Nos llaman locos,
lo estamos a veces;
nos llaman diferentes,
los somos siempre;
nos condenan por andar hacia el lado opuesto,
y a veces nos matan con una mirada de desprecio.
Tipificamos el dolor para dejar de llorar,
romantizamos el sufrimiento para hacerlo más llevadero,
atamos recuerdos al ancla y los enviamos al fondo del mar,
mantenernos la esperanza de montar en el próximo cometa
y hacia un horizonte infinito viajar.
Buscamos la calma, pocas veces se halla;
un cigarro acompaña la velada;
el frío recorre nuestros cuerpos;
y si el ave nocturna llega...
entonamos una melodía amarga.
Malayerba
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