domingo, 3 de marzo de 2019

MADRUGADA (+18)

—Hola princesa, muy buenos días, le dije mientras le besaba la mejilla en busca de su boca, pero ella huía, le gustaba verme rogar.
Mmmm buenos días bebé, me dijo con una sonrisa tejida en los labios que parecía más un gemido acompañado por unos ojos adormilados.

Batallé en busca de su boca por un rato, ella se ocultaba de mí, besaba su nuca, el cuello, su cabeza mientras la abrazaba con fuerza. Al fin cedió a mis deseos y me ofreció sus labios los cuales no tardé en saborear.
De repente me mira y me dice: —¡cógeme! Quiero que me folles hasta el alma—, —no pienso hacer otra cosa hoy— le repliqué sonriente.

Pero la verdad es que no tenía ni puta idea de lo que ello significaba,
eran las cinco y treinta de la mañana,
y solo mi verga se encontraba despierta,
mi mente aún no discernía si seguía soñando o dormía,
pues ella estaba conmigo dentro y fuera del sueño.

¿Qué le folle hasta el alma?
¿Qué querría decir con eso?
Trataba de pensar mientras mi boca buscaba cada uno de sus lunares y se posaba en ellos por un rato,
se contoneaba al ritmo de mis caricias,
cuando mis dedos bajaron a su entrepierna  se perdieron en la humedad que resguardaba,
jugué un rato más hasta que sus toscos movimientos aseguraban una pronta corrida, corrida exagerada que lavó mi mano por completo,
debieron ver su rostro,
la luz del alba iluminaba su figura risueña que pedía a gritos mucho más.

Aquel pedido no fue si no mi orden, a la que accedí con suma obediencia,
atraqué sus manos sobre su cabeza con la tanga de la que me había adueñado hace un momento,
sus piernas fueron a posarse en mis hombros con cierta tensión que incrementaba el placer,
empinada y más dura que una escultura de mármol, mi verga penetró su estrechez tanto como fue posible,
en cuestión de segundos su bosque de rizos se entrelazada con el mío,
éramos un par de adictos embriagándonos con su más codiciada droga,
el tiempo pasa al último lugar en estos casos, y la dicha y el gozo ocupan el primero.

Tras una corrida vino la otra, y una tercera a su vez, formando ya la cuarta desde el inicio,
la postura iba cambiando a medida que íbamos tomándonos;
no voy a hablar de sus pechos y lo que con ellos hacia puesto que egoísta soy, y aquello es lo más guardo con recelo,
pero daos por enterados que mucho también disfrutaron.
En cuatro y sujetando sus manos contra su espalda a la vez que ésta yo mordía,
y penetrando sus paraísos venéreos,
ocurrieron dos corridas más antes de que yo invadiera con mi ofrenda sus cavernas que tanto placer me habían causado.

La verdad aún no tengo claro que implica llegar hasta el alma con el sexo,
pero estoy seguro de que Eliza se dio un paseo por el cielo y
se corrió un par de veces en las barbas de Dios antes de volver a la cama conmigo.

Mayer

No hay comentarios:

Publicar un comentario