lunes, 13 de abril de 2020

EL HOMBRE SIN PENE Parte II

Luego de haberme cobrado la hora de placer,
que realmente fue buena, pues el sexo anal lo hacía de un modo espectacular,
Ricardo que en ese entonces ya se hacía llamar Rachel,
y que fungía de travesti y trabajador sexual, lo hacía bastante bien. 
El trauma de haber perdido su arma viril era compensando sintiendo vergas penetrando en él, 
supongo que de alguna forma debió ser algún sueño hecho realidad. 

Transcurrieron de eso, un par de años, 
no supe más de él, pero estoy seguro de haberlo visto vagar con los ojos perdidos y algunos harapos por algunos puentes de la ciudad.
Un día me detuve y le hablé, pero no me reconoció como era de esperarse, 
hasta pensé que quizá podía ser otro;
así que para cerciorarme, le mandé la mano a su entrepierna y me di cuenta de que no había bulto alguno;
él me miró pensativo, se hallaba en otro mundo; 
se dejó llevar de las drogas supongo.
Le dejé llenando la bolsa con medio tarro de pegante que llevaba en el auto, y me despedí, de ahí ya no lo volví a ver. 

Por otro lado no tenía idea de la chica aquella;
sin embargo, el lector habrá de enfadarse conmigo si no le doy a conocer los pormenores y detalles de qué sucedió antes y después del incidente de nuestro ahora homosexual amigo. 
Y como si fuera una película, y cosa de no creer, lo cierto es que el mundo es un pañuelo y cuando menos espera uno, las cosas llegan a su tiempo. 

Estaba yo bebiendo un par de cervezas en el bar, 
subí a la azotea a fumar un tabaco, 
era noche estrellada y quería apreciar la maravilla del cosmos, 
y ahí fue donde vi a dos tipos sonrientes y alegres, han de estar drogados pensé.
me miraron, 
uno de ellos pareció reconocerme:
—Tú eres el que llaman escritor, ¿no es verdad?
—Eso dicen.
—Y también eres un enfermo con algunos problemas legales.
—Jajaja, joder, ¿de dónde has sacado eso? 
—Tenemos una historia de una buena puta, ¿la quieres? 
—Sí, por qué no —les dije mientras me liaba el cigarro y lo prendía—. Y me contaron su historia.

Lo que a continuación, usted amable lector, ha de leer, es la recopilación de los datos que estos sujetos me han proporcionado más muchos otros, y que gracias a ellos, me di a la tarea de investigar a mayor profundidad.
No ha sido tarea fácil, y en realidad me sucedieron algunas cosas que en posteriores relatos he de contar, como que perdí un dedo, 
que me cortaron una nalga y ahora tengo tres, jeje, 
o la cicatriz en la espalda con forma de ojos seniles, producto de un rito satánico; 
pero eso, ya os lo contaré con más detenimiento en otro momento;
por ahora, he de mostrarle de manera organizada y lo más entendible posible un pedazo de la historia de una mujer llamada Valentina:

Ricardo no fue la primera víctima de sus encantos, formaba de hecho ya la décimo quinta.
Valentina se había convertido en una asesina serial, 
pero su origen ha sido algo ajeno a la idea de que ella haya sufrido algún tipo de abuso y que por ello busca vengarse de los hombres.
Sus actos fueron producto de una infancia un tanto condimentada con experiencias que bien marcadas.

Hace años atrás, Valentina salió a comprar pasta para la cena,
tenía como 10 años en ese entonces;
hubo una trifulca en el parque cuando venía de regreso,
dos pandillas se agarraban a machete,
y después de un rato se oyeron disparos,
y mientras la fuerza policial cercaba el lugar, mucha gente salió desparramada por todo lado;
los agentes intentaban coger a cuantos pudieran,
y uno de ellos, miró a la niña, esta, presa del miedo echó a correr también,
sabía que sus padres no hacían cosas buenas, y tenía miedo de que ella también fuese culpada por algo.

Corrió calle abajo sin pensar en nada,
y muy pronto se vio sola en un barrio desconocido,
la noche era oscura y tenía miedo,
a penas con una blusa, un short y unas chanclas,
el frío nocturno la hizo temblar.
Siguiendo su instinto trató de regresar por donde había llegado, pero tenía la impresión de que la vigilaban, y cambió de ruta,
sin embargo, se perdió.
Debieron ser aproximadamente las 11:30 de la noche y ella aún no hallaba el camino,
tenía mucho miedo,
pasó oculta y llorando detrás de unos contenedores de basura por mucho tiempo.

