domingo, 17 de marzo de 2019

PLUMAS DE HORMIGÓN

Con ausencia de movimiento me vi perdido durante un par de décadas,
no sabía que era moverse hasta que apareció Eliza,
un caos completo que me obligó en una traslación rotacional funcionar.

Sepa querido lector, que no era yo un tipo de sobresaliente nombre,
sin embargo, “—a cada cucarrón le llega su mierda”— me dijo un día una sabia mujer,
y yo no le creí, por lo que seguí en mis banales andanzas.

De repente un día como cualquier otro en el que las cosas deben suceder,
ella apareció,
de blanco como un ángel mi mirada iluminó,
sonriente, y con sus ojos puestos en mí, me atrapó,
basto un segundo disfrazado de un "hola" para que me gustara,
seguirle observando mientras hablaba con la voz más suave que he podido escuchar fue la razón por la que mi corazón fue conquistado,
no pasaron más de un par de semanas para dar por enterado que me había enamorado.

Una vez llegado al común acuerdo,
no fue sino cuestión de días para establecer la confianza necesaria que me llevaría a adorarla,
a quererla, a amarla como se ama a una mujer.

Y hoy que emprende el vuelo no me queda más que apoyarle,
verle brillar,
verle tocar el cielo con las manos,
es su momento ahora, y quiero  verle disfrutar.

Sin embargo, no la podré acompañar pues mis alas de concreto aún son muy pesadas,
demasiado material encima todavía sostienen,
y el escultor asignado no es  muy eficiente que digamos,
así que sigue adelante amor,
echa un vistazo atrás si lo deseas,
en cuanto terminen de pulir mis alas, ya te alcanzaré,
tomaré tu mano y juntos perseguiremos  nuestros  sueños.

Yerbita

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