domingo, 31 de enero de 2021

POETA DEL CHIQUERO Cap XIII : Vaya dato perturbador IV

Al reincorporarse miró una ciudadela extraña lo lejos, habían muchos domos, y de pronto miró un papel, el encabezado de alguna especie de carta, folleto, papel informativo y leyó: año 2305. Para toda la población superviviente, la raza Xarbaris ha sido casi aniquilada por una se...y se acababa la nota. 

Miguel quedó frío, su mundo ya no era su mundo, y él, pasó más de tres siglos en aquella nave, en aquellos combates, de pronto, asustado, corrió al río, y al ver su reflejo una enorme alegría invadió su alma (si es que alguna poseía y si la había, debía de ser muy negra), ¡la verruga ya no estaba! —LA PUTA VERRUGA NO ESTÁ, COÑO! JA, JA, JA  —se dijo entusiasmado—. Entre las cosas que más odiaba de su vida, era esa maldita cosa negra que le entorpecía la cara, que le daba un verdadero toque de fealdad, pero algo había sucedido en tan largo tiempo y ya no había más que decir.

Se dirigió entonces hacia aquella ciudadela, habría de ser ya tarde porque la noche se dejó caer cuando llegó a las puertas, lugar donde robots automatizados lo congelaron en una luz rojo intenso que le cegó la vista hasta perder la razón.

Se despertó en una celda de cristal amarrado de pies y manos; poco después entraron unas gentes de al parecer origen militar, lo interrogaron y Miguel contó todo lo sucedido en cuanto a los alienígenas; un momento después ya estaba arrepentido de haberlo hecho, pues lo llevaron a una sala para que demostrara tales cosas en su condición, cosa que resultó imposible, pero al tener rastros de radiación alienígena, estos no se convencieron y a base de torturas intentaron extraer esas habilidades, con lo que lograron que Miguel terminara con los brazos quebrados, las piernas destruidas y ciego de un ojo.

Era notorio que aquél lugar no era sino un laboratorio militar para estudiar a aquella raza que luego de trescientos años al fin habían podido vencer a base de ingenio humano, a base de microorganismos que más de una vez intentaron poner fin a la misma humanidad.

Miguel se enteró de esto y otras cosas porque ya eran de dominio público. De lo que no debía haberse nunca enterado, era que aún quedaban alienígenas y precisamente estaban en otros laboratorios siendo analizados para extraer lo más útil. Evidentemente se había instalado una dictadura, porque lo que el humano no deja nunca de hacer, es ser un hijueputa corrupto y el poder siempre le gana la batalla.

Se había implementado entonces un miedo en la sociedad mundial que ahora respondía a un único gobierno central y sus respectivas sedes en diversas partes del mundo, una única moneda, solo tres idiomas y la libertad que se limitaba a no salir de las murallas que en cada ciudadela se había desarrollado, ¿y si salían qué?, a pues desaparecían misteriosamente en manos de los perros del gobierno.

Miguel Ángel de la Ascensión fue trasladado a otro lugar en otra ciudad, sus extremidades fueron reparadas lo mejor posible, aunque dejándolo inservible. Fue durante el proceso de su recuperación que se dio cuenta que él solo era otro más de muchos otros que fueron raptados por los aliens, y que una vez devueltos, estos eran estudiados por sus congéneres para extraer alguna información, fue de esa manera que lograron descifrar una debilidad que les permitió vencer a los invasores.

De alguna forma se las apañó Miguel para ganarse la confianza de los trabajadores del lugar, y luego de tres años de saber que él no representaba ningún peligro, lo dejaron de mensajero y andaba de aquí para allá en su silla de ruedas flotante.

Un día empezó la búsqueda de los aliens que aún debían estar en algún lugar, le llevó otros dos años poder localizar a uno solo que estaba en una instalación cercana. Actuando como si fuese uno más, y habiendo demostrado capacidades en cuanto al manejo de equipos, logró que lo llevaran como parte del equipo de mantenimiento a esa base. Una vez allí, se escurrió como mejor sabía hacerlo y terminó frente a un cilindro de gran altura donde estaba encerrado y suspendido en una especie de gas a presión, un alien, pero no era cualquiera, era uno de color violeta, Miguel sintió una ligera esperanza de verse frente al que lo recibía luego de cada pelea, pero el alien estaba muerto desde hacía ya dos años.

—Alto ahí, ¡manos arriba! —gritaron unas voces.
—Lo siento, señor, me perdí, soy de mantenimiento —respondió Miguel.
—Si claro, andando. Y se lo llevaron a una sala de interrogación.
Ahí Miguel demostró su lado más amable y explicó que solo quería encontrarse con esos monstruos para gritarles cuanto los detestaba por lo que le habían hecho, que necesitaba desahogar su odio contra esa especie que lo había arrancado de su familia y miles de cosas más, tanto, que el agente a cargo, convencido por sus inocentes palabras, le prometió dejarle ver uno vivo. Miguel aceptó encantado y terminó el trabajo con los equipos.

Siete meses después Miguel fue llamado, y volando lo más rápido llegó hasta el vehículo que lo llevaría al laboratorio en Nueva Alemania. Una vez ahí junto con el agente entraron en las instalaciones y entonces al fin pudo ver a otro alien de color violáceo pálido con una señal en lo que parecía su pierna; Miguel no dudó, esa señal se la había hecho él en uno de tantos intentos por lastimarlo, y solo una vez había logrado rozarlo con una mano en medio de la desesperación. El alien al verlo reaccionó también, pero nadie lo notó, solo Miguel pudo sentir un cosquilleo en su cabeza y supo que era de aquél bicho estelar.

Preguntó cuanto pudo, observó cuanto pudo, y como si de un turista se tratara, le contaron lo esencial y superficial del asunto, Miguel trató de idear algo para poder estar a solas con el bicho, pero no había opción. De pronto un temblor azotó la zona, y la alerta se disparó, era un ataque enemigo, una nave de mediana envergadura se estrellaba con la base, no sin antes disparar enormes cantidades de energía que generaban movimientos telúricos de alto peligro, todos fueron socorridos y en medio del caos, Miguel se separó. No lo pensó dos veces y regresó con el alien, lo liberó aumentando presión extra al tanque y este estalló, por desgracia el alien salió hecho pedazos, Miguel recogió al menos lo que sería la cabeza y trató de hablarle, los ojos de este ser miraron fijamente a Miguel, y en un instante, Miguel Ángel de la Ascensión Hidalgo Cortés vio cruzar por su mente toda una epopeya de mundos y civilizaciones que escapaban a su entendimiento, pero entre todo eso logró discernir que esta especie que los había invadido, había sido desplazada por otra peor y lo único que hacían era buscar de planeta en planeta algún material para formar armas con las que defenderse, los humanos mezclados con su tecnología habían sido otro proyecto más en la búsqueda de esa salvación para su raza, y, entendiendo lo que deseaba Miguel, el alien le reveló la ubicación de su nave y cómo ingresar. Unos segundos después, se convirtió en una especie de líquido que se escurrió entre las manos de Miguel.

