miércoles, 19 de agosto de 2020

SUDDEN LOVE

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos».

Y con mi espíritu que estaba a ras del suelo, la vi llegar.
Con un short descaderado que la ponía linda.
Unas piernas tan largas y pulidas como el mármol en las manos del mejor artista.
Una blusa del color del cielo.
Unos brazos que abarcaban al universo entero.
Un largo y rizado cabello que bailaba al movimiento de sus nalgas. 
Medía uno setenta y sus ojos se clavaron en los míos;
y entonces cuando me dijo: hola, y mientras me dejaba ver su sonrisa,
comprendí qué significaba eso de ser bienaventurados.
Aunque ya tarde caí en la cuenta de que yo no pertenecía a ese tipo de bienaventuranzas. 
Y es que no tenía forma de saber que estaba frente la más puta de los llanos del oriente. 
Frente a la más zorra de los mares del Atlántico. 
En las garras de la más perversa de los caídos en desgracia. 
Patricia le decían, nombre obsoleto para tanta brujería junta;
nombre de poco valor para tanta demonia.

No había forma alguna de saber que yo en vez de ascender y sentarme a la derecha del padre,
iba enhiesto y de jeta hacia lo más profundo del averno cual si fuese otro pendejo. 

No obstante, como buen representante de los hombres, 
di la batalla en el juego del amor hasta derramar lágrimas. 
Porque no se puede querer a una mujer sin sentir un poco de nostalgia,
otro poco de tristeza, 
y otro tanto más de ira, al saber que la chica por la que das la vida puede hacer que por desesperación te desgarres la piel en un fallido intento de entenderla;
mas nada le puedes decir porque, ¡joder!, 
ella es la responsable de todo aquello;
y aún así, el corazón decidió amarla, 
y por ende hay que aguantarla, 
no dejarla, 
no soltarla, porque hacerlo sería un error;
dejarla marchar, sería una condena, 
y yo ya estoy viejo para luchar por otro amor que no puede ser mejor. 
Que la muerte me alcance en este que ahora siento, 
que si me llega mientras hábito el mundo de mi bella niña de porcelana, 
me puedo dar por bien servida mi afligida existencia. 



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