viernes, 2 de octubre de 2020

UNA BUENA NIÑA

Su rostro irradiaba una ternura tan infinita, 
que luego de besarla y babearle el semblante,
eyaculé vigorosamente sobre su carita de ángel, 
que sonriente recibía a mis hijos nonatos.

Se relamió la esperma que le chorreaba por las mejillas cuál gatita limpiando su cara,
y una vez que hubo completado el proceso,
se abalanzó sobre mí y me besó con emoción.

Yo recibí con agrado esos lengüetazos en mi boca, 
y no paramos de devorarnos los labios por más de una hora. 
Caricias fingidas que terminaron siendo más que reales;
suspiros pasionales desbordando la habitación; 
eso fueron, eso fuimos.

Los efectos de la droga del amor no se hicieron esperar, 
y una nueva erección afloró en mí, resultando en una más fuerte y empinada verga. 
Ella percatóse al instante del asunto, 
y sin perder un segundo, se dejó caer en un sentón exquisito. 

Sus estrechas cavidades brindaban un placer sin igual; 
yo deliraba, 
ella recorría mundos inimaginables en medio del orgasmo;
yo alucinaba.

Habremos de haber conseguido una racha de exagerado gozo, 
porque en el último instante, 
corrióse ella conmigo y luego de un plácido beso, 
quedó rendida al lado mío. 
Dormimos por quién sabe cuántos días, 
cuántos años, 
cuántas vidas. 
A su lado el tiempo se detenía;
la eternidad en su compañía, era la mayor bendición. 


Malaya



miércoles, 30 de septiembre de 2020

POETA EL CHIQUERO CAP. VIII: La tumba de Michelle.

Un día de esos en los que el cielo se encontraba gris, me topé con él. 
Pese a que habían transcurrido tiempos duros, no esperaba ese cambio en su figura. 
Había enflaquecido, y demasiado para ser exactos. 
Cuando conocí a Miguel, tenía casi el doble de masa corporal que yo, 
Y ahora estaba llegando a los huesos. 

—Qué milagro —le dije—, lo saludé y hablamos un rato, luego le regalé un cigarro y nos fuimos conversando hasta la bifurcación que llevaba a su casa. Ahí nos despedimos y le sugerí que dejara de preocuparse por las cosas de la vida, que su salud debía ser más importante. 

Una tarde de miércoles me llegó un mensaje: «¿Ey, loco, tienes tiempo para una cerveza?» accedí amigablemente, 
y antes de que cayera la noche, ya habíamos acabado con media canasta. 

De pronto se queda viendo hacia la ventana que reflejaba las luces de la ciudad, 
—Conocí a una chica —me dice—, es lo más hermoso que he visto alguna vez —Continúa bebiendo un gran sorbo—. Pero es extraño, no puedo explicarlo, y hay algo más, no sé cómo ayudarla. 
Lo escuché atentamente sin poder comprender realmente. Él se percató de mí desconcierto y dijo: ven vamos, y lo seguí. 

Llegamos a un colegio abandonado, la mitad ya estaba en ruinas. 
De ahí nos dirigimos hacia unos baños derruidos, casi al final de la construcción. 
—Espero que comprendas lo que vas a ver —me previno. 
—Tranquilo, he visto tantas cosas que espero siempre algo que me sorprenda —me burlé con ironía. 
Me miró de reojo y con una mueca de risa, me dijo: entra. 
Una vez allí, había algunos escombros apilados y en un rincón de la pared, la mitad de un gran espejo que relucía impecable. 

—¿Y bien? —le pregunté. 
—Espera, ¿Michelle?, —la llamó; no entendí, pero me quedé callado—. Michell, ven, quiero presentarte a un viejo amigo. 
Yo bebí un trago de la cerveza que llevaba en la mano y encendí un cigarro para matar el frío que se adueñó del lugar. 
—Ya voy, dame un segundo, me estoy poniendo bonita —dijo una voz risueña. 
Abrí los ojos de golpe y paré oreja a la procedencia del sonido.  
Miré alrededor y nada había más que Miguel y yo. 
—¿Qué carajos? Ja, ja, ja, —me reí. 
De pronto, una breve luz destelló del espejo, y ahí detrás del cristal de plata, con toda la intención de sorprenderme, ella apareció. 
Me quedé boquiabierto, y se me soltó la cerveza del susto. 
—¡¡¿¿QUÉ MIERDA??!! —grité emocionado. 