Una gran explosión alcanzó el lugar y Miguel salió disparado junto con multitud de escombros por los aires fuera de la muralla hasta aterrizar sobre un techo que le terminó por destrozar en tres partes la columna vertebral. Arrastrándose como le fue posible, mientras no era consciente de la gravedad de sus heridas, llegó hasta su silla de ruedas flotante, se puso encima y boca abajo y la dirigió hacia el lugar de la nave que estaba a no muchos kilómetros de allí oculta en las montañas.

Llegó a altas horas de la noche, pero había luna llena y se podía ver, sin embargo, Miguel poco miraba porque ya estaba medio muerto, y en realidad debía haberse muerto desde hace ya varias horas, pero aún seguía respirando esperanza, esa que le devolviera una vida de goce. Encontró la nave, logró entrar y al fin, luego de casi tres años se hallaba frente a un salón con bañeras por doquier, y a punto de perder la consciencia se dejó caer en una que mantenía un brillo azul marino.

Se despertó luego de una semana, se vació el liquido y Miguel se miró completo y regenerado, se levantó emocionado al verse nuevo y saltó de alegría, pero solo saltó dos cuartas por encima del piso, golpeó el suelo y se lastimó la mano, seguía siendo humano, no había mejoras en él, solo que estaba sano de nuevo, pero esa no era la idea, quería volver a tener esas capacidades, volver a ser imparable. Entonces se metió en otra tina, y se despertó igual, nada había, así estuvo intentando durante varios días, probando alguna que funcionase, sin embargo, desde que llegó no se percató que no era el único en la nave, había algo más, un bicho rosa del tamaño de un perro mediano, por simple deducción se trataba de un alien bebé, o de algo similar, Miguel se percató de su existencia un día que furioso golpeó una bañera con tanta fuerza que la partió y creyó que volvía a tener poder, de reojo, ahí lo vio, parado en un costado, observando a Miguel, y Miguel le devolvió la mirada y acercándose le preguntó qué pasaba, por qué no funcionaba, pero el alien no respondía, —ha de ser pendejo —se dijo— por algo lo habrán dejado aquí —añadió—, pero antes de que continuase, el bicho extendió un brazo y abriendo cual tela su mano apretó la cabeza de Miguel y pudo observar todo cuanto este sabía y había hecho, mas se limitó a observar las últimas imágenes del otro alien que habría sido alguien importante ahí, y entendió el propósito de la situación. 

Miguel se quedó en blanco por un momento, pero una vez volvió en sí, arremetió en insultos contra el alien, no obstante, esta vez tuvo respuesta. El pequeño alien hablando directamente a su mente, le dio órdenes de hacer esto y aquello y una vez listo le señaló una bañera en específico. Miguel entonces agarrando un pedazo de la bañera rota, arremetió contra su cuerpo, se hirió como mejor pudo aunque no en este orden: se cortó las venas, el cuello, se sacó un ojo, se partió los dientes, se abrió la barriga y se sacó los intestinos, el hígado, los riñones, se apuñaló la verga, y antes de caer en la tina, se golpeó la cabeza tantas veces y tan fuerte que logró penetrar su cerebro y cayó en la tina. Hacer esto y aquello implicaba que toda lesión o herida que su cuerpo tuviese, habría de ser curada y mejorada en tanto peor fuera.

Se despertó luego de mucho tiempo, habrán pasado unas tres semanas o quizá dos meses, jamás lo supo, pues no tenía idea de las fechas de aquel tiempo. Pero esta vez se despertó renovado tanto que sabía que ya no era el mismo sino mejor apenas abrió los ojos. Frente a él se hallaba el pequeño alien que había vigilado su recuperación y al parecer era el último de su clase, una vez Miguel se encontró listo para salir, el alien le extendió su brazo a su cabeza y le enseñó todo cuanto le había sido transmitido, ahora no tenía nada más que hacer que vivir si le era posible, pero no lo podría lograr en ese mundo donde él sería una presa de incalculable valor para el gobierno de aquél entonces, se hallaba varado y solo le quedaba esperar dentro de la nave por algún milagro, milagro que Miguel Ángel de la Ascensión Hidalgo Cortés le prometió cumplir, porque ahora había dejado de ser humano, ahora él era un maldito puto desquiciado con hambre de ver sangre y cagarse en los que se creían superiores.

Miguel se despidió del pequeño alien, y en regreso del favor de devolverle su poder, le iba a conseguir un lugar en este mundo.
Salió de la nave y se dirigió hacia donde el sol apuntaba, luego de caminar por varios días, en algún pueblo de los años 2100 encontró brillando clavado en un poste un machete que tenía las letras grabadas en su hoja: Colima de Incolma (publicidad no pagada, pero esos hptas machetes lo que son es finura), —Joder, esto tiene que ser obra del mismo universo que me quiere ver bailar —se dijo, y recogiendo el machete, se lo echó a la espalda y se dirigió hacia aquella ciudad que se veía a lo lejos donde un letrero decía: Nueva Francia—, veeeerrrrgaaaaa, aquí empezará la matanza, ja, ja, ja —pensó y se dispuso a practicar...


«Aceptamos el trabajo de doña Samantha. No me gustaba la idea, pero logramos encargarnos del asunto y hacer suficiente dinero.
—Nataniel, Gervacio, ¿desde hace cuánto nos conocemos?
—Desde hace un año más o menos —respondió Gervacio.
—Por qué —preguntó Nataniel.
—No lo sé, solo quería saber —respondí.
La verdad es que sabía que esos eran mis últimos días con ellos, tenía un mal presentimiento que era inevitable...»


Continuará...


Malayerba

martes, 12 de enero de 2021

POETA DEL CHIQUERO cap XII: Vaya dato perturbador III

El ruso terminó con heridas tan profundas que necesitaría un par de décadas en el otro mundo para que terminen de cerrar, el cuerpo del gigante lo aplastó y sintió como era asfixiado, alcanzó a oír que se acercaba algo, y antes de perder la consciencia sintió que lo liberaban de su peso y flotaba suavemente.


