lunes, 6 de mayo de 2019

CON CALMA (+18)

Cambian las horas y con ellas, el clima,
pasa de ser un día de sol a opaco tempestad,
Eliza se agarra de mi mano y ya sé en lo que está pensando,
la lluvia la pone caliente,
la pone más cachonda de lo normal,
llueve en menos de 10 minutos,
y estamos lejos de casa.

—¿A dónde vamos?— le digo,
—¿Te acuerdas del puente?— me pregunta.
—¿El puente?
—Si, el de hace unos meses.
—Hummm si, pero estamos lejos.
—No tarado, hay uno por aquí cerca, sígueme— me dice, mientras me jala de la mano.

Caminamos escampándonos por los andenes,
inútil maniobra,
de todas formas íbamos a terminar empapados.

Llegamos al dichoso puente,
una moderna construcción que dejaba mucho espacio bajo este,
un riachuelo de agua cristalina fluía por debajo,
pero Eliza no estaba para perder el tiempo en apreciaciones más que las de deleitarse con tragar un buen trozo de carne.

Así fue pues, que resbalando por la orilla y con la lluvia en aumento,
nos ubicamos bajo el puente,
de cerca no se nos podría ver,
de lejos tal vez,
eso daba igual.

Apenas y llegué tras ella, me empujó contra la pared,
se colgó de mi cuello y  empezó a besarme,
los días de lluvia la suelen excitar,
pero esta vez estaba mucho más de lo normal,
me arrebató la ropa tan rápido como podía,
la de ella se desprendía igual;
el calor emanaba de nuestros cuerpos transformado en vapor.

Mientras devorábamos con intensos besos nuestras bocas, nuestros pechos se satisfacían de igual manera,
rozando inmisericorde sus exuberante busto en mis pectorales,
le levanto, le cargo sobre mis caderas,
y me prendo a succionar cual bebé hambriento,
juego con sus pezones y les muerdo,
se ponen más duros aún,
de juntar mis labios en su piel no me cansaría jamás,
empero las cosas deben continuar aprovechando el fuerte torrencial que se avecinaba.

La bajo y ella baja aún más,
me abre el pantalón,
saca de adentro el ansiado trozo de verga que tanto le encanta,
y se lo lleva a la boca de un bocado,
lo succiona de tal manera que correrse es casi imposible,
no obstante me esfuerzo más allá de lo cognoscible para evitar hacerlo,
sube y me besa el vientre,
recorre mi pecho y me besa con ahínco,
aprovecho el momento para aflojar de ella su jean,
está algo ajustado,
pero mis manos desean jugar afanosamente y eliminan todo obstáculo presente,
agarro esas nalgas rollizas,
trasero firme y helado que se pondrá caliente con un par de azotainas,
lo masajeo, lo aprieto,
y le suelto una nalgada,
como me encanta dejar mi marca,
como le encanta que le enseñe quien manda.

En breve instantes y más rápidos que el rayo,
ya está ella rogando por satisfacción,
sin embargo, lo que pretendo es sacarle su mejor orgasmo,
llevo mi mano izquierda a sus senos,
y la derecha a la entrepierna,
se siente la humedad exagerada que anida en sus cavernas,
el moco vaginal ha inundado todo el lugar,
introduzco un par de falanges, mientras, con un tercero ubico a su protuberante clítoris que pide ser acariciado,
y lo hago en efecto;
Eliza se halla de espaldas frente a mí,
por lo que mordisquear su cuello no se convierte en problema,
el manoseo se lleva a límites extáticos augurando un plácido orgasmo,
que una vez concluido, deja el ambiente propicio para mi emparolado falo.

Agacho su espalda y el par de hoyitos de su entrepierna me miran,
daría lo que fuere por tener dos penes e introducirlos en aquellos orificios al tiempo,
empero no es posible,
así que me conformo con el que esconden sus rosados pliegues, el otro puede esperar.

Avanzo sin problema en su estrecha caverna,
ella gime y se regocija,
yo amento la velocidad,
una arremetida se desata sin piedad,
ella pide más,
me grita que no se me ocurra parar,
obedezco sin restricciones,
y le suelto un par de nalgadas más,
ella gime exagerada,
eso enciende aún más la libido,
y en un momento más tarde otro orgasmo asegura la libertad.

Cambiamos la postura para variar y la pongo de frente,
me abraza y me besa intensamente,
acción que devuelvo con sumo deseo,
luego hacemos uso de sus dotes de bailarina,
y una pierna alcanza a posarse en mi hombro,
y nos unimos en una nueva afrenta,
ahora mientras mi verga comulga con sus entrañas,
mi lengua se enfrenta con la de ella en la batalla,
mil emociones desfogadas,
mil sentimientos que rodean el ambiente del amor se vuelven testigos de la pasión;
no transcurren más que un par de minutos antes de que su cuerpo entrara a convulsionar diciéndome que se aproxima uno grande,
me excita tanto que comando una arremetida sin piedad,
le agarro del cabello,
y su cuello se hace mío,
como una ola de lujuria el clímax estalla sin objeciones,
fluye con más fuerza que el riachuelo a través de la roca,
ella gime inmenso alcanzando mundos inimaginables,
yo, le lleno su morada con una vital energía salida de mi alma.

Bajamos la velocidad,
nos besamos asiduamente,
la idea es continuar,
pero la lluvia empieza a cesar,
no obstante, la real decisión de parar se da, cuando notamos que un par de indigentes se habían acomodado en el otro extremo del lugar,
no sabemos cuanto llevaban allí,
pero con sus vergas en la mano era evidente que más de una corrida les provocamos,
sus miradas depravadas parecían querer seguir mirando el espectáculo,
pero no sabíamos en qué mundo anduviesen y qué pudiesen hacer,
por lo que optamos por dar una pausa a la faena,
pausa que dejaría de serlo hasta que llegásemos a casa,
pero eso, ya será parte de otra anécdota.


Malayerba

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