lunes, 13 de abril de 2020

EL HOMBRE SIN PENE Parte II

Luego de haberme cobrado la hora de placer,
que realmente fue buena, pues el sexo anal lo hacía de un modo espectacular,
Ricardo que en ese entonces ya se hacía llamar Rachel,
y que fungía de travesti y trabajador sexual, lo hacía bastante bien. 
El trauma de haber perdido su arma viril era compensando sintiendo vergas penetrando en él, 
supongo que de alguna forma debió ser algún sueño hecho realidad. 

Transcurrieron de eso, un par de años, 
no supe más de él, pero estoy seguro de haberlo visto vagar con los ojos perdidos y algunos harapos por algunos puentes de la ciudad.
Un día me detuve y le hablé, pero no me reconoció como era de esperarse, 
hasta pensé que quizá podía ser otro;
así que para cerciorarme, le mandé la mano a su entrepierna y me di cuenta de que no había bulto alguno;
él me miró pensativo, se hallaba en otro mundo; 
se dejó llevar de las drogas supongo.
Le dejé llenando la bolsa con medio tarro de pegante que llevaba en el auto, y me despedí, de ahí ya no lo volví a ver. 

Por otro lado no tenía idea de la chica aquella;
sin embargo, el lector habrá de enfadarse conmigo si no le doy a conocer los pormenores y detalles de qué sucedió antes y después del incidente de nuestro ahora homosexual amigo. 
Y como si fuera una película, y cosa de no creer, lo cierto es que el mundo es un pañuelo y cuando menos espera uno, las cosas llegan a su tiempo. 

Estaba yo bebiendo un par de cervezas en el bar, 
subí a la azotea a fumar un tabaco, 
era noche estrellada y quería apreciar la maravilla del cosmos, 
y ahí fue donde vi a dos tipos sonrientes y alegres, han de estar drogados pensé.
me miraron, 
uno de ellos pareció reconocerme:
—Tú eres el que llaman escritor, ¿no es verdad?
—Eso dicen.
—Y también eres un enfermo con algunos problemas legales.
—Jajaja, joder, ¿de dónde has sacado eso? 
—Tenemos una historia de una buena puta, ¿la quieres? 
—Sí, por qué no —les dije mientras me liaba el cigarro y lo prendía—. Y me contaron su historia.

Lo que a continuación, usted amable lector, ha de leer, es la recopilación de los datos que estos sujetos me han proporcionado más muchos otros, y que gracias a ellos, me di a la tarea de investigar a mayor profundidad.
No ha sido tarea fácil, y en realidad me sucedieron algunas cosas que en posteriores relatos he de contar, como que perdí un dedo, 
que me cortaron una nalga y ahora tengo tres, jeje, 
o la cicatriz en la espalda con forma de ojos seniles, producto de un rito satánico; 
pero eso, ya os lo contaré con más detenimiento en otro momento;
por ahora, he de mostrarle de manera organizada y lo más entendible posible un pedazo de la historia de una mujer llamada Valentina:

Ricardo no fue la primera víctima de sus encantos, formaba de hecho ya la décimo quinta.
Valentina se había convertido en una asesina serial, 
pero su origen ha sido algo ajeno a la idea de que ella haya sufrido algún tipo de abuso y que por ello busca vengarse de los hombres.
Sus actos fueron producto de una infancia un tanto condimentada con experiencias que bien marcadas.

Hace años atrás, Valentina salió a comprar pasta para la cena,
tenía como 10 años en ese entonces;
hubo una trifulca en el parque cuando venía de regreso,
dos pandillas se agarraban a machete,
y después de un rato se oyeron disparos,
y mientras la fuerza policial cercaba el lugar, mucha gente salió desparramada por todo lado;
los agentes intentaban coger a cuantos pudieran,
y uno de ellos, miró a la niña, esta, presa del miedo echó a correr también,
sabía que sus padres no hacían cosas buenas, y tenía miedo de que ella también fuese culpada por algo.

Corrió calle abajo sin pensar en nada,
y muy pronto se vio sola en un barrio desconocido,
la noche era oscura y tenía miedo,
a penas con una blusa, un short y unas chanclas,
el frío nocturno la hizo temblar.
Siguiendo su instinto trató de regresar por donde había llegado, pero tenía la impresión de que la vigilaban, y cambió de ruta,
sin embargo, se perdió.
Debieron ser aproximadamente las 11:30 de la noche y ella aún no hallaba el camino,
tenía mucho miedo,
pasó oculta y llorando detrás de unos contenedores de basura por mucho tiempo.

Justo cuando iba a moverse escuchó ruidos,
tres, quizá cuatro personas,
y unos gritos ahogados;
no se movió,
se quedó en silencio,
y observó la escena.
Tres hombres golpearon a la niña lo suficiente para que no hablara, pero no para que desmayara.

—Eh, Ricardo, voy primero.
—No hijueputa, yo la cogí.
—Ustedes a la fila gonorreas, dijo el tercero apuntándoles con un arma.

Valentina observaba, pero poco entendía,
luego de la discusión que se creó,
Ricardo ganó el honor de ser el primero en abusar de la menor,
la niña, un poco mayor que Valentina,
sacó fuerzas de algún lado y gritó: 
¡¡Por favor no!!, ¡¡señor!!, ¡¡por favor!!, ¡¡se lo suplico!!, ¡¡¡NO ME HAGA DAÑO!!!, e imploró y suplicó misericordia,
pero los tres personajes, al parecer habían bebido ya mucho, y lo único que hicieron fue propinar otro par de golpes para que se callara.
Al final, Ricardo desvirgó complaciente el coño de aquella inocente, el otro aprovechó su boca, y el tercero que no gustaba de ser segundo en ningún lado, en cuatro desfloró el ojete de la moribunda.