Cuando volvió en sí, se encontró dentro de lo que parecía una bañera de diamante, una capsula, una tina de algún puto millonario, pero no era así, esta emanaba una luz amarillenta y Miguel aún no se había dado cuenta de que estaba inmerso en este líquido, pues respiraba tranquilamente y sentía un bienestar infinito, cerró los ojos para disfrutar mejor; alcanzó a sonreír poco más de diez segundos, cuando el agua fue vaciada y el quedó desnudo temblando de un frío abrumador. Seguido fue rociado con una especie de polvo rosa que lo cubrió por completo, y al instante una especie de colores verdes oliváceos fueron tornándose a lo largo de su cuerpo formando una especie de ropa. 
Aunque pareciera que solo era una licra pegada al cuerpo, sentía el mismo bienestar del acuoso líquido.

Se levantó observando que era el primero de una fila interminable que se extendía hacía un lado y hacia arriba, una de muchas filas. Habían otros en cápsulas y reconoció al ruso ahí a lado de la suya y sintió miedo, de pronto recordó su pelea y como este le había quebrado las piernas, pero ¡oh sorpresa!, las piernas estabas intactas —JA, JA, JA ¡¿qué verga?! —exclamó, y para salir de su asombro dio un salto, y el salto lo elevó por más de cinco metros—, wow wow woooow, ¡¡¡jueputaa!!! —gritó y cayó de jeta en el suelo—. 
¿What the fuck? —prorrumpió asombrado.
Entonces entraron dos aliens unos seis metros y el otro todavía más grande y de color violáceo pálido, el verdoso extendió lo que parecía un brazo y antes de atrapar a Miguel su extraña mano se abrió como si fuese una cortina, una manta, una red; se abrió como si fuese una puta bolsa y atrapó a Miguel en un parpadeo.

Fue depositado en una sala igual a donde estaba junto con los otros matones, y en seguida en las demás celdillas fueron colocados otros hombres.
Como en el primer acto, salieron a matarse, pero esta vez Miguel fue el tercero, los dos primeros eran un negro alto y fornido y un mexicano que grito: ¡¡¡CHINGUEN A SU MADRE CABROOOOOONEEESSS!!!, mientras con una pala atacaba al negro, y el negro en un idioma inentendible gritó algo, le quitó la pala y le abrió la barriga al pobre mexicano de metro sesenta, y sus intestinos quedaron esparcidos por el suelo.

En seguida se fue contra Miguel que ya había sido liberado, pero este de un salto se posó en el otro extremo del salón,
el negro lo siguió, pero Miguel corrió, y su velocidad fue increíble, en carrera se acercó al negro por un costado y le arreó una patada, el pobre nigeriano voló hasta el otro lado, su cabeza golpeó de lleno la pared, se oyó un estridente crujido de huesos. —¡Me cago en la puta, joder!, ¡qué go-no-rre-aaaaa ja, ja, ja, ja!
De pronto apareció un irlandés con un gran maso y Miguel Angel de la Ascensión se fue en galope a su encuentro, le arrojó varias patadas que el tipo no supo detener, y Miguel le destrozó la cabeza en dos pisadas, se emocionó el hijoputa y ya no esperó a que liberaran a otro, sino que se fue como tren descarriado destrozando las celdas y machacando cabezas sin piedad.
—¡¡¡JUEPUTAAAAAA!!! ¡QUÉ BUENO ES VIVIR! —Gritó emocionado.

Entró un alienígena violáceo y Miguel de un salto se dirigió a su cabeza, pero quedó flotando a pocos centímetros de sus ojos; este alíen lo observó escrutadoramente, Miguel se enderezó en el aire, sintió que algo tocaba su cabeza, y de pronto un millar de imágenes le atravesaron la mente y quedó con los ojos en blanco.

Al despertarse, se vio de nuevo en una celdilla, rodeado de varios otros, pero esta vez eran distintos, eran humanos, pero tenían algo diferente, a lo mejor como él pensó.
Esta vez la batalla fue distinta y Miguel que entró de séptimo, fue mutilado de un brazo y una oreja. 
Al despertar en la tina, estaba completo, pero una fuerza asombrosa generaba su brazo izquierdo que lo sentía más pesado; supo de la fuerza cuando al despertar, se agitó de pronto y con el brazo rompió la tina e hizo una mella en el suelo.

Fue puesto de nuevo en una sala, y de vuelta a lo mismo. Pasó así más de diez veces, más de cincuenta, más de cien, perdió la cuenta cuando pasó de doscientas treinta. A veces perdía un dedo, otras veces los dos brazos, un día le dieron un hachazo en la verga, una vez le atravesaron una lanza en el ojo izquierdo. Y cada vez despertaba en esa tina y de ahí al combate.
No supo cuanto tiempo pasó, no entendía qué ocurría, y lo que en un principio fue emocionante, se convirtió en una exhaustiva monotonía.

Un día se puso de acuerdo con un hondureño con el que había luchado varias veces, en tratar de huir cuando en la sala ingresara el alíen por el último sobreviviente. 
Se hizo el muerto Miguel y cuando el alien entró por el hondureño, los dos de un salto apuntaron a la puerta, pero fueron detenidos varios metros antes de acercarse. 
Perdieron la consciencia en un chasquido donde sentía una descarga y al despertar, Miguel se vio tirado en un río, el hondureño sabría Dios dónde. 

Miguel se vio entero, pero al saltar no saltó más de veinte centímetros, y al golpear se fracturó la muñeca.
Era un humano normal de nuevo, pero no entendió que pasó. si todo era un simple sueño, o si todo fue rea... ¡suánfonsoooonn!, pasó una nave por encima del río, y atrás unos aviones de guerra que varios metros más allá lo derribaron, la explosión llegó hasta Miguel que lo mandó a volar y cayó en un auto que se hallaba volcado. Al reincorporarse miró una ciudadela extraña lo lejos, habían muchos domos, y de pronto miró un papel, el encabezado de alguna especie de carta, folleto, papel informativo y leyó: año 2305. Para toda la población superviviente, la raza Xarbaris ha sido casi aniquilada por una se...y se acababa la nota. 

Miguel quedó frío, su mundo ya no era su mundo, y él, pasó más de tres siglos en aquella nave, en aquellos combates, de pronto, asustado, corrió al río, y al ver su reflejo...


—¡¡¡HIJUEPUUUUUUTAAAAA!!!, ¡nos encontraron estas gonorreas! ¡¡¡AL SUELO!!! 
Y un montón de balas perforaron la pared de la casa.

