jueves, 4 de abril de 2024

El chico del apartamento 512

 


—Alicia, mírame, estamos de cabeza.
—¿Estamos quién, hijo de puta?
—Pues el abogado y yo.
—¿Cuál abogado?
—¡El que tengo aquí colgado! JA, JA, JA.
—¡¡¡IDIOOOTAAAAA, NO ME HABLES!!!

Que cómo se llegó a esa situación tan peculiar se preguntará el lector, permítame ponerlo en contexto y contar el caso del chico del apartamento 512 que hace a mi pobre corazón saltar, dijo de Selena, pero no, este chico que no era tan chico era un tanto peligroso para una mujer como Alicia que era la primera vez que mostraba indicios de querer probar las delicias de la vida, solo que la manera en que lo hizo no fue tan amena.

Alicia era una empleada en el banco del norte, y Ernesto era un vendedor de seguros. La casualidad hizo que por cuestiones de hambre se conocieran en un puesto de comida rápida cuando cada uno iba para su casa y en una esquina de buenos churros y empanadas discutieron para ver quién se llevaba lo último. Así pues la relación empezó de pronto cuando al final, presas de un momento de gracia compartieron su comida para no quedarse con la gana y de ahí en adelante lo volvieron a hacer incontables veces.

Llevaban ya un par de meses saliendo, no tan frecuente como les hubiese gustado, pero ahí lo llevaban, despacio. Ya en la fecha estipulada del cumpleaños de Alicia el sexo se dio por vez primera, ella, harto recorrida en los placeres carnales sabía lo que le gustaba y lo que no. Él, hombre de moral y buen juicio, prodigaba el amor y lo correcto como debería ser.

Así pues, sin perder el tiempo y luego de la cena y un buen vino se marcharon a un bar a beber y bailar un poco. Ya emocionados aunado el calor de los cuerpos, no hubo nada más que agregar y corrieron al apartamento de Ernesto a terminar el día como Dios mandaba en ese entonces.

Se quitaron las ropas con la rapidez del relámpago, blusas volaban por aquí, pantalones por allá, la ropa interior se arrancaba a dentelladas y los besos y caricias hicieron su labor esperada.

Bien cogidota la tenía el ganoso de Ernesto y Alicia que gemía como buena yegua complementaba el asunto con sumo ardor. Pero Ernesto se había percatado de que el ojo del culo que traslucía en ese bello trasero estaba muy estrecho, y no más usado que para sacar cosas de él y no meterlas. Probó entonces y le manoseó el ojete con el dedo y ella percatándose del asunto puso freno pronto, dijo claro que aquello no le gustaba por una mala experiencia pasada, pero ebrios como estaban, ebrios de placer, Ernesto hizo oídos sordos y se le fue saliendo la bestia sexual que llevaba adentro.

Agarró los brazos de la mujer en la espalda y ahora bien empinada como la tenía, volvió a palpar el anillo carnoso del deleite y lubricando con saliva le fue introduciendo el dedo, ella se revolcaba, pero de alguna manera quería más, así que Ernesto le mando el dedo entero y ella gimió. La verga que era de tamaño considerable seguía entrando y saliendo de la concha de la hembra.

Ella, rendida ante tal muestra de gozo no pudo gritar otra cosa que, ¡dame por atrás!, a lo que el bueno de Ernesto no dudo un segundo y lubricada como tenía la verga por el coño de Alicia, le apuntó directo y se lo metió con la voracidad el violador. Evidentemente no era eso lo que se esperaba, los recuerdos volvieron a Alicia, pero se dio cuenta que el mismo error se estaba cometiendo. El idiota no sabía de cuidados, y si lo sabía, se le había olvidado por el delirio del momento. 

Así pues, Alicia intentó alejarse, gritar, patalear, pero el maldito Ernesto ya no tenía reversa y salió de su culo, pero volvió a entrar con más fuerza y el dolor que le provocaba a la muchacha le excitaba más y más, ella sufría, pero a la vez gozaba sin querer, claro que quería, pero con mayor cuidado, sin embargo, de alguna manera gustaba sentir esa polla cabezona rozando las paredes de su esfínter.

Ernesto, que en su pasado desconocido había sido harto salvaje para las muestras de amor, no se detuvo sino hasta que su leche se mezclara con las heces y la sangre de la mujer. Y quedaron rendidos.

Al rato despertaron y algo olía medio feo en el cuarto, ella sintió un dolor intenso en su cola y al ponerse la mano tocó algo medio húmedo y grasiento, se dio cuenta que era sangre con excremento y pegó el grito en el cielo por lo que notó enseguida y corrió al baño. Ernesto que había empezado a despertar también, miró que su querida iba al baño y pensó que acompañarla a la ducha sería una maravillosa manera de continuar la faena y fortalecer la relación.

Pero al llegar nada fue lo que esperó, ella llorando en una esquina se sentía ultrajada, y le gritó un sinnúmero de cosas, le arrojó otras, pero él, medio tonto también, no entendía y sabía que algo debía hacer, se le ocurrió entonces el truco que hacía de niño y que divertía a sus semejantes.

Entonces se puso de cabeza con dificultad y levantó los brazos y dijo —¡mírame Alicia, sin manos! je, je, je.

Alicia sintió un dolor y una rabia creciendo en su dentro, —¿qué cojones? ¿Con quién putas me vine a meter?..

Malaya





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