viernes, 25 de septiembre de 2020

SOLO HAZLO

—P, p.. P, pero es que... 
—¿Es que qué? 
—¡Es que no puedo!
—¿Y acaso yo a usted le pregunté si podía o no? ¡Hágalo y punto! 

Y lo dejé con el lápiz en la mano y el papel en la mesa.
Después de un rato, volví, y noté que ya estaba terminando el dibujo.
No era un león perfecto, tampoco se le pedía que hiciera una copia idéntica, 
pero era un león hecho por su mano al fin y al cabo.

—¿Qué es eso? —le interrogué. 
—¿Qué?
—El dibujo.
—Pues un león.
—¿Y quién lo hizo?
—Pues yo.
—¿Y no que no podía?
—Ay, tío, ¡ya cállese!
—Ja, ja ja, ja.

La tarea luego de eso fue muy simple, solo ubicar puntos cardinales y terminó. 

A veces los adultos se comportan igual que un niño. 
Creen que cuando se les pide algo deben hacerlo de manera más perfecta, y el miedo de no poder lograrlo, les hace retroceder, 
les impide crear algo por sí mismos y se escudan en otros. 

Cuántos cobardes hay por ahí diciendo y alabando a otros artistas y soñando con un día imitarlos, pero se rinden a la primera. 

Yo un día escribí, y nadie me leyó. 
Volví a escribir, y nadie dijo nada. 
Un día presenté un escrito, y se me burlaron cruelmente;
en los posteriores recibí insultos y malos tratos de gente que se creía experta. 

No obstante, yo de terco, seguí escribiendo, 
no porque quisiera agrarlos, no,
lo hice porque buscaba a quien mis letras le ayudaran, porque el poder de las palabras es fuerte y puede causar milagros como un día lo hicieron conmigo. 

A día de hoy sigo valiendo verga, 
no he ganado un solo peso,
y no he vendido ninguna letra. 
Sin embargo, un día me llegaron buscando, y me agradecidos me pidieron que continuara, 
que no debía parar, 
que mis escritos les habían cambiado la vida. 
Y entendí que mi fin había sido cumplido. Con una persona a la que mis versos le hubieran hecho bien, ya estaba más que completa mi meta. 

No soy reconocido ni nada por el estilo, 
pero increíblemente mis letras han llegado a lugares que no creo alcanzar a visitar en esta vida.
Más de veinte países han recibido mis palabras con agrado. 

«Me pregunto qué habría pasado si en vez de solo ponerme a escribir y mejorar cada día, 
le hubiese hecho caso a las voces que me decían: no puedes hacerlo...»


Malayerba 

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