Con Gervacio y Nataniel, escapamos de milagro por una pequeña puerta que no había sido remodelada en aquella casa y daba a los patios. De ahí huimos a pie con el corazón en la mano hasta que no pudimos correr más.
Dejé mi celular ahí, tratamos de pensar qué hacer, la gente de los Martinez no van a parar y yo...
—Oe, Chique.
—¿Qué?
—Busquemos al Potro, te debe un favor, ¿no?
—No está aquí y si está, tal vez me mate a punta de golpes mientras me cuelga de los huevos.
—¿Por qué?
—Me cogí a su hija dos días antes de sus quince, je, je.
—¿A Fernanda?
—No, a Maritza.
—¡NO SEA HIJUEPUTA, HERMANO!, ¡QUÉ CA-GA-DA!
—Pues, no sabía que era hija.
—¿No sabías que era la consentida, la preferida, la vida de ese malparido? TODO EL MUNDO LO SABÍA, ¡POR ESO NADIE LA TOCABA!
—Ah, pero es que...estaba buena la tonta, je, je.

—Eh chicos, tengo algo, Samantha, la dueña del tango, su oferta aún sigue en pie.
—Es verdad, vamos con ella —Dijo Gervacio—, Nataniel, ¿sabes si tiene a Rodrigo con ella? —añadió.
—Sí, él fue quien me informó, me lo encontré en el centro—respondió Nataniel.
—¿Qué, Chique?, no hay de otra.
—Pos ya qué, tocará.


Continuará...

Malayerba

domingo, 10 de enero de 2021

POETA DE CHIQUERO Cap XI: vaya dato perturbador II

Los aliens estaban recogiendo a cuanto humano divisaran, vivo o no.
Se asomó como pudo por un lado de la estructura y al asomarse sus ojos se abrieron de par en par: una horda de monstruos verdes con cuatro ojos formando una corona en lo que parecía su cabeza hacían lo que parecía un acopio de materiales en una nave interplanetaria.

No había manera de huir de aquel envase de metal; de saltar por la borda daba lo mismo que tirarse de un edificio de cinco pisos, Miguel Ángel de la Ascensión reparó en sus compañeros de viaje, la mayoría jóvenes, no pasaban de los cuarenta años los más viejos.
En lo que duró el viaje subió varias veces y notó que los vagones flotantes tenían distintas tonalidades y en algunos se observaban puras mujeres, en otro solo ancianos, había uno de niños, otro de hombres negros, otro de solo blancos, todos en algún momento asomaban sus tristes caras pálidas al igual que Miguel, solo para observar que todos iban derecho a una monstruosa nave. El corazón se le llenó de emoción, se sentía afortunado de poder entrar en una nave alienígena antes de morir, un sueño cumplido, objetivo tachado de la lista de cosas por hacer antes de cerrar los ojos para siempre.

Miguel se recostó en un lado del vagón, por alguna razón los demás se alejaban de él, quizá por lo feo, quizá por la sangre que impregnaba su ropa, quizá por el machete que aferraba su mano muy alerta ante cualquier amenaza. Sea como fuere Miguel se reclinó en la pared, respiró hondo y se puso a dormitar.

Unos minutos después, luces incandescentes le dieron de lleno en el rostro, una luminaria de rosa claro dejaba ver cientos de vagones dispuestos en carriles que se avanzaban suavemente y más adelante en bifurcaciones desaparecían de la vista. 
No pasaron el primer túnel cuando gritos desgarradores irrumpieron los lloriqueos, de los que ahí estaban presos del miedo.
Miguel que el llanto no toleraba, miró a un tipo que se lamentaba al parecer con su hija, mientras rezaban pidiendo perdón a Dios y auxilio para sus almas.
—Saben qué pendejos, ¡¿por qué no mejor le van a rezar en su puta cara?!— les gritó, mientras blandía su machete— y antes de que alcanzaran a ver quién les hablaba, varios cortes consecutivos destrozaron sus desamparados rostros y la sangre mojó a los aledaños.
—¿Dios? —dijo en tono de burla— ¡estos son sus putos dioses de mierda!, ¡y ahora nos van a matar a todos! JA, JA, JA.

Ni el mismo comprendía a qué venía su reacción, era una simple energía que sentía en su interior, era como si entre más adentro de aquella nave, más se inflamara su gozo, su vitalidad, sus ganas de matar.
La gente lo miró con temor y Miguel vio en aquellos rostros algo encantador: que mejor no estuvieran bellamente asustados, y como si de una danza se tratase, enfiló su machete a todo el que lo rodeara, y fue bajando de tajo algunos cuellos, narices, hombros quedaban colgando, orejas volaban por doquier, Miguel poseído por la euforia mutiló a más de cincuenta en un instante. Su metro setenta y ocho, y sus noventa y seis kilos de masa muscular aunque unos veinte de pura grasa, le daban un aspecto temerario. 
Miguel se había pasado de verga.

Pero no le duró la pasad porque un alienígena lo notó. Había observado la matanza e hizo detener el vagón, 
con una especie de mano alcanzó a Miguel cubriéndolo por completo, este último no pudo reaccionar pues todo su cuerpo fue inmovilizado. 
Lo soltó en una caja de cristal dentro de una habitación reducida para un par de personas nada más.
De pronto entró un joven asustado y perdido, y el cristal fue levantado dando libertad a Miguel. Este sentía como era observado, y antes de ponerse a pensar en lo que sucedía, una fuerte sacudida los despertó a los dos, el corrientazo los empujó uno contra otro, y Miguel que no soltaba su machete un solo instante, atravesó sin querer el vientre del joven. Se desangró rápídamente.

Una especie de tentáculo salió y arrastró al joven por un pequeño orificio.
Al momento entró una anciana de unos sesenta años, igual que el primero, asustada ella, no sabía que ocurría  y otra liberación de energía, los sacudió y Miguel golpeó de lleno a la señora sin querer, esta chocó en la pared y se desmayó. Fue arrastrada también.
Al momento entro una joven, esbelta, pero aterrorizada, lo miró y quiso hablar, pero Miguel antes de sentir la electricidad a punto de quemarle los huevos, entendió que lo que debía hacer era matar o dejar inconsciente a su visitante. No tenía sentido, pero su instinto le decía que le corte la cabeza, y sin perder tiempo de un tajo la separó de su cuerpo.
Fue arrastrada también.
Entraron luego un par de niños, mellizos ella y él, asustados, perdidos fueron atravesados por el machete de Miguel nada más llegar;
seguido fue un calvo gordo, oficinista al parecer, Miguel le cortó las piernas y luego el cuello, detestaba a los oficinistas, malditos cerdos, era lo que pensaba de ellos.
De alguna forma se estaba divirtiendo, y en esa forma, le fueron llegando más y más personas que nada comprendían. Miguel luego de varias horas se sintió sofocado, sintió mareos y al final fue perdiendo el sentido, mientras sentía cómo era arrastrado.

