domingo, 13 de octubre de 2019

UNA TARDE CONTIGO

Hoy volví a verla,
llegó de la mano de su nuevo novio,
un pobre idiota que vive convencido de que su labor es honorable, sin darse cuenta de que ella no es feliz a su lado.

La dejó sola en la mesa mientras solicitaba un cambio de su bebida;
aproveché y me senté en la silla del frente;
no hicieron falta palabras,
quería escapar de allí y yo era su boleto de salida;
un "vamos" de mi parte fue suficiente para retirarnos del lugar;
una caminata por calles conocidas y charlas de "cómo has estado" recuperaron el vínculo,
unión que nunca se perdió.

No he aclarado que ebrio me hallaba, y supongo que el lector tampoco lo ha notado,
es menester aclararlo entonces, y añadir que lo estaba a niveles insospechables, pero sin caer en el ridículo.
Tan pronto como cruzamos la esquina, su boca fue todo mía,
se colgó de mi cuello sin intención de soltarme.
Ella se enganchó a mi cintura, mientras yo la sujetaba de sus preciosas nalgas.


Como un par de amantes que esperan navidad para verse,
el beso resultante fue eterno como el mismo universo.
Un beso en el que me contaba que sus noches no habían sido gratas,
un beso en el que el arrepentimiento le obligaba a decir que me extrañaba a sobremanera,
que su nuevo novio no sabía complacerla,
que le faltaba ser más hombre en la calle y más bestia en la cama,
que echaba de menos mis ásperas caricias y la sensaciones de sentirse llena.
Me lo contó todo y noté la urgencia que traía,
las ganas de enmendar su equivocación, y yo, como un buen hombre misericordioso estuve más que dispuesto a perdonar su error.

No podía llevarla a cualquier lugar,

el encuentro merecía un sitio especial;
y no hablo de hoteles caros ni moteles lujosos,
además de que la idea de llevarla a casa estaba desechada porque estaba convertida en un chiquero;
resolví usar parte de la tarde en un recorrido hacia la colina,
era un lugar turístico y por baja temporada no subía la gente,
así que nos dirigimos hacia allá.

Llegamos y obtuvimos una vista más que preciosa,
el cielo estaba despejado,
y éramos los únicos en el lugar.
Nos tiramos en el prado bajo un árbol de pino,
la abracé y ella usó mi pecho de cabecera,
el silencio cada vez fue mayor;
las jugarretas con las manos fue el único lenguaje que usamos.

El sol decidió dormir y la luna se elevó plácidamente desde el oriente,
mas en el intermedio ya me hallaba devorando la boca de mi amada;
sus manos buscaban el calor de mi pecho,
y las mías la urgencia de desnudar por entero su cuerpo.

La noche cobijó con delicadeza a un par de almas que se entregaban en una danza establecida por el amor y dirigida por la pasión;
bajo la luz de la luna llena mis ojos vieron a una ninfa que cabalgaba sobre mi cuerpo, 
la silueta correspondía a una fémina salida de algún lugar lleno de magia,
la conexión fue recuperada, y al vaivén de sus caderas, la fantasía se tornaba realidad.
De las mil explosiones de genuino placer extático, sólo los árboles fueron testigos;
de la sonrisa que adornó su rostro el resto de la velada sólo mis ojos y el viento tuvieron la fortuna de presenciar.

Permanecimos abrazados sin mediar palabra por unos momentos;
luego observando la Osa Menor, buscando la Canis Mayor y topándonos con Casiopea fue como dimos cierre a nuestra salida.

Cuesta abajo tomados de la mano,
compartiendo un par de cigarros durante el trayecto,
llegamos a la adormecida ciudad;
la llevé hasta su casa,
y en la puerta una breve conversación se generó:
—Si me hubieses dicho que no traías dinero, yo hubiese pagado el hotel— me dijo; la quedé mirando con una leve sonrisa; —sin embargo, podría decir que fue una de las mejores noches de mi vida, y te agradezco inmensamente por ello— añadió; —ha sido un placer— le dije mientras levantaba su mentón  y le regalaba un último beso antes de retirarme;
—¿La próxima dónde será?— me inquirió con altivo tono,
—Dejemos... que sea una sorpresa— respondí, y me marché.


🌹Mayawell🐉

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