—Michelle, te presento a Chiquero; Chiquero, Michell. 

Yo, muerto de la curiosidad, no respondí nada, solo me limité a observar con profundo análisis la situación buscando una respuesta que no iba a descubrir jamás, a menos que me quedara a oír una explicación. 

Miguel se acercó al espejo, puso su mano y sonrió, ella detrás del mismo hizo lo propio y le dio una enorme sonrisa. 

—Hola bebé, te extrañé mucho, creí que no iba a venir —dijo ella, emocionada. 
—Siempre vendré, no podría dormir sin antes hablar contigo —respondió él. 

Yo, que no salía de mi asombro, interrumpí. —Bueno, ¿qué es esto? 

Ellos me miraron y ella le susurró algo al oído, mientra me miraba fijamente. Sentí cierto escalofrío recorriendo mi espalda. 

—Es Michell, la chica de la que te hablé. 
—¿¿Siiiii??
—Aaaah —Suspiró—, es una larga historia, pasaron muchas cosas. Pero la cosa es que un día soñé con ella:
Se encontraba llorando en medio de una calle desolada, y cuando la miré me gritó horrorizada que me fuera, yo no escuche y la traté de socorrer, entonces salió corriendo y la seguí, llegó a este lugar, y de pronto se metió en el espejo, yo, lo intenté, pero choqué y se partió en dos. 
Ahí me desperté. Olvidé el sueño luego de eso. Pasaron algunos meses y un día tuve problemas en casa, discusiones, no tenía la culpa, pero igual me achacaron a mí sus disputas.

Entonces me puse a beber, y a media noche empecé a caminar, y sin darme cuenta llegué a este lugar, 
igual que en mi sueño, entre aquí y miré el espejo roto.
—¿Hola? —pregunté— hay alguien aquí?— esperé un rato, pero no hubo respuesta, me sentí idiota y opté por salir, y entonces alguien habló —Espera, por favor, no te vayas —dijo la voz. 
Miré a los lados en busca de alguien, pero no había nadie. 
Revisé el lugar y un miedo me invadió, quise salir corriendo, pero tropecé y caí. 
—¡Aayyy! ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? —preguntó ella— pero yo seguía sin ver nadie cerca. 
—Acá, en el espejo, tontín —me dijo—. Me levanté asustado y cuando miré hacia el espejo, la vi, y caí desmayado. 
Cuando desperté eran ya las diez del otro día. 
Creí que todo había sido un sueño, y me fui. 

Cuando llegué a casa me di cuenta que no tenía mis llaves, 
Así que regresé en búsqueda y volví acá. 
Las encontré tiradas y cuando me agaché para recogerlas.
—Oye, no te asustes, por favor, espera —me gritó ella. 

Me levanté del susto y quedé paralizado cuando miré el espejo, había alguien ahí; no lo entendía, pero ahí estaba.
Quizás no era tanto porque estuviese atrapada, sino porque era a mi parecer lo más hermoso que había visto en mucho tiempo.
Transcurrió un buen rato antes de que me hiciera a la idea de que no estaba alucinando o soñando todavía.
Luego de ese día, me contó su historia, y cómo terminó allí.
Hace ya más de dos meses que vengo todos los días aquí,
Por desgracia solo puedo verla a estas horas, nunca en el día.

—Comprendo —le dije—, sin entender mucho, pues su historia era una incógnita para mí. 

A partir de ese día Miguel se volvió más abierto y de tanto en tanto me contaba lo que hablaba y pasaba con la chica en aquellas noches que eran de los dos.

Un día me enteré que Miguel terminó en arresto,
lo encontraron golpeando sin cesar a su padrastro, un tipo que de alguna forma se merecía eso,
nunca lo trató bien y se había pasado con su madre esa vez, por lo que la reacción no se hizo esperar,
pero la tonta de su madre, llamó a la policía y se lo llevaron.
Me alcanzó a enviar un mensaje que decía que cuide de Michelle.
Yo que la verdad había quedado intrigado, acepté.