Se despertó en un salón donde habían más tipos como él, cada uno en su jaula de cristal, cada uno con una herramienta o un arma. 
Recostado en el suelo divisó como se abrieron dos jaulas y un tipo disparó una metralleta a otro que tenía un tridente, luego liberaron a otro y este con un hacha le partió la cabeza en dos al del arma de fuego. Al momento liberaron a un negro de apariencia salvaje, y este con una lanza atravesó las costillas del tipo del hacha, pero este por reacción le asestó un golpe seco que le cortó los brazos.
Los dos murieron desangrados rapidamente.

De pronto la celda de Miguel se abrió y desde el otro extremo salió un gigante de dos metros, ruso a lo mejor, con una patecabra y en dirección a él. Miguel se levantó apurado, y aferrándose a su machete trató de moverse por el salón. 
Habían varios muertos ahí, al menos doce más antes de los primeros que alcanzó a divisar cuando despertó.
El ruso se aumentó la velocidad y fue por el pequeño Miguel, este último reparó en que había muchos ojos observando desde las afueras del salón, era como si eso fuese una gallera, un círculo de animales que se matan, como si fuese entretenimiento nada más. 
Se perdió en el pensamiento cuando un golpe directo a la cabeza que alcanzó a bloquear con su brazo lo mandó al suelo.

Miguel miró al ruso que parecía una fiera a punto de devorar a su presa, presa que era el pobre latino. Pero Miguel había pasado ya mucho y le gustaba su vida como para morir ahí, así que se arrastró como un gusano y tan rápido como una serpiente hasta alcanzar la ametralladora y disparó a lo loco, el ruso se cubrió la cara, pero las balas le dieron en la panza, sin embargo, no se detuvo y de un salto cayó sobre Miguel, rompiendo sus piernas, gritó como nunca el pobre, y el grito se transformó en rabia, y con una energía tal como se ve antes de la muerte, Miguel Ángel de la Ascensión, blandió su machete hasta perder la razón; cortaba y cortaba, y cuando el machete se apretaba en un hueso, gritaba, lo sacaba y volvía a cortar.

El ruso terminó con heridas tan profundas que necesitaría un par de décadas en el otro mundo para que terminen de cerrar, el cuerpo del gigante lo aplastó y sintió como era asfixiado, alcanzó a oír que se acerc...

Trash, trash, trash, golpearon la puerta.

—Chiquero, ¡puto weón!, los Martinez no eran. Fueron los de don Saúl.
—¿Qué coño? de qué hablan —respondió Chique, mientras habría la puerta.
—Andrea, tu putita, no la mataron los hermanos Martinez, sino el Negro y el Chino, los del bar.
—Joooodeeerrr, ¿y ahora? ¿Qué hacemos?
—Viejo, toca volarnos, si nos quedamos aquí, no pasamos de esta noche.
—¡Jueputa! y tan buena que está la historia, ¡no mamen!, ¿qué? ¿Pa Santa Rosa?
—Pues sí.
—Pos vamos.


Continuará...


Malayerba

sábado, 9 de enero de 2021

POETA DEL CHIQUERO Cap X: Vaya dato perturbador.

—¿QUÉ VERGA, CABRÓN? Era el maldito ejército más poderoso del fucking mundo, ¿y los hicieron polvo? ¡¡¡¿QUÉ MIERDA?!!!
¿Quién putas nos va a salvar a ahora, coño? ¡¿Quién?!, valimos, jueputa, ¡¡VALIMOS!!

Esto vociferaba Miguel Ángel de la Ascensión, mientras daba la segunda cagada del día.
Habían, en efecto, sucumbido de manera casi patética el glorioso ejercito estadounidense; no bastó más que medio día para que toda la armada fuese convertida a cenizas, y con tal ejemplo los demás ejércitos del mundo temblaron y huyeron hasta donde pudieron. 
Día a día, de cada potencia mundial sólo quedaban grandes espacios vacíos consumidos por una especie de lluvia corrosiva. 

Los aliens, señores, aquel año antes de completar el 2030, una flota de bichos interestelares arribaron en el planeta Tierra.
Y nada daba indicios de que viniesen en son de paz. 

Miguel Ángel de la Ascensión Hidalgo Cortés, oriundo de la selva amazónica del Ecuador, hijo de padre colombiano y madre mexicana, que había pasado toda su vida yendo y viniendo por toda América latina y otros países del mundo, a sus treinta años se dio cuenta que el mundo levantó la bandera de la supervivencia, y era ahora el momento de hacer lo máximo en el menor tiempo posible. 

Entendido esto, aquel martes de un lluvioso julio, cuando la armada estadounidense se vaporizó a la vista de los espectadores que ansiosos observaban la realidad como si fuese una película que los noticieros exhibían a través de sus drones en vivo y en directo, Miguel acabó de limpiarse bien en culo, 
fue por su machete, 
lo afiló en su taller de metalúrgica cual cuchilla de afeitar,
y salió a caminar. 

La lluvia caía a borbollones, 
pero ya Miguel fumado su buen porro de cripy, sentía como el agua le generaba una satisfacción en aumento.

Entonces ya habiendo recorrido calles enteras, terminó en las afueras, 
y ahí, justo debajo de un puente, una mujer se refugiaba del fuerte aguacero. 
Miguel se acercó como si nada, llevando el machete escondido en la espalda, 
Le sonrió amablemente, ella contestó igual, 
preguntó cómo se llama mientras refería algo del clima y la urgencia de buscar cobijo dónde sea, 
y cuando ella terminó de pronunciar la a con la que terminaba Lucía, la cabeza le quedó colgando hacia atrás mientras caía. 
Con la agilidad del gato, Miguel le había asestado un machetazo que cortó de un tajo el delicado cuello de la muchacha.

