lunes, 4 de septiembre de 2023

El Musguito


Él también ayuda a espantar las malas energías. La primera vez que se dejó ver, anduvo con su garrote de chocolate moviéndolo ora un lado, ora el otro. Tenía como dos metros y era tan gordo como Fêtard Loulou, el toro francés ganador en la competencia mundial del más pesado. Ostentaba una cabellera larga desde la
 mitad de la calva hasta poco más abajo de la espalda  y una barba espesa que le llegaba a la barriga. Todo él cubierto de musgo y una que otra flor. Era un gigante enternecedor cuando lo conocí por vez primera, y todavía lo sigue siendo muchos años después, aunque para él no hayan sido más que un par de días. Me pregunto desde hace cuánto está aquí, pero nunca me ha dado respuesta, aunque bien cierto es que, tampoco le he inquirido lo suficiente, porque ya la sé y solo quiero corroborarla.

Entonces en la meditación sale corriendo de entre los árboles como lo hacen los enanos, con el garrote en alto y gruñendo fuerte. Lo hace una sola vez por sesión y a veces dos, cuando alguna cargada presencia asoma para contagiarme con su gozo, tan delicioso que es, pero bien peligroso también. Pero cuando ya va a llegar a la entidad, esta huye rápidamente antes de dejarse dar alcance... Entonces él se detiene, se pone las manos en la cintura y espera un momento antes de regresar con paso tranquilo. Señal de que ya todo acabó y ha cumplido con su deber, mientras su voluntad de poder se mantiene intacta.

El guardián del caminante natural, me dijo que era, o eso me llegó por un susurro en el viento, luego de tanto insistirle. De ahí nunca más volvió a hablar, pero de vez en cuando lo veo cuando la meditación es muy fecunda y el viaje no debe ser alterado, como ahora.

Entonces primero son mis perras, que bajo el cielo nocturno, un par de veces durante el trance se levantan y arrancan a ladrar con ferocidad contra la presencia no bienvenida, hasta conseguir que prosiga su camino. Son el primer y único anillo de seguridad en el que confío siempre. Son la guardia real. La protección privada del señor imperial. Son guardianes natos.

Y luego está él, que ahora mismo acaba de irse hacia el bosque con paso tántrico de su segunda venida. Me vuelvo a preguntar desde hace cuántos milenios anda acá. Los grillos me contaron que hubo un tiempo donde le apodaban, el Musguito, porque 
cuando lo depositaron en el jardín del juego, era pura inocencia y solo espantaba las más simples energías, no las más pesadas. De ahí hasta esta noche han debido de nacer algunos planetas en la siguiente calle de la vía láctea. Mucho tiempo seguramente. 

Así que eso. Tengo buena protección cuando la necesidad lo amerita. Acabo de recordar que fue hace un par de años ya cuando lo vi por vez última, y ahora donde estaba la flor morada en su hombro que tanto me había encantado cuando se agitaba por el movimiento y dejaba un rastro hecho de un polvillo brillante, hay un pequeño arbusto donde unos traviesos pajarillos han cimentado su nido de finas telarañas.


Yerbita

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