domingo, 31 de enero de 2021

POETA DEL CHIQUERO Cap XIII : Vaya dato perturbador IV

Al reincorporarse miró una ciudadela extraña lo lejos, habían muchos domos, y de pronto miró un papel, el encabezado de alguna especie de carta, folleto, papel informativo y leyó: año 2305. Para toda la población superviviente, la raza Xarbaris ha sido casi aniquilada por una se...y se acababa la nota. 

Miguel quedó frío, su mundo ya no era su mundo, y él, pasó más de tres siglos en aquella nave, en aquellos combates, de pronto, asustado, corrió al río, y al ver su reflejo una enorme alegría invadió su alma (si es que alguna poseía y si la había, debía de ser muy negra), ¡la verruga ya no estaba! —LA PUTA VERRUGA NO ESTÁ, COÑO! JA, JA, JA  —se dijo entusiasmado—. Entre las cosas que más odiaba de su vida, era esa maldita cosa negra que le entorpecía la cara, que le daba un verdadero toque de fealdad, pero algo había sucedido en tan largo tiempo y ya no había más que decir.

Se dirigió entonces hacia aquella ciudadela, habría de ser ya tarde porque la noche se dejó caer cuando llegó a las puertas, lugar donde robots automatizados lo congelaron en una luz rojo intenso que le cegó la vista hasta perder la razón.

Se despertó en una celda de cristal amarrado de pies y manos; poco después entraron unas gentes de al parecer origen militar, lo interrogaron y Miguel contó todo lo sucedido en cuanto a los alienígenas; un momento después ya estaba arrepentido de haberlo hecho, pues lo llevaron a una sala para que demostrara tales cosas en su condición, cosa que resultó imposible, pero al tener rastros de radiación alienígena, estos no se convencieron y a base de torturas intentaron extraer esas habilidades, con lo que lograron que Miguel terminara con los brazos quebrados, las piernas destruidas y ciego de un ojo.

Era notorio que aquél lugar no era sino un laboratorio militar para estudiar a aquella raza que luego de trescientos años al fin habían podido vencer a base de ingenio humano, a base de microorganismos que más de una vez intentaron poner fin a la misma humanidad.

Miguel se enteró de esto y otras cosas porque ya eran de dominio público. De lo que no debía haberse nunca enterado, era que aún quedaban alienígenas y precisamente estaban en otros laboratorios siendo analizados para extraer lo más útil. Evidentemente se había instalado una dictadura, porque lo que el humano no deja nunca de hacer, es ser un hijueputa corrupto y el poder siempre le gana la batalla.

Se había implementado entonces un miedo en la sociedad mundial que ahora respondía a un único gobierno central y sus respectivas sedes en diversas partes del mundo, una única moneda, solo tres idiomas y la libertad que se limitaba a no salir de las murallas que en cada ciudadela se había desarrollado, ¿y si salían qué?, a pues desaparecían misteriosamente en manos de los perros del gobierno.

Miguel Ángel de la Ascensión fue trasladado a otro lugar en otra ciudad, sus extremidades fueron reparadas lo mejor posible, aunque dejándolo inservible. Fue durante el proceso de su recuperación que se dio cuenta que él solo era otro más de muchos otros que fueron raptados por los aliens, y que una vez devueltos, estos eran estudiados por sus congéneres para extraer alguna información, fue de esa manera que lograron descifrar una debilidad que les permitió vencer a los invasores.

De alguna forma se las apañó Miguel para ganarse la confianza de los trabajadores del lugar, y luego de tres años de saber que él no representaba ningún peligro, lo dejaron de mensajero y andaba de aquí para allá en su silla de ruedas flotante.

Un día empezó la búsqueda de los aliens que aún debían estar en algún lugar, le llevó otros dos años poder localizar a uno solo que estaba en una instalación cercana. Actuando como si fuese uno más, y habiendo demostrado capacidades en cuanto al manejo de equipos, logró que lo llevaran como parte del equipo de mantenimiento a esa base. Una vez allí, se escurrió como mejor sabía hacerlo y terminó frente a un cilindro de gran altura donde estaba encerrado y suspendido en una especie de gas a presión, un alien, pero no era cualquiera, era uno de color violeta, Miguel sintió una ligera esperanza de verse frente al que lo recibía luego de cada pelea, pero el alien estaba muerto desde hacía ya dos años.

