Y vi como la follaba, la penetraba salvajemente.
Le causaba tanto dolor que hacía que mugiera como vaca,
y mientras tanto yo me la jalaba,
la polla me estallaba en cinco ríos de leche.
Le causaba tanto dolor que hacía que mugiera como vaca,
y mientras tanto yo me la jalaba,
la polla me estallaba en cinco ríos de leche.
Lloriqueos y lamentos hicieron eco en la habitación;
pero vaya puta mierda,
me sentí estafado por haber pagado tanto para ser testigo de tan diminuta perversión, o eso pensé;
sin embargo, gran sorpresa me llevé un instante después,
porque equivocado me hallaba.
Las numerosas cuchillas, masos y clavijas en la pared, por adorno no estaban allí.
Las cadenas y serruchos que de la habitación colgaban tenían su razón de ser: brindar un gratificante show al cliente
pero vaya puta mierda,
me sentí estafado por haber pagado tanto para ser testigo de tan diminuta perversión, o eso pensé;
sin embargo, gran sorpresa me llevé un instante después,
porque equivocado me hallaba.
Las numerosas cuchillas, masos y clavijas en la pared, por adorno no estaban allí.
Las cadenas y serruchos que de la habitación colgaban tenían su razón de ser: brindar un gratificante show al cliente
Así fue como una erección emergió nuevamente y con mayor fuerza.
Ver aquel espectáculo en el que la víctima sufría inevitablemente y de maneras poco conocidas, joder, qué placer.
Tendría cuanto mucho 12 años o quizá 13, aunque un cuerpo desarrollado un par de años por delante de su edad.
En sus ojos no había ningún atisbo de placer,
tan sólo odio;
odio, rencor y desprecio,
y no eran para quien la violentaba de tan grotesca manera;
no;
me miraba a mí,
fijamente, a los ojos;
y yo que estaba con la boca medio abierta,
un par de babas colgando y una mueca de aparente disfrute,
con la verga en la mano,
y esperando el resto del espectáculo,
al ver sus ojos, sentí como la maldición de mil infiernos caía sobre mí.
Pero yo no sabía que aquello iba a suceder,
yo solo pagué la entrada en el extraño cine,
no tenía idea de que yo era el único público,
y que frente a mí no se erguía una pantalla,
sino, una niña llevada a gatas con lencería digna para morir desmembrada.
Malayerba
Ver aquel espectáculo en el que la víctima sufría inevitablemente y de maneras poco conocidas, joder, qué placer.
Tendría cuanto mucho 12 años o quizá 13, aunque un cuerpo desarrollado un par de años por delante de su edad.
En sus ojos no había ningún atisbo de placer,
tan sólo odio;
odio, rencor y desprecio,
y no eran para quien la violentaba de tan grotesca manera;
no;
me miraba a mí,
fijamente, a los ojos;
y yo que estaba con la boca medio abierta,
un par de babas colgando y una mueca de aparente disfrute,
con la verga en la mano,
y esperando el resto del espectáculo,
al ver sus ojos, sentí como la maldición de mil infiernos caía sobre mí.
Pero yo no sabía que aquello iba a suceder,
yo solo pagué la entrada en el extraño cine,
no tenía idea de que yo era el único público,
y que frente a mí no se erguía una pantalla,
sino, una niña llevada a gatas con lencería digna para morir desmembrada.
Malayerba
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