miércoles, 18 de diciembre de 2019

LINDA MAR

Se declaro mía, y no pude hacer más que aceptar su ofrecimiento, 
lo había esperado con ansias, 
la deseaba en demasía,
y ahora que era todo mía, 
podía asegurar que vivía en la fantasía. 

Mis besos la dominaron por completo, 
se sometió sin oponer resistencia y devolvió cada uno el doble de veces,
contabilizando al final del día más de un millar. 

La sentía nerviosa, pero con esos nervios que obligan a dibujar una sonrisa tímida que refleja alegría. 
Esos nervios que ponen la piel de gallina y erizan los bellos a razón del éxtasis que siente el cuerpo al tener en frente otro que le provoca un sin fin de emociones. 

"Haz de mí lo que tú quieras", fueron sus últimas palabras antes de que nos entregásemos a la faena, 
y yo como el amante que posee una dignidad sin mancha, 
no hice más que conceder con ahínco y lujuria desmedida a cada petición que suplicaba su piel. 

Así sus sentimientos se mezclaron con los míos, 
y cada detalle de su cuerpo en mi mente se quedó grabado para jamás borrarse. 
Convertimos la poco amueblada habitación de motel en un refugio de tal calidez que la sonata del diablo cobraba verdadero sentido, 
y cada segundo vivido, recibía su merecida atención. 

Aseguró que era yo su talón de Aquiles,
y que olvidarme no podía aunque lo deseara con toda la devoción. 
Con sonrisas fingidas le daba respuesta a cada una de su palabras;
pues si de olvidar o apartarse de la otra persona se tratase, 
en realidad quién a los brazos de la muerte se dejase caer de primero... sería yo. 


Mayawell


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