domingo, 23 de agosto de 2020

EL SE RINDIÓ

No es bonito llorar, aunque a veces no hay alternativa.
Y qué mejor que ahogar la tristeza con un par de lágrimas.
Qué mejor que beber del trago amargo de la soledad para matar el alma.

Mas aún con el corazón achicado, 
y su espíritu contando los pasos hacia el abismo,
el hombre proclama que mejorar el mundo le ha quedado grande;
que ha perdido la esperanza;
que ha decidido tirar la toalla.
Pero que su caso no debe repetirse, 
porque la solución está en sus semejantes;
en aquellos que tienen la facultad de ser conscientes de sus actos y hacia su prójimo, 
que en el momento en el que cada uno despierte, el mundo entrará en una vibración más amena. 

Que las guerras no van a terminar, pero ya no podrán matar.
Que el hambre seguirá existiendo, pero ningún estómago dormirá sin cenar.
Que el dinero no dejará de existir, pero será inservible, porque la moneda de cambio será el amor para dar y recibir. 
Que el futuro puede mejorar solo si el ser humano se vuelve consciente. 
Pero que hasta que eso llegue, todo seguirá peor. 

Aquel hombre después vivir sin anhelos, un día empezó a soñar, y sus sueños le mostraron solo desgracias que se resistían a cumplirse. 
Desgracias a las que una vez llegadas, entregó su ser ya vencido, 
y con el alma hecha pedazos al perder la esperanza, 
dio un último paso al vacío y se unió a los fracasados que se rindieron al ver que no había posibilidad de sacar a los hombres de su estupidez. 

Ese hombre fui yo un día;
en alguna otra vida obré como un mediocre, 
y en esta que ahora tengo, sigo el mismo camino.
Ojalá y pudiera ser mejor... 
ojalá y no me rinda antes del amanecer, para tener la posibilidad de ser mejor. 




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