Justo cuando iba a moverse escuchó ruidos,
tres, quizá cuatro personas,
y unos gritos ahogados;
no se movió,
se quedó en silencio,
y observó la escena.
Tres hombres golpearon a la niña lo suficiente para que no hablara, pero no para que desmayara.

—Eh, Ricardo, voy primero.
—No hijueputa, yo la cogí.
—Ustedes a la fila gonorreas, dijo el tercero apuntándoles con un arma.

Valentina observaba, pero poco entendía,
luego de la discusión que se creó,
Ricardo ganó el honor de ser el primero en abusar de la menor,
la niña, un poco mayor que Valentina,
sacó fuerzas de algún lado y gritó: 
¡¡Por favor no!!, ¡¡señor!!, ¡¡por favor!!, ¡¡se lo suplico!!, ¡¡¡NO ME HAGA DAÑO!!!, e imploró y suplicó misericordia,
pero los tres personajes, al parecer habían bebido ya mucho, y lo único que hicieron fue propinar otro par de golpes para que se callara.
Al final, Ricardo desvirgó complaciente el coño de aquella inocente, el otro aprovechó su boca, y el tercero que no gustaba de ser segundo en ningún lado, en cuatro desfloró el ojete de la moribunda.

Valentina, presenció todo, aunque las sombras no dejaban ver mucho, entendía que estaban haciendo, pues sus padres tenían sexo a menudo, y algunas veces los había visto a escondidas, y solo por curiosidad luego de oír gemidos y golpeteos a la madrugada, pero aún no despertaba en ella nada lascivo hasta que vio lo que vio esa noche.

Los tres hombres luego de divertirse con la niña, 
le propinaron un sarta de patadas y al final le apuñalaron varias veces el coño, el ojete y le cortaron el cuello.

La tenue luz de la calle no dejaba observar bien, pero Valentina, oculta por un montón de basura y además de que tenía una mirada muy aguda, alcanzó a ver a los desgraciados, mientras salían de la callejuela como si nada.

Su corazón le daba vueltas y saltos;
una vez todo se quedó en silencio, se levantó;
sentía mojada su entrepierna, 
se dirigió hacia el cadáver, y una vez allí, un cúmulo de sensaciones le pasaron como un choque eléctrico por su cuerpo;
ver a la niña ensangrentada, destrozada, 
y poco antes siendo ultrajada, provocaron en Valentina una sensación nunca antes conocida.
Su primer orgasmo se dio justo allí.

Luego de volver del gozo que esto le había provocado, se asustó, y salió corriendo, y sin saber como, luego de una horas llegó a su calle, y el corazón volvió a su lugar.
Entró en la casa, al parecer sus padres no habían notado su ausencia pese a que la habían mandado por pasta, 
pero ya eran varias las veces que la niña se quedaba jugando, o haciendo alguna tontería con lo niños del barrio, y no llegaba con el encargo, pero llegaba luego.

Esta vez, debieron pensar que era igual, y que estaba ya en casa, últimamente ya no le prestaban atención y la creían un medio tonta, además con los dos bebés de la madre más el hermano pequeño, Valentina era la mayor e hija solo de su padre y entenada de su madre. Por lo que, ya entenderá amigo lector, la situación de la niña.

Me gustaría referirme a los muchos hechos que alcancé a recoger sobre la vida de nuestra Valentina, mientras crecía, pero no voy a llevarlo por donde no se me ha pedido, sino acerca del como llegó a Ricardo y lo que le hizo, así que sigamos.

Transcurrieron de eso unos 10 o 13 años más,
la niña era ahora una señorita,
muy bella y sumamente atractiva, quien la conocía no podía negar la perversión y maldad que incitaba su mirada,
y era difícil no caer en su juegos.
A esta edad, Valentina ya sabía lo que generalmente se conoce por maldad o bondad;
y pese a todo, por gusto y nada más, la maldad le encantaba mucho más.
En el transcurso de su vida,
se fue de la casa temprano, no la echarían de menos.
Se juntó con  tipejos con los que vivía con el pasar del tiempo, y que al final no le satisfacían y en más de una ocasión se deshizo de ellos a su manera. 

