luego alcé la vista al cielo, y lancé un susurro al viento, esperando encontrar una respuesta.
Luego un tiempo que parecía ser eterno, y más allá del trance del que era presa, me encontraba recostado sobre un auto, fuera del alcance del sonido directo. Entonces noté la presencia.
Luego un tiempo que parecía ser eterno, y más allá del trance del que era presa, me encontraba recostado sobre un auto, fuera del alcance del sonido directo. Entonces noté la presencia.
—¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?
Fue simple y llanamente hermoso oír su voz tras el manto de la sombras.
Tan dulce,
Tan dulce,
tan sensual,
tan femenina, ¡joder!, era como oír la voz de la princesa que habita el horizonte donde se confabula la realidad con la magia. Y me estaba cuidando, a mí; cuando era yo quien se suponía debía cuidarla, no al revés.
Pero ahí estaba, proclamando cuanta cosa se le cruzara por la mente con tal de decir algo, y me encantaba. Me deleitaba.
Bueno, cierto es, que realmente solo quería echarme a dormir porque el sueño era demasiado fuerte. Meditar e ir durmiendo lentamente era lo que quería. Cerrar mis ojos mientras miraba las estrellas. Era consciente de todo cuanto ocurría y me sentía fenomenal, pero era muy posible que ella me hubiese visto medio ido, aparentemente,
medio mal, seguramente.
Pero lo más lógico es que hubiera confundido mi gozo con la inquietud que le producía la oscuridad de la que harto habíamos filosofado, por eso me hablaba con las mismas palabras que yo le había transmitido poco antes. Me quería reír, pero no me atreví. Me gustaba oírla y que me dijera lo obvio. Simplemente era feliz teniéndola ahí, a mi lado, bajo un cielo que a cada minuto se tornaba más nublado.
Pero fue demasiado insistente y me sacó de mi ensimismamiento. Me llevó al baño cual desvalido y me obligó a refrescar la cara; yo me dejaba llevar como a un niño pequeño. Se sentía tan bien tener a alguien a mi lado en un momento tan extraño. No se lo dije, pero era evidente que en ese momento la quería más que nada en el mundo. Espero la próxima vez, ir más descansado, que el no dormir lo suficiente y consumir más de lo necesario, siempre tiene su consecuencia.
Malaya
Pero fue demasiado insistente y me sacó de mi ensimismamiento. Me llevó al baño cual desvalido y me obligó a refrescar la cara; yo me dejaba llevar como a un niño pequeño. Se sentía tan bien tener a alguien a mi lado en un momento tan extraño. No se lo dije, pero era evidente que en ese momento la quería más que nada en el mundo. Espero la próxima vez, ir más descansado, que el no dormir lo suficiente y consumir más de lo necesario, siempre tiene su consecuencia.
Malaya