domingo, 19 de abril de 2020

NOCHES DE MARIMBA II

Ya cinco minutos del efecto, y un sonido se me cuela por los oídos;
tardo cinco minutos más en caer en la cuenta;
es un perro: lado izquierdo al fondo y mi mirada se clava;
no es de aquí,
es un invasor,
de la vecina, y aún así se treve a ladrarme el hijoputa —oiga usted— a mí, en plenas gradas,
un perro ajeno ladrándome en mi maldita casa,
JAJAJA ¡qué puto desvergonzado!,
¡pero qué indecencia!
¡¿Qué falta de respeto es esa?! No jodamos, ¿a dónde coño vamos a parar?
Y yo más que ando ya volaaAAAndooooOOOoo, jujuuuyy...jaja.

En todo caso el pulgoso se ahuyenta y lo pierdo de vista en la inmensa oscuridad.
Vuelvo a mi asiento mirando una estrella titilar;
una calada al cigarrillo y echo un vistazo a mis pies,
entonces percibo nuevamente las figuras de antaño,
gestos difusos y a la vez tan claros;
seres de otro tiempo, son espíritus celestes plasmados en el suelo,
pero aún no tengo lo suficiente para entender su lenguaje, así que solo me recuesto a pensar en ti.

En aquellos días donde hablarnos era cosa obligatoria,
donde contarnos los quehaceres diarios era algo de interés.
Recuerdo nostálgico, tu voz, la risa, tu mirada,
las charlas;
hablar contigo, lo echo de menos;
pero qué se le va a hacer, todos tienen algo que hacer.
Así que te dejaré ser;
yo mientras tanto, seguiré por aquí rondando, esperando,
por si algún día decides alegrar mi vida con tu presencia, otra vez.


Mayer

viernes, 17 de abril de 2020

BESOS ROJOS

Me mordió la boca;
yo la suya;
y lo hicimos de forma tan fuerte y salvaje,
que un sangriento beso fue el resultado.

—Cuando te vea, voy a arrancarte la boca a besos —le dije—, 
—es toda suya, mi señor —me replicó con picardía—. 
Y pasaron algunas noches antes de que se volviese realidad el deseo. 
Entre arañazos y nalgadas, la pasión explotó, 
y al límite del sadismo llegamos. 

Orgasmos de candente lujuria;
desbordando ríos de pasión;
es la unión entre dos seres que se aman,
es el amor entre la gorda y yo. 


Mayer

miércoles, 15 de abril de 2020

LA SOMBRA DEL RINCÓN

Hoy me faltan fuerzas pa' mandarme a la mierda,
y aunque tenga la barriga llena, el corazón sigue muriendo.

Hoy mi única meta es poder dormir tranquilo;
que en silencio queden las voces de mi cabeza;
que el oscuro demonio se mantenga en su jaula,
que no salga, que hoy no tengo fuerzas para luchar.

Ojalá y el deforme sentimiento se marchara de este pecho,
ojalá y un rayo iluminara mi alma cansada;
pero las cosas no avanzan, se estancan,
y hasta retroceden.

¿Es que hay algo malo en mí?
Sí, algo se pudre dentro de mí...
quizá es que no debimos existir.
Nacer para morir, ¿qué sentido hay?
de qué sirve una vida que no se puede disfrutar.

De todas formas, si un día me suicido, será un domingo.


Yerbita

martes, 14 de abril de 2020

AMOR DE UN RATO

—¡Termíname!, ¡vamos!
¡Acaba con esto, hija de puta!
¡A que no te atreves, perra! 
¡A que no puedes, maldita bruja! 
¡¿Por qué? ¿Ah? ¿Por qué?! 
¿No sabes?
¿Te has olvidado?
¡Pues te lo voy a decir maldita sea! —y se mandó una bocanada, por no decir la mitad de la botella de ron, mientras tambaleándose se agarraba a un poste de energía, cogió aliento y con todas sus fuerzas gritó—:
¡PORQUE TÚ ME AMAS, PERO...PERO YO... YO TE DOY MI VIDA ENTERA... YO TE AMO MÁS! ¡¡¡MALDITA GORDA!!!