—Alto ahí, ¡manos arriba! —gritaron unas voces.
—Lo siento, señor, me perdí, soy de mantenimiento —respondió Miguel.
—Si claro, andando. Y se lo llevaron a una sala de interrogación.
Ahí Miguel demostró su lado más amable y explicó que solo quería encontrarse con esos monstruos para gritarles cuanto los detestaba por lo que le habían hecho, que necesitaba desahogar su odio contra esa especie que lo había arrancado de su familia y miles de cosas más, tanto, que el agente a cargo, convencido por sus inocentes palabras, le prometió dejarle ver uno vivo. Miguel aceptó encantado y terminó el trabajo con los equipos.

Siete meses después Miguel fue llamado, y volando lo más rápido llegó hasta el vehículo que lo llevaría al laboratorio en Nueva Alemania. Una vez ahí junto con el agente entraron en las instalaciones y entonces al fin pudo ver a otro alien de color violáceo pálido con una señal en lo que parecía su pierna; Miguel no dudó, esa señal se la había hecho él en uno de tantos intentos por lastimarlo, y solo una vez había logrado rozarlo con una mano en medio de la desesperación. El alien al verlo reaccionó también, pero nadie lo notó, solo Miguel pudo sentir un cosquilleo en su cabeza y supo que era de aquél bicho estelar.

Preguntó cuanto pudo, observó cuanto pudo, y como si de un turista se tratara, le contaron lo esencial y superficial del asunto, Miguel trató de idear algo para poder estar a solas con el bicho, pero no había opción. De pronto un temblor azotó la zona, y la alerta se disparó, era un ataque enemigo, una nave de mediana envergadura se estrellaba con la base, no sin antes disparar enormes cantidades de energía que generaban movimientos telúricos de alto peligro, todos fueron socorridos y en medio del caos, Miguel se separó. No lo pensó dos veces y regresó con el alien, lo liberó aumentando presión extra al tanque y este estalló, por desgracia el alien salió hecho pedazos, Miguel recogió al menos lo que sería la cabeza y trató de hablarle, los ojos de este ser miraron fijamente a Miguel, y en un instante, Miguel Ángel de la Ascensión Hidalgo Cortés vio cruzar por su mente toda una epopeya de mundos y civilizaciones que escapaban a su entendimiento, pero entre todo eso logró discernir que esta especie que los había invadido, había sido desplazada por otra peor y lo único que hacían era buscar de planeta en planeta algún material para formar armas con las que defenderse, los humanos mezclados con su tecnología habían sido otro proyecto más en la búsqueda de esa salvación para su raza, y, entendiendo lo que deseaba Miguel, el alien le reveló la ubicación de su nave y cómo ingresar. Unos segundos después, se convirtió en una especie de líquido que se escurrió entre las manos de Miguel.

Una gran explosión alcanzó el lugar y Miguel salió disparado junto con multitud de escombros por los aires fuera de la muralla hasta aterrizar sobre un techo que le terminó por destrozar en tres partes la columna vertebral. Arrastrándose como le fue posible, mientras no era consciente de la gravedad de sus heridas, llegó hasta su silla de ruedas flotante, se puso encima y boca abajo y la dirigió hacia el lugar de la nave que estaba a no muchos kilómetros de allí oculta en las montañas.

Llegó a altas horas de la noche, pero había luna llena y se podía ver, sin embargo, Miguel poco miraba porque ya estaba medio muerto, y en realidad debía haberse muerto desde hace ya varias horas, pero aún seguía respirando esperanza, esa que le devolviera una vida de goce. Encontró la nave, logró entrar y al fin, luego de casi tres años se hallaba frente a un salón con bañeras por doquier, y a punto de perder la consciencia se dejó caer en una que mantenía un brillo azul marino.

