lunes, 28 de diciembre de 2020

QUEBRANTO

Me pequeña fortuna se reduce a un par de fotos,
unos cuantos videos,
el eco de su risa en las llamadas,
y de mi parte, solo un montón de versos.

El cigarro a medio acabar deja un mensaje en el humo que ronda el espacio,
un mensaje que el viento habrá de llevar hasta donde se encuentre,
si es que la encuentra,
si es que aún existe,
si es que aún de mí se acuerda.

Detrás de este rostro de apacible seriedad,
solo queda una acumulación de ira contenida,
una agresividad autoinflingida,
un dolor enmascarado,
y una triste alma derruida.

No hay vida cuando la fuente que da energía al corazón se aleja,
no hay vida con sentido si conmigo no está ella.
De todas formas ya no me preocupo de mí,
sé bien que habré de morir en cualquier lugar,
sea de un infarto o de un derrame cerebral,
todo por reprimir emociones que no he sabido expresar,
por gritar ahogado en llanto estos silencios que no he aprendido a callar.

El dolor se acrecienta en mi pecho, porque a la última hora me veo igual de pequeño que ayer:
con la mirada sin brillo,
con el espíritu afligido,
con la esperanza desecha, 
con la muerte vigilando tras la puerta,
y con mis ganas de cruzarla. 


Malayerba






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