Rápidamente la desvistió y se sacó la verga. 
La abrió de piernas y penetró groseramente aquel cuerpo sin cabeza.
La sangre escandalosa se mezclaba con el agua y se observaba desde lejos un líquido enrojecido avanzando sobre la calle. 
Miguel envuelto en su labor llenó de buena leche aquel coño que empezaba a enfriarse.
Le mordió las tetas hasta enterrarle los dientes y arrancarle los pezones, 
Menos mal estaba ya muerta o la cara que habría puesto la muchacha hubiese sido espeluznante, se dijo. 

Acabó, se limpió y se guardó la polla que aún estaba erecta y deseaba más. 
—Pero para ser la primera vez, creo que estuvo bien, —pensó— y siguió andando por la calle, 
Llegó a su casa, 
preparó su mochila, 
mañana será un gran día, se dijo y se durmió. 

Al medio día del miércoles ya las calles estaban revueltas, 
La gente enloquecida corría a abastecerse.
Miguel con su machete escondido en su mochila, también salió para abastecerse y checar el panorama.

De vuelta a casa, pasó por encima el puente donde seguía tirado el cuerpo desnudo, follado y ahora morado de la bella Lucía, —no, espera, no era bella, fea si estaba, por eso le bajé la cabeza, pero buena la hijueputa, joder, sí que estaba buena  —se dijo al recordarla. 

Armó otro porro y siguió caminando, 
las ganas de follar le entraron de nuevo, 
y está vez había un tipo fumando un cigarro al final del puente. Miguel lo miró y pensó —pues siempre hay una primera vez —y se acercó pidiendo fuego para su cigarrillo— el tipo se echó la mano al bolsillo, 
Y cuando la subió solo fue para tocarse la tráquea de la que salía sangre a borbotones. 
Miguel, de la puntería echo un diablo, asestó limpio el corte y la cabeza rodó calle abajo. 
Le quitó el pantalón y con el culo parado del reciente muerto, se dio un festín.
Lo penetró con dificultad pues estaba muy cerrado el hijo perra, pero apretando fuerte se lo fue metiendo, 
Siempre había querido tocar un pene que no fuese el suyo, y ahí tuvo la oportunidad de quitarse las ganas.
Una vez hubo eyaculado en su interior, le jaló la verga tan fuerte como podía, a ver si se podía arrancar, pero no pudo por lo que terminó cortándola de un tajo. 

Los días pasaban, y los muertos abundaban.
Incendios, disparos, gritos, bombardeos, 
gente desesperada, 
huyendo, 
otros dejándose morir, 
Algunos cuantos en fiestas, bailando antes de que sea demasiado tarde.
Muchos otros ebrios por abusar del alcohol o de locura al verse impedidos para hacer frente a su muerte segura. 
Todos eran testigo del poder de los aliens, 
y nadie tenía la fuerza para enfrentarlos. 
Así que cada quien hacía lo que creía era lo mejor.

Miguel que siempre había querido matar, no tuvo mejor excusa que esta para llevar a cabo su tarea.
En tanto el mundo se perdía rápidamente ante la invasión de los bichos color esmeralda con forma de humano, pero con un par de extremidades demás y la altura de tres metros el más bajo, 
Miguel aprovechó para saciar su sed de locura y hacer cuando pudiera. 
Nadie iba a recriminar sus actos y dispuesto a morir estaba desde hace años, luego de que se enterara que sus padres no eran sus padres, que sólo lo habían robado para venderlo, pero como estaba bien feo, nadie lo quiso comprar, y al final la pareja de viajeros terminó por encariñarse del adefesio y lo dejaron como sirviente. 
Le dieron escuela suficiente para que no sea un retrasado, y eso fue todo. 

Así que ahora, Miguel, a sus treinta supo que no había mejor manera de demostrar que la vida es una sola, sino sacándole el máximo provecho al asunto. 

Así que con machete en mano, todos los días iba en busca de alguna presa, en lo posible mujeres de más de veinte años  uno que otro tipo. 
Siguió matando y follando cuanto pudo. 

Sin embargo un día, se vio en una ciudad vacía, 
Casi toda la población había huido dejando todo atrás. 
Y entonces se metió en una casa siguiendo a una joven, y luego de hacer lo propio, se dio cuenta que había una niña en la casa y la niña estaba ciega, 
—Joder —pensó Miguel— ¿una ciega? Nunca se me ocurrió, pero ya que estamos, hay que probar su sabor.
Y la niña al sentir que alguien la agarraba, gritó, y Miguel que no toleraba el ruido con un trancazo le partió la quijada en dos. 
Inconsciente quedó la pobre y Miguel aprovechó para gozar con la infante. Tendría unos diez años nada más. 
Y terminando su pasatiempo, se marchó. 
Pero al cruzar la puerta su mundo se puso oscuro. 

Sintió como algo le envolvía la cabeza y sus pies se elevaban del suelo, 
sonidos inentendibles percibía.
De pronto lo soltaron y cayó de costado en un montón de gente, la mayoría heridos que no podían moverse, y que al sentir el nuevo integrante gritaron por el impacto del desgraciado. 
Ahí fue cuando murió Armandito, el niño ejemplar del barrio, el que ayudaba a los ancianos, a sus vecinos, el que alimentaba a los gatos. Herido, con la pierna quebrada, había tratado de ubicarse en un rincón del vagón para tratar de salvarse, pero cuando vieron que iban a tirar a otro más, la gente se movió, y Armandito cayó. 
Lo pisaron varios y alguien se paró sobre su cabeza justo cuando Miguel Ángel de la Ascencion cayó, y lo hizo encima de quien pisaba a Armandito y del impacto sus ojos salieron de sus cuencas cuando su cabeza estalló. 

—¿QUÉ PUTAS? ¡JODER! ¡¿QUÉ ES ESTO?! —Grito Miguel al incorporarse y ver a más de cien personas amontonadas en aquella caja de metal, pero luego de observar el panorama dedujo la gravedad del asunto. 
Los aliens estaban recogiendo a cuanto humano divisaran, vivo o no. 

Se asomó como pudo por un lado de la estructura y al asomarse sus ojos se abrieron de par en par:una horda de monstruos verdes con cuatro ojos formando una corona en lo que parecía su cabeza hacían lo que parecía... 

Ring...ring.. sonó el teléfono.
—¡NO, JUEPUTA! ahora no... ALÓ, ¿QUÉ? 
—Chiquero, tenemos un problema. 
—¿QUÉ PROBLEMA? ¡No molestes! 
—Andrea, la mataron, la hallamos en la treinta y dos con quince entre un montón de basura, por pedazos, su cabeza tenían una tarjeta entre los dientes, «sigues tu, Chiquero hijo de perra»
—... 
—Chique, ¿aló?... Oe.. 
—... Mieeeerrdaaaa...
—¡Tenemos que hacer algo! no podem...
—Si, si, ya ya entendí. Clap —colgó. 


