sábado, 9 de enero de 2021

POETA DEL CHIQUERO Cap X: Vaya dato perturbador.

—¿QUÉ VERGA, CABRÓN? Era el maldito ejército más poderoso del fucking mundo, ¿y los hicieron polvo? ¡¡¡¿QUÉ MIERDA?!!!
¿Quién putas nos va a salvar a ahora, coño? ¡¿Quién?!, valimos, jueputa, ¡¡VALIMOS!!

Esto vociferaba Miguel Ángel de la Ascensión, mientras daba la segunda cagada del día.
Habían, en efecto, sucumbido de manera casi patética el glorioso ejercito estadounidense; no bastó más que medio día para que toda la armada fuese convertida a cenizas, y con tal ejemplo los demás ejércitos del mundo temblaron y huyeron hasta donde pudieron. 
Día a día, de cada potencia mundial sólo quedaban grandes espacios vacíos consumidos por una especie de lluvia corrosiva. 

Los aliens, señores, aquel año antes de completar el 2030, una flota de bichos interestelares arribaron en el planeta Tierra.
Y nada daba indicios de que viniesen en son de paz. 

Miguel Ángel de la Ascensión Hidalgo Cortés, oriundo de la selva amazónica del Ecuador, hijo de padre colombiano y madre mexicana, que había pasado toda su vida yendo y viniendo por toda América latina y otros países del mundo, a sus treinta años se dio cuenta que el mundo levantó la bandera de la supervivencia, y era ahora el momento de hacer lo máximo en el menor tiempo posible. 

Entendido esto, aquel martes de un lluvioso julio, cuando la armada estadounidense se vaporizó a la vista de los espectadores que ansiosos observaban la realidad como si fuese una película que los noticieros exhibían a través de sus drones en vivo y en directo, Miguel acabó de limpiarse bien en culo, 
fue por su machete, 
lo afiló en su taller de metalúrgica cual cuchilla de afeitar,
y salió a caminar. 

La lluvia caía a borbollones, 
pero ya Miguel fumado su buen porro de cripy, sentía como el agua le generaba una satisfacción en aumento.

Entonces ya habiendo recorrido calles enteras, terminó en las afueras, 
y ahí, justo debajo de un puente, una mujer se refugiaba del fuerte aguacero. 
Miguel se acercó como si nada, llevando el machete escondido en la espalda, 
Le sonrió amablemente, ella contestó igual, 
preguntó cómo se llama mientras refería algo del clima y la urgencia de buscar cobijo dónde sea, 
y cuando ella terminó de pronunciar la a con la que terminaba Lucía, la cabeza le quedó colgando hacia atrás mientras caía. 
Con la agilidad del gato, Miguel le había asestado un machetazo que cortó de un tajo el delicado cuello de la muchacha.

Rápidamente la desvistió y se sacó la verga. 
La abrió de piernas y penetró groseramente aquel cuerpo sin cabeza.
La sangre escandalosa se mezclaba con el agua y se observaba desde lejos un líquido enrojecido avanzando sobre la calle. 
Miguel envuelto en su labor llenó de buena leche aquel coño que empezaba a enfriarse.
Le mordió las tetas hasta enterrarle los dientes y arrancarle los pezones, 
Menos mal estaba ya muerta o la cara que habría puesto la muchacha hubiese sido espeluznante, se dijo. 

Acabó, se limpió y se guardó la polla que aún estaba erecta y deseaba más. 
—Pero para ser la primera vez, creo que estuvo bien, —pensó— y siguió andando por la calle, 
Llegó a su casa, 
preparó su mochila, 
mañana será un gran día, se dijo y se durmió. 

Al medio día del miércoles ya las calles estaban revueltas, 
La gente enloquecida corría a abastecerse.
Miguel con su machete escondido en su mochila, también salió para abastecerse y checar el panorama.

De vuelta a casa, pasó por encima el puente donde seguía tirado el cuerpo desnudo, follado y ahora morado de la bella Lucía, —no, espera, no era bella, fea si estaba, por eso le bajé la cabeza, pero buena la hijueputa, joder, sí que estaba buena  —se dijo al recordarla. 

