sábado, 5 de septiembre de 2020

RICOTA

Uno ve dos tetas y qué fácil se enreda.
¿Pero cómo no enredar mis ojos a esos pechos que me llaman obligado a que los devore, a través de la transparencia de su blusa? 

Joder, y qué culo,
¡por Dios santo! ¡Señor trasero!
Palmear eso no puede concebirse entre los precios del hombre. 
Para manosear activa y lascivamente ese cuerpo, media vida sería quizá un pago aceptable. 
Y para chupar esos labios, aaaah,
para esos malditos labios de doncella de los infiernos,
tendría que entregar la otra media vida restante, y seguro quedaría debiendo. 
La carne que proteje su sonrisa es como tener delante el más delicioso manjar. 

Pura tentación;
el pecado hecho carne y huesos, sumado a una belleza indiscutible de mujer. 
A penas ayer era una niña, 
ahora ya es toda una hembra,
y mi verga palpitante la quiere sentir. 

Ella me desea;
en sus ojos lo noto;
en su sonrisa coqueta hay lujuria, 
y su voz me conmueve, 
aunque no sé si en realidad quiere sexo salvaje o solo espera que la compra le salga barata, 
en todo caso solo tengo claro que hay que aprovechar cuando se pueda, 
que esta vida no puede irse sin gozar.

—¡Eh, Nathalia!, se te quedó esto —le grito mientras la alcanzo.
Me sonríe;
me mira pícara;
me dice gracias; 
me guiña un ojo... 


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