Te enojas y te vas, te largas mandando todo a la verga y me asusto que en realidad hayas aprendido cosa tan espantosa de mí. Me pongo triste y se me entristece la berga también. Le decía berga y la primera que se imaginaba era la mía, jajajdkakka.
Jueputa si eres bruta, no he conocida alguien más pendeja que tú. Bueno, sí, hay algunos peores, pero la tonta más hpta que he podido querer con tanta maldad. Me has obligado a entregarte un amor maldadoso. El peor que ha salido de mí. Solo había desperdicios en el suelo, solo eso pude recoger con los años y al final había una masa amorfa a la que de un lado le colgaba un letrero borroso y roto que decía: amor.
Y con eso la empecé a amar: sin tonterías, sin apariencias, sin fingir, siendo solo el humilde Malaya, un día la bruta se rió fuerte, y ahí fue cuando todo valió berga, se reía encantadoramente feo, jjajsjakaakkak, tenía la risa más singular para los oídos de mi órgano palpitoso.
Nunca me había quedado más claro la gran cita según San Mariano Tolomeo de me cago en tu puta madre corrupto de mierda, en la que los hombres las prefieren brutas. Es que no se puede querer a una mujer inteligente, esa ya está en un nivel superior para mi corto pensar. Pero las brutas, joder, la tonta esta es la cosa más absurdamente maravillosa que pudo haberse creado.
—Ángel, yo creo que soy la única que te aguanta —me dijo un día.
—Jejeje... Qué bruta —pensé en para mis adentros. Le he dicho cada cosa que pasa por mi mente antes de analizarlas siquiera. Le hablo sin saber qué digo, le cuento todo, me vale pura berga... yo no sé cuánto amor sea necesario para decir que un cuerpo cavernoso de siete centímetros es enorme, jajajJajajajak.
En un principio era tan hilarante creer que existiese ser tan puro de mente, sus más grandes problemas se remontaban a no saber qué ropa ponerse, jajajJajajajak, le valía berga contarme sus más grandes dilemas que visto a través de mis ojos, eran tan supérfluos comparados con el mundo que había conocido. Había que reventar esa burbuja, había que corromper a semejante ángel, decir, berga, era mucha grosería para ella... El otro día me dijo este hijueputa me dejó hablando sola, JAJAJJAJAJAJAK.
Había que dar el salto, poner a prueba el sentimiento, ir desnudo ante su presencia y que me vea sin mentiras: sí, consumo marihuana, es bueno, deberías probar, —creo que le dije un día. No había razón para ocultarlo, debido a su procedencia pensé que cortaría la comunicación, pero le valió berga, y tocó fumar más para entender por qué carajos alguien como ella se preocuparía por mí, le importaba de verdad si algo me sucediese y eso era difícil de creer.
A nadie le preocupa realmente la gente como yo, pertenecemos a la gente innecesaria, los que deberíamos marchar a otro planeta y plantar allí una mata de yerba y palosanto, pa vivir bien agarrados al vicio de meditar y analizar la vida desde la máxima simpleza material. Le he contado bajezas de lo más ordinarias y lo que mejor sabe hacer es reírse con ganas.
Reírse como el primer día y luego llorar largo y tendido como un bebé berrinchudo. Pensé que ya nada se podía hacer y la mandé a la verga de una vez, no vaya a ser que enamore a mi triste corazón y le ilusión se rompa poco después, dejándolo con el odio a la existencia en su mente.
Pendejo como no hay otro, quedó encantado con su risa, con su voz; mi razón no pudo soportar tanto pensamiento profundo cuando le conoció el lado feo: había demasiada belleza ahí, era demasiado hermoso todo, no debería ser legal tener un pedazo de paraíso para ti solo, pero ahí estaba la tonta, enamorada de un ser que solo sabe escribir pendejadas.
En su último mensaje solo me dijo, bye, y heme aquí ahora, escribiendo pa no llorar. Le puse chau, pa hacerme el duro... morirá el poco amor que me queda si no vuelve, tal vez me vaya yo con él.
Mayer