Armó otro porro y siguió caminando, 
las ganas de follar le entraron de nuevo, 
y está vez había un tipo fumando un cigarro al final del puente. Miguel lo miró y pensó —pues siempre hay una primera vez —y se acercó pidiendo fuego para su cigarrillo— el tipo se echó la mano al bolsillo, 
Y cuando la subió solo fue para tocarse la tráquea de la que salía sangre a borbotones. 
Miguel, de la puntería echo un diablo, asestó limpio el corte y la cabeza rodó calle abajo. 
Le quitó el pantalón y con el culo parado del reciente muerto, se dio un festín.
Lo penetró con dificultad pues estaba muy cerrado el hijo perra, pero apretando fuerte se lo fue metiendo, 
Siempre había querido tocar un pene que no fuese el suyo, y ahí tuvo la oportunidad de quitarse las ganas.
Una vez hubo eyaculado en su interior, le jaló la verga tan fuerte como podía, a ver si se podía arrancar, pero no pudo por lo que terminó cortándola de un tajo. 

Los días pasaban, y los muertos abundaban.
Incendios, disparos, gritos, bombardeos, 
gente desesperada, 
huyendo, 
otros dejándose morir, 
Algunos cuantos en fiestas, bailando antes de que sea demasiado tarde.
Muchos otros ebrios por abusar del alcohol o de locura al verse impedidos para hacer frente a su muerte segura. 
Todos eran testigo del poder de los aliens, 
y nadie tenía la fuerza para enfrentarlos. 
Así que cada quien hacía lo que creía era lo mejor.

Miguel que siempre había querido matar, no tuvo mejor excusa que esta para llevar a cabo su tarea.
En tanto el mundo se perdía rápidamente ante la invasión de los bichos color esmeralda con forma de humano, pero con un par de extremidades demás y la altura de tres metros el más bajo, 
Miguel aprovechó para saciar su sed de locura y hacer cuando pudiera. 
Nadie iba a recriminar sus actos y dispuesto a morir estaba desde hace años, luego de que se enterara que sus padres no eran sus padres, que sólo lo habían robado para venderlo, pero como estaba bien feo, nadie lo quiso comprar, y al final la pareja de viajeros terminó por encariñarse del adefesio y lo dejaron como sirviente. 
Le dieron escuela suficiente para que no sea un retrasado, y eso fue todo. 

Así que ahora, Miguel, a sus treinta supo que no había mejor manera de demostrar que la vida es una sola, sino sacándole el máximo provecho al asunto. 

Así que con machete en mano, todos los días iba en busca de alguna presa, en lo posible mujeres de más de veinte años  uno que otro tipo. 
Siguió matando y follando cuanto pudo. 

Sin embargo un día, se vio en una ciudad vacía, 
Casi toda la población había huido dejando todo atrás. 
Y entonces se metió en una casa siguiendo a una joven, y luego de hacer lo propio, se dio cuenta que había una niña en la casa y la niña estaba ciega, 
—Joder —pensó Miguel— ¿una ciega? Nunca se me ocurrió, pero ya que estamos, hay que probar su sabor.
Y la niña al sentir que alguien la agarraba, gritó, y Miguel que no toleraba el ruido con un trancazo le partió la quijada en dos. 
Inconsciente quedó la pobre y Miguel aprovechó para gozar con la infante. Tendría unos diez años nada más. 
Y terminando su pasatiempo, se marchó. 
Pero al cruzar la puerta su mundo se puso oscuro. 

Sintió como algo le envolvía la cabeza y sus pies se elevaban del suelo, 
sonidos inentendibles percibía.
De pronto lo soltaron y cayó de costado en un montón de gente, la mayoría heridos que no podían moverse, y que al sentir el nuevo integrante gritaron por el impacto del desgraciado. 
Ahí fue cuando murió Armandito, el niño ejemplar del barrio, el que ayudaba a los ancianos, a sus vecinos, el que alimentaba a los gatos. Herido, con la pierna quebrada, había tratado de ubicarse en un rincón del vagón para tratar de salvarse, pero cuando vieron que iban a tirar a otro más, la gente se movió, y Armandito cayó. 
Lo pisaron varios y alguien se paró sobre su cabeza justo cuando Miguel Ángel de la Ascencion cayó, y lo hizo encima de quien pisaba a Armandito y del impacto sus ojos salieron de sus cuencas cuando su cabeza estalló. 