Valentina, presenció todo, aunque las sombras no dejaban ver mucho, entendía que estaban haciendo, pues sus padres tenían sexo a menudo, y algunas veces los había visto a escondidas, y solo por curiosidad luego de oír gemidos y golpeteos a la madrugada, pero aún no despertaba en ella nada lascivo hasta que vio lo que vio esa noche.

Los tres hombres luego de divertirse con la niña, 
le propinaron un sarta de patadas y al final le apuñalaron varias veces el coño, el ojete y le cortaron el cuello.

La tenue luz de la calle no dejaba observar bien, pero Valentina, oculta por un montón de basura y además de que tenía una mirada muy aguda, alcanzó a ver a los desgraciados, mientras salían de la callejuela como si nada.

Su corazón le daba vueltas y saltos;
una vez todo se quedó en silencio, se levantó;
sentía mojada su entrepierna, 
se dirigió hacia el cadáver, y una vez allí, un cúmulo de sensaciones le pasaron como un choque eléctrico por su cuerpo;
ver a la niña ensangrentada, destrozada, 
y poco antes siendo ultrajada, provocaron en Valentina una sensación nunca antes conocida.
Su primer orgasmo se dio justo allí.

Luego de volver del gozo que esto le había provocado, se asustó, y salió corriendo, y sin saber como, luego de una horas llegó a su calle, y el corazón volvió a su lugar.
Entró en la casa, al parecer sus padres no habían notado su ausencia pese a que la habían mandado por pasta, 
pero ya eran varias las veces que la niña se quedaba jugando, o haciendo alguna tontería con lo niños del barrio, y no llegaba con el encargo, pero llegaba luego.

Esta vez, debieron pensar que era igual, y que estaba ya en casa, últimamente ya no le prestaban atención y la creían un medio tonta, además con los dos bebés de la madre más el hermano pequeño, Valentina era la mayor e hija solo de su padre y entenada de su madre. Por lo que, ya entenderá amigo lector, la situación de la niña.

Me gustaría referirme a los muchos hechos que alcancé a recoger sobre la vida de nuestra Valentina, mientras crecía, pero no voy a llevarlo por donde no se me ha pedido, sino acerca del como llegó a Ricardo y lo que le hizo, así que sigamos.

Transcurrieron de eso unos 10 o 13 años más,
la niña era ahora una señorita,
muy bella y sumamente atractiva, quien la conocía no podía negar la perversión y maldad que incitaba su mirada,
y era difícil no caer en su juegos.
A esta edad, Valentina ya sabía lo que generalmente se conoce por maldad o bondad;
y pese a todo, por gusto y nada más, la maldad le encantaba mucho más.
En el transcurso de su vida,
se fue de la casa temprano, no la echarían de menos.
Se juntó con  tipejos con los que vivía con el pasar del tiempo, y que al final no le satisfacían y en más de una ocasión se deshizo de ellos a su manera. 

Un día conoció a Leonel, un tipo misterioso,
andrajoso, con ciertos vicios,
pero fuera de eso, con un aura que marcaba la señal de peligro en su frente;
y no porque fuese un maleante precisamente, sino más bien, porque el peligro que este emitía no se podía definir, sin embargo, fue justo el hombre que entró en el corazón de Valentina.
Convivió con él,
y las cosas marchaban bien, 
el sexo era cosa de otro mundo, el sadomasoquismo se había convertido en un delirio;
pero como en toda pareja, hay peleas,
y una peor que otra y al final la separación es evidente, 
y los lados implicado quedan destrozados por dentro.

Valentina lo odió, 
quiso matarlo, pero no supo más de él,
depresión y drogas le llenaban la cabeza,
y un día mientras bebía en un bar,
un chico se le acercó,
encajaron,
y mientras tenían sexo, los recuerdos de su infancia más el dolor de perder a su hombre,
hicieron perder la cordura;
y mientras follaba a su acompañante,
le rompió una botella de licor en su cabeza,
con los vidrios rotos, rayó la piel del chico, y luego terminó matándolo de buena gana, mientras tenía la verga dentro de ella.
El orgasmo fue fenomenal, y halló allí un motivo para darle otro sentido a su vida.

De manera algo similar, ella fue perfeccionando sus encantos, a la vez que se deshacía de unos cuantos.
Un día se cruzó por su lado un tipo, 
lo reconoció de pronto aunque tenía ya algunos cambios,
y lo estuvo siguiendo durante un día.
Al final se le perdió de vista, y se fue decepcionada;
al llegar a su lugar de residencia,
encontró allí algunas cartas de origen desconocido,
pero al leerlas, la letra y los mensajes en ella,
su corazón se arrugó y echó a llorar.
No podía con eso y se fue directo a un bar,
y ¡oh sorpresa! luego de un rato se le acercó alguien,
«—Hola, perdona que te interrumpa, pero no lo he podido evitar, te noto triste, ¿te puedo colaborar en algo? —ella lo miró de arriba a bajo con una sonrisa tímida y al momento exclamó—: 

—Un trago de whisky estaría bien... para empezar...»


[La historia de J. Ricardo Buitrago, antes "el espanto"y luego "el travesti", fue corta y a la vez muy casual, sin embargo, en mis investigaciones sobre Valentina, me encontré con casos realmente agradables para los sedientos de sangre, que si me lo permiten, ya os contaré en futuros relatos].
—Nota del autor


Mayawell

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