Un día conoció a Leonel, un tipo misterioso,
andrajoso, con ciertos vicios,
pero fuera de eso, con un aura que marcaba la señal de peligro en su frente;
y no porque fuese un maleante precisamente, sino más bien, porque el peligro que este emitía no se podía definir, sin embargo, fue justo el hombre que entró en el corazón de Valentina.
Convivió con él,
y las cosas marchaban bien, 
el sexo era cosa de otro mundo, el sadomasoquismo se había convertido en un delirio;
pero como en toda pareja, hay peleas,
y una peor que otra y al final la separación es evidente, 
y los lados implicado quedan destrozados por dentro.

Valentina lo odió, 
quiso matarlo, pero no supo más de él,
depresión y drogas le llenaban la cabeza,
y un día mientras bebía en un bar,
un chico se le acercó,
encajaron,
y mientras tenían sexo, los recuerdos de su infancia más el dolor de perder a su hombre,
hicieron perder la cordura;
y mientras follaba a su acompañante,
le rompió una botella de licor en su cabeza,
con los vidrios rotos, rayó la piel del chico, y luego terminó matándolo de buena gana, mientras tenía la verga dentro de ella.
El orgasmo fue fenomenal, y halló allí un motivo para darle otro sentido a su vida.

De manera algo similar, ella fue perfeccionando sus encantos, a la vez que se deshacía de unos cuantos.
Un día se cruzó por su lado un tipo, 
lo reconoció de pronto aunque tenía ya algunos cambios,
y lo estuvo siguiendo durante un día.
Al final se le perdió de vista, y se fue decepcionada;
al llegar a su lugar de residencia,
encontró allí algunas cartas de origen desconocido,
pero al leerlas, la letra y los mensajes en ella,
su corazón se arrugó y echó a llorar.
No podía con eso y se fue directo a un bar,
y ¡oh sorpresa! luego de un rato se le acercó alguien,
«—Hola, perdona que te interrumpa, pero no lo he podido evitar, te noto triste, ¿te puedo colaborar en algo? —ella lo miró de arriba a bajo con una sonrisa tímida y al momento exclamó—: 

—Un trago de whisky estaría bien... para empezar...»


[La historia de J. Ricardo Buitrago, antes "el espanto"y luego "el travesti", fue corta y a la vez muy casual, sin embargo, en mis investigaciones sobre Valentina, me encontré con casos realmente agradables para los sedientos de sangre, que si me lo permiten, ya os contaré en futuros relatos].
—Nota del autor


Mayawell

domingo, 12 de abril de 2020

A MI MUJER

Y de repente, sin creerlo realmente, 
un día te das cuenta que una mujer se te ha clavado;
se ha anidado ahí adentro;
se ha adueñado de tu corazón.
Y que hagas lo que hagas, 
seas quien seas,
si eso ocurre,
no vuelves jamás a ser el mismo.

Puedes encontrar mucha gente maravillosa;
personas realmente valiosas;
y, sin embargo, 
si te dieran a elegir entre salvar al mundo o a ella,
sin dudarlo siquiera, la escogerías a ella.

Porque es tu guía,
tu brújula,
tu centro,
lo que te mantiene vivo.
La razones para eso no existen, solo sucede,
y no importan las cosas que ocurran,
o si llega el fin y se acaba todo.
A mí solo me queda decir que:
aunque duela, mil veces te volvería amar.


Mayer

https://youtu.be/GSVWutuz4F0

sábado, 11 de abril de 2020

DISTRITO DE CANNABIS

La gente, a medida que envejece empieza a callar,
y calla tantas, pero tantas cosas,
que uno solo se da cuenta y se sorprende, cuando tiene la edad adecuada,
no antes, no menos.

¿Que qué significa esto?
A pos muy simple,
que todo el conocimiento que existe, llegará a ti, 
si, a ti, pero, 
pero, 
a la edad en la que realmente lo necesitas. 

Por si fuera poco, 
«razonar de esta vida y, de la existencia misma, mientras cagas: es cosa realmente sabia». 
Aunque suene divertido y gracioso (y sí que lo es), no le excluye de ser algo fundamental mientras estamos vivos.

Porque hay mucho que se pasa por alto, 
y la gente que ha sabido vivir consciente en este mundo, lo sabe bien. 

Seguro que no has comprendido nada hasta ahora, yo tampoco, y no te culpo, porque con una dosis de marihuana no se me dan bien la organización de pensamientos. 
Pero, si por alguna razón lograís entender, 
en resumidas cuentas y para librarme yo también del asunto,
amable lector, sepa esto:

No se apresure, hágame caso. 
No se afane, por favor,
no se altere;
no pierda tiempo sintiendo trifulcas negativas en su corazón por las cosas de la vida.
Entienda, que todo lo que debe llegar a usted, llegará justo cuando usted-realmente-lo-necesite.

