Me llamaron la atención quienes se consideran con la responsabilidad de decirlo, yo no alcanzaba a percibir bien las palabras, estaba harto disociado del mundo, quizá mi actuar se vio sobrepasado por la ebriedad y como es conocido, me pongo a expresar sensaciones de deleite, me emociono de sentir que estamos vivos, me extasío tanto que me voy del mundo, me pierdo, todo vale verga, la vida vale puta mierda y hay que decirlo. El puto Camus popularizó lo que descubrió el puto Epicuro en sus años mozos: «la vida es una reverenda mierda, pero no significa que no pueda ser disfrutada».
Y en estado tan superliminal intento superarme a mí mismo por medio de los otros... No lo había notado, pero ya hay mucha gente que me ha dicho que soy una mierda, quizá y tengan razón... Quizá por fin han entendido porqué me fue impuesto el «Malayerba»; yo no quería así me llamaron los que me descubrieron en momentos de euforia.
Pero he decir que quizá y sea verdad, el mundo de la perversión tocó mis más profundas creencias a un tiempo que no se toma por prudente, no había andado ya el camino de la primera edad y la maldad se mostró sin velo. Había visto la sangre cayéndome en la cara, la cabeza del sujeto abierta y el otro con la botella partida en la mano dispuesto a dibujarle otra raya.
Y yo a menos de tres cuartas de distancia estaba observando de primera fila un mundo que no parecía hecho para critura sin malicia. Gente bailando, gritando y, al frente de dos sujetos a punto de morir uno más que el otro, estaba yo sin entender qué significaba todo aquello... Me habían dejado solo en una fiesta de borrachos de la más baja calaña social.
No es esto excusa para decir que por eso ahora soy como soy, solo es una posible causa de entre muchas otras que les sucedieron aunque a veces temo que hay algo mucho más profundo que no he sabido encontrar por más que busque en mi humilde universo mental.. Quizá todavía no debo saberlo.
Malaya
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