Esa noche, un domingo de pascua, llevé una cajetilla de cigarros y entre ellos un par llenos de yerba,
unas cervezas y una cobija para el frío.

Entrada ya la noche, llegué al lugar,
me detuve frente al espejo y la llamé,
—¿Michelle? ¿Estás ahí? ¿Responde si me escuchas? —lo dije en tono de broma.
—No me agradas, vete —me dijo.
—Ay, por favor, no seas así. Ni siquiera nos conocemos.
—Te he estuve observando todo el día —replicó seria.
—Ah, bueno y, ¿cómo fue eso? —inquirí.
—Mmm —suspiró—, ¿qué pretendes?
—Nada, solo cuidarte, tal como me lo pidió Miguel.
—¿Crees que lo necesito?
—No.
—Entonces vete.
—Bien —le dije—, sería una pena que alguien le arrojara una piedra a ese bonito espejo —sonreí cruelmente mientras recogía una piedra—, ella abrió los ojos y entendí que esa era su única forma de seguir en contacto con este mundo.
—¡Hijo de puta! No atreverías.
—Creí que me habías estado observando —me burlé—, ella palideció, sabía que lo haría si no cooperaba, me miró furiosa y no dijo nada.
—Bien, comencemos —sugerí—. Encendí un cigarro y destapé una cerveza. Era hermosa, eso era innegable, pero hermosa en el sentido de percibir la singularidad, y de físico, bueno, también.
Me miraba tranquila, pero seria.
—¿Cómo te saco de ahí? —pregunté. Ella abrió los ojos, seguro esperaba otra pregunta.
—¿Qué?
—¿Conoces alguna forma de salir? 
—¿Crees que no me habría ido ya si pudiera, estúpido?
—Cierto —respondí dándome cuenta de mi obvia pregunta.

Empezamos a hablar y de a poco se fue soltando, 
y poco a poco me fue encantando,
¡joder!, era increíble, no podía haber sido más emocionante su historia,
tal como esperaba.
La fui detallando a medida que me contaba los sucesos: 
Pelo castaño, muy dulce luego de que entrara en confianza, (la verdad fue fácil) piel blanca con un par de pecas, un lunar en el labio superior que la hacía lucir sexy;
delgada, un pecho promedio, y unas caderas que me empezaban que me provocaban algo, en resumen: hermosa, 
vestía un buso amarillo. Luego empezó a reír, era divertida, sentí algo por ella, 
quizá era una de esas «personas luz».

—Se preguntará el lector, por qué no cuento su historia, pero permítame decirle que eso merece unas páginas aparte, no en esta, que aquí solo quiero mostrar este caso de la manera más comprensible posible, 
aparte de que no busco hacerle perder mucho el tiempo—.

Luego de un rato, me confesó el problema que existía:
ella podía salir de allí solo de una forma,
encontrar sus huesos y quemarlos,
pero entonces, simplemente tendría que marcharse por completo,
cuando le dijo eso a Miguel, él no lo aceptó,
e hizo oídos sordos al asunto y quiso creer que habría otra manera,
pero en realidad no la había.
Le pregunté dónde hallarlos, y ella me indicó la ubicación, 
lo había averiguado meses después de darse cuenta que estaba muerta;
pero Miguel no quiso escuchar y cambiaba el tema cada vez que lo mencionaba.
Entendí entonces el inconveniente.
El tipo se enamoró de ella perdidamente.
Me preguntaba cuanto estaría sufriendo por estar encerrado en vez de ahí, junto a su chica.

El amanecer se aproximó,
y me despedí,
no hicieron falta más palabras,
ella sabía lo que yo pensaba y estaba de acuerdo,
de alguna forma tengo la capacidad de entender las ideas de los desamparados sin que me lo digan.

Miguel salió luego de dos días,
estaba más flaco aún y tenía la mirada vacía;
lo asistí como pude,
y el jueves le planteé la idea de liberar a su chica,
se retiró mirándome furioso y no me volvió a hablar.