—¿QUÉ PUTAS? ¡JODER! ¡¿QUÉ ES ESTO?! —Grito Miguel al incorporarse y ver a más de cien personas amontonadas en aquella caja de metal, pero luego de observar el panorama dedujo la gravedad del asunto. 
Los aliens estaban recogiendo a cuanto humano divisaran, vivo o no. 

Se asomó como pudo por un lado de la estructura y al asomarse sus ojos se abrieron de par en par:una horda de monstruos verdes con cuatro ojos formando una corona en lo que parecía su cabeza hacían lo que parecía... 

Ring...ring.. sonó el teléfono.
—¡NO, JUEPUTA! ahora no... ALÓ, ¿QUÉ? 
—Chiquero, tenemos un problema. 
—¿QUÉ PROBLEMA? ¡No molestes! 
—Andrea, la mataron, la hallamos en la treinta y dos con quince entre un montón de basura, por pedazos, su cabeza tenían una tarjeta entre los dientes, «sigues tu, Chiquero hijo de perra»
—... 
—Chique, ¿aló?... Oe.. 
—... Mieeeerrdaaaa...
—¡Tenemos que hacer algo! no podem...
—Si, si, ya ya entendí. Clap —colgó. 


Nuuuuu, y ahora, ¿qué verga? Baaaahh a la mierda, ya debe estar con el padre celestial poniéndole el culo a todos los ángeles y al puto del Chucho. Ni qué hacer. 
Sigamos con la historia que esto se está poniendo buenoooooo jo, jo, jo... 

¿QUÉ? ¿SE ME ACABARON LOS DATOS? ¡¡¡¡HIJUEPUTAAAAAAAAAA!!!! 

Baaaahh, joder. Bueno Andreita. Tocó ir a vengar tu muerte, la historia tendrá que esperar.


Continuará...


Malayerba

lunes, 28 de diciembre de 2020

QUEBRANTO

Me pequeña fortuna se reduce a un par de fotos,
unos cuantos videos,
el eco de su risa en las llamadas,
y de mi parte, solo un montón de versos.

El cigarro a medio acabar deja un mensaje en el humo que ronda el espacio,
un mensaje que el viento habrá de llevar hasta donde se encuentre,
si es que la encuentra,
si es que aún existe,
si es que aún de mí se acuerda.

Detrás de este rostro de apacible seriedad,
solo queda una acumulación de ira contenida,
una agresividad autoinflingida,
un dolor enmascarado,
y una triste alma derruida.

No hay vida cuando la fuente que da energía al corazón se aleja,
no hay vida con sentido si conmigo no está ella.
De todas formas ya no me preocupo de mí,
sé bien que habré de morir en cualquier lugar,
sea de un infarto o de un derrame cerebral,
todo por reprimir emociones que no he sabido expresar,
por gritar ahogado en llanto estos silencios que no he aprendido a callar.

El dolor se acrecienta en mi pecho, porque a la última hora me veo igual de pequeño que ayer:
con la mirada sin brillo,
con el espíritu afligido,
con la esperanza desecha, 
con la muerte vigilando tras la puerta,
y con mis ganas de cruzarla. 


Malayerba






domingo, 27 de diciembre de 2020

DIMENSIONES

La mirada hacia la oscuridad que cada vez hala más.
Los recuerdos alimentando un alma que se desintegra a paso lento.
Un cigarro que consumen labios que han perdido la facultad de besar;
y un rostro que perdió su brillo y permanece en silencio,
hacen parte de la escena de esta noche.

Una noche en la que el viento se lleva consigo las gotas de lluvia,
funge esta como portadora de una lúgubre verdad:
Que la persona que espero no vendrá ya jamás;
que causas que me son desconocidas la han arrastrado a la fatalidad,
que yo sentado en este banquillo debería dejar de extrañarla y marchar.

A todo esto una solución tan propia como evidente se muestra:
Los sueños.
Debo permitir que los sueños me conduzcan a parajes más allá de las creaciones de la mente.
A lo mejor y en una de estas la encuentre,
a lo mejor y en una de esas la bese;
a lo mejor y en algún recóndito lugar inesperado pueda abrazarla y decirle que en ningún segundo he dejado de amarla...
A lo mejor y es que los sueños me habrán de brindar lo que la realidad en la que despierto me niega.


