Le dicen al niño cuando tiene edad apropiada a los ojos de los grandes, que vaya y lave la loza, que está sucia y ya está grande para hacerlo, y entonces pone mala cara naturalmente.
No sé de nadie que haya visto un montón de trastes y dijera bien contento, qué felicidad, qué dicha, voy a lavar esa losaaaa, amo a mi mamáááá, pec pec pec (inserte sonido de corazones reventando) ¡NO, CARAJO! La puta cara de la bida bale berga, es lo que se dibuja en el rostro del infante que no gusta de aquello tan deleznable, pero por mandato de arriba debe obedecer. Se le ha encontrado una utilidad. El niño ha pasado a ser parte del sistema social de su contorno.
Pronto sabremos si se les fue de las manos con tanta normativa impuesta a las malas; el camino del orden exigente nunca ha sido bien recibido por vez primera.
Somos seres que tienden al desorden, la libertad nos llama desde el lado vetado.
Tanto tiempo allá temo que me ha hecho daño. Algo se me habrá quedado y perjudica mi ser ahora, hay manchas frescas de aquellos ratos amargos todavía.
Venimos en blanco para embarrarnos de cualquier mierda en el momento menos inesperado, todo es continuo y lento aprendizaje por más rápido que parezca, la vida no se hizo para llevarla con prisas.
Hay un sentido para todo sin haberlo trazado realmente, funciona a base intensiones e intuiciones. Es demasiado simple, la única fuerza que mueve todo es un simple deseo, incluso el deseo de no desear nada, incluso en el estado iluminado, existe una llama, una idea cobrando fuerza, unas ganas de salir y gozarla a niveles insospechables, unas putas ganas de joder y ser jodido, de echarse unos soplos y escuchar el sonido elemental.
Malayerba
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