Pasaron unas dos semanas cuando recibí un mensaje: 
«Loco, está bien, ayúdame».
Esa misma noche nos vimos,
tomamos un par de cervezas y nos dirigimos a una de las jardineras de aquel mismo colegio.

Con pala en mano, cavamos profundo;
una tela negra apareció en el fondo;
un par de nudos, cabellos, fotos y unas cuantas cosas más estaban intactos dentro de una bolsa.
los huesos, algunos rotos y otros adheridos por la carne descompuesta se encontraban haciendo un enjambre óseo.

Sacamos todo eso, 
lo llenamos en una bolsa y llegamos a los baños,
ahí nos esperaba Michelle con la mirada nostálgica.

Sin perder más tiempo y antes de que llegara la media noche,
cavamos un hueco,
pusimos los huesos,
Michelle recitó unas palabras que desconocí,
latín habría sido, como es típico, o quizá hebreo.
Les rocié gasolina,
y me preparé para tirarles un fósforo, cuando Miguel me apartó de un empujón.

Oye, ¿qué pasa? —pregunté.
—¡No lo harás! —me dijo y me lanzó un golpe con la pala. Lo alcancé a esquivar por poco.
—¡OYE TRANQUILO! —grité—, ¡ya lo habíamos decidido!
—¡NO HIJO DE PUTA! ¡YA NO QUIERO! —gritó con una mirada perdida, no estaba en sus cabales.
Muy bien —le dije— no pasa nada, no haremos nada, solo cálmate. Saquemos los huesos y ya está, no lo haremos —le hablé mientras me acercaba con serenidad. 
—Sí, saquémoslos —dijo, y se apresuró a agacharse para jalarlos—. Aproveché el momento y con la pala le golpeé la cabeza, quedó inconsciente al instante y cayó encima de los huesos.

Miré a Michelle y ella aprobó con la mirada triste, no esperaba que fuera así, pero no había marcha atrás, había recitado ya el pasaje maldito, y si no se hacía entonces, iban a pasar cosas de verdad tenebrosas.
No perdí más tiempo, con un fuerte tajo le partí el cuello en dos al pobre de Miguel, y le di otro más para asegurar su muerte.

—Cuida de él en el otro lado, te necesita ahora más que nunca —le dije a Michelle.
—No te preocupes por eso, lo haré —dijo—, gracias por todo, y perdona por como te traté —me dijo mientras sonreía y una lágrima escapaba de su mejilla—. No pude evitar no sentir tristeza, pero procedí a lo que correspondía.

Rocié más gasolina ahora al cuerpo de Miguel,
y les tire un fósforo encendido.
Ardió todo muy hermoso,
y vi a través de las llamas como, la imagen de Michelle se iba desvaneciendo.

Me tomé un par de cervezas más mientras avivaba el fuego hasta dejar todo en cenizas,
me fumé un porro para desearles un buen viaje,
y una vez cumplido el trabajo, 
rompí de un puñetazo ese bonito cristal,
y me marché tarareando una canción para despedir a aquella pareja que encontró el amor a través de un espejo.


Malayerba

viernes, 25 de septiembre de 2020

SOLO HAZLO

—P, p.. P, pero es que... 
—¿Es que qué? 
—¡Es que no puedo!
—¿Y acaso yo a usted le pregunté si podía o no? ¡Hágalo y punto! 

Y lo dejé con el lápiz en la mano y el papel en la mesa.
Después de un rato, volví, y noté que ya estaba terminando el dibujo.
No era un león perfecto, tampoco se le pedía que hiciera una copia idéntica, 
pero era un león hecho por su mano al fin y al cabo.

—¿Qué es eso? —le interrogué. 
—¿Qué?
—El dibujo.
—Pues un león.
—¿Y quién lo hizo?
—Pues yo.
—¿Y no que no podía?
—Ay, tío, ¡ya cállese!
—Ja, ja ja, ja.

La tarea luego de eso fue muy simple, solo ubicar puntos cardinales y terminó. 