Malayerba

jueves, 17 de diciembre de 2020

VIOLADOR DEL VERSO

Crisantemos de dolor para un poeta sin amor.
Es menester no acostúmbrarse a la desesperación,
que urgen en los desvaríos abismos de motivación.
Pero emergen de lo profundo, crueles sirenas de lo perverso,
que siembran en los corazones, deseos de intenso mal.

Semillas de color grisáceo transformadas en amarguras son,
y los elefefantes siguen bailando encima de la tela de araña,
pero ya no son solo tres, ya van más de diez,
no aguantará poco más que segundos y la araña se pone a temblar;
su suerte está echada,
pues en el fino hilo se suspenden los temores,
y un efluvio de emociones se revuelcan en la panza.

¿Estoy demasiado drogado acaso?
O es que ya no necesito de drogas para darme cuenta que mi mente diavaga en tiempo permanente,
que se pierde, se enreda
y desde una humareda donde se pone a parir estrellas,
yo finiquito el placer de morir y nacer bajo el infinito bucle que otorga el dolor y el placer...


Malayerba

jueves, 10 de diciembre de 2020

PETICIÓN

Dejad de buscar al mejor escritor,
jamás llegará aquél que pueda escribir expresamente lo que guarda vuestro corazón.
Dejad de clausurar letras que no riman con vuestros latidos,
no habrá una sola que se apañe al brillo de vuestro interior.

Lo que aquí os presento es una denuncia;
a los cuatro vientos esta argucia,
que este mísero poeta salido de alguna pocilga,
busca una musa que le obligue a volar.

Que harto fatigado está de motivaciones inherentes;
que harto cansado está de autoayudas incipientes;
que ya no guarda energía para poder flotar,
que ha perdido el talante para navegar este inmenso mar.

Este remedo de poeta se está muriendo;
se le acaba el tiempo y no ha logrado plasmar en versos la esencia de su amor.
Este triste perdedor cansado de buscar la luz en este mundo, la ha buscado en otros,
pero por más que viva errando en lo recónditos lugares de este indiferente cosmos,
logra poco más que lamentarse de saberse tan vacío,
porque alguna insulsa fémina,
una portadora de la desdicha,
esa maldita plaga llamada: mujer,
que solo causa heridas en el espíritu del varón,
y que no genera una peor que cuando las deja de hacer,
le devuelva lo 'poco' que se llevó;
o al menos un pedazo de su alma, 
y ojalá, la mitad de su corazón...


Malayerba

domingo, 6 de diciembre de 2020

EL AMOR EXISTE

«Hay gente que ha perdido la fe en el amor,
ya no creen en él, porque se lo han pintado con pintura barata;
quién les ha hecho el daño fue tacaño y no les pasó unos toques de vinilo.

—Es acrílico, pendejo, el vinilo es la pintura barata.
—¿Qué?...aaaahh... ciieeerto, je, je.
—¿Cuánto más debo esperar?
—Sólo un poco más.
—¿Seguro?
—Sí, confía en mí».
Y al parecer lo hizo, porque se quedó en silencio un buen rato,
y cuando menos me di cuenta, ya estaba tirando al suelo la última prenda.

El fuego iluminaba el lugar.
Ella empezó a danzar;
en círculos bailó al rededor;
sonreía y tarareaba una canción.

Yo me percaté, y sonreí gozoso;
la empecé a detallar,
la empecé a asimilar.
¿De dónde habrá salido esta chiquilla? Recuerdo haberme preguntado.
¿Dónde anduvo todo ese tiempo? Recuerdo haberme cuestionado.
Nunca lo llegué a saber,
pero qué importaba ya.
Estaba frente a mí, bailando suavemente,
tarareando una canción del cielo y mirándome lascivamente.
Al poco rato me llamó extendiendo sus manos para que la acompañara a bailar también. 

Me levanté y lentamente me fui acercando,
me agarró de las manos y comenzamos a mover los pies. 
Yo a veces no sentía ya el suelo, 
estaba flotando por las copas de los árboles;
las estrellas pasaban por mis hombros en picada.
Mi compañera cabalgando la luna entonaba una canción que se perdía en el infinito,
donde aquél que la hubiese oído,
habría por fuerza mayor, abierto su corazón, y entonado también una melodía al amor.

