil ahora, ahora contaba con el poder de una bestia.
Robots automatizados hicieron lo propio e intentaron capturarlo, pero fue en vano. Miguel estaba ya en otro nivel. 
Una vez se hubo percatado de haber sometido a los que mandaban en el lugar, cosa que le tomó tan solo el resto del día, liberó a quienes habían llegado con él.

Las alarmas habían sonado, y solo era cuestión de tiempo para que llegaran refuerzos de otras bases y eliminaran a los vándalos. No lo pensó dos veces y se apresuró a organizar la bienvenida. Habían personas instruidas en el grupo de salvajes, sacó de la bolsa que llevaba consigo una especie de inyección y otras cosas que el pequeño alien le había facilitado y procedió a aplicarla en los neardentales modernos. Rápidamente hizo efecto y cada uno pasó a usar su capacidad cerebral al cien por ciento. Y se pusieron a trabajar. 

Eran más de cincuenta los que con él habían viajado, solo unos cinco habían ingresado junto con Miguel, los demás esperaban en las afueras. Tomando el control de la base todo era más fácil. Los cuarenta y cinco restantes ingresaron y fueron inyectados con el suero extraterrestre. Había un pequeño ejército ahora, el grupo estaba listo para abordar la ciudad. 
Cabe resaltar que tan solo se adueñaron de la base que era el punto de control de la ciudad, y ahora irían por ella.
Se mandaron diez personas para enviar la noticia a los grupos nómadas de salvajes y con el suero para que las cosas avanzaran en el menor tiempo. Los cuarenta restantes equipados con armas de largo alcance, drones, bombas, y un sinnúmero de artefactos de guerra a las cuatro de la mañana de algún día del año 2310 guiados por Miguel Ángel de la Ascensión, irrumpieron en la ciudad. 

No fue difícil, la mayoría del ejército había sido masacrado horas antes, los que quedaban de la fuerza pública no suponían mayor reto. Lo complicado era encontrarlos en la enorme ciudad. 
Pero fue saneado el asunto rápidamente, ya un par de salvajes habían accedido a los sistemas y en cuestión de minutos habrían tener toda la información de cada habitante de la Nueva Francia, ubicación actual y demás. 

Con esos datos en mano, Miguel se adelantó y dejó lo demás en manos de los neandertales que ahora eran genios. Miguel contó cerca de mil doscientos pendejos que debía aniquilar, eran pocos teniendo en cuenta que la ciudad albergaba siquiera a unos cinco millones de habitantes, y aunque bajo una dictadura, había una especie de paz, falsa, pero se respiraba tranquilidad.

Instantes antes de llegar al primer objetivo que se hallaba a diez kilómetros, los sistemas ya habían sido apagados, depurados y configurados a servicio de los «liberadores del sueño» como se hicieron llamar desde entonces. Miguel llegó como si nada, se acercó al tipo que bebía un café junto con una pequeña en una mesa de algún restaurante de esquina y vestía un uniforme en realidad, bonito, y sin dar chance a nada, sacó su machete y le rajó la cabeza en dos; lo que correspondía a media nariz hacia arriba cayó al suelo. La niña miró dos segundos sin entender y al tercero gritó tan fuerte y tan alto que quienes estaban cerca gritaron también. 

Miguel sonrió —¡hijos de puta, ahora todos son míos! —exclamó fuertemente y de otro tajo partió a la niña en dos por toda la mitad del ombligo—. La gente al ruedo se enloqueció y salió corriendo pidiendo socorro. Llegaron cuatro agentes, y luego seis más. Miguel se bebió el café que estaba intacto, y esperó, los «agentes del orden» que se así se habían denominado sacaron armas extrañas y apuntaron a Miguel, este solo levantó su machete, pisó fuerte y de un salto estuvo detrás de un agente y le atravesó el filoso artefacto por las costillas y siguió hacia arriba abriendo al que se moría. Y antes de que se dieran cuenta, ya cuatro habían sido cortados cual si fuera un parpadeo. 