A veces los adultos se comportan igual que un niño. 
Creen que cuando se les pide algo deben hacerlo de manera más perfecta, y el miedo de no poder lograrlo, les hace retroceder, 
les impide crear algo por sí mismos y se escudan en otros. 

Cuántos cobardes hay por ahí diciendo y alabando a otros artistas y soñando con un día imitarlos, pero se rinden a la primera. 

Yo un día escribí, y nadie me leyó. 
Volví a escribir, y nadie dijo nada. 
Un día presenté un escrito, y se me burlaron cruelmente;
en los posteriores recibí insultos y malos tratos de gente que se creía experta. 

No obstante, yo de terco, seguí escribiendo, 
no porque quisiera agrarlos, no,
lo hice porque buscaba a quien mis letras le ayudaran, porque el poder de las palabras es fuerte y puede causar milagros como un día lo hicieron conmigo. 

A día de hoy sigo valiendo verga, 
no he ganado un solo peso,
y no he vendido ninguna letra. 
Sin embargo, un día me llegaron buscando, y me agradecidos me pidieron que continuara, 
que no debía parar, 
que mis escritos les habían cambiado la vida. 
Y entendí que mi fin había sido cumplido. Con una persona a la que mis versos le hubieran hecho bien, ya estaba más que completa mi meta. 

No soy reconocido ni nada por el estilo, 
pero increíblemente mis letras han llegado a lugares que no creo alcanzar a visitar en esta vida.
Más de veinte países han recibido mis palabras con agrado. 

«Me pregunto qué habría pasado si en vez de solo ponerme a escribir y mejorar cada día, 
le hubiese hecho caso a las voces que me decían: no puedes hacerlo...»


Malayerba 

domingo, 20 de septiembre de 2020

UNA IDEA PRECONCEBIDA

A media noche y a luz de una vela, me refugio ente letras perdidas.
Escribo con dedos grasientos,
con una mente al borde del delirio;
y con un vacío hiriente aquí en mi pecho.
Así me encuentro,
en este espacio dividido,
tratando de salvar el romanticismo del solitario
y con un cigarro muriendo entre mis dedos y mi labios.

Noto que el cielo también se reserva para sí sus momentos de soledad.
Se oculta bajo espesos nubarrones que no dejan entrever el brillo de los astros.
Y aunque no sufro de insomnio, estoy aquí despierto,
pasando la media noche en vela,
esperando a que algún demonio me brinde un poco de sabiduría.

Con el dolor punzante de una rodilla que se niega a sanar,
termino por entender que el amor es lo único que existe,
o que al menos es el fin último de toda existencia.

Me propongo entonces buscarlo,
encontrarlo,
y sentirlo en su mejor expresión.
Habré de vivirlo al máximo antes de morir...
Habré de vivirlo de corazón al menos una vez más.


Malaya

sábado, 19 de septiembre de 2020

SUEÑOS POSPUESTOS

No soy la luz, ¡pero quiero iluminarlos! 
No soy el camino, ¡pero me encantaría guiarlos! 
No soy el agua, así que seguirán sedientos.
No soy amor, pero les aseguro que sé chupar teta bien rico.

—¿Qué? 
—¿Qué?
—Pues eso. ¿Qué carajos?
—JA, JA, JA, JA, JA.
—¿Cuánto tiempo llevas drogado? 
—Cómo dos horas, creo.
—Oh, ya veo, es el nuevo té con hierba que te enseñaron, ¿no es cierto?
—Sí, está excelente, pero me siento mal, es como si te mostrara todos tus errores de tal forma que puedes palparlos y elegir el camino para no cometerlos de nuevo.
—Eso suena bien.
—No, lo malo es que a penas se pasa el efecto, olvidas todo y quedas peor.
—Oh, eso si es terrible. 
—Sí, pero temo que no es en vano, ¿qué te parece esto?:

El mundo necesita a personas que amen lo que hacen.
Necesita a personas que le encuentre un sentido claro y concreto a la vida. 
Necesitan hombres con alma, espíritu y razón;
que de esos que se quejan y reniegan por medio tropiezo, ya está repleto. 