Nuuuuu, y ahora, ¿qué verga? Baaaahh a la mierda, ya debe estar con el padre celestial poniéndole el culo a todos los ángeles y al puto del Chucho. Ni qué hacer. 
Sigamos con la historia que esto se está poniendo buenoooooo jo, jo, jo... 

¿QUÉ? ¿SE ME ACABARON LOS DATOS? ¡¡¡¡HIJUEPUTAAAAAAAAAA!!!! 

Baaaahh, joder. Bueno Andreita. Tocó ir a vengar tu muerte, la historia tendrá que esperar.


Continuará...


Malayerba

lunes, 28 de diciembre de 2020

QUEBRANTO

Me pequeña fortuna se reduce a un par de fotos,
unos cuantos videos,
el eco de su risa en las llamadas,
y de mi parte, solo un montón de versos.

El cigarro a medio acabar deja un mensaje en el humo que ronda el espacio,
un mensaje que el viento habrá de llevar hasta donde se encuentre,
si es que la encuentra,
si es que aún existe,
si es que aún de mí se acuerda.

Detrás de este rostro de apacible seriedad,
solo queda una acumulación de ira contenida,
una agresividad autoinflingida,
un dolor enmascarado,
y una triste alma derruida.

No hay vida cuando la fuente que da energía al corazón se aleja,
no hay vida con sentido si conmigo no está ella.
De todas formas ya no me preocupo de mí,
sé bien que habré de morir en cualquier lugar,
sea de un infarto o de un derrame cerebral,
todo por reprimir emociones que no he sabido expresar,
por gritar ahogado en llanto estos silencios que no he aprendido a callar.

El dolor se acrecienta en mi pecho, porque a la última hora me veo igual de pequeño que ayer:
con la mirada sin brillo,
con el espíritu afligido,
con la esperanza desecha, 
con la muerte vigilando tras la puerta,
y con mis ganas de cruzarla. 


Malayerba






domingo, 27 de diciembre de 2020

DIMENSIONES

La mirada hacia la oscuridad que cada vez hala más.
Los recuerdos alimentando un alma que se desintegra a paso lento.
Un cigarro que consumen labios que han perdido la facultad de besar;
y un rostro que perdió su brillo y permanece en silencio,
hacen parte de la escena de esta noche.

Una noche en la que el viento se lleva consigo las gotas de lluvia,
funge esta como portadora de una lúgubre verdad:
Que la persona que espero no vendrá ya jamás;
que causas que me son desconocidas la han arrastrado a la fatalidad,
que yo sentado en este banquillo debería dejar de extrañarla y marchar.

A todo esto una solución tan propia como evidente se muestra:
Los sueños.
Debo permitir que los sueños me conduzcan a parajes más allá de las creaciones de la mente.
A lo mejor y en una de estas la encuentre,
a lo mejor y en una de esas la bese;
a lo mejor y en algún recóndito lugar inesperado pueda abrazarla y decirle que en ningún segundo he dejado de amarla...
A lo mejor y es que los sueños me habrán de brindar lo que la realidad en la que despierto me niega.


Malayerba

jueves, 17 de diciembre de 2020

VIOLADOR DEL VERSO

Crisantemos de dolor para un poeta sin amor.
Es menester no acostúmbrarse a la desesperación,
que urgen en los desvaríos abismos de motivación.
Pero emergen de lo profundo, crueles sirenas de lo perverso,
que siembran en los corazones, deseos de intenso mal.

Semillas de color grisáceo transformadas en amarguras son,
y los elefefantes siguen bailando encima de la tela de araña,
pero ya no son solo tres, ya van más de diez,
no aguantará poco más que segundos y la araña se pone a temblar;
su suerte está echada,
pues en el fino hilo se suspenden los temores,
y un efluvio de emociones se revuelcan en la panza.

¿Estoy demasiado drogado acaso?
O es que ya no necesito de drogas para darme cuenta que mi mente diavaga en tiempo permanente,
que se pierde, se enreda
y desde una humareda donde se pone a parir estrellas,
yo finiquito el placer de morir y nacer bajo el infinito bucle que otorga el dolor y el placer...


Malayerba

jueves, 10 de diciembre de 2020

PETICIÓN

Dejad de buscar al mejor escritor,
jamás llegará aquél que pueda escribir expresamente lo que guarda vuestro corazón.
Dejad de clausurar letras que no riman con vuestros latidos,
no habrá una sola que se apañe al brillo de vuestro interior.

Lo que aquí os presento es una denuncia;
a los cuatro vientos esta argucia,
que este mísero poeta salido de alguna pocilga,
busca una musa que le obligue a volar.

Que harto fatigado está de motivaciones inherentes;
que harto cansado está de autoayudas incipientes;
que ya no guarda energía para poder flotar,
que ha perdido el talante para navegar este inmenso mar.

Este remedo de poeta se está muriendo;
se le acaba el tiempo y no ha logrado plasmar en versos la esencia de su amor.
Este triste perdedor cansado de buscar la luz en este mundo, la ha buscado en otros,
pero por más que viva errando en lo recónditos lugares de este indiferente cosmos,
logra poco más que lamentarse de saberse tan vacío,
porque alguna insulsa fémina,
una portadora de la desdicha,
esa maldita plaga llamada: mujer,
que solo causa heridas en el espíritu del varón,
y que no genera una peor que cuando las deja de hacer,
le devuelva lo 'poco' que se llevó;
o al menos un pedazo de su alma, 
y ojalá, la mitad de su corazón...


Malayerba

domingo, 6 de diciembre de 2020

EL AMOR EXISTE

«Hay gente que ha perdido la fe en el amor,
ya no creen en él, porque se lo han pintado con pintura barata;
quién les ha hecho el daño fue tacaño y no les pasó unos toques de vinilo.

—Es acrílico, pendejo, el vinilo es la pintura barata.
—¿Qué?...aaaahh... ciieeerto, je, je.
—¿Cuánto más debo esperar?
—Sólo un poco más.
—¿Seguro?
—Sí, confía en mí».
Y al parecer lo hizo, porque se quedó en silencio un buen rato,
y cuando menos me di cuenta, ya estaba tirando al suelo la última prenda.

El fuego iluminaba el lugar.
Ella empezó a danzar;
en círculos bailó al rededor;
sonreía y tarareaba una canción.

