jueves, 9 de noviembre de 2023

La última prueba: El granero



Ahí estaba el gato lunar, observando todo 
desde las vigas que sostenían el techo del inmenso granero.

La prueba consistía en no tocar el piso, ni dejarse agarrar por un demonio, que era grande y feo como suelen ser los demonios mal alimentados y sufridos, pero tenía restricciones, puesto que era la parte final de la prueba: no podía saltar ni ponerse delante de la puerta para que no sea atravesada.

Así estábamos: Ya varios habían pasado y me tocaba a mí que era el penúltimo, detrás estaba Alicia. Los dos hicimos equipo desde el inicio de la competencia y ya nos faltaba poco. Sucedió entonces, ella se adelantó y se metió antes de que pudiese yo reaccionar. 

El granero no era realmente enorme, pero podría decir que era de piedra y argamasa, de unos diez metros de ancho por unos veinticinco de largo, y unos seis a ocho metros de alto. Estaba vacío para ser honestos, solo algunas cajas de madera en un rincón. 

Había una entrada y una salida. La entrada era una ventana a la mitad de la altura total en un extremo, y la salida estaba en la misma pared, pero al final, justo en la esquina donde había una puerta de madera tallada en forma de árboles. Habían unas ventanas pequeñísimas en fila por la parte de arriba por donde ingresaba la luz, como de una cuarta por cada lado, serían unas cinco o seis de aquél lado, ya no lo recuerdo. Y el techo constaba de vigas enormes cruzadas de lado a lado que sostenían toda la estructura de tejas de barro que cubrían el edificio.

Así pues, el ejercicio era sencillo, entrar, atravesar el granero y salir, pero claro, el pequeño detalle, ese diablo de cuatro metros de alto, dos de ancho, sus filosas garras, sus colmillos cual tigre dientes de sable, la agilidad, su fuerza y sobre todo, suelto.

Los que cruzaron antes dejaron trazado el camino, solo era irse por un lado, sujetándose de los salientes y brincar cuando había la oportunidad de hacerlo, aterrizar cerca a la puerta y correr a la salida. A todos se nos daba un cuchillo de carnicero por si hacía falta combatir, pero lo ideal era esquivar y salir lo más rápido del salón. 

Era sencillo y el demonio ya estaba cansado. Pero entonces Alicia cometió una ligera falla, adelantarse. Su emoción era mayor, se arrojó por la ventana y de un salto estuvo agarrada a una viga mientras pisaba una saliente. El demonio se percató y arremetió contra ella con las garras en alto. Ella siguió su camino con rapidez, pero cerca de llegar al final del trayecto no alcanzó a cogerse bien y cayó. Entonces tuvo que enfrentar al demonio que ya estaba encima, sacó su cuchillo y se desató una batalla que no duró más de diez segundos, porque bastó una manotada de aquél diablo para mandarla a volar, por fortuna apuntó a un lado de la puerta, a donde no podía llegar él con su apetito. 

Los demás hacían bulla asomados detrás de la puerta. No perdí el tiempo y aproveché la distracción para atravesar el granero. Rápidamente lo hice y llegué hasta el final, entonces me iba a soltar, cuando miré a Alicia saltando muy alto con el cuchillo en su mano y directo a mi entrepierna, por lo que en un reflejo automático me volví a colgar de una viga. Todos nos quedamos perplejos al verla, yo aún más, no recuerdo qué le grité, pero bien cierto fue que sus ojos no eran ya suyos, eran gatunos y pálidos, y de su boca salían unos pequeños colmillos. 

Ella había sido contagiada por el demonio del granero y ahora eran dos contra mí. Siendo que ahora era una prueba con un plus añadido que no pasa casi nunca, tuve que enfrentar a aquella chica con la que tanto había compartido antes. No hubo mucho qué pensar, la noche se estaba acercando y el tiempo se estaba agotando. Tuve que sacar mi cuchillo y atacarla. Pese a que se estaba transformando, era más débil.

Salté directo hacia ella, pero una mano intentó agarrarme, la apuñalé, me deslicé por su brazo y escapé del demonio, luego con mi cuerpo cargué contra Alicia mientras le enterraba el cuchillo en el vientre, a penas si alcancé a llegar a la puerta empujado por un rayón que me propinó el arma de Alicia. 

Me jalaron desde el otro lado y los pocos que seguían ahí se alegraron por mi victoria, pero entristecieron al ver a la chiquilla como se iba convirtiendo en demonio poco a poco.

Pronto serían los dos los encargados de hacer la prueba del granero más difícil para los que llegasen el siguiente año.


Mayawell




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