Clara, que hasta ese entonces había permanecido en silencio detrás de la pared, dejó escapar un chillido que sus manos no pudieron detener. 
Abajo, en mitad de la calle, Raúl que se creía superior a los estúpidos que hacen pendejadas, 
y que sentía repugnancia al ver sus actos, estaba ahí, realizando una bajeza;
con la camisa rota, 
los pantalones revolcados, 
la cara golpeada (a saber en dónde se había metido), 
pero se hallaba ahí, de una manera tan déspota como sublime y en medio de un barrio de gente de alto estatus, gritando a viva voz, lo mucho que amaba a Clara, la bella mujer de los labios rojos, los ojos de cielo y de gruesa figura. 

Bien sabía Raúl que era un peligro ingresar allí en ese estado, y mucho más, armar un escándalo a media noche de un domingo, 
pero ya se había hecho a la idea de perderla, por lo que restaba importancia si los guardias del conjunto le mataran. 
Así que lo hizo de todas formas. 

En efecto no pasó mucho tiempo del escándalo, cuando llegaron tres hombres corpulentos con mala cara, 
Raúl a penas los vio, se acercó a la casa —¡Clara! ¡Claraaaaaaa, sé que estas ahí! Mira, mira lo encont... —y de repente un golpe le calló la boca, otro más le reventó una costilla, y arrastras se lo llevaron

Clara, mordiéndose los labios agachaba la cabeza, mientras oía sin escuchar los regaños de sus padres. No era una niña, tenía ya 25 años, pero aún la consideraban una pequeña. 

Al otro día, mientras paseaba a Tomas, su caniche, miró que algo brillaba en el césped,
al recogerlo se dio cuenta que era el anillo de su abuela, el diamante incrustado en el anillo de oro con el que un gran hombre le juró amor eterno y la hizo feliz, 
y Clara, deseaba tener un amor igual y hasta mejor. 
Ese anillo fue robado junto con otras cosas cuando vivían en otro barrio antes de mudarse allí y justamente por esa razón lo hicieron;
era además, el objeto que un día le había enseñado a Raúl, diciéndole que quería uno igual cuando se casaran, aunque no lo decía enserio, pues sabía bien que costaría al menos un ojo y un riñón para conseguir uno; sin embargo, 
Raúl como buen hombre, le prometió que tendría uno más bonito. 
Eran sus tiempos de mayor felicidad y dónde los sueños se sentían palpables. 

Pero por una cosa y otra, error de ambos y presiones familiares, ella hubo de alejarlo aunque se le partiera el alma. 
Tuvo un pretexto y es que el día en el que fue a la fábrica a cortar con él, miró que Stephanía lo abrazó y le dio un beso en la mejilla, pero por el ángulo en el que se hallaba parecía que fue en la boca. 
No tenía idea de que Stephanía fuera la novia del ingeniero y que un día Raúl la salvó de que le cayeran unas varillas encima poniendo su espalda y recibiendo algunas heridas, por lo que fue recompensado por el ingeniero y se ganó la amistad de la joven. 

Sin embargo, para Clara no fue necesario nada más, y por puro impulso le mandó a la mierda bajo la mirada de todos, y se retiró antes de que alguien la pudiera sacar de su error.

Raúl insistió, la buscó, pero ella no hizo caso,
le dolía hacerlo, en realidad no quería, pero, era terminar sus estudios y tener un futuro más accesible, o irse con Raúl que a decir verdad, era un joven un tanto idiota, pero lleno de ilusiones y sueños que esperaba hacer realidad junto a ella.

El caso es que le terminó el viernes, y en realidad sonó más a un capricho y una joda que a un corte serio de la relación,
sin embargo, ya muchas cosas se habían acumulado y todo ello llevó al joven a beber en exceso, todo la noche y el sábado.
Clara no sabía nada de ello, pero cuando vio el anillo se sobresaltó, 
se fue directo a averiguar a donde habían dejado a su novio;
después de mucho insistir, le dijeron que lo habían devuelto a su casa.
Clara tuvo un mal presentimiento, 
cogió el auto y salió hacia allá,
tomó un atajo, y sin saber, pero con una corazonada miró que a un lado del estadio que daba a un humedal, unos cuervos volaban;
y como si algo la llamara, se dirigió allí, 
y como era de esperarse, había un cadáver, era el de un perro de gran tamaño ya muerto hace un día quizá; 
pero más allá, cerca a unos matorrales, la figura de un hombre.