Así que no se tire golpes de pecho, 
no sienta odios, 
olvídese del rencor, 
y sonría porque está vivo, 
sea feliz con saber que usted y solo usted, tuvo la fortuna de ser el colonizó el maravilloso óvulo, de entre millones de competidores, ¿le parece poco?
Enserio, ¿no es esa ya razón suficiente como para sentirse afortunado: tener la oportunidad de hacer cientos de miles de cosas que el resto de los competidores jamás podrá? 

No se usted, que me lee, o tú, o vos, ché, morro, boy, chaval, guacho, parce, mi perro, mi so, my bro, 
c-o-m-p-a, 
¿De verdad cree que no hay un futuro próspero para este mundo? 
Incluso yo, a veces creo que sí que hay un mejor futuro;
y es que casi que lo puedo sentir, 
es que casi que vivo ahí. 

De verdad, 
podemos arreglar este mundo,
pero...
 metámole gana, chico.


Yerba

viernes, 10 de abril de 2020

JUEGOS DE AMOR

Él era tierno, amoroso,
le daba todo el afecto que tenía. 
Él en un principio era medio idiota, por no decir, completo. 

Él se dejó enamorar;
él se dejó querer;
él se dejó amar, 
y en un principio desconfiaba de todo el mundo, 
sin embargo, con la llegada de ella, las cosas cambiaron y entregó todo el amor que poseía, 
porque creyó que eso era lo correcto. 

Él estuvo pendiente, 
él le daba los buenos días con una sonrisa y un beso apasionado, 
él le hacía el amor cada vez que podía.
Él se podría decir, era feliz. 

Un día tuvo que alejarse, 
pero los mensajes de buenos días no cesaron, 
los «¿cómo te fue hoy?» y el «ten una reparadora noche», 
eran enviados a diario. 
Llamadas, sonrisas, caricias desde la lejanía no se hacían esperar, 
el deseo de reencontrarse era muy fuerte ya. 

Pero un día, ella dejó de hablar;
sencillamente empezó a callar;
su amor aseguraba era infinitesimal, 
pero sus palabras no podían ocultar la verdad.

Él se dio cuenta que las cosas pasan, aunque muchas veces no entendiera su razón. 
Él sintió un ligero fastidio en su pecho con el pasar de los días. 
Cada vez era más evidente que ella no le deseaba hablar,
ignoraba sus preguntas, sus cuentos, 
sus momentos. 
De cada cinco preguntas, una respondía con sequedad. 
Palabras cortantes, simples, efectivas. 
Y al final lo logró. 

Él bajó la mirada, 
se dio cuenta que las cosas ya no eran como antes, 
que debió disfrutar más de la compañía mientras podía. 
Él quiso sonreír, pero fue inevitable que un par de lágrimas saltaran de sus ojos, 
simplemente se mordió los labios, 
se apretó el pecho, porque le dolía más, 
y se sintió estúpido por confiar en alguien más que no era él. 
Recordó que las cosas bonitas no le ocurren a la gente condenada,
y si lo hacen, son demasiado pasajeras.

Negando a aceptar la evidente realidad, 
sollozó en silencio hasta quedarse dormido. 
Allá, en los sueños, él no tenía problemas;
allá, en los sueños, él tenía amigos; 
allá, en los sueños, él se olvidaba de quién era, y solo existía fundiéndose con mil vidas desconocidas. 

Un día simplemente se cansó, 
mandó todo al carajo,
cogió un cuchillo y se mató. 

«Ella, quizá sin querer, no se dio cuenta de lo que hizo,
le dio demasiada vida a un hombre que había perdido la esperanza, 
y cuando se hubo desecho de él, 
no sólo le arrebató lo que le había dado, 
sino, la poca vida que en el corazón de él había quedado».


Yerbita

domingo, 5 de abril de 2020

SENTIMIENTOS DE UN DÍA

Me da igual lo que piense la gente,
mi autoestima nunca ha subido más de dos centímetros del suelo;
poco importa si sus miradas se clavan en mí con desprecio.

