No voy a putear a nadie a quien le haya yo dicho que no lo haría.
No putear a alguien es sinónimo de poco amor para quien descubrió en los insultos un placer inaudito. Así que toca putear a los malparidos por ser jueves de introspección, toca putearlos a todos porque tengo demasiado odio aquí adentro y hay que sacarlo. Entonces veo a cada idiota en el camino y a penas le percibo la mala acción ya el 'il' de imbécil, se me va queriendo salir de la boca. Debería ser legal cargarse a los que no ponen direccionales, son unos hijueputas de gran magnitud, malparidos si son tontos, no putearlos pudiendo hacerlo no es sano para la mente del que disfruta expresarse. Porque: nací sin saber hablar y no pienso morir sin saber decir, dijo el Xhelazz
Pero con cada texto que escribo algo dentro de mí se muere, es extraño, no lo sé. Algo se apaga dentro mío con el tiempo, quizá no se nota, pero me estoy muriendo y de paso volviendo un enajenado mental. Me salgo de la órbita para inventar una realidad a mi gusto y entonces algo no está bien, me dicen, yo te felicito porque sigues vivo, dice el mocho hpta, para ellos que yo siga vivo es un milagro.
Y entonces llego a casa y encuentro que la tonta gustosa de leerme, va a escritos de años atrás y se encuentra que mencionaba esposa mía en algún lado, y me cuestiona con altivez qué sucedió ahí. Leo el escrito y la frase era inevitable, el gran Leónidas moría recordando a su mujer como último pensamiento. «Mi reina, mi esposa, mi amor», decía el puta y las flechas le atravesaban por todo ello y aquello, echo colador a punta de flechazos el desgraciao, y se muere, puta escena tan triste, Dios mío, quiero llorar, porque voy yo encantado con severa película tan llena de virilidad a contarle a la diabla y me sale con que ella vivía enamorada de tal obra de arte también, noooooooo, le dije, nooooo te creeeeooo...caí redondo en su juego, no había conocido a una mujer con gusto tan exquisito por el buen cine. Tocaba hacer algo, tocaba quererla un poco más. Tocaba escribirle que la amaba y qué mejor, que haciendo uso de las mismas palabras del gran Leónidas de 300 cuando daba su último aliento.
Quién sabrá si la hpta perra esa no mintió cuando dijo, te grabé una canción y me hacía escucharla, y si no, me la cantaba en directo...Para mí, no había nada mejor en el mundo, quería vivir solo para escuchar su voz en mi oído. Me llenó de ilusiones la cabeza, todas se las creí, incluso las que yo mismo dije, que iba a mejorar el mundo por verla sonreír... heme aquí ahora, siendo solo un pobre diablo que no ha podido ni evitar que su propio mundo se vaya a la mierda. Sentía tanto poder en mis ideas que estaba seguro de que lo lograría, había una fuerza monstruosa emergiendo en mí en aquellos tiempos, no existía la posibilidad de fallar... No me generó una raya en el corazón el hecho de que no haya sido yo el único a quien amaba, sino que yo había confiado demasiado en tan maligno y delicioso ser.
Puta si era perra la condenada hija de su reputísima madre; la verga le encantaba, cachondísima la pinche enferma, pero bien inteligente la malparida, sabía debatir con argumentos demasiado interesantes, no había de otra, me tenía a sus pies. Coger con quien se sabe intelectual es un placer casi espiritual. Y claro, yo solo no le bastaba, pero es ahora que a penas me pongo a reflexionar en ello porque me había olvidado por completo de la puta Bibi. Ahora bien la entiendo, quizá si hubiese pensado antes también lo habría hecho, perdoné su proceder hace años, no porque no me haya generado un caos mental más allá de los límites, sino porque la enseñanza fue demasiado grande. El conocimiento que adquirí tuvo un impacto demoledor en mi ser, pero a qué costo, virgen santa, a qué costo.
