domingo, 19 de julio de 2020

POETA DEL CHIQUERO Cap. V: Freak-asado

La luz del celular se prendió de la nada,
rebusqué en los botones cuál era el origen de ese hecho, pero no lo encontré.
Me quedé un rato pensativo y lo di por un caso de desajuste temporal, pero el problema persistía,
y de repente una señal se hizo visible.
Se encendía a intervalos de tiempo definidos.
Y otra luz iluminó mi cabeza,
—una clave morse, pero, ¿de dónde?
—«Ayúdame sos el único que puede hacerlo, me muero... Chiquero marica»

Con el insulto comprendí de qué se trataba, o mejor, de quién. 
Era «kigor», o así se hacía llamar.
Pero desde hace cuatro años que no sabía nada del tipo, y no lo había vuelto a ver desde hacía siete.
Desapareció de la red desde ese entonces, aunque era conocido como un buen cracker.

Así que sin pensarlo más, me dirigí a una casucha en las afueras de la ciudad, y en la casa del árbol encontré a Kigor, envuelto en fiebre y con un teléfono roto. 
Una vez hube de acomodarlo ya en su cama, y hubo él reposado lo suficiente, la fiebre al otro día se dio por vencida. 

Me enteró de la situación de manera clara y concisa. 
Permítame entonces, amigo lector, resumirle la cuestión para no perder más tiempo. 

Consistía en que Kigor, ávido pedófilo, se le antojó elevar su nivel de vida, 
y le echó ojo a Rosy, una nena de unos diez años, 
sí, yo también la había visto, tenía, debo decir, un cuerpo, pero un señor cuerpo que por Dios bendito, era la cosa más hermosa y puramente provocativa que existiera, 
y Kigor quería ser a como de lugar quien la poseyera de primero. 

Ocurrió entonces que el miércoles lo estableció como día para ascender, y se fue tras Rosy con la firme intención de raptarla,
y cuando desde donde se hallaba escondido, tras unos arbustos de una gran casa, 
y ella a punto de cruzar la calle, 
un auto se detuvo a unos pasos delante de ella, 
y en un parpadeo agarraron a la chiquilla y la metieron al auto. 

Kigor quedó estupefacto, perplejo, desecho, 
no porque la hubiesen raptado, sino porque uno de esos desgraciados, la había agarrado de una teta.
Dice que desaparecieron, pero que alcanzó a grabarse de memoria la placa, 
y ayer consiguió unir los detalles y dar con el paradero de la niña. 
Dijo que era la casa de Don Mario. 
la que estaba en las montañas cerca a la ciudad. 

Ahí Rosy, sin quererlo ni pensarlo, se había convertido en la niña número dos ayer y el uno de hoy. 
The Mario's dolls: Niñas raptadas para explotación infantil. 

Kigor no iba a permitir que nadie en el mundo le arrebatase lo que por derecho le pertenecía.
Según él, la había cuidado de lejos, 
la había besado en fantasías, 
la había tenido en sus sueños, 
era toda de él cuando no era de ella,
y la quería tomar como posesión a como de lugar.

Deduje entonces sus intenciones y qué quería hacer, 
no obstante, él me enseñó ya un plan muy detallado de cómo debíamos proceder. 

La casa era de verano, 
por fortuna, los perros habían muerto y por ahora no había mayor peligro en cuanto a fieras. 
Don Mario tenía dos guardaespaldas que siempre llevaba consigo,
pero no sé cómo, Kigor, se había percatado que esta vez solo estaba el viejo y uno de sus colaboradores. 
Así que en resumidas cuentas, 
solo teníamos que cargar con dos idiotas. Planteada de esa manera, era fácil la cuestión.
Así que para el día viernes la cosa estaba dicha. 

Pidiendo la bendición del tío Satán,
nos fuimos temprano, cómo a las 12:30 de la madrugada, para cogerlos desprevenidos. 
Llegamos a la casa por ahí a las 01:3o.
Abrí la cerradura, 
y sigilosos avanzamos. 
De pronto, unos chillidos asomaron por un cuarto al fondo, 
y Kigor reconociendo de quién era el llanto, echó a correr haciendo cuánto escándalo le era posible. Torpe el hijueputa.
El guardia se puso alerta y a penas nos vio, sacó el arma y nos vacío el cargador, y a no ser porque el estúpido de mi compañero se cayera y yo encima y luego rodásemos hacia un lado, estaríamos muertos de una manera absurdamente regalada. 

No sé de dónde habrá sacado aquella Colt Python, pero el idiota carecía de la fuerza para dominarla, intercambiamos  entonces con el revolver que yo traía, y de esta manera perforamos el lugar.
De pronto un agudo grito dio testimonio de que habíamos herido al viejo, 
pero el guardia asomó de pronto, 
y a no ser por obra de mi ángel, disparé por reflejo y le reventé la cabeza cuando la bala le pasó por el ojo izquierdo, antes de que el tipo le volará la cabeza a mi compañero. 