A veces mis versos son agrios y de poca usanza;
a veces no son más que palabrerías, 
y a veces solo sacan un par de risas, si es que no las comunes ofensas. 

Pero llegará el día en el que lo haga realidad,
y lo haré como mejor pueda: 
A través de mis escritos. 
Escribiré algo tan digno, que leerlo será un eterno placer, 
una cura para las enfermedades del alma.
Que leer aquello, constituirá una fuente de poder para conquistar los imposibles,
y hará que los sentidos se sacudan y encuentre la verdadera dirección.

Haré que te sientas orgullosa de este ser;
que me veas siendo útil al menos una vez. 
«Cielo, no tengo a nadie, y de ti solo me quedan recuerdos, 
pero no importa; 
voy a escribir el texto preciso que ayude a mejorar este mundo tal como te habría encantado».

—Viejo, nunca la vas a dejar ir ¿verdad?
—No, le prometí que no la iba a olvidar, y si sigue en mi corazón, no morirá jamás.


Malayerba

jueves, 17 de septiembre de 2020

CUADRANTES

No esperen mucho de la gente que no le sabe ser fiel a su palabra.
De esos que no saben dar la cara.
De aquellos a los que la memoria les falla, justo, cuando la inconveniencia les toca la espalda.

Mas no por ello, los condenen o vituperen. 
El incumplimiento de una promesa no debe constatar la pérdida de la amistad. 
Y no debe más que constituir una adición al punto de la no confianza.

Así que:
Seguid como si nada;
como si no hubiese ocurrido mayor cosa, 
que el tiempo habrá de compensar cada mala pisada, 
cada falta, 
y cada error. 
Así que está prohibido sentirse mal si no habéis sido vosotros los responsables. 
Que la culpa la carguen ellos,
los otros, 
esos en los que ya no podemos volver a confiar con libertad. 


Malaya

martes, 15 de septiembre de 2020

VISTA PREVIA

El corazón es frágil,
y a pesar de todo puede albergar demasiado dolor antes de estallar.
No comprendo qué significa todo esto,
pero siento que todos mienten,
que todos hablan detrás de un máscara;
me siento indefenso al poner la verdad sobre mi frente,
o quizás soy el único ingenuo que cree que las cosas aún pueden mejorar.

Tal parece que todo es una mentira;
un día la vida te sonríe,
y al otro te pone a comer un puñado de mierda.
Uno queda en el limbo entonces,
perdido, sin más razón que la de saber que eres un idiota,
un estúpido que lo único que hace es entregar el corazón a la primera de cambio,
solo porque le enseñaron que pese a todo,
debe dar lo mejor de sí,
y yo solo he sido dueño de un corazón herido con muy poco amor,
pero era lo mejor que tenía para brindar.

Supongo que el mundo todavía no está hecho para la bondad;
a estas alturas,
solo quiero dejarme ir,
morir en paz.



Yerbita

domingo, 13 de septiembre de 2020

DUELE AQUÍ

Es tan lindo ver como los demás cumplen sus sueños. 
Es tan lindo ver que avanzan sin importar lo malo del camino y conquistan sus miedos. 
Y es tan feo ver que tú no avanzas,
que te vuelves más viejo, 
y cada vez más amargado.
Es tan feo ver que cuando creías que era tu momento, al final solo se quedó en una vana ilusión,
y te sientes mal;
entonces te abrazas las rodillas, escondes la cabeza,
te das cuenta de lo poco que eres, y arrancas a llorar.

Luego amanece, 
el sol está radiante;
dices y sientes que ese podría ser el día del cambio, 
pero llega la noche, y lo único que ha cambiado es un día por otro que no has sabido aprovechar. 
Y te sientes mal y cada vez es peor. 

Crees que si pides con fuerzas, 
algo llegará y te hará mejorar;
pero las peticiones sin acción jamás son escuchadas, 
y eso no lo sabes.
No comprendes que sin importar cómo, hay que actuar y romper la barrera, 
que nunca es tarde para hacerlo;
por desgracia tu voluntad es débil, 
endeble como tú mismo, 
y solo cuando ya estás muriendo, despiertas, 
y te das cuenta que la vida se te fue, 
que no le has sacado el provecho que debías. 
y prometes que la próxima será mejor, 
pero vuelves a renacer y olvidas todo lo demás; 
no sabes quién eres,
y un día te percatas de que los demás avanzan y tú retrocedes. 
Y entonces lo comprendes al fin:
«Te has convertido en un eterno fracaso».