Clara se acercó apresuradamente como si supiera que él estaba allí,
y lo encontró, pero era tarde ya;
lo habían golpeado demasiado, su rostro estaba reventado,
había recibido algunas puñaladas que cubría con esparadrapo, pero eran más anteriores a la noche, en todo caso, se acercó a su pecho y su corazón aún latía vagamente;
sacó fuerzas y lo llevó al carro, 
de ahí al hospital, 
pero nada más entrar la situación se complicó;
entró a cirugía, y un momento después le dijeron que tenía hemorragias internas y que no pudieron hacer nada, pues era ya muy tarde, que era un milagro que haya durado tanto.
Clara sintió que su alma se volvía añicos.

Luego del proceso respectivo, lo hizo cremar;
por lo que sabía, solo tenía una hermana y una madre que hace años no veía, por alguna razón se habían alejado,
pensó en enviar sus cenizas a ellas.
Luego fue a su casa, un pequeño cuarto en las afueras de un barrio de clase media baja, 
empacó algunas cosas que creyó debería enviar.
Halló un reloj de su padre,
unas fotografías,
unos libros,
y un montón de escritos donde había plasmado cientos de sueños e historias;
al final, bajo su cama, había una caja de madera;
la abrió y ahí había envuelta en un sobre carmesí, una carta,
y en ella, se contaba la historia de un hombre que un día encontró al amor de su vida en una mujer que no esperaba jamás, en las últimas líneas le proponía matrimonio.
Clara no pudo contener las lágrimas.
De pronto golpearon la puerta, ella abrió:

—Ammm...Clara, ¡hola! —era Stephanía que llevaba una bolsa en la mano y que la había reconocido al instante—.
—¿Quién eres? —dijo clara limpiándose la cara.
—Stephanía... ammm ¿te encuentras bien? 
—...
—¿Está Raúl?, le traigo una sorpresa dijo sonriente—.
—Está muerto —dijo.
 —¡¿QUÉ?!...Stephanía se quedó helada—.

Clara le contó lo que sucedió,
Stephanía la odió y le dijo miles de cosas mientras lloraba amargamente,
Clara solo calló.
Después de un rato le tiró el la bolsa,
—¿Qué es? —preguntó Clara—.
—Tu anillo de bodas —dijo ella mientras se levantaba—.
—¿De qué hablas?
Y Stephanía le contó que Raúl le había hablado del regalo para su novia, y ella a su vez convenció a su novio de que debía darle otra bonificación a Raúl por haberla salvado, y el ingeniero que sabía bien que su empleado era alguien que se había ganado eso y más porque era un buen trabajador, lo hizo. 
También le contó que en las noches iba a trabajar de celador en una vieja biblioteca y entre otras cosas iba reuniendo dinero para comprar el anillo, pero de todas formas, aún salía costoso, así que Stephanía buscó entre sus conocidos, y un orfebre, amigo de su padre, se ofreció a hacerlo por un precio mucho menor. Raúl contento de la dicha aceptó y el dinero que faltaba Stephanía se lo dio como regalo de bodas. 
Eso y otras cosas más le contó, y se marchó.

Clara se quedó ahí, sentada en el suelo, abrazando un anillo que contenía un hermoso rubí en forma de corazón y la letra C y R talladas en él. Era de oro y plata lo demás, a decir verdad, no valía tanto como el de la abuela, pero era demasiado hermoso.

Clara se lo puso, apretó la carta en su pecho, y se quedó llorando por varias horas sin parar.
Su padre que la anduvo buscando, la halló tirada en el suelo, inconsciente, se había desmayado.

El tiempo pasó, pero ella no se pudo reponer,
entró en depresión y un día solo se puso a beber mientras conducía ,y cuando miró que ya quedaba cerca el barranco apretó el acelerador a fondo.