La cuenta del tiempo se perdió.
Las gotas de lluvia intervinieron en la ocasión.
Me quité la ropa.
Me quiete las botas.
Y como Adán a lado de su Eva,
desnudos bajo los ojos de las estrellas,
corrimos por el bosque, 
y nos revolcamos en el lodo.

Cubiertos de hierbas y hojas,
anduvimos otro tanto de la noche.
Nos tiramos a la orilla del riachuelo,
el agua estaba helada,
y tanto, que al entrar en contacto con nuestros cuerpos,
ondas de blanco vapor salieron disparadas.

¿Era yo el sol, o era ella la osa mayor?
tampoco lo sabré,
pero el fuego que se hallaba en nuestro interior,
ardió con rotundo fulgor.

Mi compañera al rato propuso ir a la carpa,
para secarnos la piel, para evitar un resfrío;
la acompañé yo decidido a hacer de ese bendito culo, algo mío.

Entramos y nos secamos lo mejor posible,
y en la colcha nos tiramos a brindarnos calor;
ella dándome la espalda,
yo dándole espaldas al suelo.

Pero aguanté no más de tres minutos,
por lo que empecé a acariciarla suavemente,
a encajar mi figura con la suya.
Mas estaba frígida la inmunda, 
no se movía;
asumí que estaría ya dormida,
así que la enderecé boca arriba.
Le acaricié sus lindas tetillas,
no más grandes que naranjas,
no más pequeñas que limones.

Nada hacia la muerta,
me obligó a hacerlo todo yo,
así que no reparé más en el hecho,
y llevé mis manos a su interior.

Y como no queriendo la cosa y a la vez deseándolo con ardor,
dio vía libre a mis manos que manosearon profusamente sus labios,
los lubricaron,
y a posteriori, penetraron. 
Seguido, repetí el proceso con mi gruesa verga que se levantaba ansiosa;
me extravié en la humedad de su entrepierna;
y a eso de las dos de la madrugada,
ya estábamos acoplados y danzando con las caderas.

Ella a un lado, 
ora al otro, 
ora arriba,
boca abajo;
haciendo el sesenta y nueve, ora el setenta y dos,
(el setenta y dos para los que no sepan, ese el mismo sesenta y nueve, pero con tres dedos por atrás).

Copulando y gozando de diversas formas lo pasamos hasta que el sol de la mañana nos alumbró la cara;
rendidos, agotados, habiendo sucumbido ante el placer, 
dormimos profusamente hasta el medio día de ese ayer. 

Bajamos más tarde al poblado, 
ella para su casa, yo a la mía. 

—Maldita morena mía, ¿no que jamás me lo ibas a soltar? Ja, ja, ja —le escribí en el chat.
Luego de una rato me habló: vete a la mierda mejor.
Me reí y le inquirí para cuándo otra tomada, 
de esas buenas hierbas, de esa buena crema de hongos... alucinantes (porque si digo alucinógenos, saltará el imbécil que a toda hierba bendita le llama droga)
—Quizá para el otro fin de semana, o quizá nunca en tu vida, fracasado —respondió y se rió. 

Aaaahh, querido lector, fue en aquella vez, cuando supe que la había conseguido, 
que valió la pena el tiempo y esfuerzo invertido.
Fue en aquellos tiempos que ella estaba en el borde de la cuerda, 
y sólo necesitaba un ligero empujón para caer;
fui yo quien sopló a las nubes, 
y las nubes me devolvieron un ventarrón.

La gentil muchacha de la cuerda que la amarraba a un pasado de dolor, se desprendió,
y en mi apachurrado corazón, de costilla cayó.
Una colcha suave,
una colcha amena:
mi corazón entero estaba a sus pies.
Fue el mejor regalo de la vida, haberla hecho mi mujer. 

No voy a negar que la vida se quiso portar mal,
Que hubieron de transcurrir miles de lunas antes de que pudiera amaestrarla,
para que al fin se entere de quién es el que manda,
y a quién es que debe obedecer cada palabra.

El amor existe no hay duda.
El amor es real, tanto, que se lo puede tocar;
tan sincero, que se lo puede escuchar,
y tan verdadero que se lo puede abrazar, 

Tocar, cuando me suelta un beso.
Escuchar cuando me suelta un te quiero.
Y abrazar cuando la agarro del pelo, 
le beso el cuello,
me derrito en su boca, 
y en un abrazo profundo, 
mirando a sus ojos de caramelo color,
le digo te amo mi reina... 
le digo te amo: mi amor. 


