jueves, 19 de marzo de 2020

ENTRE LAS FLORES

La floristería en desarrollo se alza esplendorosa tras la casa,
en medio de ella se vislumbra un hombre de rodillas que deshierba con cautela cada flor;
en su mirada hay paz;
en su aura, quietud;
la música suena a su alrededor.
Vive inmerso en el trabajo que dicta dejar sin maleza un jardín dedicado a un gran amor que un día ha de recorrerlo.

Sonríe;
sonríe y yo no puedo evitar hacer lo propio desde mi posición;
sin mirarme directamente me hace señas de acercarme;
voy con cautela y en cuclillas me hago a su lado donde él me indica que debo estar para presenciar la magia.

Me quedo en silencio pues es lo que creo correcto,
y en un instante, una brisa arrulla el follaje y deja ver una crisálida que se abre;
mis párpados se abren mucho más para ver mejor,
y poco a poco tras la tarde de enero, una polilla más que mariposa de colores y que el ojo humano no sabe distinguir, se regocija al clamor de la vida. 
Camina poco, parece mirarme,
estira la lengua,
se aliza las patas,
y sin que pueda evitarlo ella y yo no pueda olvidarlo, 
aparece un gorrión más grande de lo normal y se traga la mitad del insecto, 
y con las alas aún colgando en su pico, desaparece tras el sauce llorón. 

Yo me quedo famélico, 
desgraciado y enchido;
mi acompañante lanza una carcajada al verme. 
—Aaahhh joder, ¿es injusto no te parece?.
—Una mierda—, le respondo. 
—Nunca será lo que soñamos, nunca será lo que queramos, sólo será lo que deba ser cuando deba ocurrir. 
—... 
—La vida es divertida, y tras una tragedia vendrá un aliciente o una tragedia distinta, y solo con la intención de demostrar que todo seguirá andando y no podrás evitarlo, sin embargo, una cosa si podrás controlar. 
—¿Cuál?— indagué interrumpiendo. 
—Tu sonrisa— me dijo, —y sonreír cuando no parezca ser correcto— añadió, luego se levantó y se marchó. 

Hubo de transcurrir mucho tiempo antes de que me diera cuenta de lo que intentó enseñarme, 
y no fue sino hasta que la desgracia me tocó las puertas, que entendí que afrontarla con una actitud de vencedor era la clave para no vivir en el agravio. 
Fue tras varios años que comprendí que nada fuera de nosotros iba a ser tal y como lo anhelásemos;
pero ahí estaba el truco, 
hallarle la gracia a las cosas y vivirlas como mejor se pueda, porque guste o no, será reemplazado por otro peor o si ha encontrado sabiduría, 
por otro mejor. 


Malaya

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