Fin


Malayerba

lunes, 13 de abril de 2020

EL HOMBRE SIN PENE Parte II

Luego de haberme cobrado la hora de placer,
que realmente fue buena, pues el sexo anal lo hacía de un modo espectacular,
Ricardo que en ese entonces ya se hacía llamar Rachel,
y que fungía de travesti y trabajador sexual, lo hacía bastante bien. 
El trauma de haber perdido su arma viril era compensando sintiendo vergas penetrando en él, 
supongo que de alguna forma debió ser algún sueño hecho realidad. 

Transcurrieron de eso, un par de años, 
no supe más de él, pero estoy seguro de haberlo visto vagar con los ojos perdidos y algunos harapos por algunos puentes de la ciudad.
Un día me detuve y le hablé, pero no me reconoció como era de esperarse, 
hasta pensé que quizá podía ser otro;
así que para cerciorarme, le mandé la mano a su entrepierna y me di cuenta de que no había bulto alguno;
él me miró pensativo, se hallaba en otro mundo; 
se dejó llevar de las drogas supongo.
Le dejé llenando la bolsa con medio tarro de pegante que llevaba en el auto, y me despedí, de ahí ya no lo volví a ver. 

Por otro lado no tenía idea de la chica aquella;
sin embargo, el lector habrá de enfadarse conmigo si no le doy a conocer los pormenores y detalles de qué sucedió antes y después del incidente de nuestro ahora homosexual amigo. 
Y como si fuera una película, y cosa de no creer, lo cierto es que el mundo es un pañuelo y cuando menos espera uno, las cosas llegan a su tiempo. 

Estaba yo bebiendo un par de cervezas en el bar, 
subí a la azotea a fumar un tabaco, 
era noche estrellada y quería apreciar la maravilla del cosmos, 
y ahí fue donde vi a dos tipos sonrientes y alegres, han de estar drogados pensé.
me miraron, 
uno de ellos pareció reconocerme:
—Tú eres el que llaman escritor, ¿no es verdad?
—Eso dicen.
—Y también eres un enfermo con algunos problemas legales.
—Jajaja, joder, ¿de dónde has sacado eso? 
—Tenemos una historia de una buena puta, ¿la quieres? 
—Sí, por qué no —les dije mientras me liaba el cigarro y lo prendía—. Y me contaron su historia.

Lo que a continuación, usted amable lector, ha de leer, es la recopilación de los datos que estos sujetos me han proporcionado más muchos otros, y que gracias a ellos, me di a la tarea de investigar a mayor profundidad.
No ha sido tarea fácil, y en realidad me sucedieron algunas cosas que en posteriores relatos he de contar, como que perdí un dedo, 
que me cortaron una nalga y ahora tengo tres, jeje, 
o la cicatriz en la espalda con forma de ojos seniles, producto de un rito satánico; 
pero eso, ya os lo contaré con más detenimiento en otro momento;
por ahora, he de mostrarle de manera organizada y lo más entendible posible un pedazo de la historia de una mujer llamada Valentina:

Ricardo no fue la primera víctima de sus encantos, formaba de hecho ya la décimo quinta.
Valentina se había convertido en una asesina serial, 
pero su origen ha sido algo ajeno a la idea de que ella haya sufrido algún tipo de abuso y que por ello busca vengarse de los hombres.
Sus actos fueron producto de una infancia un tanto condimentada con experiencias que bien marcadas.

Hace años atrás, Valentina salió a comprar pasta para la cena,
tenía como 10 años en ese entonces;
hubo una trifulca en el parque cuando venía de regreso,
dos pandillas se agarraban a machete,
y después de un rato se oyeron disparos,
y mientras la fuerza policial cercaba el lugar, mucha gente salió desparramada por todo lado;
los agentes intentaban coger a cuantos pudieran,
y uno de ellos, miró a la niña, esta, presa del miedo echó a correr también,
sabía que sus padres no hacían cosas buenas, y tenía miedo de que ella también fuese culpada por algo.

Corrió calle abajo sin pensar en nada,
y muy pronto se vio sola en un barrio desconocido,
la noche era oscura y tenía miedo,
a penas con una blusa, un short y unas chanclas,
el frío nocturno la hizo temblar.
Siguiendo su instinto trató de regresar por donde había llegado, pero tenía la impresión de que la vigilaban, y cambió de ruta,
sin embargo, se perdió.
Debieron ser aproximadamente las 11:30 de la noche y ella aún no hallaba el camino,
tenía mucho miedo,
pasó oculta y llorando detrás de unos contenedores de basura por mucho tiempo.

