martes, 26 de junio de 2018

Cosas después de almorzar

¿Pueden seres sin poder alguno vencer lo invencible?
¿Puede la libélula derrotar a su depredador?
¿Puede la lluvia dejar de mojar?
¿Puede un demonio arrancarle la barba a Dios?

No lo se, no tengo idea, tampoco la lógica me acompaña ahora, pero una madre se quemó la cara cuando estuvo envuelta en un accidente y el carro se incendió, su hijo estaba atrapado y debía levantarlo, no hay nadie más, en otras condiciones no seria posible. Pero del desesperado amor por su hijo género la fuerza para mover el vehículo y salvar a su cría.

El otro día un duende exiliado me dijo que un renegado demonio y humillado por el Diablo salio del infierno con una sola meta, volver con un recuerdo de Dios, arriesgando su existencia se enfrentó a su extinción y en la puerta del cielo cayó rendido ante mil ángeles que le dieron batalla, cuenta que Dios se acercó para observar al atrevido y este con su últimas fuerzas se colgó de su barba y le arrancó 3 pelos, enfurecido aquel Dios lo condenó al peor sufrimiento conocido por toda la eternidad. El Diablo lo custodia en lo profundo del averno ahora, y no deja de sorprenderse la hazaña de aquel frágil demonio que desafío el imposible. Hoy sonríe desde su tortuosa existencia.

El otro día un silfo me dijo que el sol se estaba apagando, que el choque estelar había provocado tal peligro. Aun así el invierno no tenia piedad, mucha agua acumulada en el firmamento existía, y su abuelo aquella impaciente criatura recogió un trozo de sol que había caído en tierra y lo lleno en su bolsa. Se montó en una libélula y se dirigió hacia el sol. En el camino la lluvia se puso peor, pero al saber que sin el sol esta también dejaría de existir y al ver el acto heroico de aquel minúsculo ser tuvo compasión y las gotas de agua solo cobijaban amablemente al insecto y su amigo, permitiendo avanzar sin problema.

Más no fue lo mismo con el ave que buscaba alimento. Esta no tuvo compasión y de lanzó al ataqué, una lucha mortal por sobrevivir en el despejado cielo se creó,  esquivando y huyendo de aquel depredador invencible,  la libélula lanzó al silfo en dirección al sol, y convirtió en alimento para el ave.
El silfo avanzó ha a donde fue posible y lanzó el trozo de fuego a su dueño. El sol al ver tal acto extendió un rayo y abrazó al Silfo. Y le dio lugar en su interior, desde aquel día el sol cobró fuerza y empezó a brillar más que nunca.
Pero aun no es todo, nuestro querido bicho justo antes de ser devorado mordió la lengua del ave obligándole a expulsarlo de si, aunque mal herida se salvó por poco, las nubes la cobijaron y la llevaron hasta el filo del pantano donde puso huevos para dar vida aun nuevo ser.

Los milagros no existen. Tan sólo las ganas de darlo todo hasta la muerte por una noble causa.

Malayerba

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