Pasada la adrenalina, 
nos dirigimos hacia el cuarto del fondo, y con las manos sujetando el corazón, Don Mario se iba, 
un tiro en el abdomen, 
otro cerca al pecho, 
y uno más en la ingle le había acaecido. 
Y justo a un lado, 
en un charco de sangre, se hallaba desvaneciéndose Rosy.

Kigor al ver tamaña escena, no se pudo contener;
le ofreció primeros auxilios, pero era tarde ya, 
la bala le había atravesado el corazón cuando el viejo la tenía abrazada.

Preso de la ira que aquello le acarreaba,
perdió el control,
agarró a golpes al viejo que aún respiraba,
le reventó las costillas, 
con tantos pisotones, creo que hasta le reventó los órganos,
la cara fue victima de sus huesudas manos,
les sacó los ojos y se los metió en la boca,
le remató golpeándolo hasta cansarse,
y con un ligero suspiro, murió el viejo.

Ahora nos encontrábamos rodeados de tres muertos,
pero divisé bien el lugar para percatarnos de más sorpresas y ¡oh! cosa bendita, una niña yacía descansando en el cuarto vecino.

Me asomé cauteloso, 
la joven se encontraba con un velo negro cubriendo su rostro,
el resto de su cuerpo desnudo estaba cubierto por un babydoll rojizo,
me acerqué para no despertarla, 
pero una vez bien acercado, me di cuenta de que era imposible despertarla,
ya estaba muerta, pero no miré signos de violencia, 
quizás fue algún paro cardíaco,
lo que sí era cierto, es que estaba hermosa,
preciosa,
divina.
Su carne blanca provocaba en mí un apetito voraz,
miré de reojo a la otra habitación para ver como andaba Kigor,
y vi que el hijoputa había desnudado a la chiquilla,
y la tenía acomodada sobre una mesa,
se estaba sacando la verga,
cuando noté que me miró, me dijo:
—Oye, no voy a desaprovechar, ya he perdido bastante hoy.
Y yo que estaba con la misma intención, no me quedé atrás.

Realicé una serie de tocamientos a la muerta en busca de algo extraño,
no hubo nada,
y sin querer le terminé metiendo los dedos por el coño,
¡puta vida!, aún era virgen,
¡joder!, tal oportunidad no podía dejar pasar.
Me saqué la verga y ya bien empinada penetré a la muerta con desenfreno,
ya se estaba poniendo tiesa, pero aún se dejaba gozar.

Al otro lado, Kigor, hacia lo propio con su amor perdido,
pero más hijoputa aún,
le metió el dedo en la herida y la sangre salía a borbotones,
se excitaba gloriosamente mientras la follaba,
su sangre estaba caliente aún,
se revolcaba en ella,
se deleitaba;
poco después, mientras yo amasaba los pechos de mi muerta,
el tipo, iracundo, empezó a golpear a su cadáver,
con rabia, con gritos,
gimiendo de dolor.
«Una cogida con amargura», era el cuadro.

Noté su tristeza,
estaba herido, demasiado herido,
pero no tanto como para que su polla se suavizara,
si no tan dura que se me adelantó una vez más en las intenciones y le atravesó el ojete,
yo gocé un poco más el coño de la mía, antes de encularla.

Así nos pasamos algún tiempo de la noche,
al cabo de un rato ya exhausto,
salí del cuarto,
y miré a Kigor con media botella de whisky vacía, se había tragado de golpe la otra parte y sostenía un arma en la mano,
desde acá le hablé:
—Oye, debemos irnos.
Me ignoró.
—¡Ey!, vámonos.
—Gracias me dijo—, pero te vas solo añadió—, levantó su arma y me disparó;
yo caí de golpe antes de que la bala me diera y con un reflejo agarré el arma del guardia y le disparé a las piernas,
toda una escena de película,
luego le vacié el cargador hasta dejarlo bien muerto.

Me preguntó por qué me habría querido matar,
éramos buenos amigos,
pero bueno, supongo que en siete años de no vernos pasan muchas cosas.

En todo caso, ya eran eso de las 03:00 cuando me vi solo,
y no quería permanecer allí más tiempo,
fui en busca de combustible,
había por fortuna un tarro de gasolina en el auto y otro en el garaje.

Apilé los cuerpos en la cocina,
los bañé con gasolina,
empapé el resto de la casa igual,
y una vez afuera le tiré un mechero encendido.

Elevé una oración al cielo en agradecimiento por desvirgar a una muerta,
prendí un porro y me fui a dormir a mi casa.


Malayerba

https://youtu.be/K8flPRQjdFQ

No hay comentarios:

Publicar un comentario