Justo cuando iba a moverse escuchó ruidos,
tres, quizá cuatro personas,
y unos gritos ahogados;
no se movió,
se quedó en silencio,
y observó la escena.
Tres hombres golpearon a la niña lo suficiente para que no hablara, pero no para que desmayara.

—Eh, Ricardo, voy primero.
—No hijueputa, yo la cogí.
—Ustedes a la fila gonorreas, dijo el tercero apuntándoles con un arma.

Valentina observaba, pero poco entendía,
luego de la discusión que se creó,
Ricardo ganó el honor de ser el primero en abusar de la menor,
la niña, un poco mayor que Valentina,
sacó fuerzas de algún lado y gritó: 
¡¡Por favor no!!, ¡¡señor!!, ¡¡por favor!!, ¡¡se lo suplico!!, ¡¡¡NO ME HAGA DAÑO!!!, e imploró y suplicó misericordia,
pero los tres personajes, al parecer habían bebido ya mucho, y lo único que hicieron fue propinar otro par de golpes para que se callara.
Al final, Ricardo desvirgó complaciente el coño de aquella inocente, el otro aprovechó su boca, y el tercero que no gustaba de ser segundo en ningún lado, en cuatro desfloró el ojete de la moribunda.

Valentina, presenció todo, aunque las sombras no dejaban ver mucho, entendía que estaban haciendo, pues sus padres tenían sexo a menudo, y algunas veces los había visto a escondidas, y solo por curiosidad luego de oír gemidos y golpeteos a la madrugada, pero aún no despertaba en ella nada lascivo hasta que vio lo que vio esa noche.

Los tres hombres luego de divertirse con la niña, 
le propinaron un sarta de patadas y al final le apuñalaron varias veces el coño, el ojete y le cortaron el cuello.

La tenue luz de la calle no dejaba observar bien, pero Valentina, oculta por un montón de basura y además de que tenía una mirada muy aguda, alcanzó a ver a los desgraciados, mientras salían de la callejuela como si nada.

Su corazón le daba vueltas y saltos;
una vez todo se quedó en silencio, se levantó;
sentía mojada su entrepierna, 
se dirigió hacia el cadáver, y una vez allí, un cúmulo de sensaciones le pasaron como un choque eléctrico por su cuerpo;
ver a la niña ensangrentada, destrozada, 
y poco antes siendo ultrajada, provocaron en Valentina una sensación nunca antes conocida.
Su primer orgasmo se dio justo allí.

Luego de volver del gozo que esto le había provocado, se asustó, y salió corriendo, y sin saber como, luego de una horas llegó a su calle, y el corazón volvió a su lugar.
Entró en la casa, al parecer sus padres no habían notado su ausencia pese a que la habían mandado por pasta, 
pero ya eran varias las veces que la niña se quedaba jugando, o haciendo alguna tontería con lo niños del barrio, y no llegaba con el encargo, pero llegaba luego.

Esta vez, debieron pensar que era igual, y que estaba ya en casa, últimamente ya no le prestaban atención y la creían un medio tonta, además con los dos bebés de la madre más el hermano pequeño, Valentina era la mayor e hija solo de su padre y entenada de su madre. Por lo que, ya entenderá amigo lector, la situación de la niña.

Me gustaría referirme a los muchos hechos que alcancé a recoger sobre la vida de nuestra Valentina, mientras crecía, pero no voy a llevarlo por donde no se me ha pedido, sino acerca del como llegó a Ricardo y lo que le hizo, así que sigamos.

Transcurrieron de eso unos 10 o 13 años más,
la niña era ahora una señorita,
muy bella y sumamente atractiva, quien la conocía no podía negar la perversión y maldad que incitaba su mirada,
y era difícil no caer en su juegos.
A esta edad, Valentina ya sabía lo que generalmente se conoce por maldad o bondad;
y pese a todo, por gusto y nada más, la maldad le encantaba mucho más.
En el transcurso de su vida,
se fue de la casa temprano, no la echarían de menos.
Se juntó con  tipejos con los que vivía con el pasar del tiempo, y que al final no le satisfacían y en más de una ocasión se deshizo de ellos a su manera. 

