lunes, 18 de diciembre de 2023

Una estrella en el cielo


La noche gélida se torna cálida cuando camino largamente y el ejercicio eleva la temperatura corporal, aunque no tanto como cuando roza mi cuerpo con el suyo en el vaivén de los sexos:

Aferrada a mi cadera —luego de habernos sacudido del cuerpo las ganas de besarnos y dejarnos las manos en las incalculables caricias— la suya se descontrola en ritmos frenéticos tanto más deliciosos cuando más bruscos son cerca de alcanzar el orgasmo. 
Jadeamos fuerte como animales en celo en el primer combate, puesto que al fin y al cabo, lo somos.
Animales que pierden la poca razón que les deja los días en los que no se ven, y se obligan a ser comunes y corrientes para pasar desapercibidos en un mundo que condena a los que se dan la buena vida.

Los espasmos de la segunda embestida, se tornan más exquisitos y satisfactorios, producto de una unión que olvida la materia para fundirse en el campo cuántico por no llamarle álmico. Proceso aquél en el que permanecemos abrazados en una sintonía que acompasa la danza de los corazones que se aman en la perpetuidad.

La tercer descarga es la más serena, la más compacta, la más sustancial, porque si algo se aprende en la vida, es que la tercera es la vencida. Y es aquí
cuando tras sobreponernos las anteriores veces, reafirmamos el acto de vencer todo lo que se considere obstáculo en la búsqueda del placer.

El resto de la noche no requiere más aclaración que la del agua en el arroyo, ella es el agua; ella es la vida; ella es la que fluye y yo, yo soy quien se deja llevar por su cauce.
O la de la estrella solitaria en el cielo: solo una estrella acompañando a la luna; ella es ese paisaje nocturno que trasciende todos los sentidos, y yo, yo soy el observador que se siente trascendido.

Debo confesar que yo era un tipo inocente, del más puro linaje, límpido en alma y cuerpo, hasta que apareció ella, y con ella vino el recuerdo de que un día fui un pecador, o quizá fueron varios días, tal vez fueron vidas de eterno placer, no estoy seguro. Es posible que haya planeado para esta vida la serenidad del alma y el distanciamiento de la carne, pero con ella, la iluminación del ser puede esperar, no me importa volver a condenarme y echar por la borda otra existencia, total son infinitas y para ser precisos, mi bella mujer de perfectos rizos, vale esta y muchas vidas más.

En cualquier caso tengo la imperiosa necesidad de sentirme afortunado porque la he encontrado: una chica perversa, jodida y traviesa... Preciosa cuanto más me hace adorarla... Hermosa cuanto más me enseña a amarla.



Malayerba

No hay comentarios:

Publicar un comentario