Se despertó luego de una semana, se vació el liquido y Miguel se miró completo y regenerado, se levantó emocionado al verse nuevo y saltó de alegría, pero solo saltó dos cuartas por encima del piso, golpeó el suelo y se lastimó la mano, seguía siendo humano, no había mejoras en él, solo que estaba sano de nuevo, pero esa no era la idea, quería volver a tener esas capacidades, volver a ser imparable. Entonces se metió en otra tina, y se despertó igual, nada había, así estuvo intentando durante varios días, probando alguna que funcionase, sin embargo, desde que llegó no se percató que no era el único en la nave, había algo más, un bicho rosa del tamaño de un perro mediano, por simple deducción se trataba de un alien bebé, o de algo similar, Miguel se percató de su existencia un día que furioso golpeó una bañera con tanta fuerza que la partió y creyó que volvía a tener poder, de reojo, ahí lo vio, parado en un costado, observando a Miguel, y Miguel le devolvió la mirada y acercándose le preguntó qué pasaba, por qué no funcionaba, pero el alien no respondía, —ha de ser pendejo —se dijo— por algo lo habrán dejado aquí —añadió—, pero antes de que continuase, el bicho extendió un brazo y abriendo cual tela su mano apretó la cabeza de Miguel y pudo observar todo cuanto este sabía y había hecho, mas se limitó a observar las últimas imágenes del otro alien que habría sido alguien importante ahí, y entendió el propósito de la situación. 

Miguel se quedó en blanco por un momento, pero una vez volvió en sí, arremetió en insultos contra el alien, no obstante, esta vez tuvo respuesta. El pequeño alien hablando directamente a su mente, le dio órdenes de hacer esto y aquello y una vez listo le señaló una bañera en específico. Miguel entonces agarrando un pedazo de la bañera rota, arremetió contra su cuerpo, se hirió como mejor pudo aunque no en este orden: se cortó las venas, el cuello, se sacó un ojo, se partió los dientes, se abrió la barriga y se sacó los intestinos, el hígado, los riñones, se apuñaló la verga, y antes de caer en la tina, se golpeó la cabeza tantas veces y tan fuerte que logró penetrar su cerebro y cayó en la tina. Hacer esto y aquello implicaba que toda lesión o herida que su cuerpo tuviese, habría de ser curada y mejorada en tanto peor fuera.

Se despertó luego de mucho tiempo, habrán pasado unas tres semanas o quizá dos meses, jamás lo supo, pues no tenía idea de las fechas de aquel tiempo. Pero esta vez se despertó renovado tanto que sabía que ya no era el mismo sino mejor apenas abrió los ojos. Frente a él se hallaba el pequeño alien que había vigilado su recuperación y al parecer era el último de su clase, una vez Miguel se encontró listo para salir, el alien le extendió su brazo a su cabeza y le enseñó todo cuanto le había sido transmitido, ahora no tenía nada más que hacer que vivir si le era posible, pero no lo podría lograr en ese mundo donde él sería una presa de incalculable valor para el gobierno de aquél entonces, se hallaba varado y solo le quedaba esperar dentro de la nave por algún milagro, milagro que Miguel Ángel de la Ascensión Hidalgo Cortés le prometió cumplir, porque ahora había dejado de ser humano, ahora él era un maldito puto desquiciado con hambre de ver sangre y cagarse en los que se creían superiores.

Miguel se despidió del pequeño alien, y en regreso del favor de devolverle su poder, le iba a conseguir un lugar en este mundo.
Salió de la nave y se dirigió hacia donde el sol apuntaba, luego de caminar por varios días, en algún pueblo de los años 2100 encontró brillando clavado en un poste un machete que tenía las letras grabadas en su hoja: Colima de Incolma (publicidad no pagada, pero esos hptas machetes lo que son es finura), —Joder, esto tiene que ser obra del mismo universo que me quiere ver bailar —se dijo, y recogiendo el machete, se lo echó a la espalda y se dirigió hacia aquella ciudad que se veía a lo lejos donde un letrero decía: Nueva Francia—, veeeerrrrgaaaaa, aquí empezará la matanza, ja, ja, ja —pensó y se dispuso a practicar...


«Aceptamos el trabajo de doña Samantha. No me gustaba la idea, pero logramos encargarnos del asunto y hacer suficiente dinero.
—Nataniel, Gervacio, ¿desde hace cuánto nos conocemos?
—Desde hace un año más o menos —respondió Gervacio.
—Por qué —preguntó Nataniel.
—No lo sé, solo quería saber —respondí.
La verdad es que sabía que esos eran mis últimos días con ellos, tenía un mal presentimiento que era inevitable...»


Continuará...


Malayerba

No hay comentarios:

Publicar un comentario