Un día conoció a Leonel, un tipo misterioso,
andrajoso, con ciertos vicios,
pero fuera de eso, con un aura que marcaba la señal de peligro en su frente;
y no porque fuese un maleante precisamente, sino más bien, porque el peligro que este emitía no se podía definir, sin embargo, fue justo el hombre que entró en el corazón de Valentina.
Convivió con él,
y las cosas marchaban bien, 
el sexo era cosa de otro mundo, el sadomasoquismo se había convertido en un delirio;
pero como en toda pareja, hay peleas,
y una peor que otra y al final la separación es evidente, 
y los lados implicado quedan destrozados por dentro.

Valentina lo odió, 
quiso matarlo, pero no supo más de él,
depresión y drogas le llenaban la cabeza,
y un día mientras bebía en un bar,
un chico se le acercó,
encajaron,
y mientras tenían sexo, los recuerdos de su infancia más el dolor de perder a su hombre,
hicieron perder la cordura;
y mientras follaba a su acompañante,
le rompió una botella de licor en su cabeza,
con los vidrios rotos, rayó la piel del chico, y luego terminó matándolo de buena gana, mientras tenía la verga dentro de ella.
El orgasmo fue fenomenal, y halló allí un motivo para darle otro sentido a su vida.

De manera algo similar, ella fue perfeccionando sus encantos, a la vez que se deshacía de unos cuantos.
Un día se cruzó por su lado un tipo, 
lo reconoció de pronto aunque tenía ya algunos cambios,
y lo estuvo siguiendo durante un día.
Al final se le perdió de vista, y se fue decepcionada;
al llegar a su lugar de residencia,
encontró allí algunas cartas de origen desconocido,
pero al leerlas, la letra y los mensajes en ella,
su corazón se arrugó y echó a llorar.
No podía con eso y se fue directo a un bar,
y ¡oh sorpresa! luego de un rato se le acercó alguien,
«—Hola, perdona que te interrumpa, pero no lo he podido evitar, te noto triste, ¿te puedo colaborar en algo? —ella lo miró de arriba a bajo con una sonrisa tímida y al momento exclamó—: 

—Un trago de whisky estaría bien... para empezar...»


[La historia de J. Ricardo Buitrago, antes "el espanto"y luego "el travesti", fue corta y a la vez muy casual, sin embargo, en mis investigaciones sobre Valentina, me encontré con casos realmente agradables para los sedientos de sangre, que si me lo permiten, ya os contaré en futuros relatos].
—Nota del autor


Mayawell

domingo, 12 de abril de 2020

A MI MUJER

Y de repente, sin creerlo realmente, 
un día te das cuenta que una mujer se te ha clavado;
se ha anidado ahí adentro;
se ha adueñado de tu corazón.
Y que hagas lo que hagas, 
seas quien seas,
si eso ocurre,
no vuelves jamás a ser el mismo.

Puedes encontrar mucha gente maravillosa;
personas realmente valiosas;
y, sin embargo, 
si te dieran a elegir entre salvar al mundo o a ella,
sin dudarlo siquiera, la escogerías a ella.

Porque es tu guía,
tu brújula,
tu centro,
lo que te mantiene vivo.
La razones para eso no existen, solo sucede,
y no importan las cosas que ocurran,
o si llega el fin y se acaba todo.
A mí solo me queda decir que:
aunque duela, mil veces te volvería amar.


Mayer

https://youtu.be/GSVWutuz4F0

sábado, 11 de abril de 2020

DISTRITO DE CANNABIS

La gente, a medida que envejece empieza a callar,
y calla tantas, pero tantas cosas,
que uno solo se da cuenta y se sorprende, cuando tiene la edad adecuada,
no antes, no menos.

¿Que qué significa esto?
A pos muy simple,
que todo el conocimiento que existe, llegará a ti, 
si, a ti, pero, 
pero, 
a la edad en la que realmente lo necesitas. 

Por si fuera poco, 
«razonar de esta vida y, de la existencia misma, mientras cagas: es cosa realmente sabia». 
Aunque suene divertido y gracioso (y sí que lo es), no le excluye de ser algo fundamental mientras estamos vivos.

