martes, 11 de agosto de 2020

INVOCACIÓN

Si hay algo que he aprendido en esta vida, es a detenerme cuando la cosa se torna sospechosa;
a usar la prudencia, porque de pendejos, el mundo está ya como que muy repleto. 

Leí un texto antiguo que encontré en un librero y conjuré al demonio sin saberlo, 
y entonces el resplandor de la luna llena se convirtió en una espesa bruma oscura, más oscura que lo que se considera oscuro. 
No veía mis manos, pero palpando mi cuerpo encontré la verga bien puesta en su lugar, y eso era ya demasiada buena señal de que no estaba soñando y mucho menos dormido. 
Pero entre el sonido que se colaba por mis oídos, oía un ligero gemido que se fue acentuando paulatinamente, 
hasta que el susurro se convirtió en sonido y el sonido en una clara y siniestra voz. 

Por un segundo la sangre se me heló, 
al siguiente el alma se me bajó a los pies;
instantes después la sangre retornó a su lugar, 
y un minuto más tarde ya la había emprendido contra el diablo en un debate sobre el sentido de la vida, y la posibilidad de desempeñar una horda revolución en estos tiempos revueltos para devolver el equilibro, esto a cambio de una vida de servicio en el infierno en vez de toda la eternidad. 

Me gustaría deciros todo cuanto este ser del inframundo me habló,
pero por prevención y amor hacia vosotros he de cargar yo solo con el peso de la mala ventura que esto acarrea. 
Pero una cosa es clara y la recomiendo en demasía:
«evitar no sucumbir ante la curiosidad de lo prohibido, si no hay precedentes o garantía de  salir ileso». 


Malayasca

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