Tener que pedir un beso,
esperar a que lo piense para otorgarlo,
me di cuenta entonces que el tiempo había marchitado la flor del amor.
Sin cariño ni bondad, la flor se secó aunque lloviese a cántaros;
sin su calor ni su aroma,
anduve a oscuras en los recónditos habitáculos de la soledad.
Me gustaría decir que estuve con cientos de mujeres y que las he gozado como Dios manda,
sin embargo, en mi mente solo brillaba la tenue idea de volver libre de pasados muertos,
libre de ataduras y sufrimientos,
limpio, para poder disfrutar a pleno su gran amor y así mismo brindarlo,
amor que ya había buscado otro lecho y otro corazón donde anidar,
y aunque fuese aquello algo de lo más natural,
me empeñé por pensar que podría volver a sentirlo con la mayor felicidad.
Pero los sueños son sueños,
y la vida de un desgraciado, es la desgracia sin más.
Mayer
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