Porque hay mucho que se pasa por alto, 
y la gente que ha sabido vivir consciente en este mundo, lo sabe bien. 

Seguro que no has comprendido nada hasta ahora, yo tampoco, y no te culpo, porque con una dosis de marihuana no se me dan bien la organización de pensamientos. 
Pero, si por alguna razón lograís entender, 
en resumidas cuentas y para librarme yo también del asunto,
amable lector, sepa esto:

No se apresure, hágame caso. 
No se afane, por favor,
no se altere;
no pierda tiempo sintiendo trifulcas negativas en su corazón por las cosas de la vida.
Entienda, que todo lo que debe llegar a usted, llegará justo cuando usted-realmente-lo-necesite.

Así que no se tire golpes de pecho, 
no sienta odios, 
olvídese del rencor, 
y sonría porque está vivo, 
sea feliz con saber que usted y solo usted, tuvo la fortuna de ser el colonizó el maravilloso óvulo, de entre millones de competidores, ¿le parece poco?
Enserio, ¿no es esa ya razón suficiente como para sentirse afortunado: tener la oportunidad de hacer cientos de miles de cosas que el resto de los competidores jamás podrá? 

No se usted, que me lee, o tú, o vos, ché, morro, boy, chaval, guacho, parce, mi perro, mi so, my bro, 
c-o-m-p-a, 
¿De verdad cree que no hay un futuro próspero para este mundo? 
Incluso yo, a veces creo que sí que hay un mejor futuro;
y es que casi que lo puedo sentir, 
es que casi que vivo ahí. 

De verdad, 
podemos arreglar este mundo,
pero...
 metámole gana, chico.


Yerba

viernes, 10 de abril de 2020

JUEGOS DE AMOR

Él era tierno, amoroso,
le daba todo el afecto que tenía. 
Él en un principio era medio idiota, por no decir, completo. 

Él se dejó enamorar;
él se dejó querer;
él se dejó amar, 
y en un principio desconfiaba de todo el mundo, 
sin embargo, con la llegada de ella, las cosas cambiaron y entregó todo el amor que poseía, 
porque creyó que eso era lo correcto. 

Él estuvo pendiente, 
él le daba los buenos días con una sonrisa y un beso apasionado, 
él le hacía el amor cada vez que podía.
Él se podría decir, era feliz. 

Un día tuvo que alejarse, 
pero los mensajes de buenos días no cesaron, 
los «¿cómo te fue hoy?» y el «ten una reparadora noche», 
eran enviados a diario. 
Llamadas, sonrisas, caricias desde la lejanía no se hacían esperar, 
el deseo de reencontrarse era muy fuerte ya. 

Pero un día, ella dejó de hablar;
sencillamente empezó a callar;
su amor aseguraba era infinitesimal, 
pero sus palabras no podían ocultar la verdad.

Él se dio cuenta que las cosas pasan, aunque muchas veces no entendiera su razón. 
Él sintió un ligero fastidio en su pecho con el pasar de los días. 
Cada vez era más evidente que ella no le deseaba hablar,
ignoraba sus preguntas, sus cuentos, 
sus momentos. 
De cada cinco preguntas, una respondía con sequedad. 
Palabras cortantes, simples, efectivas. 
Y al final lo logró. 

Él bajó la mirada, 
se dio cuenta que las cosas ya no eran como antes, 
que debió disfrutar más de la compañía mientras podía. 
Él quiso sonreír, pero fue inevitable que un par de lágrimas saltaran de sus ojos, 
simplemente se mordió los labios, 
se apretó el pecho, porque le dolía más, 
y se sintió estúpido por confiar en alguien más que no era él. 
Recordó que las cosas bonitas no le ocurren a la gente condenada,
y si lo hacen, son demasiado pasajeras.

Negando a aceptar la evidente realidad, 
sollozó en silencio hasta quedarse dormido. 
Allá, en los sueños, él no tenía problemas;
allá, en los sueños, él tenía amigos; 
allá, en los sueños, él se olvidaba de quién era, y solo existía fundiéndose con mil vidas desconocidas. 

Un día simplemente se cansó, 
mandó todo al carajo,
cogió un cuchillo y se mató. 