Yo me percaté, y sonreí gozoso;
la empecé a detallar,
la empecé a asimilar.
¿De dónde habrá salido esta chiquilla? Recuerdo haberme preguntado.
¿Dónde anduvo todo ese tiempo? Recuerdo haberme cuestionado.
Nunca lo llegué a saber,
pero qué importaba ya.
Estaba frente a mí, bailando suavemente,
tarareando una canción del cielo y mirándome lascivamente.
Al poco rato me llamó extendiendo sus manos para que la acompañara a bailar también. 

Me levanté y lentamente me fui acercando,
me agarró de las manos y comenzamos a mover los pies. 
Yo a veces no sentía ya el suelo, 
estaba flotando por las copas de los árboles;
las estrellas pasaban por mis hombros en picada.
Mi compañera cabalgando la luna entonaba una canción que se perdía en el infinito,
donde aquél que la hubiese oído,
habría por fuerza mayor, abierto su corazón, y entonado también una melodía al amor.

La cuenta del tiempo se perdió.
Las gotas de lluvia intervinieron en la ocasión.
Me quité la ropa.
Me quiete las botas.
Y como Adán a lado de su Eva,
desnudos bajo los ojos de las estrellas,
corrimos por el bosque, 
y nos revolcamos en el lodo.

Cubiertos de hierbas y hojas,
anduvimos otro tanto de la noche.
Nos tiramos a la orilla del riachuelo,
el agua estaba helada,
y tanto, que al entrar en contacto con nuestros cuerpos,
ondas de blanco vapor salieron disparadas.

¿Era yo el sol, o era ella la osa mayor?
tampoco lo sabré,
pero el fuego que se hallaba en nuestro interior,
ardió con rotundo fulgor.

Mi compañera al rato propuso ir a la carpa,
para secarnos la piel, para evitar un resfrío;
la acompañé yo decidido a hacer de ese bendito culo, algo mío.

Entramos y nos secamos lo mejor posible,
y en la colcha nos tiramos a brindarnos calor;
ella dándome la espalda,
yo dándole espaldas al suelo.

Pero aguanté no más de tres minutos,
por lo que empecé a acariciarla suavemente,
a encajar mi figura con la suya.
Mas estaba frígida la inmunda, 
no se movía;
asumí que estaría ya dormida,
así que la enderecé boca arriba.
Le acaricié sus lindas tetillas,
no más grandes que naranjas,
no más pequeñas que limones.

Nada hacia la muerta,
me obligó a hacerlo todo yo,
así que no reparé más en el hecho,
y llevé mis manos a su interior.

Y como no queriendo la cosa y a la vez deseándolo con ardor,
dio vía libre a mis manos que manosearon profusamente sus labios,
los lubricaron,
y a posteriori, penetraron. 
Seguido, repetí el proceso con mi gruesa verga que se levantaba ansiosa;
me extravié en la humedad de su entrepierna;
y a eso de las dos de la madrugada,
ya estábamos acoplados y danzando con las caderas.

Ella a un lado, 
ora al otro, 
ora arriba,
boca abajo;
haciendo el sesenta y nueve, ora el setenta y dos,
(el setenta y dos para los que no sepan, ese el mismo sesenta y nueve, pero con tres dedos por atrás).

Copulando y gozando de diversas formas lo pasamos hasta que el sol de la mañana nos alumbró la cara;
rendidos, agotados, habiendo sucumbido ante el placer, 
dormimos profusamente hasta el medio día de ese ayer. 

Bajamos más tarde al poblado, 
ella para su casa, yo a la mía. 

—Maldita morena mía, ¿no que jamás me lo ibas a soltar? Ja, ja, ja —le escribí en el chat.
Luego de una rato me habló: vete a la mierda mejor.
Me reí y le inquirí para cuándo otra tomada, 
de esas buenas hierbas, de esa buena crema de hongos... alucinantes (porque si digo alucinógenos, saltará el imbécil que a toda hierba bendita le llama droga)
—Quizá para el otro fin de semana, o quizá nunca en tu vida, fracasado —respondió y se rió. 

Aaaahh, querido lector, fue en aquella vez, cuando supe que la había conseguido, 
que valió la pena el tiempo y esfuerzo invertido.
Fue en aquellos tiempos que ella estaba en el borde de la cuerda, 
y sólo necesitaba un ligero empujón para caer;
fui yo quien sopló a las nubes, 
y las nubes me devolvieron un ventarrón.

La gentil muchacha de la cuerda que la amarraba a un pasado de dolor, se desprendió,
y en mi apachurrado corazón, de costilla cayó.
Una colcha suave,
una colcha amena:
mi corazón entero estaba a sus pies.
Fue el mejor regalo de la vida, haberla hecho mi mujer. 

No voy a negar que la vida se quiso portar mal,
Que hubieron de transcurrir miles de lunas antes de que pudiera amaestrarla,
para que al fin se entere de quién es el que manda,
y a quién es que debe obedecer cada palabra.

El amor existe no hay duda.
El amor es real, tanto, que se lo puede tocar;
tan sincero, que se lo puede escuchar,
y tan verdadero que se lo puede abrazar, 

Tocar, cuando me suelta un beso.
Escuchar cuando me suelta un te quiero.
Y abrazar cuando la agarro del pelo, 
le beso el cuello,
me derrito en su boca, 
y en un abrazo profundo, 
mirando a sus ojos de caramelo color,
le digo te amo mi reina... 
le digo te amo: mi amor. 


Mayawell

martes, 24 de noviembre de 2020

OLVIDARTE Y NO

Oculto entre la maleza como un sapo entre la hierba,
veo la vida pasar;
este vicio cada vez se hace más fuerte, 
ya no lo puedo controlar.

La noche funge como testigo de mi caída.
Las gotas que se resisten a ser sustraídas por las hojas, reflejan el brillo de los cuerpos celestes;
astros magnánimos extrapolan los sentidos:
ridiculizan la creencia de que somos de esta tierra.

Mas aún tengo un poco de humano,
porque extrañarte cada vez duele menos;
disipar los retales de tu amor cada vez es más fácil,
pero nunca es demasiado fácil;
aún sigo siendo frágil; 
aún me cuesta un montón ponerle fin a tu recuerdo;
como si entre esperar un poco más o echarte al olvido,
se concluyera en una decisión que pronostica mi total derrota,
cómo si al elegir entre una de las dos, la desgracia sería certera,
pero no me decido aún, 
porque tengo miedo de irme por la equivocada 
y terminar tomando la que causaría más daño.


Malayerba