—Oye. 
—¿Qué? 
—Mírame. 
—¿Mmm?, ¿qué? 
—¿Cuántas veces te han roto el corazón? 
—¿De qué hablas? 
—Se te ve en los ojos. 
—Jaja, creí que no se notaba. 
—Sí, ¿qué te ha pasado?

Nada... Quizá me he acostumbrado tanto al dolor, que ya poco lo siento, 
quizá ya me he olvidado que un día hubo luz aquí. 

La vida es efímera,
y la gente hace de las relaciones humanas algo tan complicado, 
que se te va media existencia en discusiones y enfados sin valor. 
De todas formas, el amor cayó en este mundo como la vacuna contra el miedo,
y cuando uno se logra hacer con él, el resto de vida que te queda, puede brillar como si fuera un sol. 

Así que, qué más da si me he aburrido de ti, 
qué más da si el amor que tengo solo ha alcanzado para ti. 
Qué importa si me he convertido en un simple burro de carga, 
el lugar dónde buscas diversión cuando los demás ya te han hartado, 
el último hombre que se entera que algo te han hecho, cuando es tarde ya... qué importa. 

Pero te diré que un día me topé con alguien, 
un día conocí a alguien, 
y ese alguien me enseñó a ver el mundo con otros ojos, 
sin embargo, tal como llegó, se fue. 

Y otro día me topé contigo;
y un día te empecé a conocer;
un día me di cuenta de que tenía que obedecer tu recomendación y no enamorarme de ti;
pero un día queriendo, y sin saber cómo, te saqué una sonrisa;
y un día ya no dependió de mí, 
ya no pude echarme hacia atrás, 
ya había bebido un par de tragos y quemado un mar de cigarros con tus demonios;
y ese me día cuenta de que te quería conmigo, 
que había mucho que hacer para levantar un nuevo mundo, 
y que solo sería posible si íbamos de la mano. 

Y ahora me doy cuenta de que soy un idiota;
que quizá el del problema soy yo;
que tú estás perfecta y yo no;
y que aunque actúe como un pendejo, en ti siempre pienso;
que cuando no estás, te echo mucho de menos, 
y que solo espero la noche para poder regalarte un «te amo», 
porque aunque te cueste entenderlo,
cuando esas dos palabras salen de ti... 
es cuando realmente yo puedo dormir tranquilo,
y en la mayoría de veces... feliz. 


Mayer

sábado, 4 de abril de 2020

VIENTO NORTE

¿Cómo expresar la infelicidad en términos sencillos, 
eliminar sin marca los tatuajes de tu piel, 
o hacer que aflore un bonito sentimiento en un corazón roto?
Difícil, ¿verdad? 
Quizá no sea posible sin un sacrificio a la mitad. 

Y tal vez el título no sea el más apropiado para estos versos sin rima;
como que escribir tu nombre con el humo del cigarro,
prueba que entre más te quiero, más te alejas. 

Ya es bien sabido que el amor entre dos debe cultivarse, 
que debe ponerse un poco de responsabilidad por cada parte, 
o nos veremos obligados a navegar en un barco sin timón, 
y solo con la vela en función, nos estrellaremos más temprano que tarde. 

¿Qué te perdone yo, dices? 
Perdóname tú a mí, que he cometido tantos fallos, 
que he dejado bailar libremente a los demonios, 
que he dejado de ser cariñoso, 
porque al sentirte lejos me he dejado vencer. 

Solo espero que si un día llegas a leer esto, 
no se te ocurra pensar que ya no te quiero;
porque al igual que aquél verano de septiembre, 
sigo firme en mi decisión de amarte hasta la muerte;
o quién sabe... tal vez eternamente.


Mayer

jueves, 2 de abril de 2020

CHAU...

Con un dolor en el vientre dejo constancia de lo que pueden ser mis últimas palabras:

Estoy listo si es ya es hora...
He subido kilos, más de los que pensé que podía lograr,
toda la vida con la piel pegada a los huesos,
y ahora gordo, como siempre quise ser. 
Cumplida la primera meta hacia el olvido.

He tenido sexo. 
He amado y me han correspondido.
De lujos y caprichos no ha sido mi vida,
pero un plato de comida no faltó un solo día. 
He criado un par de perros, y uno que otro gato; todos muertos ya. 
He sembrado más de 200 árboles, 
y una decena de flores. 
He reído hasta casi reventar. 
He caminado hasta casi quedar sin pies;
he llorado hasta quedar sin lágrimas. 

Placeres tan simples como fumar mientras cago,
o tener sexo bajo lluvia, 
han sido cosas tan simples y valiosas, 
que de haber tenido esta vida, no me quejo. 