Los oficiales entraron en pánico, era un demonio lo que tenían al frente, pidieron ayuda, pero no funcionó, no había comunicaciones.
Miguel emocionado ya, no dejó a ninguno con vida y se apresuró a ubicar a los demás objetivos.
La gente le importaba menos, no había razón para preocuparse por ellos, habían sido domesticados a tal punto de obedecer a quien demostrara superioridad. Esto lo comprobó, cuando de camino a su siguiente objetivo que era en realidad la estación de policía y seguridad nacional, agarró a una chiquilla de unos veinticinco años, la arrimó a la pared y frente a su novio que nada hizo, le reventó el culo a más no poder. Llevaba siglos sin haber penetrado un buen ojete y aquella muchacha fue quien le permitió tal goce. Como ya he mencionado, el novio, presa de un miedo, simplemente no se atrevió, y la gente de alrededor simplemente miró. Miguel entonces se dio cuenta de lo bajo que había llegado la sociedad, a ser unos simples pusilánimes incapaces de hacer frente al miedo, quien sea que los hubiese amaestrado de tal forma, lo había hecho sencillo para Miguel.  

Después de la tremenda cogida que le dio a la chica y luego de desmembrar al tipo frente a una masa de unos veinte espectadores que por alguna razón no pudieron huir, se dirigió a paso rápido a la estación.
Llegó en menos de cinco minutos, no dio chance a nada, entró por una ventana, arremetió contra cinco de un solo golpe, y a los tres restantes les quebró la columna de una sola patada. La bulla atrajo la atención, llegaron en fila unos cincuenta uniformados y a Miguel le prendieron fuego, ondas, rayos, burbujas, y todo un arsenal para capturar revoltosos, claramente ningún sistema hizo efecto puesto que Miguel había roto la pared y se había escabullido por un lado, y así lo creyeron cuando por el otro salió disparada la cabeza de un oficial, y luego siguió otra, y otra; Miguel con sus manos limpias separaba las cabezas de su cuerpo y las arrojaba a ciento setenta kilómetros por hora; no tardó más de una hora en vaciar aquel edificio, setecientos oficiales fueron abatidos, desmembrados, aniquilados por una fuerza imparable de un monstruo disfrazado de humano, ja, ja, ja.

Los liberadores del sueño, por otro lado, usando la maquinaria de la misma ciudad, drones sofisticados y equipo de avanzada aniquilaron a otros mil combatientes, sin contar a la gente que se atravesaba en el camino.
Fue un día agitado para aquella ciudad que era todo lo que quedaba de una de las grandes naciones que un día dominaron el mundo. 

Entrando ya la tarde, solo unos setenta hombres y mujeres que juraron proteger a la ciudad de los enemigos, estaban respirando aún. Pero a cada minuto que pasaba uno descendía uno a los suelos, generalmente destripado, apuñaleado, reventado, pero siempre, violado. Con el culo en punta quedaban. Los neardentales modernos no perdonaban una, Miguel Ángel mucho menos.

Bastó solo un día para tomar la ciudad, para acorralar a la población, para captar la atención. 

Las otras ciudades del mundo, comandadas por un Alemania promiscua recibieron una señal de ayuda de parte de Francia y estaban ya en camino, pero por las distancias, tardarían al menos unas dos horas más en llegar, pero Miguel no necesitaba más que unos minutos para hacer su movimiento. 
Contactó con el pequeño alien, le dio las buenas nuevas, y en menos de lo que canta un gallo, una pequeña nave interplanetaria apareció encima de un lado de la ciudad, y aterrizó pulverizando lo que tenía debajo. 

Se reunieron y se pusieron a trabajar según las órdenes del alien, y en menos de media hora ya había conectado diversos sistemas de energía y campos electromagnéticos de alta capacidad cubrieron la ciudad formando un escudo terriblemente protector. Con esto, encerraron a la población y para cuando llegaron los ejércitos de las demás ciudades, ya no había forma de entrar.

El jolgorio entonces empezó. Miguel se metio en una casa y sacó a una chiquilla de unos diecisiete años, buenota la hpta, más allá en el camino agarró a una de treinta y más allá, una de diez. 
En el edificio más alto se instaló, y ahí en la terraza habiendo sometido a las tres mujeres, las violó maliciosamente y tanto que, sin querer, las chicas consiguieron orgasmos tan potentes que se rindieron a sus pies. La verga mejorada de Miguel era una puta maravilla. Luego de eso el alien se las llevó, usó sus cuerpos para depositar adn extraterrestre y empezó a experimentar con ellas. Los liberadores del sueño, entre tanto, habían acorralado un edificio de estudiantes y habían empezado a hacer fiesta con quienes allí se encontraban. Gritos desgarradores, llantos amargos, palizas y un sinnúmero de cosas se escuchaban desde la calle. 
Nadie podía hacer nada. Empezaba a implantarse la liberación de un sueño bonito, liberación hacia una pesadilla sabrosona.