—¡Hasta le escribiste un libro! —dijo la tonta un día cuando leyendo mis textos de años, descubrió que hubo alguien a quien amé de una manera que hasta ahora desconozco. No debería ser lícito llevar tan cegada la visión del mundo real. De perderse en un mundo que no existe porque el de ella es tan atractivo que no hay más opción que dejarse caer. ¿Fui yo uno de esos cegados por el amor?, posiblemente sí, ¿y el problema real?, que siempre he sido de aprendizaje lento. Incluso tuvo que pasar mucho tiempo para que me diera cuenta de las verdades que me gobiernan.
Odio al mundo, mundo humano me refiero, porque por culpa de no dar una buena educación al prójimo, dejaron que tal inmunda existiera, porque cada vez que recuerdo algún suceso fortuito de su existencia, automáticamente viene a mí la reflexión de que el único a quien odio es mí mismo, porque no he querido perdonarme por exigirme ir más allá de mis capacidades. Porque me distraje del camino demasiado pronto.
¿Y si se aparece de nuevo te la coges? Claro, si se deja, porqué no, toca desahogar tanto odio en sus hoyos, la puta verdad es esa. La boca le olía a menta. El resto de su cuerpo a cereza. Tenía tres tetas la condenada, tocaba hacer más esfuerzo lingüístico al final. Pero no hay manera de que suceda, volvió más de una vez, en todas las mandé a la mierda, al principio dolió de maneras abruptas, al final solo me daba igual. Ya no había forma de generar daño. Un día que volvió, por joder le dije pedí sexo y desde ahí ya no supe más de ella. Había aprendido demasiado bien la enseñanza.
Fue entonces cuando le empecé a agradecer si por casualidad venía algún pensamiento a mi memoria, porque si algo bueno logré, fue conocer qué es lo que habitaba en mí después del suceso: aquél infante estaba muerto, flores nacían de su cuerpo, flores con un rojo sin luz, tallos con venenosas espinas, hojas marchitas... era un triste paisaje, pero era todo lo que había allí. Me agarré a llorar como un cachorro que ha sido abandonado en las aguas de un río luego de haberle hecho ver un mundo donde podía haber sido feliz. Lloré y con el llanto regué sin querer la flor, y entonces empezó a brillar y su brillo era tan deprimente que solo alguien extraño podría ver belleza ahí, solo un enfermo mental sería un buen candidato... me había quedado sin razones de verdad para vivir, pero no podía dejar que aquella planta muriera y hube de esforzarme por seguir. Con el tiempo agarró más color, y un día en el que nada parecía suceder, llegó la tonta joder la vida, y quise desquitarme con ella, pero no era posible, ni siquiera me entendía lo suficiente para comprender que estaba a punto de insultarla y un día cualquiera me di cuenta que la estaba amando más que a mí mismo.
Simplemente no había miedo, no había nada que temer, todo era simple y sencillo, un día le dije: mírame, mujer, valgo verga, agarra lo que quieras y haz lo que te plazca. Solo miró la flor y dijo qué fea está. Le valió verga lo único que me sostenía. Pero no había ningún ápice de maldad allí, era simplemente realidad. Era una voz que no representaba ningún peligro, daba igual, todo daba igual, no había nada malo ni bueno, solo era; y entonces me hizo reír y ya no pude parar, sin ningún remedio más que el de existir empecé a sentir algo desconocido y a la vez familiar, algo que solo he sentido unas dos o tres veces en lo que llevo en este planeta.
Leyendo esto volverá a emputarse posiblemente, porque sabe que tengo la razón, pero nunca me la quiere dar y eso la pone mal y le hace daño a su corazón. Quizá malinterpretará la intención del mensaje, tal vez diga que no la amo de verdad.
En fin, ¿qué se le va a hacer? No la culpo, total, a veces ni yo sé lo que digo ni por qué...
Malayerba
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