Recostado en una vieja y aatillada cama, 
con el dolor en aumento y un frío polar ascendiendo por los pies, 
proclamo que listo me hallo, 
y si ha llegado ya la hora de mi despedida,
irme tranquilo puedo;
sin sueños cumplidos, 
sin anhelos trazados, 
y como un animal sin rumbo andando, 
solo por el instinto guiado,
me voy si ya me toca;
y a ustedes, queridos lectores, 
solo me queda deciros, 
que muchas bendiciones os regalo. 


Malayerba de la gran 
Flia. "Malayerba Corporation".

miércoles, 1 de abril de 2020

EL HOMBRE SIN PENE (+18 bien merecido)

Sepa, amigo lector, que en lo que en adelante se haya escrito, verdades son plasmadas; mas la ficción es inevitable que se salve de estar descrita, pues ya sea por ausencia de recuerdos de quien me ha confiado su relato, como por la afanosa tarea de recoger el mayor número de detalles de mi interlocutor en el menor tiempo, se habrán perdido algunos apartes o bien, habrán sido reemplazados con otros. No obstante, esto no afecta en mayor medida la experiencia de ser testigo de una historia un tanto peculiar.
—nota del autor—



Su nombre es J. Ricardo Buitrago o "el Espanto" como le suelen llamar. (He de saltar la mayor parte de su vida anterior a los hechos, y he referirme a un par en específico para entender de mejor manera el meollo de la situación, pues ya sabiendo que la mayoría de los lectores algún pene por mínimo que sea, tendrán, lo han de valorar tanto o más que el mismo corazón, y por ende, han de simpatizar y compadecerse con la ausencia de un hombre que no es poseedor de uno, pues de imaginarse solamente el caso, es ya una fatalidad para el espíritu).

Ricardo daba marcha a su taxi como de costumbre, y siempre al menos una vez a la semana, alguna mujer caía en su red de encanto, y terminaba follando en el asiento trasero o en el apartamento de la chica. 
Otras veces iba a beber a algún bar cercano, y entre copas de whisky y cigarros mentolados, alguna desafortunada terminaba con la verga de Ricardo en su boca, o bien cobijado con su coño, su polla.

La vida de nuestro protagonista no podía ser más agradable, un empleo sencillo, aventuras pasajeras, mujeres sin falta, una galante vida de soltero; no podía pedir más; sin embargo, esto no evita que sucedan infortunios.

Eran aproximadamente las 10:30 de la noche, era un día de mayo, 
imposible olvidar la fecha de su desventura.
Se hallaba en la cuarta copa de whisky, y en el séptimo cigarrillo,
cuando de reojo se percata de una mujer que vestía de negro y leía unos papeles en el rincón de la barra, con una tristeza semejante, aparentemente se trataba de unas cartas. 
Ricardo, ansioso de probar un nuevo coño, acercose a la joven y sin mayor problema halló en ella una conversación interesante. 

"Pocas mujeres ostentan el poder de poner en peligro la razón de un hombre, y cuando esto ocurre, es inevitable que este sienta una atracción por aquella". 
Si añadimos a esto un par de sonrisas pícaras, 
la cara de la más pura inocencia de niña, 
y una mirada que refleja maldad pura, tendremos a Valentina, nombre, que a decir verdad es insultante para tal tipo de mujer, debiese llamarse Victoria, Beatriz, o tal vez Sara, que sería nombres más apropiados para una mujer de tal temple. Pero como las cosas de este mundo no se dan como uno las quiere, encontramos a un Ricardo que babeaba por una Valentina, que como bien el lector ya habrá deducido, se trata de una perra, de una inmunda, de una maldita bruja, o la perdición de un hombre que no se alcanzaba a imaginar lo que le deparaba. 

—Hola, perdona que te interrumpa, pero no lo he podido evitar, te noto triste, ¿te puedo colaborar en algo? —ella lo miró de arriba a bajo con una sonrisa tímida y al momento exclamó—: 
—Un trago de whisky estaría bien... para empezar.
—¿Para empezar? jojo, oye, me gusta como suena eso.
—Jjjjj sí, estos últimos días no han sido buenos, tengo un desastre de vida —suspiró—, espero que el alcohol me ayude —añadió mientras se limpiaba las lágrimas y se arreglaba el cabello. Lucía demasiado hermosa al hacerlo, era perfecta en todo sentido, pero era inevitable no notar cierto aire sombrío y oscuro en su ser; pero bueno, Ricardo ya estaba un tanto ebrio para haberlo hecho, y de todas formas, su destino ya había sido marcado.