Las milicias estaban afuera de la ciudad desde hace tres días ideando un plan para romper la barrera, pero nada daba resultado. Solo podían observar cómo la gente buscaba formas de protegerse, pero todos los sistemas estaban en su contra. Robots recogían a la gente en carros y se los llevaban a un edificio donde el alien modificando adn había generado mutaciones con las personas y las tenía como ayudantes obedientes. 
Los hombres y mujeres más lindos eran violentados en cuerpo y alma por los neardentales modernos, los feos que en realidad eran pocos en aquella sociedad, eran simplemente usados como conejillos de indias. No obstante, hubo casos de alguno que despertaron y se unieron a la nueva reforma que se implantaba, y ayudaron a masacrar a la gente. 
Faltaba poco, el alien había simplemente esperado material para poner en funcionamiento sus experimentos y ahora tenía materia prima de sobra.

A las dos semanas de haber empezado la revuelta, y con cientos de máquinas, soldados, y gente de altos cargos a las afueras de la ciudad, el alien sonrió, o eso parecía lo que reflejaba su rostro. Había dado con un tipo material genético mezclando diversas especies donde Miguel fue clave el éxito debido a sus mejoras y logró conseguir un espécimen que podía multiplicar en poco tiempo. Había logrado crear monstruos que estarían listos en menos de un mes para ir a sacar a los invasores de su planeta. 

Y así fue, de los siete punto ochenta y cinco (7.85) millones de personas que vivían en Nueva Francia, en solo un mes fueron reducidas a tres y medio. El gobierno central no pudo tolerar más la situación y dio vía libre a la detonación de bombas de neutrinos, puesto que nucleares eran simplemente obsoletas para aquel escudo. Miguel por otro lado se había proclamado amo y señor de esas gentes y todos los días tenía a su disposición por lo menos una virgen para el desayuno, que luego de follarla deliciosamente, le enterraba los dedos en el pecho y la abría lentamente mientras bebía su sangre y le arrancaba el corazón para comerlo de manera fresca, ah, era un hijo puta, pero eso bien lo sabe ya el amigo lector.

En todo caso, habiendo transcurrido dos semanas del siguiente mes, el gobierno lanzó sus misiles, y minutos antes, el alien se preparaba para despegar en su nave con mil monstruos listos para el combate y millones más que saldrían en pocos días antes de llegar a su planeta. Miguel había presentido cosas y se había puesto a jugar con algunos artefactos.  

La nave salió y la bomba cayó, en cuestión de segundos todo se hizo polvo, cabe resaltar que el escudo lo generaba la nave interplanetaria por lo que, sin esta, ya no habría protección. 
La explosión alcanzó parte de la nave, pero no le causó daños graves y huyó de la tierra hacia su hogar. 
Migue Ángel de la Ascensión Hidalgo Cortés, sentado en una silla en el jardín y dio la última calada al último cigarro, apretó la cabeza de una chica que le estaba dando una mamada espléndida y se corrió abundantemente, y lo hizo tan duro que esta murió asfixiada segundos antes de que la bomba les cayera encima y destruyera todo lo que con la vista se podía ver. 

Quedó solo un desierto radioactivo en aquella zona del planeta, por no decir un cráter que con el tiempo habría de ser el desencadenante para que el planeta se revelara y fuertes terremotos pusieran a bailar a la tierra matando a todo ser viviente antes de que estallara y se convirtiera en polvo estelar.

Tres mil doscientos veintiocho años después de la gran explosión del planeta, en la lejanía de una estrella menor, en una lámina de una aleación extraña de metal que flotaba por el espacio estelar, se alcanzaba a vislumbrar la imagen de un hombre fornido, de espaldas, con un machete en la mano y una frase que rezaba: «¡la cagué, pero aprendí un chingo!».

Fin.


Para no alargar más esto que leía y mientras sucedían los acontecimientos que estaba viviendo por mi cuenta junto a Gervacio y Nataniel que he venido contando al final, lo recapitularé en el proxima entrega: Luz Andrea y la mala fortuna de mis compañeros.


Malayerba