domingo, 30 de octubre de 2022

A TRES CENTÍMETROS DE TU BOCA

No sé porqué le meto corazón a las cosas a las que no debería.
Al parecer nunca voy a aprender. Y entonces estaba hablando de muchas cosas con esta chica que conozco desde hace un tiempo y que nunca deja de maravillarme con su forma de ser, con su belleza, con su encanto; y en un momento, hablando de hijos me pregunta si nuestro hijo saldrá moreno como yo o blanco como ella, pero que prefiere que sea morenito como yo, —como tu color —repite— y yo de pendejo me emociono nuevamente al pensar que tener una vida con ella sería tremendamente hermoso.

Pero continúa y dice, miré a un chico que era más moreno que tú, si lo vuelvo a ver, me lo cuadro y al instante sonríe maliciosamente.
De pronto me sentí horrible, tremendamente idiota; ahí estaba yo, me había ilusionado de nuevo por nada, en un segundo ya me había visto llenándola de amor y placeres desconocidos, pero con esa simple frase quedé afligido. Era obvio que no me miraba como yo la veía y descubrir eso me dolió.
Mas nada es posible hacer respecto a lo que debe suceder, así que disimulé mis emociones y la tristeza que invadió mi ser, con risas y tonterías. Reprimí toda la amalgama de sentimientos que me invadieron con todas mis fuerzas aunque realmente hubiese querido gritar que, ¡me tienes a mí, coño, ¿para qué otro?! ¡Puedo garantizarte una vida plena, amor, sexo, experiencias, todo te lo doy, el mundo para ti para que hagas cuanto plazcas!.. Aaaah, cuántas cosas más no pensé, cuántas cosas. Al final todo era una simple ingenuidad en la mente de alguien que lleva años buscando un poco de cariño.
Al final hay palabras que sí que duelen, solo porque vienen de la persona que te interesa. Normal, ¿no? En fin, eso es lo malo de crear ciertos vínculos, pero bueno, a veces es inevitable hacerlo cuando esa persona llega de la nada a armarte una fiesta en el alma, a darle alegría a tu vida, a regalarte sonrisas que nunca te cansas de mirar mientras un brillo le ilumina los ojos.
Al final es inevitable no gustar de ella, de su esencia, cuando la has conocido a cuatro días de su cumpleaños y en un momento en el que tu vida estaba tan tranquila, tan sola y tan triste que solo esperabas la visita de la muerte.
Yerbita

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