Regresó él con una botella, ya previniendo que la cosa se tendía a alargar toda la noche,
entre charlas y risas se fueron conociendo, 
contando sus cosas, el tiempo pasó, 
y al final, ella ya ebria dijo: 
—¡Lo odio!
—¿El qué?
—A ese imbécil; no sabía nada de él hasta la otra semana, y hoy, junto con estas cartas, me he dado cuenta que lo odio, lo odio tanto, como sé que lo amo —y se agarró a llorar—.

Ricardo, que era un vivo experto en consolar mujeres tristes, respondió mientras la abrazaba y le besaba la cabeza:
—¿Sabes?, los hombres somos muy estúpidos a veces, si es que no siempre, pero cuando amamos a una mujer lo hacemos con el alma, pero un tipo que se va sin dar explicación y aparece de la nada, no es de fiar.
Ella lo miró melancólica, y él añadió: 
—Vamos, te dejaré en tu casa, ya estás muy mal...
—No —interrumpió ella—. Mejor vamos a la tuya, necesito desahogarme —y le dio un beso profundo mientras le acariciaba el pecho—.

Sin perder más tiempo, Ricardo, entendiendo las señales sexuales que emanaba aquella fémina, se apresuró subirla al taxi, y a encender la marcha en dirección su apartamento.
Una vez llegados allí, ella que miraba hacia la ventana se había enmudecido desde hace un rato; 
él se bajó, abrió la puerta del lado de ella, y en ese instante el cuerpo de Valentina cayó de golpe, 
Ricardo pegó el salto y se apresuró a levantarla; 
—¡hijo de puta! —dijo ella—lo siento, jaja, no sabía que te habías dormido dijo él—idiota —replicó ella.
La cargó en brazos hasta su apartamento y una vez allí, ella pidió una ducha. 
Él, complaciente de todo, se ofreció a ayudarla a desnudarse, pero ella pícaramente dijo: —no te creas con tanta suerte, niño —mientras le guiñaba un ojo y entraba en el baño

Al poco rato, en medio del agua se escuchaban unos gemidos provenientes del baño, Ricardo, se asomó a la puerta que entreabierta se hallaba y se le encendieron de un tirón las ganas de follar, tras mirar como Valentina se complacía con su mano. Se quitó la ropa y entró en la ducha, ella al verlo cerró los ojos y se siguió tocando, el se acercó y le besó el cuello, luego su boca; sus manos ya recorrían la espalda, las nalgas y ese coño que emanaba exquisitez.
—Te has demorado, idiota.
—Pero es que... yo creí que...
—Imbécil —dijo gimiendo tras las caricias de Ricardo—. 
Luego se agachó lentamente mientras besaba el pecho, el vientre, y llegaba hasta el falo de su hombre, miraba a los ojos a Ricardo a la vez que sus labios chupaban esplendorosamente aquella vigorosa polla morena, hasta hacerlo correr inevitablemente. Pero no por ello detenerse.

Pasaron de un éxtasis inicial a un desenfreno brutal, 
entre arañazos y mordidas, él arremetía con brutal fuerza su coño, y ella no se quedaba atrás moviendo sus caderas con mayor frenesí,
la temperatura de sus cuerpos era indiferente a las gotas de agua fría que caían sobre ellos.
El primer orgasmo se dejó sentir.

Más tarde acurrucados en la cama, hablando de amoríos lejanos y de futuros inciertos, ella pidió un trago; y él como siempre que ya lo tenía todo preparado, sacó una botella de vino y un par de cigarros, y siguieron hablando y molestando hasta que quedar mucho más ebrios.

Ella se levantó, se acomodó su vestido como pudo, 
y él no pudo evitar reír al verla mal vestida, 
luego ella puso algo de música, una salsa sensual, y se empezó a mover a su ritmo;
inevitablemente la cara de Ricardo cambió y se quedó flechado tras ver como se movían las curvas de Valentina;
era arte viviente, 
poesía andante, 
se enamoró irremediablemente.

