Casa sur. Cap 1.
Esta es la dosis, le dije, es lo único que se necesita para no alocarse demás, que al final es a lo que aspira el mundo, le añadí, mientras le mostraba la pipa de tan diminuto tamaño; y si no se lo dije, lo pensé.
Un noche ya no aguantaba y como se entraron todos, yo voltee la jeta y ssssrhhrhr que me saco los mocos bien atosigantes, y ya iba aliviándome cuando escucho, «¡mariiicaaa qué asco hpta, hola noooo, no seas pasado, marica!». Más marica el puta que se queda a ver JJAJAJAJJAJAJ. ESOS PUTAS SÍ QUE HACEN DAR RRRRISA, así con la r bien atenuada, dicen los de pasto, jajajajajajjaa, he conocido a varios, será porque somos vecinos en la cordillera, pero sí que son chistosos, son la mierda. Sobre todo el Perro, ese puta es muy odioso, y uno le pregunta, ¿eres odioso?, y el puta dice, no, para nada, y pone un cara de desprecio bien malparida, JAJAJAJAJAJAJA.
A veces me pregunto si pensaran lo mismo, que si su vida fracasa con lo impuesto por la sociedad, se quedarán contentos porque, «al menos las risas no faltaron», tendrán esa frase grabada en el pensamiento.
Yo no había conocido a gente de verdad que tuviese niveles similares a los míos, en cuestión de recocha fea, pero ese puta, el Sabino y el Cumbambas es que le dice al Potro, el Micha, la Vale, la Karol más grande, la otra Vale que no está, la Aleja, el Bueno, el Mujana, la Mela y el más tóxico, entre otros; con todos esos se armó algún desvergue cuando se juntaba algún par de aquellos y en esos momentos reímos hasta decir basta, ya, paren, no aguanto, voy a morir si alguien se ríe, y reímos más para ver si cierto.
Al final ya valimos, nacimos para morir y no hay manera de salvarse, no hay necesidad para cambiar las cosas, porque bien que podemos, una raza muy inteligente a decir verdad somos, porque yo también llegué acá para ver qué es de lo que tanto se habla desde afuera; nos ven y valemos verga, somos como insectos para ellos, bien elevados los hptas, seres espirituales les dicen, porque van más allá de la condición de simple hombre.
Somos nada más un alma juguetona en un envase de carne y huesos, una máquina creada por diseño, hay una inteligencia superior que sobrepasa el entendimiento y es porque esa es la fuente de todo lo existente aquí y el otro lado.
Y siendo parte de esta, llegamos a un mundo a sufrir porque sufrir es sabroso, a todos les gusta, pero cuando se sobrepasa la dosis se decide parar el juego en el jardín del Epicito (véase escritos anteriores) y volvemos a casa, a la fuente. No hay razón para aletargar más la vida entonces, por más que parezca que es buena idea.
Con esa gente se habla de temas así de profundos, o de tontos que se sustentan en el libre derecho de meditar en el río. O tan pesados que por respeto al lector, no pienso mencionar pero ya se imaginará, así como cuando dice el puta: usssh, qué rica que esta esa hpta, ¡a esa pega violarla y matarla! La puta mierda el malparido, ¡y meterla en una maleta es que responde el otro!, jajsajak, son la cagada. Entonces, mejor no menciono cosas indebidas.
Le pasé la pipa y elevamos unos soplos al cielo para agradecer por el regalo de haber podido vivir, puede que no sea tan mala después de todo.
Y ahora nos encontramos en una casita en el monte del sur. Todos esos mencionados al inicio, salidos por pura arepa del sancocho cósmico, reunidos en la noche, ebrios porque ahí es donde la energía se concentra y es dichosa la vivencia para consagrarla en la memoria como gratos recuerdos.
¡Qué se repita!
Malaya
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