domingo, 17 de noviembre de 2019

QUIEN TENGA OJOS, QUE APRENDA A MIRAR

Es probable que la muerte ande husmeando por los alrededores,
que su intención sea que la acompañe hoy a navegar por los cielos.

La tranquilidad que guarda mi corazón no es normal,
todo sentimiento se ha esfumado,
no siento odio ni amor,
ya no siento frío ni calor.

Una brisa fresca me cobija un domingo de noviembre,
los pajarillos entonan cantos a la vida
y la demencia se hermana con la realidad,
y directo al manantial me dirijo.

Presa del ímpetu que se sustrae al conocer nuevos caminos,
por el desfiladero en compañía de desconocidos bajo,
al pie de la montaña se cuece nuestro episodio,
llegar a la hirviente agua de volcán es el objetivo a concretar.

Sumergido en la saladez del líquido,
un sin fin de visiones echan a saltar:
la humanidad se sumirá en poco tiempo en un camino mortal,
una oscuridad que no podrán ver con sus ojos,
y un grito que no podrán oír con sus oídos, provocarán un caos existencial;
aquellos que despiertos se hayan morirán con la consciencia tranquila,
mas aquellos que no se enteran que el mundo está siendo manipulado por poderes ajenos al humano, 
que Dios se apiade de su endeble alma,
porque el futuro se va a teñir de una vida con sabor a desgracia.


Malayerba

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