Ella se fue acercando, él la esperaba recostado,
ella con las prendas que habían regadas por el suelo le amarró las manos a la cama, le besaba por donde podía, le mordía, lo excitaba demasiado, luego amarró sus pies.
Destapó la botella de whisky, bebió un poco y le dio a beber a él, desde su boca;
luego se montó encima y con su coño húmedo masturbaba exteriormente la polla de Ricardo, esto a él le fascinaba, lo tenía ya muy tieso, pero ella no se quedó ahí, fue subiendo lentamente hasta alcanzar su cara, y se plantó en ella, 
allí, él debía demostrar su mejor esfuerzo en mamar un coño, 
en complacer a una mujer como debe ser;
ella se revolcaba agarrada a los bordes de la cama y se retorcía, mientras él le daba lengua como Dios manda.
Se corrió un par de veces, pero no eran suficientes.

Bajó luego hasta su entrepierna,
le chupó los huevos, 
le mamó la verga,
y luego se montó en ella, 
prendió un cigarrillo y dio inicio a su cabalgata,
él la miraba fumar y se regocijaba ante el inconmensurable placer que le otorgaba.
Ella dejaba caer el tabaco caliente en el cuerpo de aquél,
al inicio dio un salto, y luego se convirtió en gozo.

Ella se dio media vuelta y le mostró el ojete, preguntando sin preguntar si se lo quería meter por allí, 
él por obviedad asintió,
ella entonces bebió otro poco de whisky y el resto de la botella se lo hizo atragantar a él, que de un golpe se lo acabó,
cosa contraproducente aquella, pues había acumulado desvelos desde hace una semana, y era inevitable no perder la consciencia y querer dormir,
ella, por otro lado, y sin ningún reparo, le agarró la verga y se la fue metiendo por el culo hasta que estuvo toda adentro, 
y una vez allí se movió con frenesí a tal punto que se escuchó un chasquido, algo partiéndose, algo quebrándose,
él en su inconsciencia dejó salir un quejido leve, y ella sonrió maliciosamente,
no se detuvo y siguió hasta correrse unas cuantas veces.

A la tarde del siguiente día se despertó Ricardo, 
algo pálido, aún amarrado a su cama, aunque tenía un brazo suelto.
Recordó las delicias de la noche anterior, 
miró a los lados, 
pero ella ya no estaba,
sonrió en júbilo de todas formas y se tocó la verga,
pero si entonces ya se hallaba algo pálido, esta vez se quedó blanco, porque ahí abajo no había nada.
Levantó su cabeza incrédulo, y si había algo de sangre aún, 
esta vez toda se le bajó a los pies, al ver que en lugar de su orgulloso pene de gruesas venas,  había un grueso esparadrapo cubierto de sangre.

Miró a todos lados, frío del susto,
quiso levantarse, pero seguía atado, 
buscó algo para cortar las prendas, 
y en la mesita de noche había un cuchillo y una nota.
Cogió el cuchillo, se soltó la otra mano, y se levantó para soltar sus pies, sintió un tremendo dolor en su entrepierna.

Una vez liberado se sentó a la orilla de la cama, 
se golpeó la cabeza para despertar, asegurando que tenía que ser una pesadilla,
pero era real, todo aquello lo era;
miró su celular,
lo agarró para llamar a la policía y pedir ayuda y justicia para aquella maldita puta,
pero al encenderlo se quedó pasmado;
helado;
habían fotos allí:
una mujer con antifaz;
ella mordiendo y cortando un pene;
luego en la cocina sacando tajadas cual salchichón;
luego otra en la licuadora con vino adentro y en ella echando las partes de su verga;
cada foto era peor que la anterior, pero siguió revisando ese proceder hasta que en la ultima aparecía el mismo Ricardo, con los ojos perdidos, pero bebiendo alegremente aquél jugo terrorífico.

Quedó petrificado al ver aquello,
no se podía mover,
se sintió desfallecer;
¿quién era esa mujer?, ¿por qué tuvo que sucederle eso a él?,
estaba demasiado asustado,
luego brilló un esfero con la luz del sol, y justo debajo una papel que decía:
«¡¡Por favor no!!, ¡¡señor!!, ¡¡por favor!!, ¡¡se lo suplico!!, ¡¡¡NO ME HAGA DAÑO!!!»

Esas palabras retumbaron cual cañonazos en la mente de Ricardo;
su memoria le recordó vívidamente los gritos de auxilio de una niña indefensa a punto de ser ultrajada.
Se quedó como ido, como muerto,
se quedó en el limbo.

Venganza... o justicia, fue lo único que alcanzó a pensar antes de perder el conocimiento...

Continuará... 


Mayawell