jueves, 7 de noviembre de 2019

SURCANDO EL CIELO

—..."No te preocupes amor, la única forma de llegar es volando, y lo haremos juntos... te lo prometo".


Cada vez las noches eran más incómodas;
luego de sexo, las palabras sonaban vacías,
la atracción se extinguía,
y las caricias perdían su efecto.

En algún punto las cosas se quebraron,
en algún endeble momento el mundo en construcción se derrumbó,
el corazón hizo las maletas,
el amor salió por la gran puerta,
y el cariño se quedó siguiendo instrucciones antes de partir.

Los besos habían perdido su sabor, pero se daban por costumbre;
los "te amos" se sentían distintos,
mas aún sabían sonreír con sinceridad cada vez que se miraban,
en los ojos el otro encontraban recuerdos placenteros que exigían recuperar la pasión perdida.

Y en una noche como hoy;
fue un jueves de octubre cuando llegó la fecha de la recepción en el restaurante Martin's;
iban con el mejor vestido cada uno,
ella un blazer de Chanel y una falda hasta los muslos que dejaban al aire libre sus contoneadas piernas,
él con un traje Dolce que le realzaba su virilidad.

Tras la velada bajo la música de un fiel seguidor de Bach, 
y una cena que brindó satisfacción en cada estomago,
salieron a recorrer la ciudad que se sumía en una agradable noche.

—Me siento agotada— dijo ella.
Él respondió con un suspiro.
—Un día lograríamos tantas cosas juntos que el mundo se nos quedara pequeño— prosiguió.
Él añadió 40 kilómetros al viejo mercedes.
—No pensé que fuese tan rápido que el mundo se nos quedara pequeño, que las cosas se dieran tan deprisa, que hayamos logrado tanto en tan poco tiempo— dijo ella con aires de tristeza.
Él la volteó a mirar, varias lágrimas escapaban de sus ojos en silencio.
—Un día me hiciste conocer el paraíso, era precioso, era maravilloso, y prometiste llevarme de vuelta a ese lugar algún lejano día, ¿cuánto más tendré que esperar?— preguntó Giovanna.
No te preocupes amor, la única forma de llegar es volando, y lo haremos juntos... te lo prometo—, respondió él.
Ella lo miró a los ojos y sonrió cálidamente.

El cariño había cumplido su trabajo, 
los mantuvo unidos durante el trayecto,
y se retiró para ir con el amor.

Raphael apretó fuerte la mano de su hermosa Geovanna,
agregó 20 kilómetros más a la marcha,
y el vehículo dejó de sentir el suelo,
cruzaron el mirador donde hicieron el amor por tercera vez;
la ciudad resplandecía bajo sus pies,
y las nubes se abrieron para dar paso al brillo lunar.

Ella se tiró a los brazos de su compañero,
él la recibió con ganas,
la abrazó con fuerza,
la besó con intensidad,
y en ese beso se dijeron todo lo que habían callado.
Desde lo más profundo de sus almas se prodigaron amor,
Geovanna se refugió en el pecho de Raphael;
y él nunca más la volvió a soltar.


🌹Mayawell🐉

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