«Ella, quizá sin querer, no se dio cuenta de lo que hizo,
le dio demasiada vida a un hombre que había perdido la esperanza, 
y cuando se hubo desecho de él, 
no sólo le arrebató lo que le había dado, 
sino, la poca vida que en el corazón de él había quedado».


Yerbita

domingo, 5 de abril de 2020

SENTIMIENTOS DE UN DÍA

Me da igual lo que piense la gente,
mi autoestima nunca ha subido más de dos centímetros del suelo;
poco importa si sus miradas se clavan en mí con desprecio.

—Oye. 
—¿Qué? 
—Mírame. 
—¿Mmm?, ¿qué? 
—¿Cuántas veces te han roto el corazón? 
—¿De qué hablas? 
—Se te ve en los ojos. 
—Jaja, creí que no se notaba. 
—Sí, ¿qué te ha pasado?

Nada... Quizá me he acostumbrado tanto al dolor, que ya poco lo siento, 
quizá ya me he olvidado que un día hubo luz aquí. 

La vida es efímera,
y la gente hace de las relaciones humanas algo tan complicado, 
que se te va media existencia en discusiones y enfados sin valor. 
De todas formas, el amor cayó en este mundo como la vacuna contra el miedo,
y cuando uno se logra hacer con él, el resto de vida que te queda, puede brillar como si fuera un sol. 

Así que, qué más da si me he aburrido de ti, 
qué más da si el amor que tengo solo ha alcanzado para ti. 
Qué importa si me he convertido en un simple burro de carga, 
el lugar dónde buscas diversión cuando los demás ya te han hartado, 
el último hombre que se entera que algo te han hecho, cuando es tarde ya... qué importa. 

Pero te diré que un día me topé con alguien, 
un día conocí a alguien, 
y ese alguien me enseñó a ver el mundo con otros ojos, 
sin embargo, tal como llegó, se fue. 

Y otro día me topé contigo;
y un día te empecé a conocer;
un día me di cuenta de que tenía que obedecer tu recomendación y no enamorarme de ti;
pero un día queriendo, y sin saber cómo, te saqué una sonrisa;
y un día ya no dependió de mí, 
ya no pude echarme hacia atrás, 
ya había bebido un par de tragos y quemado un mar de cigarros con tus demonios;
y ese me día cuenta de que te quería conmigo, 
que había mucho que hacer para levantar un nuevo mundo, 
y que solo sería posible si íbamos de la mano. 

Y ahora me doy cuenta de que soy un idiota;
que quizá el del problema soy yo;
que tú estás perfecta y yo no;
y que aunque actúe como un pendejo, en ti siempre pienso;
que cuando no estás, te echo mucho de menos, 
y que solo espero la noche para poder regalarte un «te amo», 
porque aunque te cueste entenderlo,
cuando esas dos palabras salen de ti... 
es cuando realmente yo puedo dormir tranquilo,
y en la mayoría de veces... feliz. 


Mayer

sábado, 4 de abril de 2020

VIENTO NORTE

¿Cómo expresar la infelicidad en términos sencillos, 
eliminar sin marca los tatuajes de tu piel, 
o hacer que aflore un bonito sentimiento en un corazón roto?
Difícil, ¿verdad? 
Quizá no sea posible sin un sacrificio a la mitad. 

Y tal vez el título no sea el más apropiado para estos versos sin rima;
como que escribir tu nombre con el humo del cigarro,
prueba que entre más te quiero, más te alejas. 

Ya es bien sabido que el amor entre dos debe cultivarse, 
que debe ponerse un poco de responsabilidad por cada parte, 
o nos veremos obligados a navegar en un barco sin timón, 
y solo con la vela en función, nos estrellaremos más temprano que tarde. 

¿Qué te perdone yo, dices? 
Perdóname tú a mí, que he cometido tantos fallos, 
que he dejado bailar libremente a los demonios, 
que he dejado de ser cariñoso, 
porque al sentirte lejos me he dejado vencer. 

Solo espero que si un día llegas a leer esto, 
no se te ocurra pensar que ya no te quiero;
porque al igual que aquél verano de septiembre, 
sigo firme en mi decisión de amarte hasta la muerte;
o quién sabe... tal vez eternamente.


Mayer