domingo, 4 de febrero de 2024

El temerario de la montaña




Un caballo malparido que no huye, es más, se acerca y nos mira fijamente, aunque las perras le ladren asiduamente el muy desgraciado se acerca, y es tanto el acercamiento que me pone nervioso. Echa patadas de vez en cuando y eso me preocupa, he visto animales más nobles atacar con fiereza. Eso es lo me preocupa, que se pare en dos patas y me las ponga dulcemente en la cara y me mande de regreso a casa, casa que he olvidado en qué lugar del universo se encuentra.

La niña de mis ojos no se reporta y eso agrava más el preocupamiento, me inquieta saber lo que le ha ocurrido y no hay otra cosa más que hacer que esperar a que aparezca y que de su rostro no se haya desvanecido su sonrisa.

Mirando otros cuadrúpedos en la lejanía hace que a mi mente lleguen pensamiento nocivos, saber que tendrá que suceder la partida de quien se ha querido es algo para lo que la preparación no alcanza.
Pero esa cosa llamada vida es así y no es posible cambiar lo eterno.
Solo queda aceptar lo que haya de suceder.

Tan sencillo es hablar de las experiencias ajenas, tan difícil de sobrellevar las propias.


Malayerba

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