viernes, 20 de diciembre de 2019

SINGULAR MATCH

Hay cosas que desearía no haber visto jamás,
y no por lo perturbadoras si fuese el caso, sino más bien por la falta de control que poseo al no poder evitar las ganas de reír cuando soy testigo de la gracia.

Permítame ponerlo en sintonía amable lector:
Iba yo caminando con paso eléctrico, al son de la llovizna de agosto;
poco después de cruzar la esquina, 
estaba sobre una escalera una mujer subiendo, o mejor dicho parada, y limpiando algo en la pared,
y justo debajo de ella las manos inquietas de su Don Juan querían sentir la carne en sus dedos.

Entiéndase como el hombre al ver el trasero de su amada,
amasa ferviente el asunto carnal,
le da buenas caricias y procede a arrimar su cara en pro de captar su esencia, 
y lo evita a milímetros de distancia porque de reojo me ve acercarme y enrojeciendo su rostro disimula lo indisimulable.

Los dos se percatan de mi presencia y acto seguido se mueren de vergüenza,
aunque no tienen porqué tenerla, de hecho, creo más que no la tenían pues en plena vía pública se hacía el espectáculo,
y cualquiera podría pasar.

Tal vez es que yo era conocido suyo y eso causa algo de pudor.
Tal vez, no lo sé.
Pero aquella escena me provocó tanta gracia que de reír no pude parar hasta decenas de metros más allá.
No tanto por lo que hacía  sino más bien por la reacción de haber sido sorprendidos en pleno acto amoroso.
Cabe resaltar que son una pareja singular, lo que añadía a la circunstancia una mayor diversión. 

Es todo, no es más, 
no parecerá tan gracioso si lo leéis desee aquí, 
mas de haber estado presentes, tengo la seguridad de que una risotada habréis dejado salir también.


Mayawell 

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