domingo, 11 de agosto de 2024

Dos locos

En el camino de la sin razón que otorga perderse en el mundo propio, y al cual toman por loco los que no se atreven a viajar por paraísos prohibidos, Manuel Alejandro de la Dolorosa Gutiérrez, pasa sus días navegando en mundos fantasmas que un día tiñeron de color sus días.

Hace más de siete años ya que eligió perderse para encontrarse así mismo aunque el precio era costoso, entregar la cordura a cambio de la felicidad era costoso. Pero era preferible aquello a tener que abrir los ojos cada mañana y darse cuenta que ella no estaba, que se había ido y su aroma disminuía con el pasar de los días.

No se puede recriminar a quien inocentemente ha amado tanto y tan poco a la vez, no se puede juzgar a quien sin saberlo descubrió un amor bonito que duró lo que un día de sol en el invierno. No se puede, el amor no conoce de reglas, dogmas ni principios. Solo llega y se va dejando caos a su alrededor.

Entre las canciones que entonaba al que llamasen el loco Manu, había un estribillo que escuché un día que fumaba un cigarro arrimado a un árbol en la orilla del lago y el cual invadió mi ser de manera dolorosa.

«Son sentimientos encontrados, tormenta en el desierto,
mustio sufrimiento que me ahoga,
y me desangra sin tu amor».

A penas oí el estribillo, eché una lágrima al viento, sufría incluso en su locura, había dolor en su canto, demasiado dolor para tener que soportarlo, pero algo me decía que así debían ser las cosas y elegir la salida fácil no era el modo correcto.

—Todo es absurdo —oí de pronto una voz que me hablaba.

—Lo es —le dije, mientras daba una calada.

—Algún día va a terminar, solo debemos aguantar —me dijo mirándome amorosamente.

—Eso me temo —apresuré a responder.

—¡Terminarás como yo muy pronto y entonces seremos dos! —Gritó con alegría y se fue bailando y cantando.

Un rato después terminé el cigarro y entonces me fui detrás cantando y bailando... la única manera de revertir tanto dolor es convertirlo en alegría, y entonces fuimos dos, dos locos aburridos de la vida...


Malayerba


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