martes, 3 de noviembre de 2020

LA CHICA DE LA BLUSA VERDE

Llegó a la tienda un lunes y la recibí complacido.
Traía puesto una blusa verde claro y de tirantes, lo que dejaba ver sus delicados brazos desnudos, además de un pantalón blanco que le daba un ambiente natural y de libertad.
No podía faltarle la sonrisa, tenía una de las más hermosas que he visto, de esas que se adornan con hoyuelos, perfectas les dicen.
Tendría alrededor de veinte años, 
pero su rostro reflejaba algunos menos, hasta tenía un aire infantil.

Compró un de litro de crema de leche en bolsa, porque el tarro traía muy poco y necesitaba hacer un postre para unos cuantos. 
Algo me dijo, yo le respondí,
de ahí seguimos hablando por un par de minutos.
Se reía mucho.
Me hacía reír demasiado.
Era muy divertida, 
y aprovechando el buen humor que tenía le ofrecí otras cosas, 
pero no tenía dinero, 
y a parte solo iba por el encargo, 
entonces le regalé un chocolate.
Se despidió amablemente y se fue.
Su visita me dejó un aire de bienestar. 

En la tarde me había preparado para salir. 
Ella había vuelto solo con la esperanza de encontrarme nuevamente, 
pero no atendí yo esta vez. 
—¿Que cómo sé que iba buscándome? ah pues, porque cuando salí, 
ella que estaba ahí en el anden, al verme, su cara se iluminó al igual que la mía, 
y se me acercó muy contenta.
Me saludó a la vez que yo le hacía un cumplido de lo linda que se miraba. 
—¿Qué has comprado? —pregunté—, me sonrió y me enseñó un chicle. 
—¿Solo uno? Qué tacañería —le dije—, y partiendo la caja a la mitad me alargó una pastilla. 
—No venía comprar, tonto —me respondió con una mirada tremendamente coqueta—. Solo venía a buscarte, pero me dio cosa y para disimular compré eso. 
—Oh ya veo, pues bien, vamos. 
—¿A dónde?
—A caminar, obvio, la tarde está muy bella.
—Bueno —me dijo contenta—. Y como si fuese una vieja conocida, se enganchó a mi brazo y empezó a hablar y hablar de cosas, tantas, que ya no recuerdo,
y es que no le ponía mucha atención, era la verdad, 
me hallaba perdido en su escandalosa risa de niña dulce. 
Me hacía reír mucho también. 

Así caminamos varias cuadras hasta llegar a un parque. 
Nos sentamos a la sombra de un árbol. 
Y ella muy cerca de mí, me hablaba de que llevaba poco tiempo en la zona, que era de otra ciudad. 
Entendí entonces porqué me parecía tan singular. 
En un momento de la charla me besó como si ya lo hubiese hecho mil me veces, y sonrió. 
Así que la traje hacia mí y le devolví un beso más intenso.
Nos acariciamos tanto que me entraron ganas de hacerle el amor ahí mismo. 
Y eso me propuse. 
Fui resbalando mis manos por su espalda. 
Acariciaba su pecho. 
Ella soltaba leves gemidos,
y procedí a quitarle la blusa lentamente, mientras le besaba el cuello. 
Quedó con el brasier blanco de encaje, 
se lo había desabrochado ya, 
pero al momento se detuvo y me alejó. 
—¡NO, IDIOTA! ¡AQUÍ NO, HAY MUCHA GENTE!
Y se cubrió nuevamente muy rápido. 
Me reí mucho, pero me sentí frustrado.
Estaba colorada debido a la excitación de momento, 
así que me detuve a contemplarla unos segundos.
El tinte rojizo en sus blancas mejillas la adornaba tiernamente. 
No obstante, me miraba enojada, 
pero era un enojo sexy, de ese enojo que gusta, que dice que todavía no, que después lo hacemos. 
Era el enojo de tener que esperar. 

Era la primera vez que la veía.
Ni siquiera sabía su nombre. 
Ella no conocía tampoco el mío.
Pero hablamos de todo y tantas cosas que en cuestión de minutos ella completaba lo que yo pensaba, y yo decía lo que ella quería expresar. 
Tan conectados estuvimos que lo demás quedó de lado. 
Al final le pregunté:

—¿También me soñaste?  
—Sí, exactamente así —respondió—, aunque en el sueño si cogíamos en el parque. 
—Y porque no lo hacemos realidad —le propuse. 
—Porque... No sé, me da cosita jjj —dijo sonriendo. 

Yo reí y no puede hacer más que besarla. 
Nos pegamos los labios durante el resto de la tarde. 

No nos vimos más de una semana, 
pero a partir de esa misma tarde ya entrada la noche, follamos como animales, 
y de ahí en todo lugar y a toda hora. 
La delgadez de su cuerpo. 
La sencillez de su alma. 
Su mirada de niña tierna. 
Su sonrisa de picardía, 
Con ella, siete días fueron la dicha merecida, 

Nos encontrábamos como sabiendo de antemano donde estaríamos. 
Hasta que un lunes, no la encontré donde creí debía estar. 
Me dirijí a su casa y allí me atendió una cuarentona.
—Disculpe, se encuentra... —Ahí recordé que no sabía el nombre—. Se encuentra la chica. La niña esta ¿la flaquita?, je, je. 
—¿Perdón qué? —Dijo ella. 
Entonces le indiqué una foto que tenía, 
—Ella —le dije. 
Y la señora me miró feo, y sentí su mal humor contenido.
—¿Y usted quién es? —preguntó—.
—Solo un amigo, conocido. No sé nada de ella desde ayer y creí que la vería hoy, pero no llegó.
—¿Qué le pasa, joven? Ella murió hace ocho días. 
—¡¿Qué?! Pp... P.. Pero ¿cómo así?
—El carro en el que venía se estrelló contra una tractomula, y ella murió junto con otros tres pasajeros, era mi sobrina, y venía a quedarse unos días conmigo. 
—...
—Oiga, joven, ¿está bien?
No respondí, me sentí mareado, 
—¿Cómo se llamaba? —alcancé a susurrar antes de que se apagase mi voz.
—Jazmín respondió. 
—Gracias. 

Y me fui caminando lento.
El cielo se puso gris.
Y sentí un fuerte dolor en pecho.
¿Qué había pasado?, no lo entendía.
Si ella no estaba... todo este tiempo que anduvimos y la gente que nos miraba riendo... 
No, no nos miraba riendo,
solo miraban a un loco que hablaba con él aire...
y se reían de mí. 

Sin darme cuenta seguí caminando hasta un lugar en la falda de la montaña, uno de los primeros lugares donde había hecho el amor con Jazmín.
Encendí un cigarro y entonces sentí una mano sobre la mía que lo apartaba de mi boca. 
—No fumes, me dijo. No me gusta que lo hagas, detesto el olor.

Giré la cabeza para los lados, pero nadie había, 
estaba solo.
La verdad es que no lo entendí.
No tuve ninguna otra señal.
A lo mejor y solo me volví loco,
o quién sabe, y a lo mejor era su alma que me había buscado desde el más allá.
A veces quiero pensar que fue lo último, 
pero cuando salgo, la gente me mira raro, 
y entonces lo entiendo...algo me falla.


Malaya

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