Para consuelo, si te sirve de algo, no eres el único. 
Yo llevo más tiempo vagando buscando una salida. 
Por desgracia aún no la encuentro,
así que si te topas con una, dímelo por favor. 
Ya no quiero seguir así. 
Duele...
duele mucho... 
aquí... adentro. 

:(


Yerbita

sábado, 12 de septiembre de 2020

TE RECUERDO

Abrazado a ti.
Así te recuerdo.
Oliendo el perfume que emanabas. 
Sintiendo bajo mi tacto la tibieza de tu piel;
memorizando cada rasgo de tu cintura y de tu vientre,
ese vientre que era mi parte favorita de tu ser.

Abrazados en un rincón de aquella sala, 
sin más diálogos que susurros, 
sin más felicidad que sentirte cerca mío, 
sin más beatitud que estar contigo,
así te recuerdo, mujer. 
Así recuerdo un momento olvidado por los años,
cuando aún era un niño y de amor sabía poco menos que un iletrado.

Y han tenido que pasar un par de lustros para que la memoria te trajese a mí en un sueño, la noche de ayer. 
Y han debido de pasar los años de la experiencia, 
para que me dé cuenta de cuánto pude haber gozado contigo y no te disfruté.


Mayer

viernes, 11 de septiembre de 2020

DEL LLAMADO EN LA PUERTA

Estaba sentado en mala postura y se me apretó uno de mis tres huevos,
entonces mandé la mano a la entrepierna y lo saqué con delicadeza;
el alivio no se hizo esperar.

De repente llamaron con urgida insistencia la puerta;
tocaban y tocaban, pero me negaba a abrir, 
el local ya estaba cerrado,
y yo necesitaba estudiar.
¿Por qué tenían que esperar a que se cierre, ¡coño!? 
No obstante, seguían golpeando, y ante la persistencia, salí a atender con desgana.
Eran un par de venecianas, (porque si les digo venecas se ofenden) con tres niños a la espalda, 
y dos ingratos que debían de hacer de sementales en sus noches lúgubres.

Pidieron una recarga para navegar en YouTube
luego un par de chocolates, 
unas frituras, 
unas golosinas, 
una bebida de malta de dos litros, 
y un par de cigarrillos. 

Entre el vaivén de la entrega y el cambio de la moneda, buscaron tomarme el pelo, 
pero se estrellaron cuando mis réplicas fueron el doble de graciosas y el tiro les salió por la culata. 
Y por el culo les habría dado a ese par de locas, si no fuese porque estaban con su familia y yo tenía un golpe de ala (resultado de no bañarme hace tres días) que intoxicaba al respirar, 
cosa que era mejor evitar las ganas de abrigar esa noche con calor venezolano. 

A todo eso, la mayor me echó el ojo, 
se evidenciaban las ganas en su lujurioso rostro;
buscaba preguntar y bromear con el solo fin de oírme hablar, 
la otra igual, pero era un poco más reservada, y a decir verdad, era más hermosa. 
Al rato, en medio del minúsculo jolgorio que llegaba a su fin,
sin querer les robé algo del cambio, y lo notaron, 
yo admití mi error con descaro,
no lo negué;
me miraron animosas y replicaron con ahínco,
y yo me reí fuerte;
ellas rieron escandalosas conmigo, 
los dos chamos al fondo se rieron también. 
La risa nos contagió a todos, incluso, el par de mocosos que andaban estorbando por ahí, se reían sin saber el motivo.

Mi noche no había prometido ser buena, 
la mujer que adoro estaba enojada, 
y yo no me sentía bien. 
Pero esa gente me alegró el rato sin pensarlo.
Esa gente me arregló la velada que se tornaba amarga,
y entendí una vez más que todo cuanto ocurre,
una razón mayor posee.


Yerba