Mayawell

martes, 24 de noviembre de 2020

OLVIDARTE Y NO

Oculto entre la maleza como un sapo entre la hierba,
veo la vida pasar;
este vicio cada vez se hace más fuerte, 
ya no lo puedo controlar.

La noche funge como testigo de mi caída.
Las gotas que se resisten a ser sustraídas por las hojas, reflejan el brillo de los cuerpos celestes;
astros magnánimos extrapolan los sentidos:
ridiculizan la creencia de que somos de esta tierra.

Mas aún tengo un poco de humano,
porque extrañarte cada vez duele menos;
disipar los retales de tu amor cada vez es más fácil,
pero nunca es demasiado fácil;
aún sigo siendo frágil; 
aún me cuesta un montón ponerle fin a tu recuerdo;
como si entre esperar un poco más o echarte al olvido,
se concluyera en una decisión que pronostica mi total derrota,
cómo si al elegir entre una de las dos, la desgracia sería certera,
pero no me decido aún, 
porque tengo miedo de irme por la equivocada 
y terminar tomando la que causaría más daño.


Malayerba

miércoles, 18 de noviembre de 2020

TRES SOLITARIOS

Llevo cinco lustros a la espalda 
y aún me resisto a ser mayor.
Esta noche solo somos tres solitarios en la inmensidad:
Dos estrellas y yo.

En medio de la oscuridad, un par de sapos gesticulan versos.
Un relámpago aflora en el horizonte,
y yo muero lentamente al besar un cigarrillo.
Aún a mitad de la noche un pájaro deja fluir su canto.
Una luciérnaga ilumina mi rostro 
y solo una pregunta me queda: ¿Dónde estarás?

Cómo sino es cierto que las estrellas hablan
y susurran al oído, que aunque no parezca, 
no somos fugaces, sino eternos como ellas.
Y con ello yo comprendo que el brillo jamás se apaga,
que jamás la oscuridad termina de abrazar.
Que entre el devenir de los sucesos, una partícula aflora;
una endeble luz destella;
y que en mi caso, esa tenue luz es una leve risa impresa en mi recuerdo, 
es su dulce risa viviendo en mi memoria;
pero al recordar que estuvo aquí y se fue... yo muero.


Malayerba

sábado, 14 de noviembre de 2020

LA MELANCOLÍA DE UN DESGRACIADO

Cada calada es un beso que no he dado.
Cada vehículo que pasa, es un abrazo no recibido.
Cada hoja que cae del sauce, es un sentimiento que muere en mí.
Cada noche como esta, sin luna ni estrellas, mi alma se nubla al recordarla.

El reloj parecía entrar en conflicto cuando estaba junto a ella.
El tiempo fluctuaba entre el pasado y el futuro, quedándose en un presente eterno cuando aspiraba el aroma de su cuerpo.
¡Cuánta falta me haces, mujer!
Un año desde tu partida ha sido una perpetuidad vagando a solas.

Solo espero que un día las estrellas me muestren el camino,
y al fin, entonces, poder establecer un nuevo universo contigo.
Porque he probado ya tanto, 
pero nada ha logrado apaciguar este canto afligido en mis entrañas.

Una droga más fuerte que tu amor y que elimine dolor,
no... aún no la he conocido. 


Malayerba

viernes, 6 de noviembre de 2020

RECONSTRUCCIÓN DEL NIDO

Al final ahí estamos,
siendo débiles humanos;
rompiendo promesas,
y lastimando corazones.

Al final ahí estamos, 
fumando noches amargas;
dejando salir una lagrima por un pasado añorado que se desvanece en el olvido
Ahí estamos, 
a la orilla del planeta imaginando volar sobre las estrellas y perdernos en el infinito...

Un canto adolorido de un ave que ha quedado sin nido, llega hasta mis oídos. 
Entre el dolor de perder su hogar y el vacío que estremece a mi pecho porque ella ya no está, 
no sé cuál es peor... 
No, esperen, el ave ya se dispuso a reconstruir su casa,
quizá deba seguir su ejemplo y hacer lo mismo yo. 


Malayerba