Quererte a ti con el más grande amor,
quererte a ti con un amor muy puro;
quererte con con lo que griten mis entrañas,
o quererte con el endeble suspiro de mi alma;
pero al fin y al cabo... quererte.
Hacerte mía con la apropiación que corresponde,
hacer de tu cuerpo mi centro de adoración,
mi templo,
mi hogar.
En el centro del mismo dibujar círculos concéntricos
que se expandan en la medida de lo posible por cada rincón,
reproduciendo en cada explosión el placer que te extasía,
el que te hace llegar a lugares poco vistos,
poco alcanzados por la ínfima humanidad.
Daría mi nauseabunda existencia al señor de las tinieblas por tener una docena más de tus besos;
que cuando te veo desnuda pienso en dar mi alma inmortal por tener un par de manos más que tú piel puedan acariciar,
mientras las mías se deslizan por cada recoveco de tu alma.
Daría mi corazón inerte que ha vuelto a latir por ti, al mismo diablo,
sólo, por volver a tenerte conmigo en cada despertar.
Mayer
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