jueves, 30 de julio de 2020

QUE EL TIEMPO DIGA

A veces me pregunto si está bien extrañar a quien se ha ido sin dar aviso;
pero comprendo que de nada sirve demostrar la falta que me haces, si ni siquiera lo sabrás;
comprendo que de nada me sirve gritar que aún te amo si tus oídos no lo podrán escuchar. 

Un escrito al día;
un centenar de pensamientos sobre ti a cada hora;
una endeble esperanza de un milagroso reencuentro;
una realidad en la que te olvidarás de mí,
de cómo era mi voz,
mi ojos,
mis manos,
y una mentira que sentencia a olvidarte y olvidar toda la magia que generabas,
como si el borrar de mi memoria aquello que provocabas y la calma que hallaba en tu regazo, 
fueran cosas sin importancia. 

Sin embargo, no te voy a odiar, eso no habrá de suceder jamás,
no me has hecho el suficiente daño,
pues aún respiro, aún sigo vivo;
y quizá por cobarde, 
o tal vez por ser fiel a mis principios,
mantengo mi promesa de no marcharme y seguir en pie aunque me encuentre agonizando. 

En todo caso, por más veces que hable con Dios, este jamás responde, 
y solo me queda encontrar alivio en escribir en el papel lo que llevo aquí adentro, 
en dejar de pensar de que no está bien confiar en quien amas,
y optar porque todo lo ocurrido haya tenido razón o no 
esperar a que el tiempo me lo haga saber. 


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